Kalapacte, apuntes sobre su existencia.

Era uno de los muchachos onas que logró escapar de Paris donde era exhibido como antropófago, y llegó a Montevideo donde lo encontró José María Beauvoir llevándolo a Dawson.

Con el tiempo se lo llamó Calafate.(En la foto al centro)

En su ensayo “Bajo tuición. Infancia y extinción en la historia de la colonización fueguina », Julio Joaquín Bascopé, realiza varias observaciones sobre este personaje, una suerte de escudero de Beauvoir.
“Calafate”, “Kalapacte” o “Kalapaten”, fue uno de los fueguinos enjaulados en la Exposición Universal de Paris en 1889, que se había fugado de ella, viajado por Francia y luego embarcado en Liverpool, desde donde volvió a Punta Arenas en 1890. En el viaje de regreso, y cuando “Calafate” rondaba los doce años, coincidió en Montevideo con el salesiano J.M. Beauvoir. Éste lo obtuvo como criado con la ayuda del antecesor del gobernador  Señoret y disputándoselo a la misión anglicana. Durante quince años no sólo realizó tareas domésticas sino que (in)formó la futura etnología fueguina, “contándome gran parte de la Historia [sus Memorias] […] y en modo especial sirviéndome de Lenguaraz (intérprete) y ayudándome a componer el diccionario que después en compañía de los otros misioneros pudimos formar”.
En el Boletín Salesiano puede encontrarse una referencia a una fuga de Kalapacten, donde a criterio de Bascope :  dejó en evidencia no ya su “instinto salvaje”, como pretendía Beauvoir, sino el salvajismo de los misioneros que, tras tres años de misión, aún eran ignorantes del idioma nativo: “¡Lástima que su idioma es cosa difícil de manejar y ellos con no poca dificultad pueden comprender el nuestro! ¡Cuánto bien podríamos hacerles si entendiéramos! ¡Que falta nos hace un intérprete! Esperábamos que Luigi Michele Calafate hubiera servido de ayuda, pero ¡oh, qué amargo desengaño! Nadie es profeta en su tierra, corresponde repetir. Primero dice no conocer más el indio; luego empezó a ejercitarse en el tiro al arco; finalmente, me pidió permiso para ir en busca de su hermano que debía encontrarse en Bahía Inútil. Después de quince días, me llegó en un estado lamentable. Fue alimentado y cambiado entero de pies a cabeza, en la esperanza de que los padecimientos sufridos lo hubieran vuelto sabio en el futuro. ¡Inútil expectativa! Dos semanas después, el retorno en él de los instintos salvajes lo hicieron huir nuevamente, llevándose incluso la llave de la habitación. Cuando vino Monseñor Fagnano la primavera pasada, lo hizo buscar y lo recondujo a Punta Arenas. Todas estas contradicciones y dificultades, sin embargo, no nos asustan, en la esperanza siempre de poder ganar algún alma más para vuestro Señor y asegurar así salvar la nuestra”.
En sus memorias el que fuera primer director de La Candelaria lo muestra siempre a su lado. Así estará en el Amadeo en el frustrado desembarco en el río Grande del invierno de 1893, y más tarde afrontarán los rigores de la espra en la bahía San Sebastián.
Luego del incendio del 12 de diciembre de 1896 sobrevivirá mal vestido. Así lo encontrará Fagnano cuando realice la visita de inspección luego del siniestro y al verlo descalzo que obsequiará sus propias botas.
Como criado, “Calafate” procuró a Beauvoir “el ahorro de un peón (es decir setenta pesos mensuales)” y “con su indianidad y habla” fue clave en los comienzos de las misiones pues “buscó y trajo muchos paisanos suyos”. En una ocasión, realizando este trabajo en los alrededores de La Candelaria, no se tuvo noticias suyas y después de tres meses “se lo encontró en un campamento de indios onas, ya semidesnudo y tan bien avenido con su nueva vida que no pensaba regresar a la misión.
Luis Miguel Calafate, Kalapacte, la existencia de un fueguino que recorrió mundos en tiempos inexorables.


La vergüenza en la familia.

Fue un día de mayo de 1977  cuando me inicié en esto que con el tiempo se llamaría la Historia Oral.
Fue cosa de encontrarme con vecinos y que estos accedieran a conversar sobre su vida.
Con los años esta tarea se volvió cotidiana, y desde un tiempo –cuando ya hemos sumado unas 4000 horas de grabación- nos dedicamos a ordenar el material, digitalizarlo, y en alguna medida analizarlo.
Diremos que nuestros informantes recuerdan situaciones que podemos clasificar en tres órdenes: público, privado y político.

Una entrevistas clásica nos ha enfrentado a alguien que recuerda su viaje de venida a este lugar –ya estamos hablando de un hecho público- el medio de transporte, lo que le costó, la apariencia del pueblo, el lugar donde fue a vivir, lo que le costaba pagar su pensión, el primer trabajo, las condiciones laborales, la remuneración, lo que pudo comprarse con su primer sueldo.. y esto sigue.

En lo político están las apreciaciones sobre la forma de gobierno en un tiempo determinado, quedándonos en el caso del este recién venido puede estar relacionado con un trámite inicial de cambio de domicilio, de anotarse para tener vivienda, del conocimiento de ciertos funcionarios que prometieron agilizarle el trámite, de como este se concretó en parte porque le dieron el terreno, y después tuvo que deambular para conseguir que se lo rellenen –estaba semi hundido- de los impuestos que le quisieron cobrar, de cómo se unieron con los vecinos inspirados por otra autoridad, para hacer fuertes sus reclamos, y esta historia sigue.., porque esa necesidad de ayuda de lo político pudo transformarse en una posibilidad activa para nuestro entrevistado que en su momento pudo ser candidato, ¡y algo más!

