LOS PUENTES DE LA MEMORIA.2

 

Reconstrucciones

 

“Cuando en este mundo mandaban ellas, trascendió la mentira/verdad que sostenía el orden social, y comenzó la gran revolución de los hombres”.

 

Mujer, golpeada y sola.

Fue en un minuto: arco de luz en el horizonte, calco blanco y azul sobre el agua calma, bola de cristal prediciendo el pasado. Luna llena.

 

Kree escapando nuevamente al asedio del sol.

 

Tal como lo hiciera en los albores del mundo, cuando la tierra dejaba de ser lisa y plana, dura y seca, y el cielo estaba mucho más bajo que hoy en día, y no se sabía del frío, la nieve y el deshielo, en los tiempos ignorados en que las mujeres gobernaban sobre los hombres.

 

Pero era en aquel entonces: sobre la Tierra del Fuego caminaba el sol y la luna, las estrellas y el viento, los cerros y los ríos tan humanos como los selknam, y las mujeres gobernaban sobre los hombres.

 

Los hombres debían permanecer obedientes en el Kowi, la choza reparo en el ámbito doméstico, cuidando del fuego para asar la carne, trabajando el cuero del guanaco o del lobo, y al cuidado de los pequeños que las mujeres parían y olvidaban.

 

Si había algo importante que discutir en la comunidad eran las mujeres las que sentadas formaban la rueda de las deliberaciones donde nunca pero nunca podrían participar, ni siquiera asistir, un hombre, por más fuerte que fuera e inteligente que pareciera.

 

Kree, laq más astuta de ellas, comprendió que debían reservarse a perpetuidad las mujeres el dominio de la sociedad  tribal, evitando toda forma de rebelión e insumisión masculina. Kree, la temida hechicera trazó en aquella Era sin muerte  los tácitos reglamentos de la organización secreta primigenia y por él construyeron a cierta distancia de sus viviendas un cono de troncos de lenga en el cual podrían reunirse cada tarde.

 

Y cuando la noche oscura, aún sin luna, aún sin estrellas se precipitaba sobre la tierra lisa y plana a la luz de las fogatas, los hombres aterrorizados contemplaban como emergían de las sombras esos seres atroces, de cabeza de corteza y variado pelaje, saltando y brincando. De a una, en pareja, o formando largas filas; las mujeres disfrazadas aferradas con su traje al rol asignado por la primera ideología de la dominación que conociera la Tierra.

 

Kreen supo al fin por su esposa, la hechicera, y otros hombres también fueron informados que esos seres descendían del cielo, o surgían de la tierra, para encontrarse con las mujeres reunidas en la Choza Grande a la que respetaban en su condición de tales, pero esa suerte no correrían los machos si se atrevían a acercarse al círculo sagrado, el ámbito femenino.

 

Sólo por las mujeres sabían ellos algo de la naturaleza de este mundo mítico fantaseado pro las mujeres. Xalpen averiguaba siempre sobre el comportamiento de los amos de casa, y otro ser del cielo o de la tierra determinaba las tareas que el hombre debía hacer para salvar su vida; más era Kree, la mujer luna, la gran determinante de las funciones sociales y las mujeres, en su ámbito de poder salían turnándose y cada tanto a la viviendas para traer los tributos del asado y llevar las noticias del inframundo.

 

Todo fue así en la era sin medida, hasta que Kreen, buen cazador y experto corredor –extenuado por la carga de un guanaco muerto- se sentó tras unas matas muy cerca de la casa ceremonial. Y desde esa espesura pudo asistir al diálogo que dos mujeres sostenían junto a un río, mientras recubrían su cuerpo con el ocre y el blanco cromático de los seres mágicos que se manifestarían algo más tarde. Tenían la burla por los hombres, de continuo en sus labios y sus gestos. Kreen vio que eran sus hijas... y comprendió cómo los habían engañado.

 

Esa noche los hombres deliberaron en secreto en el campamento, la Gran Revolución se puso en marcha.

 

Así salieron con sus nudosos garrotes para que –en la furia del engaño- golpearan una a una a sus mujeres,  a sus madres, a sus hijas, a todas: ¡hasta matarlas!

 

Sólo Kee tendría mejor suerte pues al ser golpeada por su esposo sol con un leño encendido tembló a cada golpe el firmamento, y en la vacilación de Kreen descendió el cielo para que tomara la altura donde se la sigue viendo con el rostro quemado por el leño tizón y perseguida infructuosamente por el vengativo sol, padre de la rebelión masculina.

 

Cuando al amanecer los hombres regresaron al campamento eran las niñas pequeñas, por ellos cuidadas con amor maternal, las únicas mujeres sobre la tierra.

