Segunda población de la Tierra del Fuego chilena
surgida para contener la actividad petrolera. Recién por los años 70 dejó su
perfil de campamento para municipalizarse. Ya 5 de agosto de 1966 había sido
fundado como pueblo. Lleva el nombre de un relieve cercano de esas
características pero también es conocida como Springhill: primavera.. Una voz
nativa identificaba el lugar como Tolhué –como corazón- con lo que tendría
afinidad con la identidad que luego se le dio a la población argentina de
Tolhuin. Aunque en el caso chileno hay una versión de Paka que dice tener otro
nombre: Alven, como cabeza. De mi libro APUNTES SOBRE LA FUEGUINIDAD
Ursula K. Le Guin y el encanto de lo fueguino
El 23 de septiembre de 2004. Sandra Chaher publicaba en pagina doce una entrevista a la mayor escritora de ciencia ficcion donde se develaba su viaje a la tierra del fuego realizado siete años antes.
sE DEVELABA EL RUMOR QUE SE HABÍA INSTALADO EN CIENTOS CIRCULOS LITERARIOS EN VIRTUD DEL VINCULO ENTRE LA POETA DIANA BELLESI Y SUS VIAJES A NUESTRO SUR.
DIANA habia formulado el encanto de la escritora de la Saga de terramar por los escritos de gusinde, y la construccion mitica del mundo de los antiguos fueguinos.
hoy que supimos de la muerte de la narradora, buscamos via google la entrevista, y la sumamos a nuestro blog.
Cuando en la segunda mitad de los años ’60, a Ursula Kroeber Le Guin le encargaron la escritura de un libro de fantasía para chicos de diez u once años era casi desconocida. Había publicado su primer libro de ciencia ficción, El mundo de Rocannon, en 1964, y empezaba a perfilarse como una narradora original, y mujer, dentro de un género casi exclusivamente masculino. Pero ese pedido que le hizo un editor se transformó en la saga de Terramar, seis libros que probablemente sean los más queridos por sus lectores y que dieron la vuelta al mundo, a este mundo.
Un mago de Terramar, el primero, fue publicado en 1968. En 1971 salió La costa más lejana, y en 1972 Las tumbas de Atuán. Después hubo un silencio de casi veinte años hasta Tehanu, en 1990, y ahí siguieron En el otro viento y Cuentos de Terramar (no editado aún en Argentina), en 2001. La historia del archimago Ged, la ex sacerdotisa Tenar y su hija Tehanu en un archipiélago preindustrial y remoto tiene magia más allá de hechizos y sortilegios y, junto con el resto de la vasta literatura de Le Guin, la ubicaron en el podio de los grandes de la fantasía y la ciencia ficción. Editorial Planeta acaba de publicar, a través del sello Minotauro, una edición de bolsillo de los primeros cuatro libros de la saga y conjuntamente salió el quinto, En el otro viento.
Ursula Le Guin vive actualmente en Portland, Estados Unidos. Desde allí contestó esta entrevista –la primera que concede a un medio argentino– por mail, tomándose su tiempo para cada respuesta. Cuando lo hizo, acababa de regresar del desierto, donde había estado una semana alejada del mundo.
–Cuando le encargaron el primer libro de Terramar, a fines de los ’60, le pidieron un texto para preadolescentes. Sin embargo, sus lectores son mayoritariamente adultos. ¿Por qué cree que pasa esto?
–En América del Norte y Gran Bretaña, los libros de Terramar son leídos por chicos de diez u once años, por adolescentes y por adultos. El editor puede referirse a ellos como libros para “adultos jóvenes”, pero es simplemente una etiqueta del mercado, no para los lectores. Los libros de fantasía en general son leídos por toda la gente a la que le gusta la fantasía: la edad del lector es insignificante. Esto es particularmente así en la tradición de la fantasía dentro de la que yo escribía cuando comencé con las historias de Terramar. Es la misma tradición en la que escribió Tolkien, llamada “fantasía heroica” o “alta fantasía”, pero que aún no fue correctamente definida ni descripta por la crítica literaria. Entre sus ancestros están los cuentos folklóricos y los mitos, las novelas épicas de la Edad Media, y Ariosto, y Tasso, y muchas fantasías del siglo XIX y demás. Esta literatura es accesible para cualquier lector. La pregunta que habría que hacerse, quizá, no es por qué la fantasía seduce tanto a niños como a adultos, sino por qué el realismo atrae sólo a los adultos. ¿Habrá algo equivocado en el realismo, algo se habrá perdido?
–¿Qué es lo que más la atrae del mundo de Terramar?
–Disfruto navegar en pequeñas embarcaciones en el océano, cosa que nunca hice en este mundo. Me gusta tener la posibilidad de ver un dragón en el cielo, cosa que tampoco he hecho. También amo revisitar las islas que imaginé por primera vez hace muchos años. Y estoy agradecida de poder estar con el Maestro de las Formas en el Bosquecillo Inmanente.
–¿Qué lugar ocupan estos libros dentro de su literatura?
–Un lugar muy importante en mi mente, seguro. He vivido con Ged y Tenar durante cuarenta años.
–¿Cree que al haber sido escrita a lo largo de 30 años la saga le permitió hablar de cambios sociales y personales que ocurrieron en ese tiempo?
–Sí, absolutamente. Los tres primeros libros fueron escritos casi completamente dentro de esa tradición épica-heroica de la que hablé antes, la cual era, en ese momento, una tradición muy masculina. Dentro de ella,yo escribí, contenidamente, como un “varón honorable”. Yo tenía la intención, y la expectativa, de concluir la saga con un cuarto libro que completaría la historia de Tenar. Pero no pude hacerlo. Sabía que Tenar no había terminado sus estudios con el maestro Ogion, que se había ido, se había casado con un granjero y había tenido hijos, pero no sabía por qué había hecho eso. Por eso no pude escribir su libro. Me llevó 17 años darme cuenta cómo había sido su historia. Si en esos años yo no hubiera aprendido de las feministas, nunca habría hallado la razón por la cual Tenar rechazó el poder masculino y halló su propio poder como mujer. No pude escribir el cuarto libro hasta que no me encontré a mí misma y descubrí mi propio poder como mujer y como escritora mujer. Lo cual significa: como un ser humano completo.
–¿Podría interpretarse la vida de Ged como una reflexión sobre el poder y el amor?
–Diré lo que se dice en Tehanu sobre el poder. ¡Pero por favor, es sólo la autora que está haciendo una conjetura! Otra gente puede leer ese libro en forma diferente y verdadera también. En Tehanu se dice que el poder de los sabios de Roke es imperfecto. Como sabio, Ged tenía todo lo que podía tener excepto una cosa: su virilidad. Los sabios de Roke eran célibes porque pensaban que su poder dependía de su castidad. Como ellos despreciaban a la mujer, despreciaban la sexualidad. Pero las mujeres de Terramar tenían ambas cosas: hechicería y sexualidad. Los hombres buscaron el equilibrio, pero lo hicieron en forma equivocada. Cuando Ged usó todo su poder para vencer a un gran mal, el gran mago se convirtió en un hombre común, ya no era un sabio. Y por lo tanto ya no había razón para permanecer célibe. Y él pudo abrir su corazón a la mujer que habría amado si hubiera podido hacerlo mucho tiempo antes. El entregó su poder y a cambio le fue dada la dulzura de su vida, cosa que nunca había conocido. Lo triste es que Ged fue engañado acerca de que no se puede tener el poder verdadero y el amor verdadero al mismo tiempo. ¡Pero finalmente tuvo primero uno y luego el otro!