Y en lo privado aparece de pronto el llamado a parientes para afrontar la aventura de vivir en este lugar, la vida en común mientras cada uno se independiza, la formación de la pareja –y en muchos casos el matrimonio- la llegada de los hijos. Las demandas familiares y las posibilidades para resolverlos. Pero aquí –en esta área de los recuerdos- es donde aparecen las circunstancias que en esta mañana quiero presentar:

1.- Con suma frecuencia cuesta obtener información sobre parientes directos.
2.- Es frecuente que si uno indaga por los hermanos, alguien los contestara: allí están, va a entrevistarme a mí o a ellos, de ese tema mejor no hablar.
3.- De pronto dejan en evidencia que alguien que te trajo te quiso usar, y que no terminabas nunca de pagarles el pasaje recibido, y la estadía compartida.
4.- Que por el contrario alguien diga de ese pariente cercano que fue un desagradecido, porque recibió todo cuando no tenía nada y luego cunado mejoró su situación “se olvidó de los pobres”.
5.- En no pocas situaciones se hace referencia a la mala influencia de terceros, siendo en este capítulo la figura más vapuleada la de cuñados y cuñadas, lo que no está expresado técnicamente sino en tonos enfáticos, por ejemplo “Esa negra con la que se fue a vivir”, “El coso eso que la maltrató toda la vida, pero parece que a ella le gusta”.
6.- Hay definiciones que ponen en evidencia la debilidad de ciertas instituciones: Se olvidó que tiene una ahijada.
7.- Los ejes de la ruptura cuando la familia es de vieja data se manifiestan cuando mueren los padres. El conflicto sobre quien se hace cargo del viejo en las apremiantes circunstancias de su ancianidad.
8.- Como contracara el repudio hacia los ancianos que parecen haberse olvidado de que tienen otros hijos, y que todo le dan para algunos mientras que a los otros se los ignora o se los tiene sólo para requerirle actitudes caprichosas.
9.- La demanda de bienes en caso de herencia es otro factor que siempre odios en las familias. A dónde fueron a parar los bienes personales. Que destino se da a los bienes inmobiliarios. En algunos casos cuando hay mucho por repartir se consigue que todos reciban algo. En otros, cuando hay poco, cada uno quiere una parte y entonces aparece eso de que alguno va a quedar en la calle si se vende la propiedad paterna, y otros que ya tienen lo suyo reclaman sin medir las consecuencias del caso. También se denuncia –en eso se transformó el reportaje- que el que más tiene es el que parece querer más de lo poco que tenían los viejos.
10.- También aparecen distanciamientos cuando alguno de los hermanos llega a encumbarse socialmente, por razones de estudio, ganancias materiales, o prestigio político.

Bueno, dejémoslo aquí, como si este fuera un decálogo esencial de los disensos familiares.

Además de este capítulo de mis indagaciones en materia de Historia Oral, con las flaquezas para saberlo todo en materia de vida privada; me he dedicado a examinar expedientes de la justicia. Allí se dibujan hechos delictivos y criminales donde también el escenario familiar adquiere gran protagonismo. A pesar de las situaciones componedoras de entuertos que ha tenido en su momento una institución como era el Juez de Paz.

En algún momento me sentí tentado a indagar cuando alguien manifestaba sus diferencias entre parientes, pero luego me di cuenta que debía eludirlos, puesto que se avanzaba sobre un terreno subjetivo del cual era difícil volver para encarar otras relaciones de interés común.

No puedo dejar de recordar, como un hecho que reflejaba distanciamientos familiares, el pedido que se hacía a nivel radial del tema musical: Caballero del ensueño, con decicatorias concretas de un primo pobre a un primo rico. Donde se incriminaba al que eriquecido se olvidó de la familia.

Les cuento para esto que en la gran mayoría de los casos mis entrevistados han sido personas mayores de sesenta años, edad en la que ahora e ingresado. Que en su momento yo era un pibe de treinta y que no tenía postura para entrometerme en problemas de mayores. Pero que veía como una conversación interesante se interrumpía cuando aparecían cuestiones de familia, donde resultaba terrible un personaje cercano: “Que se llevó algo de la casa y no lo devolvió más”.

Y para el caso ni que contar cuando alguien salió de garante de otro, con situaciones donde se animan a decir: “Nos estafó”. Porque después uno pudo entrevistar al otro, y de este tema no se acuerda, y cuando se habla de ese garante se lo tiene de menos, o por el contrario se afirma: “Como me quiere me tío, ha sido un padre para mí –y mirando a la señora que asiste a la entrevista- ¡tenemos que ir a verlo vieja”.

Ese odio entre parientes existe, subyace en la sociedad antigua, y seguramente algo de todo esto podrá repetirse en la nueva sociedad.


Y ahora con esto les diré que he cambiado varias veces el título de este posteo, donde creo haberme expresado sobre situaciones que seguramente no han pasado solamente aquí, ni son cosas de ahora, sino tal vez cosas de siempre.

Orden de degüello de onas.


Mauricio Braun, empresario magallánico había solicitado protección al Gobernador de Punta Arenas, refiriéndose al robo de lanares.

El 1 de junio del año anterior ya había formulado en correspondencia al  gerente de la Sociedad Explotadora de la Tierra del Fuego donde señalaba “nosotros convinimos en dar una libra esterlina por cada indio que enviáramos a las misiones”, haciendo referencia a las instaladas por Fagnano, el sacerdote salesiano, en Isla Dawson y Río Grande. Pero indicando a la vez “Yo pienso que es el modo más barato para deshacernos de ellos, más corto que dispararles, lo que es más censurable”.

Por todo esto el gobernador de Punta Arenas mandará a capturar a los cazadores fueguinos, en tanto se señala que el gobernador argentino, con la policía puesta en esta tarea, dio la orde de “degollar a cuanto ona encontraran”.

Entonces gobernaba en Ushuaia Pedro Godoy, el jefe de la policía territorial era Ramón Lucio Cortés, y el comisario de Igarzabal se encontraba en Río Grande.

Esta terrible afirmación figura en carpeta de Mauricio Baun a Mc Clelland, dada en un día como hoy, 29 de enero de1896, y contenida en el volumen 7, folio 219-20, archivo Marucio Baun Hamburger, del Instituto de la Patagonia”.

Esta correspondencia reveladora pasó de las manos privadas donde se gestó a poder del estado chileno, cuando se desarrolló en el vecino país –por los años 70- la reforma agraria que extinguió el latifundio lanero, ganadero.


La terrible cita del degüello figura en EXTINCIÓN INDIGENA EN LA PATAGÓNIA del escritor José Perich Slatar.

RINTI, mi querido hamster.

