BAJO EL SOL DE ROCANROL


 Durante tres décadas un movimiento contracultural argentino convocó multitudes a través de una prensa  escrita que se alineaba en lo que vivía por dentro un sector generador de música, poesía, y estilos de vida globalizantes.

Era como ascender peldaños en el terreno de la libertad que se veía restringida desde el poder, bien sea por la esencia ideológica del mismo, bien sea por la incapacidad material para dar respuestas dentro de un modelo de país dependiente.

Y entonces uno se pregunta: ¿como se presupuestaron todas estas acciones en tiempo de menguados recursos? ¿Como se pudieron unir tantan búsquedas respuestas? ¿Como lograr que esto sonara bien en un mundo desafinado en el plano de la solidaridad?

Hay miradas nostalgias para aquel periodismo que escapaba a las pautas oficiales y con una falta total de una base publicitaria. Mordisco, El expreso imaginario, Zaff y Pan caliente, tal ajadas y amarillas siguen en algún lugar de nuestros reservorios de juventud a lo largo de un pais que no fue en toda su extención el escenario de los actores creatirvos de estos medios, que que en la dispersión natural de las ideas hoy nos proporcional una alta cuota de actualidad, frente a un mnnque que pese a nuestros esfuerzos no ha cambiado todo lo que necesitábamos que camie.

Jorge Pistocchi estuvo atrás de estas iniciativas, armándose de paciencia, cargándose de optimismo, girando en torno de si mismo y de los que con más arte que parte podían ser clientes o protagonistas.

Al oido de los que no estamos inmersos en ese mundo aparecen algunos nombre liminares, me impacto el rol que en su momento tuvo Horacio Fontova, en la estética de estas producciones, al Fontova que comenzamos a reconocer cuando ya cantor nos decía "Ya estoy loco y hago lo que quiero".

Sobre la presentación en Río Grande de este documental, en la semana aniversacio del centro cultureal de mi barrio, el Leandro N. Alem descubrí como al tiempo de mi pasividad jubilatoria me entregué desarmado a la experiencia de valorar lo que se estaba proyectando. A ver, les cuento, no llevaba nada para anotar -no me adapto a usar el celular como cuaderno de apuntes- y comenzaban a desfilar ante mí relalciones visuales y pensamientos que tendría que haber registrado para hacer de ellos parte de esta crónica, o para plantearlo -si se hubiera dado- un debate a posteriori de la proyección. Para entrar al menos como materia de análisis el de los sustantivos, adejetivos y verbos que formaban parte de la línea de expresión de lo que podrían calificar como "El discurso de Pistocchi".

Pero me quedo  con algunas definicional del público urgido por volver a casa a esas horas de la noche. "Todo sigue igual", "Esto lo tienen que ver los chicos".

Para la primera aseveración puedo decir que todo sigue igual en el plano superestructural, y podría decir que todo está peor on el bandeo tecnológico que multiplica por un lado y limita por otro nuestros urgencias convocantes, y por el "eso de los chicos", una parte pequeña de la concurrencia pequeña podría haber entrado a ver Bajo el sol.., pero la escuela sigue estándo más interesada en fijar relaciones que transmitir emociones. Y en este plano la pelicula nos golpeó el pecho durante más de un momento. Para el caso; las mirada hacia el mundo interior, donde lo indigenista comenzó a tener una relevancia que hasta entonces era propia de lo orientalista; o la posición dada ante la Guerra de Malvinas en que no se acompañaba al hecho triunfalesco.

La película tiene su momento de concentración cuando presentan el festival musical en Excursionistas antes que se hiciera despertar al Rock, con una militancia antibritáncia, pero dentro de una acción pacifistas.

Y uno se preguntó sobre la marcha de este mundo, donde están los desaparecidos, los torturados, donde los muertos que aparecen como un sector imposible de olvidar en las miradas recientes de esos años. Los que estaban tras Pistochi tuvieron mejor suerte, la vida los acogotaba de otras maneras, cada revista, cada mes, era un cuesta arriba que en estas circunstancias y en otros emprendimientos nacidos del mismo pulmón del el gran movilizador de todo esto: como fue recuperar una fábrica.

He tratado de encontrar algunas de las canciones que me sonaron al oido durante la presentación del Jueves, pocas conocidas, muchas desconocidas. Me sitúo ante este tiempo, en su estética contracultural, como alguien que pasaba por la vereda cuando adentro atronaba la fiesta, y que a veces se detenía a escuchar la ternura de ese barullo.

Y el 26, por un ratito, el Centro Cultural, pasó a ser Centro Contracultural.




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