–En Tehanu y En el otro viento aparecen temas muy actuales: el maltrato de niños, la integración de las personas diversas, el aspecto espiritual de la vida. ¿Podría decirse que su literatura, aun siendo de fantasía y ciencia ficción, está muy vinculada al momento histórico en que escribe?
–¡Oh, sí, ojalá eso sea así! Yo escribo en el terreno de la fantasía y la ciencia ficción que se dirige al momento histórico en el que se las escribe, y son también una expresión del mismo. Don Quijote, por ejemplo, al ser una obra puramente de la imaginación, una fantasía, es la expresión de su momento histórico, así como de la eterna naturaleza humana.
–Otro tema central en la saga es el lenguaje. Usted habla de un “lenguaje verdadero, el lenguaje de la creación”, que le da sentido a las cosas. ¿Podría inferirse que el uso banal del lenguaje tiene consecuencias similares a la expulsión del Paraíso, en el sentido de pérdida de un estado de gracia?
–Frente a imágenes judeocristianas como la expulsión del Paraíso, yo siento que me retraigo, me retiro. Esa no es mi mitología. La idea de un lenguaje equivalente a la realidad, de eso se habla en el libro, no tiene nada que ver con un Edén perdido o un Dios celoso. ¡Nada de eso! Tiene que ver con los vínculos y relaciones de los que habla el lenguaje. Tiene que ver con la narración, la poesía, la magia, el arte.
–¿Habrá una nueva novela sobre Terramar?
–No lo sé. Como ve, nunca he sabido qué sucederá después. ¿No llamé acaso a Tehanu “el último libro de Terramar”? ¡Y después escribí dos más!
–Estuvo una vez en Argentina casi de incógnito. ¿Cuándo fue?
–Fui con mi marido en 1997. Viajamos hasta allí en avión para tomar un crucero que nos llevó a Tierra del Fuego y la Patagonia argentina y chilena. Fue uno de los grandes viajes de mi vida. Estuvimos sólo un día en Buenos Aires. Diana Bellessi nos trajo mucha comida y un oso azul de juguete para que nos acompañara en el viaje. ¡Nos comimos todo pero todavía tengo el oso!
POSTALES de viajes al fin del mundo.
Editado por OJOSVISTA publicaciones, hace casi unos tres años. El libro trae la presentación de la historiadora María Teresa Luiz y el fotógrafo Gustavo Groh, ambos de Ushuaia.
Trecientas páginas y más con postales de época, y textros de Pavel Oyarzún, Dánae Fiore, Ernesto Luís Piana, Mónika Schillat, Jorge Rabasa, Peter van Aert, Carlos Pedro Vairo, Natalie y Anne Goodall.
Imágenes que perteneces geográficamente a Chile y Argentina, y entre ellas media docena en el norte fueguino; tomadas en su momento por el Dr Lehmann Nitsche.
Las postales fueron un vehículo de información sobre el mundo que buscaba conocer sus confines y su heterogeneidad, y sobre las cuales el viajero dejaba improntas que hoy sirven para develar identidades y explorar transformaciones; como en este caso: entre fines del siglo XIX y principios del XX:
Carlos, un caballero... Un relato de Eduardo César Petrizzi
La
Tati después del Cholo quedó medio turula, porque él se le fue con la pava
eléctrica con la que habían compartido
tantas mateadas matutinas, el colador de los fideos, la plancha con el cable
largo y el abrelatas, dejando una nota donde le hacía entender en acto de despecho, que se llevaba esas cosas porque las sentía como suyas y que
ella era solo un mal recuerdo, porque a él no lo acompañaba en muchas cosas
íntimas que ella nunca entendería. “Ya no soy tuyo. Tu ex, Cholo”- firmó al
final.
La
Tati hizo memoria de la cosas íntimas y
no recordaba ninguna donde él se entregaba de cuerpo y alma como le
exigía a ella, pero no quiso torturarse, y para darse compañía, dejó la radio
prendida hasta la trasnoche de aquel
fatídico día. Pero esos recuerdos ya tenían cuatro años. Un lunes llegó su vecina, La Susi, y le dijo: “¿Por qué
no te anotás para atender un puesto en la kermese que van armar en la placita, a
beneficio de la iglesia? Es este sábado a la tarde”, porque a la Tati la veían
todavía dándose cuerda con los recuerdo circulares del Cholo, pero igual contra
su voluntad arrancó con un “sí, me voy a anotar”, y ahí cerró trato con la Susi
para que la tuviera en cuenta en el listado de ayudantes.
Llegó
el sábado y la Tati se puso una ropa acorde pero insinuante, lo que insinuaba
era la parte de arriba que a ella le costaba ocultar, y ahí se fue al puesto
que le habían asignado: era uno de esos
donde lo chicos y lo grandes se empecinan en tirar unas latas con tres
pelotas de trapos para así poder llevarse una muñeca o una bolsa de caramelos.
Lo extraño fue que el puesto apenas abrió ya había cola, porque la Tati era
parte del espectáculo, más de uno quería voltear las latas conjuntamente con la
Tati, pero eso era otro tema.
Y
así iba pasando la tarde entre ruidos de latas y genuflexiones de la Tati,
levantando las pelotas de trapo que al agacharse se confundían con sus
voluptuosidades. En general eran niños traídos por sus padres y padres interesadísimos
en coronarse campeones olímpicos en el volteo de latas aunque no hubiera premios… para ellos el
premio era ver el paisajístico cuerpo de la Tati.
La
tarde estaba cayendo y quedaban pocas personas en la fila, ya cerraba la
kermese, algunos puestos ya habían bajado sus cortinas de tela. Alguien se asomó
en la fila con intención de irse, tal vez para no incomodar, pero la
Tati al verlo le dijo: “Quedesé, puede jugar”. El hombre aceptó con una sonrisa, y fueron pasando otros tiradores, algunos
con suerte y otros con muy mala
puntería. Y ahora le tocaba a Carlos, el invitado a quedarse tendría su turno. La Tati
le puso en la mano las pelotas de trapo, sus dedos se rozaron, ese roce vino de
la mano de una mirada, esa mirada de un segundo duró un siglo, él apuntó a las latas pero mirándola a
ella. Las tiró todas. Ahora le tocaba el premio. Pero cuando La Tati fue a la
caja donde habían depositado los
premios, sólo vio una bolsa de caramelos. Él le había pedido una muñeca para su
sobrina, por lo que La Tati sintió el apuro de quien tiene una deuda impagable.
Se miraron lamentándose, ella no sabía cómo pedir disculpas, a él se le ocurrió
que podía pasar mañana para retirar la muñeca, pero la Tati le dijo que la
kermese sólo duraba ese día, entonces él le propuso ir a buscar el premio a la
casa de ella al día siguiente (pensó que era un tío interesado en sorprender a
una sobrina), ella asintió y quedaron a
una hora señalada para la entrega del premio. Para Carlos las horas duraban días, y el día siguiente
llegó, y luego la siesta y luego el corazón anunció que él y Carlos estaban
frente a la puerta de la casa de la Tati.