Fue por 1966 que nos llegó la noticia que había ardillas en Río Grande. Las tenía la familia Guifford y eran espectáculo aparte.
Visitaba su casa en lo que es hoy la Cooperativa Eléctrica, había como un saldo de una antigua librería donde compraba novelitas de terror. Un día me encontré con las ardillas y me contaron que estaban a la venta.
En casa, yo vivía entonces en el Hotel Atlántida donde mi padre era conserje, fue tema de conversación en el almuerzo.
Mi padre dijo que no solo era cosa de comprarla, eso era cosa de juntar mis ahorros, sino que después debía ocuparme en cuidarlas y mantenerlas.
Mi madre no dijo nada, sentía que yo con su posesión ingresaría a un mundo de película.
En lo de Guifford me entregaron mi ardilla en una cajita de té. Tenía abierto unos respiraderos hechos con un clavo y luego me dieron algunas recomendaciones. Con ello conseguí viruta en la carpintería de Sevillano, una caja vidriada de galletitas en Gliuvich, y ya teníamos para ver a Rinti, ese era su nombre, en la pantalla circular entrando y saliendo en la viruta, comiendo verduras y volcando el pequeño recipiente de agua.

No sé cómo había en la despensa tanta cantidad de castañas de Cajú pero lo cierto es que todos los días rompía cascaras para alimentarlo, hasta que le compramos una pareja –cuyo nombre era Lassie- y descubrimos que esta tenía tanta capacidad con los dientes para romper ella misma la gruesa cáscara de las castañas.


Rinti se mostró flojo en un momento, pero después se encargó de hacer lo mismo que su amada, y me alivió la tarea. Era hermoso ver como estos roedores guardaban el alimento angurrientamente en sus enormes cachetes, para luego ir llevándolos a la boca y moliéndolos para la ingesta.

Rinti, por Rin tin tín, Lassie.., ambos tenían nombre de perros de película, de serie tendría que haber dicho pero todavía no nos llegaba la televisión.

Por los Guifford proveedores de la hembrita recibí consejos sobre la maternidad que se venía a dar. Lassie no toleraría la presencia del padre de sus hijos, y así fue. Ya los había separado en dos latas diferentes y no sé cómo el macho pasó a ver a la hembra y esta lo atacó produciéndole heridas que le nos hizo pensar sobre su muerte.

En mismo día que vinieron las crías recibimos la noticia que el gobierno nacional –por entonces no se decía el gobierno de tal o cual personal- había prohibido la tenencia de estos animalitos a los que se identificaba como Hamster o Ardillas de Siria.

Fue la primer noticia que tuve de un peligro que nos podía venir de oriente, y no recuerdo en que consistirían los males que nos podían traer.

Mi padre que no simpatizaba con estos roedores, a los que llamaba: tus ratas, fue condescendiente con ellos, y señaló que tal vez los problemas sanitarios que podían presentar en el norte con el calor, no podían darse aquí en el sur.

Me habló que no tendrían posibilidades de subsistir en el clima fueguino, como lo tenían los visones que se escapaban del criadero local, o las ratas almizcleras y castores que se había dicho abundaban ya en el medio rural.

Leíamos el diario El Mundo, donde apareció la noticia, y yo seguía semana a semana abriendo el paquete que llegaba por Aerovías Alcón –así se escribía- pero no había continuidad informativa. Yo imaginaba que había razias, secuestros, holocaustos entre los hámster.., pero no había mayormente información. Solo en el suplemento humorístico que dirigía Landrú, Tía Vicente, había referencia a estas ardillitas, sobre todo en los diálogos de María Belén y Alejandra, dos chicas bienudas.

Por aquel entonces mi padre había encargado a Cheuquel, el hojalatero, la construcción de un molino en el cual el animalito se metía y giraba y giraba sin cansarse nunca. Cheuquel fue para hacerlo a casa de los Guifford, donde tenían uno comprado en Buenos Aires, y realizó uno con alambre en el que Rinti fue recuperándose de sus heridas. Cuando terminó la abstinencia marital se sumaron todos, y era un circo verlos jugan y jugar, debiendo engrasar cada tanto el artefacto.

Con los años me acordé de ese artefacto al ver a la gente tan metida en sus cintas de hacer gimnasia.


Los hámster, en gran número comían mucho más, el período de lactancia era corto, y se acabaron las castañas.., debí reemplazarlas por semillas de girasol que no imaginaban que tenía uso alimentario humano.

Yo solía comunicarme mucho más con el macho que con la hembra. Rinti parecía escucharme mientras lo hacía deslizarse por mis manos y mis brazos. En algún momento lo llevaba a mi dormitorio y subía y bajaba de la cama con admirable habilidad.

Pero lo que no resultó ser un negocio fue la venta de las crías. Terminaba regalándolas y en muchos casos llegaron a devolvérmelas porque en las casas a donde la llevaban sus nuevos dueños –chicos como yo- no eran aceptadas.

La vida sexual de estos animalitos eran intensos y Lassie tuvo dos camadas más de crías que en algunos casos alcanzó la docena.

Todo se complicó cuando mi madre fue derivada a Buenos Aires por una operación de bocio y allí me di cuenta que yo no era del todo el que me dedicaba a cuidarlos, sobre todo a limpiar sus latas.

Un buen día la hembra desapareció y el macho entró a entristecerse, ya no andaba en la rueda del molino como antes.

Mi ardilla ya no era centro de atención de los amigos, que por otra parte habían mermado en su concurrencia a casa. Me parece que al no estar mamá las meriendas no eran como antes y entonces.., entraron a faltar. El que asistía era Juan Domingo Torres, mi Tocayo, que lo miraba con admiración a mi ardillito banco. Un día le pregunté delante suyo si le gustaría irse a vivir con él, y Rinti pareció decirme que sí. Al rato lo vi chuequear con una lata bajo el brazo, donde iba mi mascota, mientras que en las otras manos y el hombro cargaba una bolsa de semillas y otra arpillera de viruta.

No supe más de Rinti.

Domingo me dijo que estaba bien, que me mandaba saludos, cuando lo encontré en una matiné del Cine Roca, un tiempo después.. Estaba en compañía de uno de sus hermanos, cuando se apagaron las luces me pareció ver que extraían de sus bolsillos semillas de girasol, las que comían haciendo pequeños ruiditos, como si fueran dos hámster descomunales.








Siguiendo la ruta de Le Maire. Escribe Hernán Genovese(*).



