El tutorial.

El pasado viernes, cerca del mediodía, asistí al Centro de Rehabilitación Mamá Margarita a la presentación de ASISTENCIA Y SOPORTE AL CUIDADOR DE PACIENTES CON SECUELAS DE ICTUS.

No lo hice ni como paciente ni como periodista, lo hice como padre.



En la elaboración de este CD aparecen con roles actorales mis hijos Damián Eloy y Ana Laura, que además son profesionales en ese establecimiento (kinesiólogo y fisiotrapeuta).

Damián no se encontraba por estar desarrollando un Post Grdo fuera de la isla.

Anita se veía feliz.

¡Y yo también! Ambos se han capacitado para atenuar los dolores en el ser humano, y facilitar su integración en diversas circunstancias de la vida.

De un tiempo a esta parte la medicina de salva de trastornos que antes de conducían a la muerte, pero te dejan en un estado que requiere de múltiples estrategias, profesionales y también familiares y afectivas.


La primera en hacer uso de la palabra fue la médica de familia del Mamá Margarita.


Luego su director, el Doctor Abregú.


El orador de cierre fue el intendente Melella, habló de los convenios de la institución con el FLENI, y de una obra el marcha: la Pileta Terapéutica, una idea de la cual mi hijo me habló ya hace  varios años.

La gente de Prensa municipal intervino para dar forma a este tutorial que será entregado a pacientes con familiares en esta emergencia.






La ruta del fin del mundo

Es un trabajo documental que bajo la dirección d  Marc Mopty, ha comenzado a rodarse en nuestra Tierra del Fuego.
El viernes 27 me visitaron en los estudios de LRA 24, interesados en la realización de nuestro micro Voces de la Isla Grande.
Terminado el programa nos trasladamos a la Confiería Roca donde Juan Marc Chauvet, el camarógrafo continuó -con gran profesionalismo- del desarrollo de un diálogo explicativo de como nació este espacio "donde hacemos hablar a los muertos"; y quien era el protagonista del mismo, en este caso Arnoldo Angelosanti.
Oficiaba de productor argentino Alejandro Virginillo, que ayudó a superar las barreras idiomáticas.
Mar Mopty tiene como antecedente inmediato otro registro documental, en este caso sobre la ruta 40.
La ruta del fin del mundo comenzó con entrevistas en Cullen, siguió en San Sebastián, continuó con nosotros, y ya a la tarde los entusiastas documentalistas salían al encuentro de el Desdémona, en Cabo San Pablo, la experiencia pasaría por Ushuaia, para continuar hasta la Antártida.
Se podrá ver en el programa Echappees Belles, de los canales France 5 y TV5.
En las imágenes intercaladas pueden verse: los tres en cuestión, el productor, y su cuaderno donde ya me tenía identificado.


Ana Gutiérrez, desde lo humano.


Se van a cumplir 30 años de su decisión de venir a vivir a la Tierra del Fuego.
Ya conocía Ushuaia, por llamados de familia, y un día salió de Villa Ballester con una identidad de artista.
En la capital fueguina trabó amistad con la comunidad cultural emergente, y luego el amor la trajo a Río Grande.
Hoy Ana es una de nuestras tempranas oyentes, son esa sintonía entrecortada de quien debe ir de aquí para allá conduciendo hijos y nietos a las labores del día; y cuando termina en ese andar, a eso de las 9, se integra a su trabajo en la Delegación Río Grande de Derechos Humanos.
En todos estos no se dejó contener por la isla, en algún momento se proyectó a una experiencia de vivir en el Neuquén –cuando no era la gran ciudad de ahora- o volver a Buenos Aires, tanto para que allí naciera su último hijo.
Pero en uno de esos retornos se incorporó a la función pública y su empleo municipal fue en áreas de Catastro. De Rentas.., si bien todo eso parecía muy técnico ella se adscribió a los manejos más humanos, se preocupó por los que poco tenía y lo que debían pagar, y trató de que se reglamentaran acciones más humanitarias.
Al tiempo la teníamos en la esfera provincial en áreas de cultura, no era mujer de escenario, si de logísticas de administración y promoción cultural. Su salto a Derechos Humanos la colocó en el mismo terreno.
En esa promoción de actividades, de ejercer el conocimiento y la prevención hasta donde sea posible. Ana muestra su preocupación por los males de la sociedad, que parecen más instalados dentro de casa, que fuera de ella. La violencia intrafamiliar y esas consecuencias extremas que en algún momento invaden las páginas policiales.

Pero no ha dejado de lado sus facetas de creadoras, y por ello en un momento de su visita a la Radio Pública nos confesó que “fabrica objetos”, nos habló de materiales poco convencionales, y usos imaginativos, y pensamos entonces que no debería demorarse en realizar una muestra de los mismos, su sonrisa fue un “¿porqué no?”.

GUILLERMO CERDÁ, volvió para ganar.

Hace 41 años conoció Río Grande cuando este fue su destino para cumplir con el servicio militar.
Después de tantos años se dio un emotivo retorno.




Fue convocado por su hermano, que reside entre nosotros, y comenzó con su esposa y dos de sus hijos a conocer la tierra que lo vio de joven conscripto.
José Guillermo nació en el Chaco, fue criado en Santa Fé, para radicarse hace cincuenta años en San Miguel, provincia de Buenos Aires.
El número alto le dio destino naval y aquí fue capacitado como calderista y bombero.
Así interno en sofocar uno de los incendios de campo de entonces.
Pero además se ganó la posibilidad de ingresar como personal civil en la Policía Territorial, situación que se vio interrumpida cuando debió volver al norte, por problemas de salud de la madre.
Cerdá se prestó al diálogo en temas de la cotidianidad del conscripto:  levantarse y formar, los turnos de trabajo, desayuno y mateadas, la alimentación. Era su responsabilidad dar el agua para las duchas que a las 21.30 dejaba a los muchachos en condiciones de entregarse al sueño porque al día siguiente sonaba la diana a la hora 6, invierno y verano.
José G. Cerdá ha practicado el atletismo, y ya en sus días fueguinos el tiempo libre lo empleaba corriendo dentro de la unidad, pero en este retorno compitió en su categoría veteranos y llegó a lo más alto del podio.
Parte de regreso a tu ciudad, donde se desempeña desde hace 40 años en una fábrica de neumáticos, y su memoria –seguramente- seguirá rodando por este paisaje fueguino que se le presentó crecido e inusitado, después de tantos años. 

EVOCACIONES****Marzo 26, de 1951. Cae en Río Grande el avión Yagán.



Es  la mayor tragedia de la Aviación en Tierra del Fuego.

Tomamos la crónica del INFORMATIVO FUEGUINO, que unos días después se publicaba en Ushuaia.