“Toc,
toc” retumbó la puerta de calle contigua al comedor de la Tati. Se escucharon
unos tacos que repiquetearon en el alma de Carlos: “Hola” al unísono se dijeron.
Ella lo hizo pasar, él entró, miró el comedor, luego la siguió por un pasillo y
terminaron en la cocina. Ahí estaba el regalo, era una muñeca enorme con bucles
y vestido rosa, ojos celestes y labios rojos de fuego… Miraron la muñeca y se
miraron. La Tati esperando algo sin actitud de espera, le dijo que la sobrina
iba a ponerse contenta con el regalo, un comentario tonto para dilatar el
tiempo y poder seguir permaneciendo en esa cocina que se había transformado en
una lugar privado, donde las miradas quemaban. Finalmente, la Tati le dijo: “¿Te
la envuelvo?” “Bueno, si tenés papel de
regalo te ayudo a cubrirla”.
Ella
fue al comedor y trajo una hoja enorme de celofán floreado, lo extendió en el
suelo, los dos se arrodillaron, tomaron
los extremos del papel, en cada punta del papel las manos
desfilaron juntas, luego la otra mitad del envoltorio, y a pegar con cinta. Cuando
fueron a cerrar los costados, las manos se chocaron y ellos se miraron y así quedaron congelados
por ese minuto que duró miles de
segundos.
Carlos
rompió esa quietud con una súbita invitación a cenar, la Tati dijo que no, pero
queriendo decir que sí. Carlos insistió con un comentario que tal vez hiciera cambiar
la voluntad de la Tati.
-¿Sabés?
- le dijo - hay un restorán donde sólo existen mesas para dos, no tendría sentido ir a cenar solo y poner una copa en
tu lugar vacío. ¿Me acompañás? Y la Tati respondió: - Siendo así, voy a ocupar
la otra silla. ¿Me esperas?, me arreglo y salimos. –Ok - asintió Carlos, y la
Tati cerró la puerta y pensó en segundos
qué mezcla explosiva elegiría como vestuario.
Salió
la Tati envuelta en un vestido rojo, con medias negras y collar que en la mitad
de su recorrido desaparecían diez perlas entre sus ondulaciones frontales. Carlos tosió.
Salieron
de la casa y en el auto se relajaron. Si había algo que primaba en el ambiente,
era la caballerosidad de Carlos: desde abrirle la puerta de su cupé convertible
alemana, hasta todos los detalles que forman parte del ejemplo de lo que es un experto anfitrión en
esas ocasiones, pero se notaba que esa
caballerosidad era el deporte que Carlos mejor jugaba. La Tati pensaba: “Qué
caballero que es Carlos”.
La
velada se desarrolló entre burbujas de rubio champagne y atención permanente de
Carlos a su compañera, sería una noche larga, ya que luego ameritó una copa de
vino con vista al río, invitación a la que la Tati no pudo negarse, pues fue
envuelta por esa nube glamorosa que la
trasladaba de una situación a otra, y
las horas pasaban entre festejo y emoción, y la madrugada los encontró abrazados en el auto
camino a la casa de él, con la excusa de un café caliente aromatizado con un
cognac avainillado y añejo, el que
embriagaría algo más a la Tati y sin
saber cómo se vio abrazando la piel de
Carlos quien, entre versos de Rubén Darío, ronroneaba en el oído de su dama. Ella
no podía creer que estaba siendo la protagonista de una noche hollywoodense. En
el giro de los abrazos y las sábanas perladas de satén se calentaron los cuerpos, Carlos seguía hablando en forma
distractora, tal vez por algo que la
Tati no podía percibir en la bacanal velada que estaba viviendo, pero los hechos
se precipitaron y los besos fueron abruptos y desordenados y las manos se
pusieron inquietas y las de la Tati se
dirigieron a un lugar inevitable. Él con esa caballerosidad que lo
identificaba, sacó la mano de la Tati de su entrepierna, pero la Tati volvió y Carlos
giró y en ese movimiento, la sábana se deslizó y como si una fuerza paranormal
sin presencia de nadie que la traccionara, la tela mostró los cuerpos de los
amantes y en ese instante ella vio lo que nunca había visto en su vida, una
película rápida pasó por su mente y un muestreo de sexos masculinos desfilaron
como un drone sobre un maizal y con
la misma velocidad la comparativa de tamaños, pero algo tan micrométrico hizo
palidecer a la Tati. Él lo percibió y le dijo: “Voy al toilette”. Un triste
“Sí” contestó ella. Fue un segundo y él
volvió, pero ambos ya estaban vestidos, él con una robe de chambre al tono de sus pantuflas con intención de solamente
seguir charlando y ella con su cartera en mano y en la puerta del dormitorio
diciendo “se me hizo tarde”, mientras pensaba, Carlos es caballero, pero sólo
eso. Y entre un sollozo de decepción, la
Tati llegó a su casa, y en la tele daban una de besos, que ella no quiso
ver.
Una niña del frigorífico. Memoria de Pilar Yensen.
Promediando el mes de julio concurrí a casa de Pilar, en el barrio 2 de abril. Era una experiencia en el marco de lo que dimos en llamar "Por la alegría de estar juntos". Cada noche visitaba una casa de distintos oyentes de nuestro espacio radial, y departíamos vivencias sobre lo que nos había tocado vivir.
Del encuentro con Pilar, su hermano y su hija surgió un impulso. ¡se prendió la mecha! y con ello mucho ha avanzado el trabajo de refrescar memoria por aquella pequeña que por los 60 vivía del otro lado del río.
Hoy hacemos un anticipo, pequeño, mientras abundan sus escritos, sus conversaciones con protagonistas de ese ayer, y algunos relevamientos visuales.
Auguramos a la experiencia de Pilita un futuro auspicioso.
Mi abuelo
materno Vicente Bernachia, era electricista en el Frigorífico, esta su foto en
la tapa de un libro, en la casa de administración. No tuve la suerte de
conocerlo!! El, vivió en la casa que después fue nuestra.
Para que
te ubiques en espacio, mi casa quedaba en el
medio del callejón. Si te paras al inicio del callejón, a mano izquierda
quedaba mi casa. Paredes amarillas de chapas acanaladas y techo rojo.
Comenzando
del fondo, de la mano de mi casa estaban los Legunda. Pablo era enfermero.
Luego en esa misma casa vivió la familia Soto. El sr. Luis Alberto, Trabajaba
en la usina y hacía de sereno, la esposa, Doña Juanita y los chicos Luis
Alberto Y Víctor Hugo. Luego, la familia Bontes, el carpintero, le siguieron
los Solan y luego los Barragan.
En la
casa siguiente vivieron Los Faletti que fueron mis padrinos de bautismo.
Recabal cuando recién se casó, Raquel Andrade y su hermano Roberto, luego Mirko
y más tarde la familia Marchesine. Cuando los Marchesine se fueron, Mirko
volvió a la casa.
También recuerdo que en esa casa
funciono la escuela, porque ahí inicie mi jardín de infantes a los 3 años,
porque la Sra de Havelca, nos escolarizaba muy pequeños así que eso aconteció
en el año 1967.
Mi Srta. Se llamaba Josefina Muñoz, era esposa
de un militar del Batallón N°5. La escuela se llamaba” Escuela N°4 Remolcador
Guaraní”. Cabe recordar, que el BIM N° 5 eran padrinos del colegio.