Luego de haber realizado un periplo de conocimiento por Punta Arenas, Isla Magdalena, Porvenir, Sombrero y Última Esperanza el amigo que siempre nos lee desde Buenos Aires lee nuestra referencia al descubrimiento del Estrecho de Le Maire, y nos agrega sus apreciaciones:

Esta expedición, además de los topónimos esenciales que se comentan en el artículo, asignaría también el nombre de Barneveldt a un grupo de islas ubicadas al este de la Isla Deceit, en recuerdo de Jan Van Olden Barneveldt, un abogado de la provincia de Olandia. Ello ocurrió el día 29 de enero de 1616.

Juan E. Belza apunta este dato en su “Romancero del topónimo fueguino”, apoyándose en un texto titulado “Relación diario del viaje de Jacobo de Mayre y Guillermo Cornelio Shouten en que descubrieron nuevo estrecho y pasaje del Mar del Norte al Mar del Sur a la parte austral del Estrecho de Magallanes” (Bernardino Guzmán, Madrid, 1619). Se trata de la edición en español más antigua existente, la cual se tradujo de un original holandés que Pedro Kario imprimió en Ámsterdam en 1619. Y de esta misma fuente, Juan E. Belza cita textualmente el descubrimiento del actual Cabo de Hornos que realizaron los expedicionarios holandeses:

“(...) A la tarde (del 29 de enero de 1616) descubrimos otra tierra ... Y se acababa en una punta aguda a la que llamamos Hoorn, que está a 57 gados, 48 minutos”.

Cabe señalar, en cuanto al origen de este último nombre, que en 1613 Isaac Le Maire – un comerciante de origen francés - y Willem C. Schouten habían constituido en el Puerto De Hoorn una empresa denominada Compañía Austral, cuyo objetivo era preparar viajes al sur con la condición de no usar la ruta del Estrecho de Magallanes para pasar hacia el actual Océano Pacífico. Fue así como se prepararon dos barcos de unas 360 toneladas cada uno, el Endracht (o Concordia) –se mustra la imagen- y el Hoorn, los cuales partieron de Texel el 14 de junio de 1615. Al arribar a nuestra Patagonia unos meses después, se incendió uno de ellos, el Hoorn. Y sólo el Concordia lograría la hazaña de doblar por vez primera el Cabo de Hornos en la fecha antes indicada, el 29 de enero de 1616. 




(*)Foto al pie con una imagen de nuestro viajero, en tierras de Navarro, provincia de Buenos Aires.

Amores en la Tierra del Fuego.

El explorador italiano Roberto Dabbene llega a Puerto Hope, una “pequeña ensenada rodeada por todas partes de montañas cubiertas de bosques y formada por uno de los numerosos fiordos de la costa de la isla Clarence.

En el fondo de la pequeña bahía, sobre el estrecho pedazo de playa pedregosa que queda entre el agua y la montaña. Al borde mismo del bosque que la reviste, se levanta un miserable wigwam, construido como todos de un armazón de ramas entrelazadas en forma hemisférica y recubierto con pieles y trapos. En ese triste y solitario paraje ha elegido su morada un extraño personaje, un tal Rey, español, el cual, desde hace varios años vive allí, en compañía de dos indias, por medio de las cuales se mantiene en buena relación con los indios alacaluf, que vienen de vez en cuando a venderle o a canjear las pieles de nutrias o lobos, pequeño comercio al cual se ha dedicado” (Un viaje a la Tierra del Fuego).

Corre el 27 de enero der 1902.  

Se trataba de un cazador que se había adaptado a la milenaria vida de los nativos, con sus típicas viviendas y sus hábitos de canoeros, que no daba muestras de añorar su terruño y, por el contrario, se manifestaba a gusto con llevar esa vida en contacto frontal con la naturaleza y las condiciones que le impone para su subsistencia. “Como la mayoría de los aventureros que recorren estas islas desiertas del archipiélago fueguino, ese individuo ha sido marinero, lobero, buscador de oro y parece que en seguida de algunos reveses sufridos en sus negocios ha venido a establecerse en este punto”.
La llegada del barco provocó interés del personaje, “izó en un palo clavado en la playa, delante del toldo, una bandera chilena a media asta, y a los marineros que fueron a tierra para la provisión de agua del buque les dijo que habiéndose muerto una hija en la noche, pedía al comandante el permiso para mandar hacer por el carpintero de a bordo un cajón y una cruz. Cuando algunas horas después estábamos por zarpar, se dirigió a tierra llevándose en el bote la fúnebre carga para ir a proceder al sencillo entierro de la pequeña india en un rincón del húmedo suelo de la playa”.


Dabbene continuó su viaje profundizando el conocimiento de la fauna y la flora de la región.


Calafate...



Calafate. 1. Trabajo de reparación de las junturas de la cala de los barcos, que se abrían en el caso de los cascos de madera por la acción prolongada del agua de mar. 2. Berberis Buxifolia. Planta que sirvió inicialmente a los navegantes para calafatear (hacer la cala). 3. El calafate es una planta espinosa de tallo duro del cual antes del uso de los marinos tenían por destino la construcción de flechas por parte de los nativos. 4. El fruto del calafate, que mancha de color violaceo la boca de los que lo ingieren- es utilizado para hacer mermeladas y dulces. 5. Es creencia que el que come calafate en un lugar…, vuelve.., por mar.., por más.



Calafateando. Calafateando vivo/ calafateando muero/ si me voy me desvivo/Y muero si me quedo/ si me quedo, te alejas/ y ya soy toda olvido/ y si me voy me atraes, fruto que no he comido/ fruto dulzón maduro/ que me estás atrapando/ deja ya que me vaya/ para seguir cantando/ Calafateando vivo/ calafateando muero/ no sé si quiero verte/ o si olvidarte quiero/ Calafateando. (fragmento) Graciela Gosgaya.

De nuestro libro, pronto impreso: APUNTES SOBRE LA FUEGUINIDAD.


DESCUBRIMIENTO DEL ESTRECHO DE LE MAIRE. La historia fueguina comienza por los bordes.




Es ante la llegada de los navegantes que en muchos casos solo están de paso, buscando otros destinos en oriente a donde los lleva el comercio.

Corría el 25 de enero de 1616.

La armada holandesa que partiera de Texel el 14 de junio del año anterior llegaba hasta este extremo del mundo, y procedía luego de descubrir su geografía a bautizar su entorno.

El estrecho, que habilitaba una vía diferente a la del de Magallanes para pasar de un océano a otro, se llamaría de Lemaire, como era el apellido del veedor e hijo del principal financista e la expedición Jacobus Le Maire.

