Cartas Salesianas “Se presentaron en nuestra casita tan sucios y llenos de fango que daban asco”


Río Grande de la Tierra del Fuego

12 de abril de 1894.

 

REVERENDO SR. PREFECTO APOSTÓLICO:

 

Ya desde un principio nuestro más grande deseo era  recoger en nuestra morada á algunos de los muchos Indios que viven en esta grande isla.

El viernes santo por la mañana vimos en la parte opuesta del río, y precisamente frente á nuestra casa nueve Indios seguidos de mujeres y niños y de una multitud de perros.

A tal vista, lleno de alegría, mandé luego á su encuentro con una barquita al hermano Juán Ferrando (foto), al indio Miguel Calafate y al coadjutor carpintero Roberto Aravena, los que, cambiadas algunas palabras, volvieron inmediatamente trayendo consigo tres Indios. Estos dijeron que eran de la bahía Tetis, la última al sur de la Tierra del Fuego, que, habiendo sabido nuestra llegada al Río Grande, se habían unido para venir á visitarnos, y que los otros esperaban que el agua del río bajara con el reflujo del mar para poder pasar, como en efecto lo hicieron.

Estos Indios de la Bahía Tetis saben un poco el español, y uno de ellos en modo particular llamado Copello, se hizo entender bién. Nos dijo en nombre de todos que ellos eran buenos, que venían como amigos y que á la orilla opuesta estaban sus familias, las que al día siguiente vendrían á visitarnos, porque saben que les queremos mucho y que amamos de un modo particular á sus hijos.

Principiamos por demostrarles que verdaderamente les queriamos bién:

Les distribuimos galleta y dimos á cada uno una manta de lana para cubrirse, y después los despedimos diciéndoles que los esperábamos al día siguiente y que les regalaríamos camisas, pantalones y otras cosas.

Al amanecer del día siguiente vimos descender de las alturas del río una interminable columna de gente, cubierta con pieles de guanaco y seguida de una infinidad de perros…se acercaron á la orilla, y, apenas el reflujo del mar se lo permitió, pasaron á nuestra orilla. Los mayores ayudaban á los pequeños, y las mujeres á más de llevar á los niños, venían cargadas con pequeños bastoncitos, pieles, cuerdas de cuero, cubos de corteza, canastillos, piedras para las flechas y con yesca para el fuego, etc., etc. Colocaron sus tiendas á nuestro alrededor.

A las dós de la tarde todos habían ya pasado el río, y habían depositado sus utensilios sobre nuestra orilla. Se presentaron en nuestra casita tan sucios y llenos de fango que daban asco. Distribuimos una manta á cada uno de los mayores y media á los menores; después pasamos á la galleta, á los confites y á otras golosinas, que eran recibidas y comidas con signos de alegría y de reconocimiento. En honor de estos pobres salvajes  debo decir que en general los hombres llevan una sola piel de guanaco sobre los lomos, pero las mujeres y las niñas van cubiertas desde el cuello hasta los pies, de modo que servirían de ejemplo á ciertas personas esclavas de la moda.

Recibidos estos regalos, las mujeres fueron á levantar sus tiendas á unos doscientos metros de nuestra casa, y los hombres se desbandaron.

Estando siempre alguno de nosotros haciendo de guardia, les dejábamos entrar en casa, haciéndoles comprender que debían respetarlo todo, y se mostraron muy dóciles á nuestras indicaciones.

A las cinco sentimos un grito, y en un momento todos los hombres se retiraron á sus tiendas, donde las mujeres habían encendido el fuego, del que se alzaban columnas de humo. ¿Qué había sucedido?- Pregunté al indio Copello  y me respondió que por el norte se veían venir á otros Indios (del cabo Sunday, á unas 11 millas de distancia) y que por lo tanto ellos se debían preparar para la defensa. En efecto, preparados los arcos y flechas, salieron de sus tiendas y se dirigieron hácia aquella parte; como unos doce formaron la vanguardia, y el cuerpo, compuesto de unos cuarenta, se detuvo á poca distancia de las tiendas.

Poco después llegaban algunos Indios seguidos de otros muchos; todos traían consigo á sus familias, sus utensilios y sus perros. Después de algunas reverencias de ambas partes, la vanguardia les dirigió la palabra y parece les respondieron amigablemente; el hecho es, que sin demostración alguna hostil, los dejaron venir á nuestra casa, donde recibieron los acostumbrados regalos,  y se retiraron con signos de alegría á levantar sus tiendas á cincuenta metros distantes de las de los otros.

Este fue para nosotros un verdadero día de fiesta: al anochecer hicimos cocer dos grandes calderas de carne y judías, que distribuidas á nuestros huéspedes, las devoraron con gran satisfacción.

Al día siguiente volvió cada uno á tomar su ración de carne y de judías, y nosotros aprovechamos aquella ocasión para enseñarles nuestro modo de guisar, que llamaba mucho la atención. Al tercer día principiamos á hacerles algunas instrucciones religiosas. ¡Buen Dios! ¡Qué feliz combinación! En el mismo día en que el mundo recuerda el gran misterio de nuestra redención, principiaba para estos Indios su instrucción cristiana.

Don Delturco y los hermanos Ferrando y Ronchi contaron los Indios que han llegado hasta ahora; son ciento setenta. ¿Dónde hallaremos víveres para mantener tanta gente? Y advierta que estos Indios no son los que vimos el año pasado en nuestra exploración; ¿qué haremos cuando vengan también ellos? Para atender á la civilización de todos estos Indios como conviene, no basta el personal que tenemos. Sé que V., amado Señor Prefecto, hace cuanto puede por esta Misión; pero ahora es absolutamente necesario dirigirse á los Superiores de Turín. Y rogarles hagan lo que puedan para ayudarnos y lo más pronto posible.

Con la primera embarcación que vaya á Puntarenas, mandaré al hermano Verguéese, que le llevará la nota de cuanto nos falta. Reciba los saludos de todos nosotros y bendíganos juntamente con los Indios.

 

Afmo. Hijo.

JOSÉ BEAUVOIR, Pbro.

 

Como vé, Rdmo. Señor Don Rúa, las necesidades són grandes y es necesario que V. R. nos ayude, como dice el Director de aquella Misión, y que nos ayude con personal y con medios materiales. Esta es verdaderamente obra del Señor, y la Congregación Salesiana, que la ha emprendido, es necesario que la sostenga. Quiera por lo tanto indicar esta obra á la caridad de los beneméritos Cooperadores Salesianos tanto en las conferencias como en el Boletín y las circulares; quiera también indicarla en las cartas á los Directores de las varias Casa y Noviciados Salesianos, para que ya en un modo ya en otro, quién con limosnas, quién con oraciones y quién con su misma persona, todos concurran á esta santa obra.

Bendígame, y con los más respetuosos saludos de todos los Salesianos, niños é Indios de esta Prefectura Apostólica recíbalos de su  

Afmo. En J. C.

JOSÉ FAGNANO, Pbro.

Prefecto  Apostólico.

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