DEJA UN SALDO TRAGICO LA CATASTROFE DE RIO GRANDE
ES ELEVADO EL NUMERO DE VICTIMAS ENTRE LAS CUALES SE ENCUENTRAN ALGUNOS VECINOS DE USHUAIA.
C
omo es dominio público el lunes 26 en circunstancias en que se dispone a aterrizar en Río Grande el avión de Aerolíneas Argentinas que procedía de esta localidad, por causas que aun no se han podido establecer, se precipito a tierra falleciendo en tales circunstancias 11 personas, habiendo 6 heridos y 3 ilesos

PERSONAS FALLECIDAS
Comandante de la Nave YORIO
2do. Comandante ABELIA
Radiotelegrafista PIZARRO
Teniente de Corbeta MIGUEL RODRIGUEZ SAA
JESSIE LAWRENCE menor estudiante
HÉCTOR GARCIA viajante
HÉCTOR GATORNA viajante
NÉSTOR GALARZA mecánico
LIBORIO SAVIGRONE viajante
BOHDAR LENKIEWCZ industrial
JUAN DIAZ chófer

PERSONAS HERIDAS DE PRONÓSTICO RESERVADO
TERESA E. CASALS menor estudiante
SECUNDINA PADIN DE VALENCIA esposa operador de Río Grande
PAMELA LAWRENCE menor
RICARDO VALENCIA menor
JUAN VARGAS VARGAS arriero (chileno)
RICARDO SENSERICH cabo A.R.A.
Resultando ilesos el auxiliar de la Nave, Dalada, la esposa de uno de los viajantes. Catalina de García y el menor Juan Valencia.
Oportunamente tendremos a nuestros lectores al tanto del estado de los heridos y hacemos votos para que las próximas noticias que nos lleguen sean portadoras de la seguridad de un restablecimiento total de los mismos.

Y de allí se continuaba con la crónica luctuosa:

El día martes 27 en un avión de Aerolíneas fueron traídos los restos de Juan Díaz y Jessie Lawrence, los que luego de ser velados en el domicilio de sus familiares, recibieron sepultura en el cementerio local oportunidad en que se puso de manifiesto el dolor y la solidaridad de los vecinos de Ushuaia

UN PUEBLO HERMANADO EN EL DOLOR
Algunos vecinos de Ushuaia, otros familiares de éstos, todas caras conocidas y amigas... y dejaron su despedida y su sonrisa optimista al emprender el viaje con el que se iba a ensañar la fatalidad.
Si dura fue la noticia más dura aún fue la seguridad de la catástrofe y con la incertidumbre llegó la desesperación y con ésta la silenciosa expectativa tan desesperante como la realidad, tan amarga como la imposibilidad de hacer algo de brindar algo y hasta de decir algo que reflejara el estado de ánimo, en todos enlutado y sinceramente sentido
No fue solo uno... fueron muchos y este pueblo tranquilo y sereno alteró su ritmo y en todos los rostros el dolor por la tragedia dejó su huella.

Así sufre Ushuaia la tragedia de Río Grande, así silenciosamente se pinta en cada rostro la solidaridad con el dolor y la desesperación de familiares y amigos y así lo hace porque así siente un pueblo bueno.
El tiempo seguirá la rutina de su marcha serena, los días se continuarán en la labor cotidiana que no se interrumpe por nada ni por nadie, es que la Patria necesita la labor de todos, pero en cada uno brotará silenciosa la plegaria pidiendo paz en la tumba de los caídos y mejoría para los que sufren.
Para todos llegará la resignación, en tanto todo el pueblo hermanado en el dolor recordará enlutado esta jugada del destino que mostró hermanados a todos en la protesta muda ante lo irreparable.
Nos unimos a los familiares de las víctimas, nuestro pueblo está acompañándolos y si de algo sirve este sincero dolor que en él encuentren la solidaridad que lo inspira, por ello, para todos y por todos unamos nuestras preces, encontraremos así el alivio y paz que nos ayudaran a soportar tanta tragedia.


Y también se hacía a una referencia a otra de las víctimas, de conocido apellido puntano:


TENIENTE DE CORBETA MIGUEL RODRIGUEZ SAÁ
Hacía muy pocos días que había llegado a Ushuaia cumpliendo con su destino de Oficial de Marina, pero no tan pocos como para que su simpatía pasara desapercibida entre aquellos que lo conocieron.
Partía para contraer enlace y llevaba consigo el bagaje de ilusiones de iniciar en este alejado lugar de nuestra patria su nuevo bogar y así se hace más hondo el pesar por su trágico fallecimiento.
El Teniente de Corbeta Miguel Rodríguez Saá había nacido el 26 de enero de 1929 ingresando en la Marina el 23 de enero de 1946, ascendiendo a su grado actual el 31 de diciembre ppdo.
El INFORMATIVO FUEGUINO hace Llegar a los suyos su adhesión al duelo y ante la pérdida irreparable solo desea que en la resignación encuentren el más cristiano consuelo.

En la imagen: Cróquis elaborado por la Subprefectura sobre la caída del avión.



ENTRE AMIGOS DE LA FOTOGRAFÍA.