Después
venia mi casa y a continuación, la que vivió Mirko, Gambarruta después que se quemó
su casa frente a la ruta 3, al lado del guardaganado que iba a la casa de administración. Y Recabal
después que nacieron los hijos.
La siguiente,
Ramón Oroz de profesión hojalatero y su Sra. Ana, sus Hijos Mónica y Ramoncito.
En la de la esquina allí vivió Alejandro
Cejas el fotógrafo, con su Sra. Doña Berta, por ese tiempo portera de la
escuela, sus hijos, Juan Alberto y Alejandro. Posteriormente, José Menéndez, su
esposa Angélica y su hijo Pepito. Luego
Otey el enfermero y con los años Pedro Rossi que trabajaba en la
administración y su esposa Graciela Valverde que era profesora de música. Sus
hijos Marcelo, Patricia, María José y María
Fernanda.
De la mano
de enfrente, siempre viniendo del fondo, los Ampuero si no me equivoco, Don
Adalio trabajaba en los corrales, allí vivía con su suegra, su esposa y sus
hijos Ana, Olga, Juan Carlos y María Angélica. Con los años vivieron Jose
Zapata, policía, y Olga Gallardo, hermana de Matute Gallardo, Tato y Tina. Y
los hijos de Olga, Maria Cristina, Graciela y Eduardo. Con los años nacieron
Bety y Claudia Zapata.
Al lado,
frente a nosotros, Los Torres. Don pancho y doña Carmelita, que también vivian
con don Sixto y doña Rosa, padres de don pancho. Y mi querida amiga de la
infancia, la Esterlina. Muchos años después, vivió Oscar Odriozola y luego Luis
Maria Bullrich y sra.ella era de apellido Miguens.
La
siguiente casa, era la de Diana Cotorruelo, Directora del colegio y Danilo
Havelca su esposo. Con sus hijos María Alejandra y Pablo Hans, después vivió la
familia Valgrana, no me acuerdo que hacia el hombre. Con los años Samuel
Andrade y aun continúa viviendo allí.
Y por último en la esquina, Portolan con la Pina y la Irma
hasta que se casaron. Después, Eleuterio Cifala, su esposa Gladys y el pequeño Diego.
Los últimos vecinos del lugar, los Greffo, y la familia González. Esos éramos
los vecinos del callejón.
José David Coihuin y EL CALEUCHE. Un escrito de Mary Estela Cosentino.
Desde que llegué a Río Grande, el 1 de noviembre de 2002, escucho a diario vocablos que me resultan desconocidos.
Siempre digo que aquí, somos todos extranjeros debido a la mezcla de colectividades y razas; por esta razón, nos encontramos frecuentemente, ante expresiones que no comprendemos.
Hay veces, en que mi interlocutor me inspira confianza, entonces, pregunto.
El tiempo, que todo lo descifra,me proporciona día a día, conocimientos nuevos. En particular, hoy debo agradecer a David, porque de él, aprendo muchísimo.
Disfruto tanto escuchando sus historias, que el tiemo me resulta insuficiente. Le he preguntado qué significa "caleuche", una palabra que ronda desde hace bastanteen mi cabeza.
La sabiduría que atesoran los años de David, realmente me fascina. Gracias a él, hoy sé que es "el caleuche": barco fantasma que emerge y desaparece en las aguas del mar.
Pone un énfasis muy especial, cuando afirma que eus historias son verdaders, que no es mitología, que él vio al caleuche en oportunidades como esta: Siendo aúnmuy niño, paseaba por la orilla del mar, en Quéhue.
Diariamente , cuatro jóvenes pescadores, soltaban las amarras de su barca y lanzaban su red al mar. De pronto "el pique" era tan pesado que se les hacía difícil subirlo a la embarcación. Tanto peso correspondía a una tonina de unos cincuenta kilos. Dos de los jóvenes, sugirieron devolverla al mar, los otros dos, saboreando las felicitaciones, que recibirían por haber atrapado tan preciado trofeo, decidieron lo contrario.
Dado el tamaño del crustaceo, decidieron trozarla en cuatro partes para facilitgar el traslado. La sorpresa que recibieorn al hcer los primeros cortes, duplicó su asombro.
Ante sus ojos, no aparecía la carne que tanto conocían sino una especie de gelatina. Así es que se retiraron del lugr, dejando su presa abandonada.
Al día siguiente, se echaron nuevamente al mar, y de pronto, vieron acercarse una lujosa embarcación, muy iluminada, pero sin rastros de tripulación. Como con una aspiradora, los pescadores fueron absorbidos hacia la nave que desaparieció inmediatamented.
Refiere David que El Caleuche, puede visualizarse bajo distintas formas: como barco que aparece y desaparece, como tronco de árbol, como pez grande, o como lo que seríamos incapaces de imaginar.
Al final de etas charla, coincidimos en un interrogante: El Caleuche ¿es un barco fantasma? ¿Transporta seres extraterrestres?
De lo que David no tiene ninguna duda, es que él lo ha visto, y que nadie le discuta que es mitología, porque está muy lúcido.
Siempre digo que aquí, somos todos extranjeros debido a la mezcla de colectividades y razas; por esta razón, nos encontramos frecuentemente, ante expresiones que no comprendemos.
Hay veces, en que mi interlocutor me inspira confianza, entonces, pregunto.
El tiempo, que todo lo descifra,me proporciona día a día, conocimientos nuevos. En particular, hoy debo agradecer a David, porque de él, aprendo muchísimo.
Disfruto tanto escuchando sus historias, que el tiemo me resulta insuficiente. Le he preguntado qué significa "caleuche", una palabra que ronda desde hace bastanteen mi cabeza.
La sabiduría que atesoran los años de David, realmente me fascina. Gracias a él, hoy sé que es "el caleuche": barco fantasma que emerge y desaparece en las aguas del mar.
Pone un énfasis muy especial, cuando afirma que eus historias son verdaders, que no es mitología, que él vio al caleuche en oportunidades como esta: Siendo aúnmuy niño, paseaba por la orilla del mar, en Quéhue.
Diariamente , cuatro jóvenes pescadores, soltaban las amarras de su barca y lanzaban su red al mar. De pronto "el pique" era tan pesado que se les hacía difícil subirlo a la embarcación. Tanto peso correspondía a una tonina de unos cincuenta kilos. Dos de los jóvenes, sugirieron devolverla al mar, los otros dos, saboreando las felicitaciones, que recibirían por haber atrapado tan preciado trofeo, decidieron lo contrario.
Dado el tamaño del crustaceo, decidieron trozarla en cuatro partes para facilitgar el traslado. La sorpresa que recibieorn al hcer los primeros cortes, duplicó su asombro.
Ante sus ojos, no aparecía la carne que tanto conocían sino una especie de gelatina. Así es que se retiraron del lugr, dejando su presa abandonada.
Al día siguiente, se echaron nuevamente al mar, y de pronto, vieron acercarse una lujosa embarcación, muy iluminada, pero sin rastros de tripulación. Como con una aspiradora, los pescadores fueron absorbidos hacia la nave que desaparieció inmediatamented.
Refiere David que El Caleuche, puede visualizarse bajo distintas formas: como barco que aparece y desaparece, como tronco de árbol, como pez grande, o como lo que seríamos incapaces de imaginar.
Al final de etas charla, coincidimos en un interrogante: El Caleuche ¿es un barco fantasma? ¿Transporta seres extraterrestres?