Las tierras el naciente se llamarían De los Estados, en homenaje al parlamento holandés, que había autorizado tamaña epopeya; y las tierras del naciente como Tierras de Mauricio, en reconocimiento personal  al Estatuder, o jefe de gobierno de holandés en el momento de la partida, Mauricio de Orange.

Curiosamente con los años, vemos a lo colores heráldicos de lo Orange, bautistas de nuestra isla grande con el nombre de Mauricio formando parte de la bandera provincial.

En otro lugar el mundo el avance holandés impuso ese nombre, y luego los habitantes de ese lugar pasaron a ser los Mauritanos.., de Mauritania.

Un gentilicio que nos podía haber correspondido de haber tenido vigencia un poblamiento holandés en la región.


Y no se ve la bahía...


Viajamos rumbo a San Sebastián un itinerario que no realizábamos hace mucho tiempo. De pronto descubrimos una bifurcación a la derecha, todavía no habilitada..


Continuaremos por la izquierda, siguiendo el camino que nos conduce al Paso Fronterizo.



Desde este perfil distinguimos el horizonte lejano aun de la bahía...


Desde la altura del cerro este sería el panorama. Mostrándonos la hostería inaugurada a principio de lo 80 como un complejo de servicios y al turismo que explotaría por un siglo el Automovil Club Argentino. Vamos para allá,,,,


Pero al ingresa descubrimos que el nuevo camino es una barrera visual que impide ver la bahía, y que limita también el acceso a los que desde la Hostería caminan hacia la costa, examinan su naturaleza y luego bordaen hacia el sur buscando sus barrancas cavernosas.


Alguien penso que la nueva traza tendría este efecto?

¿Habrá sido el primer encuentro europeo con el pueblo Haush?

La crónica de los hermanos Nodal ,  españoles destinados a verificar los recientes descubrimientos holandeses pasa por un registro de los nativos del extremo oriental de la Isla Grande, los cazadores pedestres que con el tiempo serían identificados como los Haus, diciéndose de aquella experiencia:

Mientras se encontraban dedicados a la pesca y recolección de leña “bajaron ocho indios; y así como los vimos, nos retiramos a nuestra gente: tomamos las armas. A ese tiempo vieron de los navíos los Indios, y el Capitán Bartolomé García de Nodal disparó una pieza para que nos recogiéramos: todavía los indios se llegaron a nosotros, y como vimos que no traían armas ningunas, y que venían en cueros, desnudos, algunos traían bonetes de plumas blancas de páxaros, y otros algunos pellejos de carneros, con lana larga como los de España, y un pellejo de venado que trocaron por un capote, y hilo de lana de carneros, y correas de cuero adornadas con almagre: vinieron abriendo los brazos y dando voces a su modo, a, a, a  y arrojando los bonetes que traían en señal de amistad, con estos nos llegamos a ellos y de allí a un rato llegaron otros tres juntos: todos nos miraron muy de propósito  los vestidos y vimos  que se aficionaban a los que tenían ropillas coloradas, y pedían por señas. Dímosle cuentas de vidrio, y agujetas,  y otras niñerías.  Eran muy apasionados sin barbas algunas, y pintados todos las caras de almagre y blanco: parecían muy ligeros en correr y saltar: no se fiaban mucho de nosotros, por que no se llegaban sino a tomar algo, y luego se desunían, en particular los más mozos.

Luego los marineros de Nodal intentaron atrapar a alguno de ellos.

Era el 23 de enero de 1619.


JUAN DEL VALLE, será como dicen.

El pasado jueves falleció en su Comodoro Rivadavia Juan Domingo Carrizo, a quien comenzamos a conocer aquí como Juan del Valle.
Nacido en la capital del petróleo –hijo de padre catamarqueño y madre riojana- abrevó en casa de cantones en la esencia del folklore de esas provincias y cuando se trasladó a nuestra isla por 1978 acumuló nostalgias patagónicas, se aferró a la guitarra y buscó escenario para expresar lo que sentía.
Por entonces era mecánico de la firma SADE, pero pronto en la ciudad conocería los escenarios del O Higgins acompañando en la presentación de un disco a RAMÓN Barrenechea, y en el San Martín subiría presentado por el Dúo Acuña Corvalán.
Pero una actividad comercial le daría una trascendencia grastronómica, sería cuando se instale en Río Grande con el recordado “Choripapas”, rubro que trasladaría a su regreso a Comodoro –muchos años después-y que atendería en la calle Rivadavia, con su también recientemente fallecida esposa, Dora (con él en la foto) , en una circunstancia de la cual nunca se pudo recuperar.
Nuestro último diálogo con Juan tenía situaciones alentadoras: había grabado su segundo disco, y el primero –titulado Para voz Tierra del Fuego- había entrado en un concurso por el que se le editarían mil discos que permitirían encausar ese mensaje que incluía algunos temas propios, como el que le dio título a aquel cassette en 1993, y segundo corte –Yo te canto Río Grande-, uno de los pocos registros folklóricos que aluden nominalmente  a nuestro pueblo.
Ya hacía más de un mes que un ACV lo había derrumbado en su entusiasmo, y se sabía que difícilmente podría recuperarse, de múltiples lugares sureños comenzaron a llegar sentidas voces de lamento por lo se iba con él, que siempre contribuyó a la realización de múltiples expresiones del cantar popular en un medio tan plural como es nuestro sur.
Este “Mingo” de Comodoro guardaba en su historial andariego una salida de su casa a los trece años, y la construcción de un enorme mundo con amigos. Esos que en las últimas horas aparecen en Facebook lamentando su deceso.
Nosotros recordamos sus dos festivales provinciales que el luego dfe su partida en 1997 reedita en su ciudad natal con el agregado de Festival Provincial del Canto y de la Danza Popular Argentina; proyección de sus 18 años con la Peña de los Amigos espacio de concurrencia de los exponentes más australes.
En nuestra última conversación periodística nos prometió una visita, y el anuncio de un interés por que se reinstale su comercio: tal vez con su iniciativa, pero en otras manos, mientras él –desde los cotidiano- seguiría esperándonos en el Boullevar Rivadavia, casi en intersección con Patagonia, cerquita de la Rural, un espacio que se ganó después de tres años de gestiones.
Del Valle quisiste ser, como la evocación virginal de lo catamarqueños que nadaba por tu sangre sureña.