Desde hace muchos años se vienen reuniendo una vez al mes –el día 21 a la hora 21- un grupo de Amigos de la Fotografía.
Hace unos meses concurrí al Roca, donde se dan estos encuentros, pero ese día no apareció nadie. Ernesto Ipas me había invitado, mes a mes, para sumarme al encuentro, pero ese día se olvidó de decirme que el encuentro se había cancelado.
Finalmente se me dio la oportunidad de encontrarme con los muchachos, que en una u otra medida eran conocidos por mi.
Si bien en un momento me las rebuscaba con mis cámaras, y las que me prestaban, y que Don Svaigen en la Escuela de Periodismo, y Oscar Urruty en la pensión platense, me ilustraron sobre las técnicas de revelado y copiado, no puedo considerarme un fotógrafo en sí.
Es que se convino en que los Fotógrafos son aquellos que en alguna medida viven del oficio.
Yo pensé en llevar mi agendita, o un cuaderno, para tomar apuntes de la reunión, pensaba hasta grabar uno de ellos para hacer la divulgación del caso; pero estuve en falta: en el apuro no llevé nada y todo quedó registrado en mi frágil memoria y en las no menos frágiles servilletas de la confitería.
Hubo variados momentos fotográficos, protagonizados por quien oficiaba de anfitrión: Lucho Alderete, y por otros a los que Polo le fue pasando su cámara, una imagen de este último es la que coloqué en el muro de mi Facebook con tan buena repercusión.
Ipas recordó que las primeras reuniones se hicieron en un Quincho de la Federal, los actores eran otros y parece que fue hace mucho tiempo, de una de esas reuniones salió José Vargas en compañía de Federico Azaldine y resultó interceptado por una patrulla naval, antes que los arrestaran fueron a la policía pero no alcanzaron a llegar. Después se hicieron las aclaraciones del caso.
Polo llegó por 1981 y sus primeras actuaciones fotográficas se dio dentro de la Armada, hoy se desempeña para el Gobierno de la Provincia. Tiene esposa docente, y tres hijos en la universidad  y como todo padre en estas circunstancias trae las preocupaciones por las remuneraciones del Estado Provincial y sus bemoles.
Alfio Baldovín es el mejor instalado de todos: tiene su estudio en la calle Moyano y en Gobierno dirige un taller que tiene anotados para el 2015 aproximadamente 70 alumnos.
La digitalización de la fotografía ha ampliado el universo de los que usan cámaras y los que viven de ello.
José recordaba que en otros años viajaba con la hermana –Ana- y con Alfio a cubrir carreras en Calafate, y hacían su diferencia los tres. Que una hermandad daba para instalarse una semana en Porvenir, y luego ver como se vendía todo lo que se presentaba.
Pero ahora la situación cambió. Se había dado la clasificación para la Vuelta de la Tierra del Fuego, la espectacular competencia motociclística, y ya Alfio había subido a internet una foto increíble de un accidente. El cordobés traía el rostro marcado por el sol y el viento de una jornada intensa, y Polo se le sumaría al día siguiente, pero el lunes no: estaría con Luis Benegas –que entonces saboreaba un bife a caballo- avistando aves sobre la costa de nuestro río y nuestro mar,
Allí Benegas habló del anillado, y del B-95 el Playero Rojizo que tantos cielos ha volado entre nuestra isla y América del Norte.
Yo me planté como conservador de imágenes, y Luís y Ernesto, que venían de una trayectoria de vida en el Museo Municipal, sumaron informaciones sobre lo mucho que entró allí por contribución generosa de la gente, y el material que se ha ido extraviando, material icónico sobre el ayer de este lugar. Ellos ya son jubilados.
Yo fue anotando en una servilleta una relación de tres nombres que por los años 40  comerciaban con las fotografían en nuestro pueblo: Ostoich, Noguera y Leguizamón. Apareció el nombre de Zorjan y todos tenían algo que decir de él. Y después se fuer enumerando relaciones de vida sobre Musa, Cejas, Varas, Juan Andrés Fernández, Eloy González, Luís Legnick, Quelin, Andrés Viqueira, Jorge Flores, Luna, Quelín, Luján Muñiz, Miguel Vítola, Lina Jovanovich, el Foto Paty. Hubo momentos de sonrisas, algunas sonrisas, y la promesa de encontrarnos el otro 21. Entonces, tal vez, podré ahondar en otros detalles.




Por el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia.1976.- Todo preparado.



Uno

La primera irrupción se dio al filo de la medianoche: entraron los policías, no los del rondín al que había que servir sin costo en el mostrador, sino a un grupo provisto de armas largas. El joven oficial al que le gustaba que le llamen comisario informó que se  cerraba el Kilombo, y que el país mismo  Otro Kilombo”, comenzaría a cambiar desde ese momento.

Los parroquianos se sorprendieron, debieron mostrar documentos, y alguno fue llevado arrestado por no tenerlos.

En algún momento supieron que era un nuevo golpe de estado. Casi todas las mujeres tenían edad para recordar a más de uno, y pensaron que no cambiarían en mucho sus vidas.

Se les hizo saber que no abrirían hasta nuevo aviso y por una radio, de Río Gallegos, supieron del estado de cosas en el país que a criterio de los bandos militares estaba todo muy tranquilo “con el control operacional de las fuerzas armadas”.

En un jeep descapotado llegaron cerca del mediodía un grupo de PM – Policías Militares- , unas de las Martas que estaba haciéndose la manicura mirando la calle desierta abrió la puerta antes que un suboficial llegara a golpear con su guante blanco. Comenzó a leer una suerte de bando –las otras mujeres se acercaron a escucharlo- bando en que decían que debían presentarse a la hora 19 en el Casino de Conscriptos del Batallón in-de-fec-ti-ble-men- te.

Posteriormente  tomaron el nombre de cada una de las mujeres, incluso de la que estaba como todos los días haciendo la limpieza. La otra Marta preguntó por ella: “No es de la vida” dijo. `pero el militar indicó que no debía faltar ninguna.

La patrulla se alejó y las mujeres quedaron en silencio. La chica de la limpieza empalidecía. Las demás suponían que serían llamadas a ejercer sus artes amatorias ante la tropa  que ahora se había adueñado de los destinos del país. La chica de la limpieza sollozaba.

Un par de horas después cada una de sus meretrices tenían preparadas sus prendas de combate, y entre todas –la de la limpieza- lucían prendas prestadas, y no se la veía tan mal. La habían envalentonado con algunas bebidas dulces, y no sabía si reír o llorar. En realidad hizo de las dos cosas hasta que finalmente en dos taxis fueron llevadas hasta el cuartel, descubriendo que habían sido citadas las mujeres de todas las casitas.

Dos

Todos los concejales fueron citados al edificio comunal. El intendente ya había sido notificado de que terminaba en sus funciones. Era un suboficial retirado y el interino, un oficial aviador lo trataba de señor.

Con los ediles el caso era diferente, se había citado por desconocimiento a algunos que habían interrumpido su mandato, en todos los casos por renuncia, y se movilizaban efectivos policiales en todo el Territorio tratando de encontrar al Presidente del cuerpo al que se consideraba prófugo. Era uno de los hombres más peligros de la comunidad, a criterio de los que ahora mandaban.

Elena, que había dejado de ser concejal, pero que todavía no era “Doña” fue atendida con especial deferencia. Tal vez su condición de mujer, o tal vez porque se la sabía partícipe de la gestión militar que precedió a la irrupción del peronismo en 1973. Se sabía que no era de ese signo.

A media tarde un jeep de la Patrulla Militar , llegó hasta su casa, salió esposo, el tema era con ella. Elena vestía de batón y preparaba algo para la merienda de los chicos. Ahora sabía que debía vestirse a tono con una invitación formal desde el cuartel, allí debía estar puntualmente a las 19. Y eso hizo.

El marido la llevó hasta la guardia, los derivaron a una entrada secundaria, al bajar le hicieron la venia y le indicaron el camino que debía seguir. La senda de hormigón la condujo a una entrada posterior al Casino de Conscriptos donde un grupo de mujeres: docentes, médicas, enfermeras y coloridas chicas de la noche se mostraban intranquilas sin á prender siquiera un cigarrillo.

Tal vez todos la identificaron de inmediato, era una de las mujeres más notorias del pueblo, pero la  que primero abrió la boca fue la chica de la limpieza de la que escribimos, ahora convertida en una “tongolele”, fue para decir: ¡Usted también señora!

Tres

El médico de la Armada había devenido en interventor del Hospital. Uno a uno habían comparecido los  representantes de diversos sectores, y en una planilla había ido tachando los nombres de aquellos sobre los cuales, la directiva de la inteligencia- había determinado que debían ir a su casa, previa verificación de los domicilios.

Pero habían dos a los que no los tuvieron en cuenta.