De lo que David no tiene ninguna duda, es que él lo ha visto, y que nadie le discuta que es mitología, porque está muy lúcido.
El sábado 13 falleció JOSE DAVID COIHUIN, era el más antiguo de los ocupantes del Hogar San Vicente de Paul
En su recuerdo publicamos un Reportaje realizado en noviembre de
2005, por MIGUEL VAZQUEZ, trabajo que forma parte del libro RIO GRANDE y su gente, que puede ser adquirido en la redacción de EL SUREÑO.
con las ventanas cerradas (y luz interior)
José David Coihuin
Coihuin, nació en la isla Quehue, del archipiélago de Chiloé, Chile. Desde los
17 años vive en la Argentina. En el año 1949 llegó a Río Grande, y luego de un
año se fue a Ushuaia. Como peón de campo, la esquila, el arreo y las tareas
rurales no le son ajenas. Trabajando de alambrador tuvo un accidente que a la
postre le hizo perder la vista. Hace más de 30 años que vive en el Hogar de
Ancianos San Vicente de Paul, sitio al que siente como su propia casa. Amó la
vida al aire libre y añora el mar. Con un relato sencillo, lleno de vida y luz,
nos conduce por la patagonia de un tiempo pasado.
¿Qué
recuerda de la zona donde nació?
Es una
zona donde son todas islas, está todo rodeado de mar y los que viven en la
costa se ocupan de la pesca, en agarrar centollas, pescados, casi todos tienen
sus embarcaciones y sus redes para trabajar, mis padres se dedicaban a eso,
pero igual tenían terreno para sembrar, pero se ocupaban en la pesca también,
porque todos los que viven en costa de playa tiene su bote para pescar, y se
pesca la sierra (NR: Pez
marino comestible de un metro de longitud, sin escamas, que tiene a ambos lados
del cuerpo dos líneas de color amarillento pardo y manchas ovaladas del mismo
color), el
curel, son los que más se pescan.
¿Qué
clima tiene?
Hace
calor, pero es muy llovedor, llueve mucho, en el tiempo de verano llueve mucho,
pero no es frío.
¿De
chico le enseñaron el oficio de la pesca?
Si, de
cuatro o cinco años yo ya andaba en ese trabajo, andábamos con mis otros
hermanos, nosotros éramos 11 hermanos... mis padres eran primos.
¿Por
qué decidió salir de la isla de Quehue?
Se me dio como se le da a todos los jóvenes,
algunos conocidos decían yo me voy en tal tiempo y otro los mismo, y yo hice
igual, me vine para acá
en el año ’41, y no volví más para mis parajes, tenía 17 años.
¿Había tenido
algún estudio en la isla?
Muy poco, porque
teníamos el colegio lejos, en la misma isla de Quehue, pero es una isla grande,
hay tres capillas en la isla, no recuerdo cuantos habitantes éramos, pero hoy
debe ser igual porque la gente no para allí, se va.
A veces iba al
colegio, iba uno o dos días y después ya nos tocaba trabajar en la agricultura.
¿Qué cultivaban?
Se sembraba el
trigo, la papa, la avena, habas, arvejas, de todo, eso era para consumo propio,
y teníamos una yunta de bueyes y una o dos vacas.
Cuando salió de
Quehue, ¿qué rumbo tomó su vida?
El 16 de agosto del
’41 me fue de Quehue y el 18 de septiembre entré a la Argentina con 17 años, en
la parte de Cañadón León, que hoy en día es Gobernador Gregores, entré por allí
y me vine a San Julián, salía a las comparsas de esquilas, en ese tiempo en San
Julián había 32 máquinas de esquila, porque había mucha esquila en ese tiempo,
Cuando volvíamos de
esquilar, íbamos al trabajo del frigorífico, y luego íbamos al campo a pasar el
invierno, nos juntábamos dos o tres compañeros y andábamos en campamentos, se
agarraban liebres, había muchas, y cazábamos también zorrinos, zorro gris,
había mucho zorro gris, el que había poco era zorro colorado, ahora hay más.
Cuando ingresó a la Argentina era menor de
edad, ¿en esos tiempos no se pedían documentos?
Uno andaba trayendo
su documento, y cuando llegaba a una estancia si había trabajo le daban,
trabajaba por día o trabajaba mensual, me acuerdo que en esos años pagaban
mensual 22 pesos, y no alcanzaba para nada, y si se portaba bien le pagaban dos
pesos más, y uno trabajaba en la esquila, en los baños de animales, en las
marcas, y le pagaban tres pesos por día.
¿Había cruzado a caballo a la Argentina?
Sí, me vine de a
caballo con un primo, cruzando la cordillera por Balmaceda y vinimos a salir en
Santa Cruz en la dirección de Las Heras, tardamos hasta llegar a San Julián como
un mes, ya que veníamos trabajando por día, luego caminábamos un par de días y
cuando había trabajo en una estancia pasábamos a trabajar en la señalada o en
los baños.
¿Mucho tiempo estuvo en San Julián?
Sí, ahí salía a la
comparsa, salí dos años de vellonero y después aprendí a esquilar, salí dos
temporadas en la prensa, para el prensado de la lana, y luego el encargado, un
uruguayo, me dijo que al otro año no salía con la prensa sino que salía a
esquilar, ya había aprendido a esquilar, en el primer año llegué a 190 animales
por día, y después me vine para estos lados.
¿Cómo surgió el continuar camino hacia el
sur?
Había yo bajado a
San Julián de la esquila y andaban buscando tres rasqueteros para el
Frigorífico de Río Grande, rasqueteros para las tripas, la tripa delgada del
cordero, de la oveja y del capón.
¿De qué año estamos hablando?
Del año ’49.
¿En qué se vino y con quién?
Nos vinimos tres
compañeros, de San Julián hasta Gallegos nos vinimos en colectivo y después en
un avioncito que había para 11 pasajeros, así nos vinimos y estuvimos
trabajando en el Frigorífico de rasqueteros, y luego me dejaron de salador de
tripas, en ese tiempo se trabajaba mucho la tripa y luego se la enviaba a
Alemania, la tripa valía $1.- el metro, se usaba para hacer salchicha.
Recuerdo que se
hacía una mesa larga de 11 metros, porque el capón tiene hasta 22 metros de
tripa, y la oveja más o menos 20 metros y el cordero 18, la tripa del cordero
es sanita íntegra, se limpia y todo sirve, la de la oveja la mitad y el resto por
el pasto viene picada y eso no se puede vender, y la del capón es más firme.
¿La paga era buena?
En ese tiempo nos
pagaban bien, cuando nos pasaron a buscar en San Julián los Jefes que
trabajaban acá en la tripería nos dijeron que nos pagaban $750.- por mes, y
allá uno trabajando toda la temporada en el campo no alcanzaba a ganar 100 ó
120 pesos, y yo le dije a mis otros compañeros que me venía y ellos no creían,
“qué le van a pagar esa plata” decían, “si eso no lo gana ni el gerente de La
Anónima y a ustedes le van pagar 750 pesos, mire como lo hacen leso (NR: en
Chile significa tonto, de pocos alcances)”; pero
yo dije que me venía, y vinimos con un tal Lindor Alderete, y otro muchacho del
que no recuerdo su nombre, está en Ushuaia.
¿Recuerda cómo era Río Grande cuando llegó?