 

Salvadas en su inocencia, en su ignorancia del mundo fabulado por la luna, verían al llegar a adultas como desde la enigmática choza de los hombres, dueños ahora del secreto del engaño, harían aparecer extraños seres antes personificados por sus madres que les infundían el temor necesario para nunca revelarse a la autoridad masculina.

 

Pero cada cazador sabía que esa luna a veces tan roja de ira alzándose sobre el horizonte en una eterna fuga del sol, se manifestaba con la maldición de su caída.

 

Alveré Dipilato, y un nuevo aporte a la cinematografía sobre Malvinas.

 


El viernes 21 asistimos en Cinemas 4 a la proyección de “Vigilia. El estado de quien permanece despierto”, película que es producto del trabajo de una joven realizadora mediante la cual se sustenta la extensa información del historial de nuestras reivindicaciones sobre el archipiélago malvínico.

Entramos a conocerla por mayo de 2022 y desde entonces a la fecha hubo ocho meses de trabajos desde la Tierra del Fuego uniendo ideas, voces e imágenes del escenario nacional y fueguino, sumando representaciones de entidades, intelectuales, protagonistas de la gesta de 1982,   músicos y actores.

Todo comienza con un relato estremecedor cuando Norma Noguera, examinando ejemplares del periódico familiar –La voz fueguina- nos hace viajar con cálida voz al origen colonial del conflicto.

Y luego por una hora recorremos paisajes y circunstancias que nos lleva a apreciar como estando acá también estamos allá, es decir: la Isla Grande, y las islas irredentas.

Hubo momentos en los que el silencio avanzaba y entonces la sala sentía el escurrir algunos suspiros de la concurrencia, apreciación que nos era cercana por estar situados inmediatamente atrás de los veteranos riograndenses.

“Vigilia..”, se instaló como un proyecto de divulgación reclamado desde el Ministerio de Educación de la Provincia, haciéndonos saber que la proyección de la misma recorrerá salas de proyección en ámbitos diversos, pero por sobre todo.., en los lugares donde se enseña sobre la valorización sobre esta causa nacional.

El título reclamaba visualizaciones más extensas sobre las conmemoraciones que tienen por protagonista a nuestro pueblo, cada año entre el 1 y el 2 de abril, haciéndonos suponer que de futuro otras realizaciones fílmicas podrían abundar sobre esa conexión entre en ayer, el presente y futuro de nuestra provincia.

Pero para el caso sólo nos queda sellar este comentario que el aplauso que acompañó fielmente la presentación.

 

 



LOS PUENTES DE LA MEMORIA.

 



 

Ayer Esteban Rodríguez se preguntó sobre la supervivencia que podría tener mi tarea de escriba en este espacio fueguino, pregunta que se me ha hecho en más de una oportunidad sin que logre saber el real interés para que eso ocurra.

 

Entonces hice Memoria sobre muchas cosas, y cuentas sobre el tiempo vivido. Y pensé que me debo una regalo por mis 70 años, algo que me reconecte con todos ustedes. Entonces pensé en reanimar mi blog Mensajero del río, volcando en él algunas cosas escritas en otro formado que no llegaron a tener una nueva publicación.

 

No sé si sabrán que en un momento, los días del corralito, me presentaba Gabriela Bersier en el Leandro N.Alem –en una Feria del Libro- una serie de relatos escritos por 1991 en el naciente diario El Sureño. Venía con la idea de volcar al libro lo que había sido carne cultural en las ediciones del diarios una década después.. Y seguir así de futuro. Pero Domingo Cavallo ayudó poco en ese intento de resurrección, y las páginas reescritas por Verónica Angelosante se fueron acumulando con algunas demoradas esperanzas.

 

¿Y qué voy a hacer  con todo eso?

 

Heme aquí tirándome a la pileta, con esta invitación a quien sepa aceptarla. Son trabajos del segundo año de Rastros, retitulados como Puentes, con la esperanza de reconocernos en ellos.

 

***

 

A modo de prólogo…

 

 

 

Plegaria

 

“Por mi cielo, por mi tierra, por mi aire y por mi agua. Por nuestro cielo...”

 

Uno Uno.

 

El golondrina llegó, miró –exploró sería el término correcto- y enseguida se fue. Otro barco, Maria Auxiliadora, desembarcó hombres de negro que armaron en sus costas un caserío que de inmediato devoró el fuego.

 

Más llegaron por mar, algunos con ovejas, con maderas, ninguno con dinero. ¿Quién fue el primero que trajo mujeres? Al sur se levantaron estancia y grasería, el ferrocarril le dio otra forma, el muelle entró en tus aguas, un navío se posó a su lado y te retiraste para dejarlo inmóvil en el seco de la costa; esta vez, y mil veces más.

 

El norte nació boliche. Una casa, otra... varios ranchitos: los indios ya no eran los únicos que desafiaban tu cauce.