Pidió la ayuda de un asistente uniformado y este le mostró dos DNI, “Es el doctor Santaolalla  y la señora, están de visita”.

El médico se desempeñaba en el Instituto Nacional de Microbiología. Recién casado había iniciado una luna de miel por el sur, y acostumbraban a confraternizar con colegas de los hospitales públicos donde conseguían cama y un plato de comida.

Su vehículo venía provisto para dar la vuelta al mundo, pero carecía de radio.., al joven matrimonio no le interesaba lo que pasaba en el mundo.

Además ambos usaban ropa de fajina, un verde oliva dominante, calzado Marasco, y en el caso de él una barba crecida que ayudaba a pensar que se encontraban  frente a un peligroso guerrillero.

Habían llegado desde la frontera siendo recibidos cordialmente en la guardia y descansando, luego de un hermoso baño, en una de las tantas camas disponibles.

Las tropas que se hicieron cargo del establecimiento no los tenía entre la lista de enfermos internados, y estuvieron de larga amansadora hasta que el médico militar los recibió como última actividad  “normalizadora” de aquel día histórico que lo tenía también a él como protagonista.

Hubo un diálogo explica torio. El interventor que salió por unas diligencias, la esposa que suspiró y el marido que intentó en un gestó quitarle nos nervios.

Cuando el médico volvió traía una sonrisa: -“Doctor. ¡Bienvenido a Tierra del Fuego! Va a permanecer entre nosotros todo lo que crea conveniente, pero hoy mismo va a comenzar a devolvernos el favor”.

La pareja en silencio.

“Como un profesional especializado -¡y a qué nivel!- en enfermedades veneras deberá darnos una conferencia, digamos una charla, ante un público escogido que se reunirá en nuestro cuartel a la hora 19”.

“Mientras tanto le facilitaremos indumentaria médica, y porque no, una maquinita para que se rasure”. Estamos dando comienzo a una gestión presentable, que debe ser realizada por gente... presentable”.

A las siete de la tarde en punto el doctor, con unos apuntes escritos apresuradamente entre las manos, subía a un escenario y no podía distinguir del todo al público que colmaba el recinto. Se sentía si, en las primeras filas rumor de voces femeninas, e incluso una superposición de enérgicos perfumes.

En posición de firmes escuchó su presentación, no eran datos que les fueran requeridos, pero ahondaban múltiples circunstancias de su vida, aspectos que incluyo eran ignorados por su esposa, allí presente vestida con un ambo verde, tres pasos atrás; datos, muchos, que él había olvidado, pero que sabía ciertos.


El texto que leía un oficial con azul uniforme de gala estaba enrollado, como solían presentarse los envíos de fax, reservados entonces solamente para uso de la inteligencia del arma.








LECTURAS DE FIN DE SEMANA: EL GIGANTE DEL LAGO KHAMI, de Alejandro Ciovini(*).



A Anita siempre le gustó el agua.
Le encantaba pararse en el borde del lago y mirar ese color azul celeste. Se acercaba hasta la orilla y cuando una pequeña ola iba a mojarle los pies, corría hacia atrás sobre las piedras y no se dejaba atrapar. Y mientras corría, se reía un montón y cantaba. Porque así como le gustaba el agua, tanto o más le gustaba cantar.
Y una tarde, muy soleada, estaba cantando la canción de la brujita Tapita, cuando le pareció escuchar un ruido que provenía del agua.
Era un chapoteo como el que hacía ella cuando se zambullía en la bañera.
Miró y miró, pero no vio nada.
Siguió cantando y mirando de reojo el agua hasta que, no muy lejos de la orilla, vio que algo asomaba en la superficie del lago.
En un primer momento le pareció una piedra grande, pero empezó a duda.
Y cuando miró bien, observó que la piedra… ¡tenía una uña!

Sin sacarle los ojos de encima, vio que ese objeto… se movía…
Y ni qué contarles la sorpresa cuando vio que al lado de la piedra, que ya a esta altura se parecía a un dedo, aparecieron cuatro dedos más con sus uñas respectivas.
Entonces pensó en salir corriendo, pero era tanta la curiosidad, que se quedó quietita arrodillada en la orilla.
Bastante lejos, Anita pudo ver sobre la superficie del lago, otro pie enorme que asomaba. Miró hacia el otro lado y pudo ver dos rodillas gigantes que sobresalían del agua. Pero su mayor asombro fue cuando mirando hacia el lado de las montañas más altas, vio la cara del gigante del lago, que se frotaba el pelo con un poco de espuma de nieve y se enjuagaba con el agua del lago que cargaba haciendo un huequito en su mano.
Y ahí estaba el gigante tan tranquilo… tomando un baño, cuando la miró y le sonrió con una linda sonrisa de gigante.

Muchas veces Anita volvió la lago. Se acercaba a la orilla, y cuando comenzaba a cantar la canción de la brujita Tapita… ¡zas! el gigante le demostraba de alguna manera lo contento que estaba. A veces aplaudía con sus manos enormes debajo del agua y en el lago se levantaban unas olas altísimas; otras veces silbaba con ella la canción y, de repente, Anita tenía que agarrarse fuerte de un tronco, para no volarse con las ráfagas de viento que desataba su silbido.
El agua estaba detrás de ella, y miró hacia un costado y el agua estaba llegando y quiso salir para el otro lado y vio que también había agua. La marea lo estaba rodeando todo.
Anita iba notando que el agua estaba cada minuto más cerca de sus pies, y cada vez más asustada empezó a temblar. Entonces, para darse fuerza y casi llorando comenzó a cantar la canción de la brujita Tapita.
Solo un gigante puede tener tan buen oído para escuchar la canción de Anita desde tan lejos. Porque como nunca antes, el gigante salió del lago de un solo salto.
Por un instante se detuvo a escuchar desde dónde provenía el sonido y comenzó a correr en dirección a la playa. Con sus enormes piernas en muy poquito tiempo atravesó el campo desde el lago hasta la costa del mar. A cada paso que daba, la tierra temblaba.
Cuando Anita ya sentía que el agua fría le mojaba las rodillas y cantaba más fuerte para tener menos miedo, sintió que una mano enorme hacía un huequito y le sacaba del agua. Con mucha delicadeza la tomaba y la apoyaba sobre la playa, mientras una linda sonrisa de gigante la tranquilizaba. Cuando Anita se recuperó del susto, el gigante dio dos largos pasos y se metió en el mar y mientras se iba sumergiendo sacó de su bolsillo un jabón grande como una casa y a darse un baño de agua salada mientras silbaba su canción preferida.

Anita nunca se animó a contar a nadie lo que le había pasado.

Hace pocos días cuando se familia se dirigía al campo al pasar frente al viejo puente colgante medio caído, su mamá comentó que el viento y la corriente del río lo habían derribado.

A Anita case se le escapa la verdad, pero prefirió seguir guardando su secreto.