Acá no había casi
nada, era todo tierra, las calles eran pocas, lo que había era mucho trabajo,
la gente trabajaba en la leña, en los aserraderos, estaba el trencito que iba a
la estancia y bajaba la lana, y después de la temporada me fui a Ushuaia.
¿Por qué se quiso ir a Ushuaia?
Me fui porque
terminó la faena del frigorífico, estuve un año nomás y me fui, nos fuimos a
Ushuaia de a caballo, porque no había paso por ningún lado, había que ir de a
caballo, el primer coche que pasó fue en el ’52, un coche alemán que en el agua
era bote y en tierra era coche, y después pasó un jeep del Ejército, pero le
costó pasar en la cordillera, lo pasaban a la rastra, había mucha turba, le
metían palos, los rollizos se iban para abajo, cuánto trabajo...
¿Y qué hizo en Ushuaia?
Conseguí
trabajo en un tambo de la Marina, un día andaba caminando en la calle y un
capitán en un jeep se paró me hizo señas, y yo fui y me habló, me dijo si
quería trabajar en un tambo, le dije que sí, y me mandó que fuera al otro día
al Hospital, me dio un papel y me fui, en el Hospital hablé con dos médicos, me
revisaron, me dijeron que andaba medio jodido de la vista y que no podía ir a
trabajar, pasaron dos días y andando otra vez en la calle me encontró de nuevo
el capitán, me tocó la bocina del jeep y me preguntó ‘¿qué le dijeron?’, le
mencioné que no podía ir a trabajar, sacó un papel, hizo unas rayas y me dijo
que fuera otra vez, fui a ver los doctores, miraron el papel y dijo un doctor,
‘bueno, vaya a trabajar nomás, donde manda capitán no manda marinero’, y me fui
a trabajar y trabajé como 9 años en el tambo de Marina.
¿Cómo era el trabajo en el tambo?
Duro, allí no
paraba nadie, porque se peleaba el encargado con la gente... en ese tiempo no
había luz, tenía que prender cinco (faroles) petromag, hacer la limpieza, había
60 vacas para alimentar y ordeñar, yo me tenía que levantar a las 4 de la
mañana, prender los faroles, y el capataz dijo ‘a este me lo voy a arreglar
yo’, él creía que no iba a aguantar, yo seguí nomás, me levantaba a esa hora,
hacía limpieza, le daba comida a los animales, maíz cocinado y pasto, y
preparaba todo para que estuviera listo para las 6 cuando comenzaban los
ordeñadores, y como en septiembre me dijo el capataz ‘levántese a las 6, junto
con los ordeñadores’, y yo le dije ‘yo no aflojé, aflojó usted’. Recuerdo que
había mucho abono para sacar, unas rimas (NR: Montón)
grandes hasta arriba, y había un carro y dos yeguas frisonas, grandes, y con
eso comencé a trabajar, le metí sin parar y saqué todo, hasta el barro, no dejé
nada, era un trabajo pesado, duro.
Luego llegó un
veterinario, muy buena gente, me enseñó
a poner inyecciones, me decía como era todo. También recuerdo que el
pasto lo traían de Bahía Blanca, venía sementín, todo para la comida de los
animales, lo traían en buque o en barcaza.
¿Hasta cuando estuvo con esa labor y qué
hizo después?
Estuve hasta el ’59
en el tambo, y después me fui a trabajar a (Estancia) Harberton, tenían 18.000
animales de esquila, fui de esquilador, me fui así nomás a ver si me daban
trabajo y me dieron enseguida, ahí esquilábamos menos por día, porque no se
bañaba la hacienda porque tenía mucho beri, una cosa que sirve para hacer
jabón, por eso no se bañaba el animal, y con eso llegábamos a esquilar 150 ó
160 animales por día.
¿Cómo es el trabajo del esquilador?
Es pesado, lo que
tiene que tener es aguante es la cintura, uno tiene que aguantar al animal,
cuando lo patea y todo eso, se hace agachado, encorvado desde que comienza
hasta que termina, se comienza a esquilar por el pecho, se limpia el pecho y se
empieza de la paleta cuando se tiende el animal, después se da vuelta y sigue
el lomo.
¿De quién era Estancia Harberton?
Los patrones eran
los Bridge, los mismos que de Viamonte.
¿Cómo era esa zona?
En invierno nevaba,
pero está en la costa del Canal Beagle, cuando había marea alta llegaba a 15 ó
20 metros de la cocina el agua, y a veces entraba en el galpón, teníamos que
levantar los fardos para que no se mojen.
¿Cuánto estuvo allí?
Estuve un año como
esquilador y después me pusieron en la cocina, de cocinero, había aprendido a
cocinar de andar mirando en Ushuaia en la Aeronaval, era conocido ahí y yo iba
a mirar lo que hacían los suboficiales cocineros, y ahí aprendí, cuando se fue
el cocinero que había en Harberton me pusieron a cocinar por unos dos o tres
días hasta que fuera otro, iban a venir a buscar a Río Grande o a Ushuaia, y
los otros compañeros del trabajo le dijeron que me dejen a mí, que no buscaran
a nadie, y estuve 9 años en total.
En ese tiempo había
de todo, abundante, se daba cordero, en tiempo de esquila se comía puro cordero
nomás, y tenían una buena quinta, se cosechaban 90 bolsas de papa, y de todas
las verduras, frutas, zanahoria, lechuga, y tenía un invernáculo chico también,
salían unos pepinos grandes, ajos, muy linda tierra.
En las vacaciones
me iba a Ushuaia, porque tenía conocidos allí, me iba de a caballo, ese era el
medio de movilidad, después comenzaron a andar las lanchas, las pesqueras o las
lanchas de la Subprefectura, que iban a estar 3 ó 4 días a Harberton, muy buena
gente la de la Subprefectura, y con eso nos íbamos a Ushuaia.
Luego de esos años
pedí aumento y no me quisieron dar, entonces dije que trabaja hasta tal fecha y
me retiraba, y así fue.
¿Le gustó haber estado en Harberton?
Sí, me gustó, me
gustaba el paisaje, el mar, y también íbamos a buscar flechas a donde
estuvieron los paisanos, los onas, donde había un montón de conchillas ahí
cavábamos y sacábamos de abajo huesos de ballenas o de lobos. En ese lugar las
ballenas morían solas, varaban todos los años dos o tres, cuando las corren las
orcas desesperadas iban a esa tierra y allí morían, nosotros cuando varaba
alguna le sacábamos el cuero y la carne para comer, es buena, como la carne
vacuna, pero tiene carne en la aleta nomás, lo demás es pura grasa.
¿Qué hizo luego?
Me vine a trabajar
a Ushuaia en la empresa vial Trefao, una empresa que fue la que hizo la huella
de acá a Ushuaia, ahí estuve alambrando, y después ahí perdí la vista.
¿Qué fue lo que sucedió?
Cuando estaba
trabajando, había un palo, un varón grueso, que lo había arrastrado la
topadora, y yo dije ‘lo voy a cortar y me va a dar cinco postes’, y lo vi que
estaba muy cimbrado, y me dije que no lo iba a cortar porque ‘capaz que se
reviente’, y me subí arriba del palo y lo toqué con el hacha tan afilada que
uno trabaja y lo toqué así nomás y reventó y me tiró como cinco metros, y fui a
golpear contra un tronco y me rompió la cabeza, me hundió el hueso, no sangró,
y ahí quedé, estuve como 4 ó 5 horas tirado ahí, mis compañeros estaban más
lejos abriendo una picada y yo en ese lugar solo, me saqué las puntas de los
huesos para arriba, las arrancaba, me paraba y mareado me caía, suerte que
tenía un perrito chiquito, cachorrito y ese me llevó hasta el campamento, se llamaba
Porteño.