CARLOS AROSA, camionero del sur. Primera parte.


El invierno de 1995, el de la gran nevada, nos encontramos en casa de Juan Barría y Susana Dobronic con don Carlos. Estaba de visita entre una segunda generación de grandes amigos a los que había conocido desde los años 60, en sus travesías como camionero hasta la Tierra del Fuego.

Era el 27 de julio y con preguntas cortas y respuestas equivalentes comenzamos a ametrallar sus recuerdos.

-¿Cuándo se dio ese venir a Tierra del Fuego?
-A Tierra del Fuego.., fue por trabajo

-¿Cuándo se dio aquella oportunidad de venir a Tierra del Fuego?
-Creo que en agosto de 1969, o para esta fecha más o menos, para esta época.

-Usted había este momento, había hecho una experiencia de vida como transportista
-!Si, en la zona norte¡

¿Y cómo se inicia usted como transportista?
-En el año 60 más o menos, con camiones de combustible de afuera, a las zonas de las playas atlánticas: San Clemente, Mar de Ajó, Santa Teresita… 

-Es decir usted ya venía apuntando hacia el sur.
-Si porque en realidad soy casi de San Clemente, ¿no? ¡bah!, yo hice mi infancia en San Clemente (Don Carlos Pascual formó familia en San Clemente donde nacieron sus dos hijos: Carlos y María Angélica)… Soy nacido en San Nicolás, provincia de Buenos Aires. Y, el transporte lo empecé ahí, a andar de transporte, ¿no?.

-Con transporte de combustible. ¿no?
-Con transporte de combustible

-¿Y cómo se dio ese gancho para que usted comenzara a venir mucho más al sur, hasta la Tierra del Fuego.
-Porque fue por prescripción médica, dejé el combustible, entonces me puse en ir a Brasil, en viajar a Brasil. Y estando en eso, conocí a un señor que tenía transporte y que estaba para ir a Piedra Buena, Comodoro, en dos o tres oportunidades y después tuve a un amigo que la firma en donde trabaja

-¿Cuál era esa firma?
- Expreso Fueguino. Le alquiló un camión, a, como es, a un conocido mío. Y vine, yo con ese camión, la primera vez a Tierra del Fuego, que fue cuando con esa empresa, en agosto, en el año 69.

-Pues entonces no eran común esas travesías, era como que la Patagonia había necesitado del barco para integrarse en el transporte, ¿no?
-Si la verdad que si, se trasportaba mucho en barco. Y había habido un período de tierra de frontera por la aftosa, ¿no?, entonces se abrió la frontera y acá o faltaba barco o algo así y fue cuando yo vine con ese camión, en La Fueguina

-¿Usted pensó que esa experiencia iba a durar tantos años? ¿Porque finalmente ¿cuántos años usted estuvo comunicándose?
-No, fue un viaje ocasional y después me pidió un gerente que tenía que tenía la empresa allá y era con otro camión, porque éste no andaba, no era rentable, aparte no estaba en condiciones de viajar. Y así seguí, hasta hace dos años, más o menos.

-Porque aquí tener camión, ¿de qué tipo era?
-Un Mercedes, pero casi solo y no estaba en condiciones de  viajar, no tenía condiciones el motor. En realidad, la empresa no podía pagar un arreglo de esos, para…, más el tiempo en el que se tardaba. Seguí con otro camión
                                                                      
- O sea que el nombre definitivo del camión en el que usted va a venir, ¿cuál va a ser?
-Primero un Mercedes. era un Mercedes 632, de esos grandes. Tuvimos un problema en la parte de Chile, porque no se podía pasar Gaviota en esa época, entonces dábamos la vuelta por Sombrero y y de ahí, era bastante malo el camino, porque…, para tanta carga, ¿no? Y bueno, después igual se encajó, lo sacamos, igual llegamos

-Y ¿cuál eran las primeras cargas que traían? ¿Qué era lo que traían y qué era lo que llevaban?
-En aquel entonces, se traían comestibles, tanto fiambre… y era un camión. Se traía fiambre. Prácticamente, la parte de frío no se necesitaba porque era invierno, ¿no? queso, fruta, todas esas cosas, comestibles y,  también los otros para las fábricas CAMI, cola y esas cosas que necesitaba para hacer el terciado.

-En ese momento todo eso estaba en auge
-Todo. Se trabaja mucho.

-Y Usted, ¿qué comenzaron a llevarse?
-Y, ¿de acá? Se llevaba lana, el cuero, turba, madera terciada, madera en tablones, o machimbre, todo eso. Era una producción pequeñita. Era bastante en esa época, ¿no?.

-Don Carlos, ¿cuánto duró ese primer viaje de Buenos Aires a Tierra del Fuego?
-¿A Tierra del Fuego? Algo de siete días. Solo ¿no?, pero igual era costoso, porque había que ir por Punta Arenas, porque La Punta Delgada estaba cerrada, no había barcaza. Entonces a Punta Arenas, de Punta Arenas a  Porvenir, La Melinka. Y en Porvenir, Sombrero y de  Sombrero para abajo por Onaisín. Mirá y a eso, a San Sebastián.


-Eso significa que por lo menos se alargaba un días más de viaje.
-Si, un día más. Parece que en siete días creo que en camino.

-¿Y el viaje de vuelta?
-Y bueno el viaje de vuelta también se hizo por Punta Arenas, pero no fui por Sombrero. Me fui derecho por Cámeron, y ahí había una Hostería bastante arreglada para un camión solo, ¿no? Y entonces costó un poco

-Si
-Entonces costó un poco, pero también un buen estilo, ese camión.

-¿Toda esa travesía la hacía usted solo?
-Si, a veces si, a veces venía alguno a acompañarme, más bien a conocer venía.

-Algún es curioso
-No, amigo siempre de casa. Y así me comencé a quedar, a tener mi familia, acá también había gente que empecé a conocer.

-Para que la soledad del viaje no fuera tan…tan larga.
-Además porque uno siempre trata de ser, no digo hospitalario si no que le gusta que la gente conozca, ¿no? Así después de todo. Soy de familia doble: los chicos fueron a vivir, a la ciudad a Buenos Aires y después por la fatalidad.(Hace referencia a la familia Dóbronic)

-Con Antonio, con Ricardo… muy traviesos los chicos.
-Y  después que fuí por primera vez con mi hija Angélica...