(*) De su libro ¡Una vuelta más..Y a dormir!


EL RÍO.15. Ascencio. (Capítulo 8 del libro Rumbo a Policarpo, de Juan Carlos Rosello)








Ambrosio Ascencio, originario de Llanquihue (Chile), era el capataz de la Estancia Las Hijas, y jocosamente podemos afirmar que era parte del inventario del establecimiento. Muy joven llegó a Tierra del Fuego y se conchabó como peón en esa misma estancia, allá por el año 1935, cuando su propietario, el Dr. César Vallejo, la fundó. Los años transcurrieron desde aquel 1935, y Ascencio creció en la estancia habiendo llegado a conocerla en detalle en toda su extensión.

Por propia gravitación y por su singular honestidad y fidelidad, llegó a ser capataz y fiel colaborador de la señora Dolly.

Cuando lo conocía contaba con 50 años y ya estaba imbuido del orgullo de ser capataz, lo que aumentaba su autoestima a niveles gigantescos. Para sí mismo este hombre era más importante que la misma estancia, la cual sobrevivía gracias a su “irremplazable capacidad profesional”, la que si bien no era tanta, podemos afirma que fue, durante toda su vida, un pilar sincero de la actividad productiva. El orgullo, producto de su autoestima, lo motivaba para acciones que rayaban en lo cómico, pues él se consideraba  idóneo en todos los temas relacionados con la estancia y su hábitat.

Permaneció soltero toda su vida, viviendo en la estancia. Los viajes a  su tierra natal, no fueron más de dos. La señora Dolly era casi una diosa para él, a quien brindaba fidelidad de esclavo. La estancia y su propietaria eran la razón de su vida.

Ascencio –así se lo conocía, por su apellido-, era muy educado y respetuoso, sobre todo con las damas, a quienes trataba con deferencia y reverencia señorial.

Poseía su propio vocabulario, producto de su escasa instrucción escolar, y muletillas idiomáticas de su tierra natal que “achilenaban” mucho su entonación. Si se le “ecapaba” una palabra inadecuada frente a damas, cuya presencia no había advertido, nos decía: “¡Pucha, pucha, por que no me dijite que estaba la señora!” Cuando se iba y despedía, siempre decía: “Saludos a todos el que me pregunte”.

Era un experto conocedor de toda la extensión y superficie de la estancia, en la que por ser boscosa era muy fácil extraviarse. Cuando íbamos al bosque con Ascencio, para recorrer o rodear hacienda, él marchaba adelante “revoleando” su viejo machete, hablando en voz alta, y mientras explicaba su técnica de baqueano, daba golpes fibrosos contra los troncos para marcar la ruta que él conocía de sobra.

Montaba en su viejo y crinudo caballo tan “baqueano” en el bosque como él, al que había bautizado con el nombre de “El curacacho” y con la compañía inseparable de “El hachazo”, su perro barbucho y desprolijo. Ensillaba su caballo con un harapiento recado, a esa montura nosotros la denominábamos irónicamente “recado Pirelli”, debido a que estaba atado y remendado con trozos de cables eléctricos.

Su indumentaria para el bosque era un pasamontañas azul que colocaba en su calva cabeza sin ninguna elegancia, un saco desintegrado por roturas y enganchones producidos por las ramas, un pantalón jean muy zurcido y unas botas de goma gastadas y agujereadas.

En nuestras recorridas, marchaba al frente con orgullo, comandando un grupo que, conjuntamente con los peones, conformábamos  unos diez jinetes que harían el rodeo bajo su mando.

Antes del amanecer, cuando llegábamos a la entrada de la mancha de monte para iniciar el rodeo, hacía encender una hoguera donde nos calentábamos mientras esperábamos la luz del día. En esa espera, hablaba sólo él, continuando con las directivas, más o menos de este tenor:

“-Tu Miranda, por el límite de La Criolla, con los perros.
 -Tu Ojeda, por el otro lao, hasta el esquinero de los corrales y nos esperas allí, en la vega del guanaco, cuidando el piño.
 -Usted, Don Carlo, Richard, Barría y ustedes entran al monte cuando io grite y  sigan gritando hasta salir por el bajo ‘e la vega.”

¡Y que Dios nos ayudara! Y así nos formaba, con una separación de cien metros entre jinete y jinete, mirando al bosque. Él, en medio del grupo, levantaba el rebenque y gritaba fuerte, esa era la señal  para iniciar la marcha e internarnos en la espesura.

Durante las cinco o seis horas que marchábamos, no veíamos a nadie, sólo escuchábamos los gritos de los compañeros lindantes, cuya intensidad auditiva era la referencia para saber si estábamos más o menos en la misma distancia inicial y no habíamos perdido el rumbo. Era una solitaria marcha por el monte alto y agreste, con mucha cantidad de árboles y ramas caídas. Además de gritar permanentemente para ahuyentar las ovejas hacia fuera, era necesario estar atento para que las ramas atravesadas no nos desmontaran.

Esas horas de marcha y gritos eran, aparentemente, las más tediosas y cansadoras, no veíamos a nuestros compañeros ni a las ovejas que corrían en la espesura.

En uno de esos rodeos, tuve oportunidad de encontrar rastros de las enseñanzas de cacería que el zorro colorado daba a sus cachorros; aparecían ovejas, capones y corderos degollados pero no comidos, sólo se trataban de prácticas de caza, como enseñanza de supervivencia de los padres a sus crías.

Al finalizar la tarea en el bosque, salíamos por lo general a alguna vega, donde había llegado gran parte de la hacienda, y así en ese paisaje maravilloso, volvíamos a encontrarnos con la realidad y éxito del rodeo. El balido de las ovejas y el ladrido de los perros llenaba de música el paisaje.

Ascencio, orgulloso, reunía a sus legionarios y nunca faltaba algún peón forastero que se perdía, en consecuencia debíamos esperar hasta que saliera al claro. Regresábamos al casco de Las Hijas, entre las dieciseis y diecisiete horas, muy cansados, pero dispuestos a repetir la tarea al día siguiente en otro cuadro del campo. Volvíamos arreando el piño hasta los corrales de aguante que circundaban el galpón de esquila. Durante el regreso, Ascencio cabalgaba adelante revoleando el rebenque, al estilo del más napoleónico de los generales, nosotros éramos su tropa.