Ahí me curaron,
tendría que haber ido al pueblo o a Buenos Aires, pero no fui nada, y a los
tres meses perdí la vista del ojo derecho y al año me atacó el otro, y de eso
me mandaron a Gallegos, ahí me operaron porque se me había despegado la retina
y quedé bien, recuperé la vista, me dijeron que no tenía que trabajar por un
año o dos, pero después tuve que trabajar, como a los cuatro o cinco meses me
vine a alambrar, y ahí perdí otra vez, veía arriba y abajo, me llevaron a
Buenos Aires y allá me quemaron la vista con el rayo láser, en lugar de
solucionarme le problema me perjudicaron, eso fue en el año ’63.
¿Cómo siguió su vida ya sin la posibilidad
de ver?
Estaba con unos
conocidos, después me trajeron acá al Hogar (de Ancianos) una asistente social,
yo no quería venir, pero me dijo que iba a estar bien acá, y vine cuando
todavía no había abierto el Hogar, porque estaban pintando, poniendo los
vidrios, me trajeron al Hospital, éramos 8, yo era el más joven, nos trajeron
el 1º de diciembre, y el resto de los 8 que vinimos estuvieron algunos un mes,
otros dos, otros un año, otros cuatro y se fueron, me quedé yo solo y estoy
todavía.
Debe recordar a mucha gente que pasó por
este Hogar...
Acá han muerto
muchos, más de cien, y de los que han estado a cargo del Hogar recuerdo a Don
Vicente Ferrer, él fue un hombre muy bueno para nosotros, muy buena gente, como
él no hubo ninguno; cuando yo quería irme de vacaciones me daba ropa, me daba
plata, y yo me iba a Ushuaia o a Punta Arenas, a ver amigos y familiares.
¿A su lugar de nacimiento no volvió nunca?
No, desde que me
fui a los 17 años nunca volvía a estar ni con mis padres ni con mis hermanos,
en el terreno de mis finados padres tengo a mi hermano más chico, cuando yo
salí él tenía un año y medio, a las que he visitado son a unas hermanas que
tengo en Punta Arenas.
¿Ni por carta ha mantenido contacto?
Sí, les he mandado
cartas, ahora hace mucho que no les escribo, siempre estoy que quiero ir pero
la plata no alcanza...
¿Cómo pudo superar el hecho de perder la
vista?
Primero veía un
poco de un ojo, pero luego no, uno se siente triste, pero nunca perdí mis
ganas, acá ando solo, voy, vengo, conozco el lugar de memoria.
¿Qué imagen guarda de cuando tenía la
posibilidad de ver?
Mis trabajos de
ovejero, andar en el mar, eso me gustó mucho, siempre lo veo en mi memoria, me
gusta mucho el mar; debe ser porque nací en la costa del mar, cuando tenía 4 ó
5 años y nos embarcábamos en un bote mi finado padre me tiraba al agua para que
nade y aprenda a salir.
¿Qué recuerda de su padre?
El vino también a
la Argentina en el año ‘16, vino a Río Grande, decía que no había nada, unas
cuantas casas nada más, trabajó en María Behety, en la Sara, y también estuvo
en el año ’32 cuando fueron los grandes nevazones en que murió casi toda la
hacienda, la oveja es más dura, aguanta, aguanta hasta 20 ó 22 días sin comer,
después se ponen ciegas, el caballo aguanta menos, igual el vacuno.
Él trabajaba en la
esquila y en el frigorífico, había mucho trabajo y pagaban bien.
Si tuviera la
posibilidad de volver a ver, ¿qué le gustaría ver?
El mar, estar ahí,
trabajar con las cholgas, con todo eso.
Recuerdo que antes
en Bahía Aguirre había aserradero y yo iba ahí, un año se rompió la chata que
llevaba las maderas y el buque, no recuerdo si era el Bahía Thetis o el Bahía
Aguirre, que estaba para cargar la madera y ese perdió el ancla con 50 metros
de cadena y pagaban 50.000 pesos al que pudiera encontrar la cadena o
rastrearla, pero no se puede ahí porque calma un rato y cuando vuelve la marea
se pone malo el mar, no se puede aguantar el mar y hay mucho cochayuyo, un
alga, recuerdo que una vez vinieron los japoneses, la sacaron toda y lo
envasaron.
¿Qué cosas le hubiera gustado hacer si no
hubiera perdido la vista?
Uno cuando anda
bien, cualquier cosa le viene bien, esquilar, carnear, llevar arreo, el que
trabaja en el campo hace todo eso, me gustó siempre el campo, amé la vida al
aire libre, andando en el campo lo primero que uno se compra son dos lonas, una
para tapar las pilchas y la comida que uno trae, y otra lona larga para
taparse, esas que no les pasa el agua; siempre anduve de a caballo.
Le gustan mucho los animales...
Sí, me gustan los
perros y los caballos, si tuviera una parte donde estar ahora... me gustaría
tener un perrito, le haría una buena casilla, me gustan mucho los animales,
pero ahora no puedo.
Ficha Personal
José David
Coihuin Coihuin, nació en la isla Quehue, del archipiélago de Chiloé, Chile, el
16 de agosto de 1923. Nunca se casó. Vive en el Hogar de Ancianos desde hace
más de 30 años. Se hizo ciudadano argentino y tiene una Pensión de Arraigo y de
PAMI. Sufrió de hidatidosis “por comer carne cruda, cuando uno anda en el campo
la cocina así nomás”, y por ello tiene muchas operaciones, y “he sufrido
mucho”.
EDUARDO CESAR PETRIZZI: Al final a mi me gustan las gordas
Una nueva entrega de un trabajo de este narrador radicado en Ushuaia, nos da espacio a la alegría y el optimismo, si se quieren las "locas ganas de vivir", de un hombre que esta solo, y no espera.
Yo le decía al Chochi: “A mí no me
presentés gordas porque no se me eleva el ánimo” y el Chochi insistía con
querer presentarme a la Beby, su prima, hija de la tía Coca. La verdad que a mí,
si me daban a elegir, me inspiraba más la tía Coca que la Beby.
Bueno, la cosa es que un día se arma una
partusa con los amigos de la Coqui, la hermana del Chochi, y me invitan. Yo no tenía
muchas ganas de ir, pero como con el pago de la quincena me había comprado una
camisa floreada de mangas largas con
puños color violeta. Entonces me dije: “Me la estreno el sábado y listo”. Te
digo, eso fue lo que me motivó, no la calentura de ver las minas en la fiesta,
porque después de haberme enojado con la Zulma, andaba de capa caída, -otra esa,
con la angustia oral se le daba por el Mantecol y las milangas a la napolitana;
en tres meses cambió tres veces de talle- pero esa es otra historia.