-Don Carlos, de los viajes, hablamos del año 69 -70, ¿con qué frecuencia se hacían?
-Y más o menos un mes, un mes tardaba de ida y de vuelta. Para allá había menos. Se volvía tarde. a veces se llegaba tarde acá. Pero siempre, casi siempre era poca la estadía  Pero acá,, a veces por temporada, muchas veces por, se retrazaban los viajes por los temporales de la barcaza. La barcaza  era chica y entonces, los equipos grandes, era muy costoso pasarlos y demoraban un poco, ¿eh? 

-Pero las dificultades no estarían siempre aquí en la zona de Tierra del Fuego, sino que me imagino que Patagonia arriba, en la ruta 3, dejaba mucho que desear.
-Si también había mucho. Por ejemplo en la zona de Chile- Gaviota. Era muy difícil pasarlo en la época de la guerra y después otra zona, de Gallegos para adelante, con el turismo interno y externo de Gallegos,  también esa zona, de mucho deshielo y se inundaba todo, quedaba todo bajo agua y las tierras son, todas tierras ripiosas, ripio y greda y enseguida se hace suela, encajadura y eso,  estaba a la orden del día ahí.

-Además usted comentaba en aquella época, que la ruta de Tierra del Fuego, del lado chileno, adolecía además de una falta de señalización..
-… Si no había mucha…, no se. Eran huellas, como decir huellas destinables, casi todas esas huellas las hacían para los pozos de petróleo, zonas de Sombrero, Cullen, Gaviota, todo eso, ¿no? Y no era una ruta bien marcada, ¿no?

-Con lo cual Don Carlos hacía más enmarañado el viaje.
-Si. Bueno. La ruta no… No se perdía más, se buscaba la mejor huella. Y a veces si, porque había que ir por la zona de Gaviota y a veces tenía que ir por la zona de Flamenco. Se cortaba   por la zona más o menos, sería de San Sebastián.



- En algún momento de todos estos años, a usted con estos viajes, ¿los conflictos internacionales lo perjudicaron en la travesía?
-Y fue algo que, creo que en el 78 fue, que no se dejaba pasar  y me fui en avión y volví después volví de vuelta en el auto si y  viajaba, a veces…

-Fue cuando se hablaba de la casi guerra.
-¡Claro! Asi, cuando en esa época. Yo salí de acá el 18 de diciembre y volví en los primeros días de enero y después ya no pude salir más y salí en avión y me fui en avión y después en el camión en el que yo andaba se fue otro compañero mío porque yo estaba muy enfermo. El 15 de febrero, una cosa así porque estuvo  cerrado. -Después hubo otro febrero más, más de cerca, no me  acuerdo bien,  hubo un cierre de frontera por unos militares, creo que eran..

-Era la época de Galtieri
-No sé. Militares argentinos, o un Ministro del interior

-Y ese corte de tierra le agarró a usted
-Y me agarró en… en Gallegos

-Viniendo
-Sí. ¡Ah no! , ese corte de Gallegos me agarró así! Fue en el 78, cuando el lío del 78. Entonces yo venía con una fiesta grande, que se hacía en el Puente de Río Grande y como era tierra todo eso y en Chile dijeron que era material de guerra, ¡bah las cosas estaban así! Y me tuve que ir a embarcar a Punta Quilla y ahí estuve creo que 18 a 20 días…

-Pero, se embarcó con camión y todo
-Con camión y todo

-Hasta Ushuaia
-Hasta Ushuaia y llegué a estar hasta el 25 de Enero en Ushuaia y fue todo un lapso que no pude pasar por Chile. Y después me fui en avión y recién en febrero se pudo pasar algo, algo el,  el 23 – 24  de febrero se puso pasar algo, de vuelta con camión. Pero en mí, lo mío no se cortó, no se cortó, fue el pase de la ropa y la comida por Chile

-Todo lo demás era material estratégico
-Si estratégico, pero de eso no, no dejaban pasar. Ni la madera de acá, ni la… No, la lana siempre acá, jajaja. Así que, esos problemas fueron cortos, no fueron muy largos. El problema más grande fue el camino, que en otra época, también me acuerdo, la zona de Magallanes se cortó el camino, se cortó ahí, seguido.

-¿Motivo?
-La lluvia. En ese lugar casi nunca no llueve tanto y entonces el agua socaba los asfaltos y entonces lo borraba el camino.

-¿Cómo lo descalzó el asfalto?
-…Se empieza a llenar e una alcantarilla y filtra por el ripio, porque es de mucho ripio, entra el agua y lo cortó y se lo llevó prácticamente y entramos a cinco metros, seis metros

-Y con eso quedó aislado Santa Cruz, Tierra del Fuego, el resto del país
-Y bueno ahí se cortó del todo la aislación, sino porque, se podía o volver o ir por caminos de la cordillera y salir por pavimento y entrar a  Comodoro y después de estos problemas, bah, los problemas de todo el invierno, ¿no?
Yo nunca tuve mayores, digamos…vuelcos en la ruta. Uno sólo acá, en la salida en la plaza, ahora ya no existe, está el asfalto. Después unas encajadas si, que son muy comunes acá

- Eso también es problema a veces por la cantidad de carga que se lleva acá, ¿no?
-Si, el suelo era mucho más blando, no había tanto tráfico, entonces no se afecta tanto el camino, no había tantas máquinas de vialidad, las acantarillas se rompían y entonces pasaban todas las cosas, ¿no es cierto?

-Y no se podía andar muy rápido
-¿Rápido? Y eso, la velocidad no corría, no. Salvo a veces. Se pasaba máquina y se mantenía un poco el camino, pero con los vientos los caminos acá, los caminos nunca fueron muy buenos, ¿no?

-Don Carlos Arosa ¿cuál era los puntos de parada que tenía un caminero, Usted, saliendo de Buenos Aires hacia la Tierra del Fuego.  A ver, vamos a imaginar un viaje: Usted salde de Buenos Aires, de dónde sale con el Expreso Fueguino
-Saliendo de Buenos Aires, por lo general en esa época, nosotros salíamos de una etapa en un día, salíamos al otro día. El camino ancho, 300 Km más o menos, con la máquina que teníamos antes, eran bastante común, ¿no? Dieciocho horas, más o menos. Íbamos a Bahía o a Dorrego, un poquito antes de Bahía. Y después de ahí para acá, ya los kilómetros no eran 700, ya al otro día bajaba, a lo mejor 500, pero no sé, igual siempre caminaba muchas horas uno, porque como siempre los trabajos éstos fueron tanto por kilómetro por lo general, siempre uno traba de hacer algún manguitos más caminando, más…  Y por eso se tardaba acá, cinco días, seis días en la epoca en que todavía no era digamos, en el tiempo de verano o sea que, no había tanto asfalto. Por ejemplo, uno salía de Bahía y tenía 120, 140 kilómetros hasta Pedro Luro y después empezaba tierra, camino al sur.