Para designar ciertas cosas, tenía un vocabulario propio, surgido siempre de la similitud que la cosa tenía con la vida rural del bosque. Cuando se refería a su camioneta Ford, la cual mostraba en su carrocería la mano de su dueño, denominaba de esta manera algunas de sus piezas mecánicas:

“Estuve ‘onde Pina (el mecánico) y dijo que tengo que cambialle el picapato que está malo” (se refería al rotor del distribuidor, que tenía un formato semejante a un pico o azada).
“Me dijo Pina que está malo el palo chueco (refiriéndose al cigueñal, que tiene un formato sinuoso)
“No, la camioneta esta guena, pero pierde el agua por el rayador” (era en este caso el radiador)

Las herramientas y medios de reparación más utilizadas por él eran un pedazo de cámara de auto, al que denominaba “pata de chancho” y un trozo de alambre. Con esta técnica reparaba cañerías, conexiones y otros daños menores. Su pobre camioneta tenía los muñones de la direcciones de la dirección atados con esas gomas  y asegurados con un alambre  para evitar que se desprendieran. Nosotros, muy insensatos, éramos transportados en ese vehículo por la cordillera, cuando Ascencio nos acercaba a punto de partida de algún trayecto de exploración o para “bajar al pueblo”.

Una singular anécdota de Ascencio, ocurrió en una oportunidad en que carneábamos un cerdo grande, tarea que realizábamos, él como director técnico, dos chilotes y yo...

En esa época,  era novedad en materia de medicina, el primer transplante de corazón realizado por el Doctor Cristian Barnard, en Sudáfrica, noticia que llegó a los lugares más recónditos del mundo, y entre esos escuchas, se encontraba Ascencio, para cuya autoestima no había diferencia entre lo que hacía el Dr. Baranard y nosotros, desarmando el cerdo a campo abierto.

Después de pelar el chancho, lo abrimos por el pecho y allí brotó la inspiración de Ascencio, quien de inmediato se identificó con el científico y comenzó a explicarnos sobre el sanguiñolento corazón del cerdo, lo que él suponía hacía el doctor en los transplantes de sus paciente cardíacos.

Metía el cuchillo, cortaba las arterias y venas, mientras se dirigía a nosotros diciendo:

“Pucha, que esta cuestión es harto fácil, se corta acá y aiá, se ata con el otro, y iá está pegao el nuevo. ¡Es fácil la cuestión!”

Lo gracioso es que nosotros tres, parados alrededor del difunto paciente porcino, no nos reíamos ni emitíamos opiniones, mirábamos los revoltijos de Ascencio en el tórax del cerdo como si realmente el Dr. Barnard nos diera una clase. Eso enorgullecía más a nuestro improvisado maestro, que no tenía límite en sus explicaciones.

Con sus relatos Ascencio, lograba cautivarnos.

Vale explicar la definición de universo que el capataz elaboró para su propia enciclopedia:

Mirando el firmamento claro de una noche austral, comenzamos a meditar sobre la inmensidad del universo, el más allá y el límite de nuestros conocimientos sobre el tema.

La descripción de Ascencio fue categórica, al preguntarle qué interpretaba él como firmamento, nos dijo:
“Pucha, que el cielo es como un barril lleno de estrellas.”
A lo que nosotros preguntamos:
“¿Y después del barril que hay?”.
“Gueno, ...es todo espesor.”

Para Ascencio era un barril repleto de estrellas y del lado de afuera “todo espesor”. ¡Terminante y absoluto!

Ascencio era muy respetuoso de Su Dios, a quien confiaba todas sus acciones. Según él, Dios, para ejercer el control del comportamiento de los hombres, tenía un libro “harto grande” de tapas duras, donde anotaba “todas las cuestiones e’los viejos (hombres) e’ la tierra”. Al preguntarle cómo hacía Dios para manejar semejante libro y pasar sus inmensas hojas, nos explicaba que lo hacía con “una tremenda estaca e’madera e’pálo”, la cual oficiaba también de señalador del libro.

Para Don Ascencio el registro de la Justicia Divina se asentaba en un libro grande como el cielo cuyo señalador era una tremenda estaca de madera.

El bosque era el único referente en la vida de este hombre puro. Estas anécdotas, comentadas a la noche frente al fogón, se transformaban en hermosos sainetes fueguinos que Ascencio elaboraba en la seguridad de su imaginación autoestimada.

Envejeció en la estancia y de aquellos tiempos en que se recolectaba la leña con un carrito catanga y dos bueyes mansos, se pasó a un carro tirado por un tractor al que se le aplicaba una toma de fuerza para aserrar la leña

Pasaron los años, pero Ascencio fue siempre el general que comandaba la villa y así acompañó un día a sus peones a buscar leña al monte. La correa plana de la transmisión a veces patinaba y debía aplicársele resina. Él no dejó a nadie hacer esa tarea que trató de efectuar con la máquina en marcha. Enganchó la manga de su camisa que arrastró su mano derecha bajo la polea. En su vejez perdió su mano pero no su espíritu  imaginativo ni el amor a ese terruño adoptivo.

Ya jubilado, la muerte lo reclama en su aposento, una vieja cama debajo de la cual guardaba los tesoros de su imaginación, hebillas, jergas viejas, tientos, pedazos de lazos u cabestros, hojas rotas de cuchillo. Muere en soledad pero supongo que feliz por sus logros en la vida.

La noche de su muerte nevó intensamente, a caballo debió darse aviso al destacamento policial del Puente de la Justicia sobre el río Ewan, y se hizo imposible sacarlo por el estado de los caminos. Se demoró la salida del cuerpo de Ascencio de la Estancia, cuya alma de general quijotesco aún no quería abandonar el escenario de su vida.


Tal vez hoy, su alma vague por los maravillosos encantos de los bosques que lo vieron fantasear y trabajar.



EVOCACIONES**Marzo 16, de 1899. Naufragio del Villarino. Llevaban tropas a la Isla de los Estados.



El 16 de marzo de 1899, mientras efectuaba su viaje 101 al sur, el vapor Villarino fue arrojado sobre las restingas de lasI slas Blancas, en Bahía Camarones, destruyéndose totalmente aunque sin pérdida de vidas gracias al auxilio del crucero 9 de Julio.

Se trataba de una nave de gran significación para la armada argentina, en la cual habían sido repatriados los restos del General San Martín.

Se trataba de un vapor con aparejo de bergantín goleta y casco de hierro. Sus 8 velas tenían una superficie de 954 m² y la altura del palo mayor alcanzaba los 26 m. Su eslora máxima era de 56,37 m. Tenía 9,14 m de manga, 4,56 m de puntal, 3,96 m de calado y un desplazamiento de 1192 t.
De acuerdo al requerimiento sus bodegasestaban preparadas para transportar 500 hombres con armamento completo. Impulsado por una máquina a vapor Sistema Compound de 800 HP que impulsaban una hélice de 4 palas podía mantener cómodamente unavelocidad de crucero de 11 nudos.

Su armamento original consistía en 2 cañones Armstrong de 20 libras de retrocarga y 2 cañones rotatorios Hotchkiss, mientras que la tripulación contaba con fusiles Remington.

En 1879 fue colocada su quilla y el 24 de febrero de 1880 fue botado en Liverpool y el 7 de abril fue recibido oficialmente por el jefe de la comisión naval argentina en Inglaterra Clodomiro Urtubey y el ministro García.
Tras izar el pabellón argentino y al mando de Ceferino Ramírez, con los subtenientes Juan Picasso, Agustín Del Castillo y Emilio Barilari como oficiales y una tripulación de 50 hombres partió al Bassin du Roi en El Havre para recibir en ese puerto los restos mortales del general José de San Martín.