Yo los sábados siempre limpio la pieza,
porque en la semana vengo reventado del taller y no me dan ganas de nada, me cocino algo rapidito
y al sobre. Los fines de semana si pinta algún asadito, con entraña y unos
choris, entonces con eso, equilibro la dieta de la semana. La verdad que estoy
bastante en estado, porque me cuido, nada de cosas raras; para mí la comida
debe ser natural: huevos fritos, embutidos, y pastas… todo natural.
Bueno, como te iba diciendo, me preparé
para la fiesta, la camisa planchadita, los piel de durazno sin ralla y
botamanga pata de elefante, me preparé los timbos con tacos y la colonia
Aqua Velba, (la agité un poco para que se mezcle bien el aroma). El
Chochi me dijo, cuando a la mañana mateábamos en el taller, que la Beby se iba
hacer la toca y todo, para estar pulentería
para la noche. Yo me hice el gil. Pero insistió con que la Beby estaba un
budinazo, y que le había dicho la Coqui, había ido a la tienda de la Marta a
elegirse unos calzones blancos que la rompían, que se los pagaría cuando cobre
en el kiosco, y yo le dije al Chochi que los regalos de ese tipo no me gustaban,
que yo solo puedo procurarme una naifa,
pero que iba a ir de todos modos a la
fiesta… a mí no me gusta prometer y no cumplir.
Y me aparecí media hora más tarde del
inicio de la fiesta, porque a mí me gusta que cuando llego a un lugar todos me
miren, y en esas miradas estaba la del Beby. Yo no quise darle corte, pero en
verdad la miré de reojo, y la gorda, por decir, estaba buena, qué se yo, no sé
cómo explicarlo, pero las curvas que tenía, me llevaban de un lugar a otro de
su cuerpo. Yo no quise insistir porque recién entraba, pero me le senté casi
enfrente, ella se servía y me miraba, yo en un momento le serví clericó y se me
ocurrió improvisar un brindis y con la Beby chocamos las copas, y uno dijo, “Pero
hay que mirarse a los ojos..”, y yo la miré a los ojos, pero después mi mirada
se calló entre esas dos montañas y creo que como te dije antes, esos caminos me
llevaron a su cintura y a su curverío que me mareó y ella se dio cuenta, pero
yo me hice el gil, y ella me fusiló con esa mirada de fuego y yo me empecé a
incendiar, pero me dije: “ estoy loco, mirá yo con la Beby, ¿de dónde?”… Y
bueno, la noche iba avanzando y la fiesta se iba poniendo caliente, hasta
habían contratado a un amigo del Chochi para que pase música, y entonces la
Coqui, se para y dice: “¡¡¡Ahora todos a bailar con la persona que tienen
enfrente!!!”, y yo la tenía enfrente a la Beby, y bueno, la miré, me miró y
subiendo los hombritos me dio a entender que teníamos que bailar
Yo estaba medio colocado con el
clericò y un gancia que me había inyectado en casa para darme coraje. Y la tomé
de la cintura, mi mano se entremezcló entre el elástico de la enagua y tal vez
la bombacha, no lo sé, pero me gustó y le hice sentir la presión, para marcar
presencia.
Se apagaron las luces y pusieron un
tema de Aldo y los Pasteles verdes, y
de ahí engancharon con los lentos. Estaba algo mareado que no sé si pasaban un
tema o cinco seguidos, pero estaba
navegando en el colchón del cuerpo de la Beby, y parece que en un momento -eso
me lo contaron- todos hicieron ronda y nosotros bailamos para ellos, algo así
como en una baldosa, apretaditos, como tres piezas de barry guai. Perdí la noción del tiempo y en un momento, los
parientes del Chochi y la Coqui se habían ido, era tarde, y yo amarrado a las
zonas sinuosas de la Beby,
En un momento, viene el Chochi y me
dice; “Lito, los del salón están por cerrar” y yo le contesté: “Chochi, dejame
que me estoy enamorado,” y la Beby me escuchó, me tomó de la mano y me llevó a
su casa, vivía sola y sobre la mesa había una sorpresata y dos vasos. Creo que
la Beby te lo juro… no era tan gorda.
En la foto: El autor junto a Horacio Pico, quien lo trajo a la Casa de Obligado.
Miguel Bersier: Construyendo conciencia
En el interín de un trámite ante el ANSES iba escuchano Nacional y en su emisión que se realizaba desde la filial de Esquel apareció El Cholo Gómez Castañón recordando que en esa misma emisora, por 1968- hacía con Miguel Bercier ("operador y locutor") un programa destinado a fomentar los recursos turísticos de la provincia del Chubut bajó el título de Construyendo conciencia.
Que bueno, pensé, que allá aprezca alguien que lo recuerde. Aquí en Río Grande fue el director de LARA 24 entre 1977 y 1991. Se fue en medio del achique del estado que imprimió Menem, afectando incluso a él que se mostraba como su simpatizante.
Me detuve un momento en la marcha del auto y esperé que el periodista, ahroa porteño, acompañado por Estela Murúa, en otro momento también locutora en Río Grande, sus reflexiones sobre ese momento del cual sabía por algunas referencia de quien fue nuestro jefe, y que en alguna medida trató también de que se ejerciera lo mismo en nuestro lugar.
Refeljo de eso fue lo que por años resultó ser el CORREDOR TURISTICO que pretendió unir en mismo programa en vivo, las informaciones procedentes de las emisoras de Ushuaia, Río Gallegos, Calafate y Río Turbio.
Y más tarde, los enlaces semanales entre Presidente Ibañes de Punta Arenas y nuestra LRA 24.
Busqué una foto de Miguel, y encontré esta, operando la primera PC de la radio, por 1991. Bersier había nacido en Suiza, el 16 de diciembre de 1933.
El camino es el eje de todas las cosas.
Hoy me atreví a volver sobre el escritorio de Patricia Cajal y encontré libros abiertos, producto tal vez de sus últimos aprendizajes. Entre ellos está el 62 del Tao esencial, que dice.
El Camikoes el eje de todas las cosas:
el tesoro de la gente buena,
el salvaguarda de aquellos que no son bueno.
Las palabras hermosas pueden ser vendidas,
los actos glorificados pueden oprimir a la gente;
¿Por qué debiera abandonarlos la gente que no es buena?
Por ello para entronizar a un emperador
y designar a altos funcionarios,
uno puede tener una joya muy preciada
y manejar una tropilla de caballos,
pero esto no es tan bueno
como avanzar tranquilamente en este Camino.
¿Por qué ensalzban los antiguos este Camino?
A través de él uno pude alcanzare cosas sin prolongados anhelos
y escapar de los defectos que uno tiene;
por ello es que es ensalzado por el mundo.
(Las anotaciones al márgen en lápiz son de Patricia)
El Camikoes el eje de todas las cosas:
el tesoro de la gente buena,
el salvaguarda de aquellos que no son bueno.
Las palabras hermosas pueden ser vendidas,
los actos glorificados pueden oprimir a la gente;
¿Por qué debiera abandonarlos la gente que no es buena?
Por ello para entronizar a un emperador
y designar a altos funcionarios,
uno puede tener una joya muy preciada
y manejar una tropilla de caballos,
pero esto no es tan bueno
como avanzar tranquilamente en este Camino.
¿Por qué ensalzban los antiguos este Camino?
A través de él uno pude alcanzare cosas sin prolongados anhelos
y escapar de los defectos que uno tiene;
por ello es que es ensalzado por el mundo.
(Las anotaciones al márgen en lápiz son de Patricia)