 

Con bote de remo se unieron tus dos márgenes, una ola se llevó a Lisbó con todo su pasaje. Platillo armó una lancha con un motor de automóvil para llegar así al único hospital que está en el frigorífico, llegan gente para el Lucho, cruzan chicos para la escuela, alguien en la proa empujó un témpano. Un peón que no encontró lugar en el bote, nada en julio. El cadáver de un pescador pasa flotando, sólo las botas llenas de aire se muestran sobre la superficie relampagueante del deshielo.

 

¡Qué rápido! Qué rápido cambia todo.

 

Del viejo puente colgante se llega al nuevo de cemento y, casi al unísono, se inaugura otro, más al sur, enorme, imponente, denso... donde el pueblo ya no es un pueblo. Los barcos desaparecen y con ellos su afluencia de gente de mar y playa. Por la ría ingresan navíos anfibios de combate, los hombres visten de verde. Alguien tira las redes donde antes desaparecieron las achuras de las faenas, dinamitan uno de los muelles. La ciudad crece y va tan rápido que no puedes verla.

 

Una noche de verano se enciende una fogata y bendicen tus aguas, otra madrugada figuras tristes te halagan con flores importadas. En la breve penumbra de la primavera aparecieron en la arena cercana, hombres y mujeres enamorados.

 

Los chicos arremeten juntando algas y caracoles de tus bordes, se destruye tu malecón y un barrio aparece. Un muro pone distancia a la gente que no se da cuenta que existes, que no sabe del mar. Máquinas extrañas se adueñan de tu orilla.

 

Es sólo un momento en tu milenario pasar. ¡Tanto has vivido río! Tu cuerpo mineral en este instante, que es toda nuestra historia, se ha renovado entre los efluvios de la montaña y el orgasmo del océano, aquí, frente a las arenas de mi gente.

 

Y tu silencio de siglos –hoy más frío y neblinoso- ha querido transmitirme con rumorosos testimonios la nostalgia poética, los imposibles que has visto desde que los hombres de este suelo se apropiaron de tu mar y de tu orilla, para de tu ser hacer nuestro Río Grande.

 

Espera… ¿No te olvidas de algo?

 

 

Dos Dos

 

Acuérdate de mi señor...

 

Y cuando a ti te nombro lo hago con mi pueblo, ese que tanto tardamos en fundar, porque aquí se acumularon ambiciones y esperanzas y de su fértil medida se levantaron paredes y casas, calles y senderos.

 

Y el fuego que da nombre a nuestra isla fue nuestro primer verdugo llevándose, al humo de los vientos, empeños e ilusiones. Y el río, puntal de nuestras radicaciones, con vértigo de hielo congelo en muchos inviernos las formas de la muerte.

 

Ardió el hielo en una noche de San Juan derribándolo a Piñero. Hervía de brumas la primavera dibujando la enorme figura de mi padre ente las tumbas de los que pasaron antes y repaso en mi memoria la cosmogonía de los hombres de los hombres simples que hicieron nuestro campo, con la sola familiaridad de un perro, con el título nobiliario del sobrenombre.

 

De todo esto hicimos legra en Rastros en el río y tu ya sabes por qué, así que déjame que te implore...

 

¡Acuérdate de mi señor!

 

Déjame recibirte nuevamente y será con la banda del Padre Méndez un día de la independencia; desfilaremos por las calles hasta el Hotel de Kopesky que ahora tiene  nuevo dueño, y más tarde, La Verdad o Radio Misión darán los detalles de todo lo que ocurre.

 

Busca a mi gente que sufre, en el parto de la mujer de Camahueto o en el sentido del deber del médico que revienta camiones para llegar al Lago. Déjame que te muestre como un hombre solo puede construir una escuela.

 

Y permíteme ser niño nuevamente para perder al pasajero de mi carretilla en las cunetas de Recus, disfrutar de los partidos en el pedregal del San Martín, ver como con Lola viene el final para mi raza vieja, y extrañar a mi madre –enferma y lejana- el primer día de carrozas en primavera, el año 66.

 

Acuérdate de mí señor...

 

Pero también del hijo de Anita, de la abuela de Juan, de los clientes de Federico Ibarra, de los indios que no aceptaron el agua del bautismo, de las mujeres de nuestro campo, de los funcionarios golondrinas, del consuegro del chilote que por él hoy también es pionero, del ruso Zozonof, con cuyos huesos aprendí anatomía, del nuevo vecino que con chapas y madera urbaniza la rivera.

 

Fueron mudos protagonistas que quieren crecer y crecer, y a los que dimos vida en los pórticos dominicales hacia el ayer que encontramos en El Sureño.

 

Acuérdate señor de todos.., cuando estés en Buenos Aires.