Tomó intervención en la denominada Revolución del 80 y posteriormente realizó un itinerario patagónico en tono a sucesos fundamentales para la soberanía argentina, entre las que figura la instalación de las subprefecturas en Tierra del Fuego.
De esta nave y sus condiciones marineras dirá Alberto J Payró que viajó en ella al final de sus días:

"El Villarino es un buque pequeño, muy marino, pero inadecuado para pasajeros. Tiene una máquina poderosa que le da una marcha de diez millas por hora, y puede hacer dos millas más ayudándose con su velamen, compuesto de cuchillos, cangreja, trinquete, redonda y velacho. Es coqueto, con su arboladura ligera y esbelta y su bien cortado casco pintado de blanco, y a velas desplegadas, en alta mar semeja un gran pájaro del sur rasando la ola".

Su imagen está en el escudo de la Ciudad de Río Gallegos.


En 1970 en el llamado Operativo Camarones un grupo de buzos de la llamada "Hermandad del Escrófalo" hallaron los restos del Villarino y rescataron objetos que se destinaron a museos del país.


Luego en Noviembre del año 1978 se realizó una segunda expedición donde se filmó conjuntamente un documental con el equipo de "Historia Argentina Secreta", donde se terminaron de rescatar piezas que fueron donadas al "Instituto Sanmartiniano" y a la "Armada Argentina".
En las imágenes: Hélice del Villarino en la Costanera de Puerto Madryn. Escudo de Río Gallegos.

TRÍPTICA NACIONAL.HISTORIA.27. El comportamiento de pueblos, caciques e indios durante la resistencia guaranítica.




Una vez más vamos deslindando los hechos históricos vinculados a la acción militar de resistencia, por parte de los aborígenes de la reducciones jesuíticas, aborígenes guaraníes.

El comportamiento de los pueblos, caciques y líderes guaraníes durante la resistencia y la guerra fue considerado solapadamente o dentro de estudios más amplios, en las últimas décadas, por historiadores y antropólogos especialistas en las misiones jesuíticas.

Cabe mencionar, en particular, los trabajos de Ernesto Maeder - “¿Pasividad guaraní? Turbulencias y defecciones en las misiones jesuíticas del Paraguay” (1991-1992)-, Juan Luis Hernández –Los pueblos guaraníes entre 1750 y 1820 (1996)-, Barbara Ganson -The
Guarani under Spanish Rule in the Rio de la Plata (2003)-, Guillermo Wilde -“Antropología histórica del liderazgo guaraní misionero, 1750- 1850” (2003)-, Eduardo Neumann -“Mientras volaban correos por los pueblos: auto-governo e práticas letradas nas missões Guarani, Século XVIII” (2004)- y Bartomeu Meliá -Escritos guaraníes como fuentes
documentales de la historia paraguaya (2006).

Los aspectos privilegiados en estos artículos, libros o tesis han sido el liderazgo, la capacidad de movilización de los guaraníes, las estrategias y reacciones de los pueblos frente al sistema colonial, el uso de la escritura como medio de comunicación y participación política y las formas de organización para la guerra.

Debido a la consideración especial de la acción guaranítica, estas investigaciones conforman un referente sustancial; no obstante, al abordar el conflicto como un aspecto ilustrativo de una problemática histórica o teórica específica, dejaron mucho por investigar e interpretar en relación a un episodio que tuvo a los guaraníes de las misiones como protagonistas y que conmocionó al mundo político de la época.

Al entrar en contacto, por primera vez, con manuscritos que aludían de forma directa al comportamiento de los guaraníes en la resistencia acaecida en el territorio misionero, surgió el interés por investigar los sucesos a partir de las propias voces de los actores involucrados. La lectura de los testimonios, de las descripciones, alegaciones e
imputaciones expresadas actuó como una fuerza envolvente y pujante que traspasó el debate instalado en la historiografía sobre las implicancias de los jesuitas en el conflicto y despertó la motivación por comprender y relevar la complejidad de los acontecimientos, a través de la riqueza de lo relatado.

Las incitantes vivencias, descriptas por los propios protagonistas en sus cartas o informes, fueron el origen de un proceso de investigación e indagación en archivos nacionales y extranjeros, lo cual derivó en las instancias de interpretación y narración que dieron lugar a este libro.

Dos cuestiones articulan este estudio. La primera está centrada en la participación de los guaraníes en los hechos, atendiendo a la diversidad de actitudes y posturas, a las prácticas y comportamientos desplegados, a los sentidos atribuidos a sus acciones, como a las de los otros, y a las ideas expresadas como bases argumentativas de la resistencia. No obstante, las interacciones de los guaraníes con otros actores ocupan también un lugar central, de modo que los curas y las autoridades coloniales asumen protagonismo en la trama presentada.

JORGE CUELLO, como en una charla de café.


Llegó de su Córdoba mediterránea un 9 de enero de 1986, lo atraía la posibilidad de un mundo mejor, aquí, donde ya tenía un hermano.
Jorge dejó su chala matinal en el café tradicional de Río Grande para sentarse a conversar en la mañana de la Radio Pública. Venía de mesa del odio donde cada despertar trae los encuentros entre los que miran la marcha cotidiana de la política, hoy parecía que la voz cantante la tenía un radical que fue concejal y diputado, y un desarrollista que pretendió ser intendente, y él era la única pata peronista en ese encuentro. De allí que le hiciéramos trasladar las preocupaciones del día: los embrollos de la administración provincial, las indefiniciones de los partidos en candidatos y propuesta; y allí – Cuello- que habla de su militancia desde la histórica UB 17 de octubre lamentó la situación partidaria y dijo no comprender del todo las nuevas salidas que actualmente presenta el Frente para la Victoria.
Jorge se desempeñó en todo este tiempo: el de la salud y el de la madera.
En el primero fue empleado administrativo del Hospital Regional donde lamentó el estado de deterioro alcanzado, fue nostalgioso de años en los cuales todos empujaban en el mismo sentido: médicos, enfermeros, administrativos, maestranzas, y la gente se sentía contenida con la institución donde nunca faltaba nada: ni insumos para atender a los pacientes, ni tiempo para ponerlos al servicio del más necesitado. Marcó como un momento nefasto en la relación del Hospital y la comunidad, en el que dio a partir de la represión durante la gestión Manfredotti, y consignó como nefasta la administración de la Doctora Sahad, al frente del nosocomio, tras lo cual el deterioro ha sido constante. Jorge ya se ha jubilado en este empleo.
Pero donde continúa activo es en su relación con el gremio de la madera; le tocó organizarlo y enfrentar un mundo despótico –el de los asarraderos- donde todo estaba en negro. Dijo haber tenido que entrar a punta de pistola a CAMI, cuando esta era manejada por Koner Salgado, de triste memoria, personajes involucrados con grandes perjuicios al Estado en abuso de la ley 19640.
Hoy por hoy manifiesta que se ha logrado establecer un diálogo más eficaz con las patronales, una intervención efectiva desde las autoridades ministeriales del trabajo, y considera de los más de 400 obreros que se desempeñan en el sector gozan de una elevada estabilidad. El sector maderero fueguino se alimenta de recursos humanos que llegan fundamentalmente desde el otro extremo del país.
Lamentó que por falta de demanda, el habla de restricción de la construcción, hoy por hoy la madera de lenga sea usada mayoritariamente en la elaboración de pallets, las tarimas sobre las cuales de despacha la producción electrónica de la isla. La calidad de la madera la haría merecedora de un destino más digno, con mayor valor agregado.