-Camino a la Patagonia
-Si, muchas veces se ponía malo porque llovía y así los caminos de Viedma para abajo. Después había unos caminos de asfalto recientes, hechos de 15 kilómetros. Toda la zona de Sierra Grande, unas polvaredas y a veces no se veía por la tierra que había, ¿no?, tiempo de verano

-¿El viento ofrecía esa dificultad? ¿era el polvo? ¿La fuerza del viento no era una dificultad para moverse?
-Cuando era de tierra no tanto, porque la tierra te lleva más despacio, pero cuando estaban buenos los caminos, uno podía caminar más o menos a 55, 60 kilómetros, el viento venía a 30… le restaba 15, 20 kilómetros, así que cambio de baja y déle cambio de bajar nomás. Más que las máquinas de entonces no eran tan grandes. Antes contamos, por ejemplo en el año 72-73, los motores más grandes que habían eran un Fiat.., un Scania y con ellos igual se ponía pesado, entonces yo andaba con un tipo de coche de acoplado, anduve cuando me fui 11 14  ya andaba 17, 18.000 kilómetros  No, digo yo, siempre andamos a los pedos, cuando nos agarraba la balanza teníamos que esperar a que se fuera, ¡jajaja!

-¿No fue El Expreso Fueguino que tuvo esos camiones españoles marca Pegaso en ese momento?
-Mmmmmmmm, no, no, -mmm-, Pegaso, había un hombre acá Silva, después había muchos camiones Pegaso. Y bueno como digo, después cuando, ya que se hizo el asfalto de Piedra Buena a Gallegos, se hizo 50 kilómetros casi, ahí si el viento molestaba, porque siempre le agarra por el costado, ahí. Igual que cuando se hizo todo el asfalto  que estaba una parte hecha en aquel entonces de la avenida de Julio de Trelew. Bueno ahí molestaba el viento porque le agarraba, no había un tres cuarto de frente, ¿no?. El corte de costado y siempre predominan del oeste, entonces para venir es malísimo. Ahora cuando veníamos de vuelta  le ayudaba un poco, si.

-Don Carlos, ¿cómo repercute este tiempo de trabajo en la salud de quién conduce? Usted me dijo en algún momento que por razones de salud, dejó de transportar combustible, por ejemplo.
-Y bueno, eso es hay físico que levanta mucho y hay físico que no. Pero yo me aguanto bastante hasta que por otras razones, no tanto del camión, sino la razón, digamos de salud mal atendido, entonces lo dejé al camión, sino para qué, quedaría en la vía.

-Difícil también atender la salud, cuando un día se está aquí y otro se está allá
-Lógicamente si quería pedir un tratamiento, yo durante varios años respondí a un tratamiento, de un churrasco nada más, no podía consumir conservas, cosas así, cuando uno  se queda por esos lugares y tanta lluvia si tiene algo para comer, tiene que comer lo que tenga, jejeje, no puede ir a buscar el churrasquito… Y después bueno…

-Lo que se escucha por acá es que los camioneros comen muy bien. A vos te dicen: donde come un camionero, hay que parar porque se come bien y barato, ¿es cierto en la Patagonia?
-Es cierto y creo que en todas partes de Argentina, no conozco mucho, mucho,  el Norte, aunque he ido a Catamarca, Tucumán, Misiones, pero creo que el camionero es una cosa que busca los lugares, si en lugar lo tratan más o menos mal, no va más. Entonces si le dan comida calentada y eso está acostumbrado a comer comida recalentada y entonces no quiere parar en esos lugares y por eso que mucha gente se arriba adonde están los camiones porque es una buena señal.

-Así es como dice el dicho: Nunca vayas a parar donde veas a los perros flacos, pará donde veas a los camioneros porque seguro hay buena comida
-Eso seguro. Y bueno y otra cosa que ha cambiado los camiones de hoy son 11 14 de aquel entonces como aquel acoplado con el que yo vine acá es de 140 grado y los de hoy es de 360 a caballo. Un Mercedes hay 310 caballos y las cargas son las mismas… Hoy es mucho más rápido

-Hay velocidad
-Hay camiones que andan en rutas buenas a 100 kilómetros y las gomas son más buenas. En aquel entonces tuvimos un juegos de goma metálicas era muy difícil. Uno porque no había y si había eran muy caras. No se podían comprar, ¿no? En cambio hoy, todo lindo no sale caro porque son más común.

- Y hoy vio don Carlos que hacen carreras
-Acá es una cosa que el camión ha progresado mucho y por eso vamos a tener carrera de acá también. Yo voy a ver si con el camión puedo ir a competir en algo

-O como para llevar todo lo que se pueda llevar
-Claro. Y otra cosa también es que los caminos están, hay más cantidad de asfalto, casi prácticamente no hay que aguantar del tramo de Gallegos a Monte Aymond y de la parte de Chile hay varios kilómetros para aguantada también

-Al menos el tramo de la ruta internacional a Punta Arenas, ¿no? La parte continental
-Claro, claro. Bueno, yo hace mucho que no ando por allá ahora, pero no se si no hay más asfalto en Chile. En la parte de Gallegos han acomodado bastante ¿no? Y de Gallegos es muy bueno.
Yo conocí, la primera vez que vine, para cruzarse con los camiones había que encajar uno y después con ése cuando el que pasara porque era huella nada más. Después cuando se hacía la huella, el que salí afuera seguro que se encajaba y el otro lo ayudaba, tirándolo que era una forma de salir de la huella, en el hielo se ahonda mucho y no sale fácil.

-Así que esa era la maña que había que hacer
-Había que hacer hoy en día no sé si hay mucho compañerismo, pero  antes, había mucho compañerismo. Uno se prestaba la llave uno a otro. En una oportunidad, bajando de Trelew  a Comodoro dormíamos cinco camiones juntos y teníamos camas para dos nomás..