Jorge salía a entregar guardapolvo a los afiliados, algunos de estos viajarán al otro extremos del país, como una contribución del sindicato a la escolarización de los hijos de los afiliados; y el tiempo se iba acortando, se necesitaba –seguro- algo más de media hora para nuestra charla de café con Jorge Cuello.


Mi poema Hombres de madera, ilustrado por Talal Bestene.

OPERACIÓN ALGECIRAS.7 En el Instituto de Publicaciones Navales.


En ocasión de tramitarse el hermanamiento entre nuestro hermanamiento con el ayuntamiento de Algeciras, población de España cercana al enclave británico de Gibraltar, publicamos una serie de seis entregas de lo que fue un frustrado operativo terrorista durante la Guerra de Malvinas, integrando en el mismo efectivos de nuestra Armadas con efectivos de la organización Montoneros.
He dado con una publicación propia de la Armada que alude al tema, se trata del libro de Jorge Bóveda, sobre La odisea del Submarino Santa Fe, que presenta el caso como un intento de llevar la guerra al territorio europeo.
Bóveda escribe con la seriedad de la referencia de los hechos militares, despojado de la enjundia patriotera, y su lectura, aquí propuesta, puede remitir al interesado a nuestra viejas notas.
                                                                                                                                        
Por estas fechas el almirante Anaya había concebido dar un golpe de mano en una de las principales bases navales del enemigo: Gibraltar. Con ese propósito se envió subrepticiamente a España un grupo de 3 hombres al mando de un oficial retirado de la Armada con el objeto de hundir algún barco auxiliar o de guerra, trasladando así el campo de batalla al continente europeo. Este grupo había sido concebido en plena crisis con Chile y estaba conformado por Máximo Nicoletti, Nelson Latorre y un tercero sólo conocido por su sobrenombre de “El Marciano”, todos buzos con conocimientos en explosivos y ex montoneros que habían cobrado notoriedad a raíz de exitoso atentado que habían perpetrado el 23 de agosto de 1975 contra el destructor tipo 42 Santísima Trinidad que se hallaba en las etapas iniciales de construcción en el Astillero Río Santiago.
La ventaja que ofrecía este grupo comando era que en el caso de ser capturado no podría vinculárselo directamente con la Armada, pudiéndose alegar que habían actuado por razones patrióticas en forma independiente. Su infalible método radicaba en no dejar nada librado al azar: conocían los blancos a atacar en detalle, contaban con refugios seguros, tenían conocimientos previos del terreno donde actuarían, conocían bien las vías de entrada y salía al blanco, disponían de inteligencia sobre los objetivos, etc.
Pero estos elaborados planes no estaban previstos respecto de la flota británica, la cual no configuraba una hipótesis de conflicto para la Argentina. En este contexto se pensó inicialmente en atacar algún buque auxiliar en Montevideo o Brasil, pero eventualmente surgió la idea de dar un golpe más audaz en Europa.
Consultados los buzos sobre la factibilidad de la operación, éstos informaron “que si lograban hacer llegar las cargas a Madrid la operación era factible”. Pocos días después llegaban a España, por valija diplomática (sin conocimiento de la Cancillería), tres minas italianas con 20 kilos de trotil y sus mecanismos de relojería. “Era una operación para llegar, ejecutarla en dos días e irse” declaró a la prensa, años después, Nicoletti.
Pero “en los hechos” la orden de atacar demoró más de un mes y medio en virtud de las intensas negociaciones internacionales que se llevaban a cabo para detener el conflicto. Otro factor preocupante lo constituían los frecuentes controles en las carreteras españolas, producto del inminente comienzo del mundial de fútbol, donde se temía algún atentado terrorista por parte de ETA, la conocida organización clandestina vasca.
Fue recién durante la segunda semana de mayo, que el grupo recibió luz verde para elegir el blanco y el momento. Pronto advirtieron que en Gibraltar no había buques británicos de manera permanente. Los buques de guerra se presentaban un día y desaparecían al siguiente sin seguir un patrón fijo. Cuando pudieron acercarse lo suficiente constataron que tan sólo había un pequeño minador con casco de madera, que no justificaba un ataque.

Poco después entró a la base naval británica un superpetrolero de bandera liberiana que representaba a los ojos del grupo un jugoso blanco. Requerida la pertinente autorización a Buenos Aires la misma fue denegada sobre la base de que no sólo se trataba de un barco neutral, sino que el derrame de petróleo que con toda seguridad se produciría a consecuencia del ataque contaminaría las aguas y playas circundantes, generando un daño ecológico de inmensas proporciones, todo lo cual daría pie a una reacción internacional adversa a la Argentina que sería hábilmente explotada por el enemigo. Algunas horas después se presentaron dos fragatas inglesas que aparentemente se alistaban para sumarse a la flota enemiga que ya operaba en el Atlático Sur.
Hacia las 16:00 del 10 de mayo el bote con Nicoletti y un compañero debía ingresar a la bahía de Algeciras para dar el golpe. Pero el destino les tenía preparada una sorpresa. Poco antes de iniciar el ataque fueron detenidos por la policía local, que los tomó equivocadamente por delincuentes comunes al no poder justificar una anomalía en la libreta de cheques secuestrada. Grande fue la sorpresa del comisario local cuando en privado nuestro hombre le reveló su condición de oficial naval argentino. Enterado del propósito real de la misión el Primer Ministro Español, Calvo Sotelo, a la sazón en plena gira proselitista, con el fin de evitar un incidente diplomático, hizo descender de su avión de campaña a 8 integrantes de su comitiva, embarcando en su lugar a nuestros buzos rumbo al aeropuerto de Barajas con una discreta custodia. Allí abordaron un avión de línea que los devolvió finalmente a Buenos Aires. Días más tarde el Canciller argentino, Dr. Costa Méndez, recibió un llamado de su par español indagando sobre este particular episodio. Consultado Anaya, que estaba al corriente del regreso de los buzos, pudo responderle –sin mentir- que ninguno de los nombres indicados por la autoridades españolas correspondía a pers