Y ahora vamos a buscar el jardín.
¿Dónde está?
No siempre va a aparecer a la entrada de la casa. Solíamos encontrarlo
en un sitio intermedio entre la casa y la quinta, donde también están las
plantas que dan frutos: parrilla, frambuesa, mora, molestas en muchos casos por
sus espinas.
En nuestro jardín hay lupinos y margaritas. Los lupinos –llamados
también chochos- tan gráciles en su forma, desafiante del viento, con colores
variados y dominados finalmente en la lucha cromática pos los azules. Los lupinos
que siempre alguien del norte llevaba en su semilla, sin tener logros de
desarrollo y floración.
Y las margaritas, devotas del sol los largos día de verano, dueñas de
nuestras ilusiones enamoradas, y por esa ilusión destruidas por doquier.
Y las amapolas enhiestas, y los ocultos pensamientos.
Algún árbol de buena aclimatación, un sauce, irá dando en los brotes
que saldrán de su poda, un cerco que posiblemente llegue a ocultar la mirada
del vecino, o el espacio siempre más sucio del gallinero.
Y no hemos colocado nada sobre la vereda, los chicos y los muchachos
son muy dañinos, no cuidan nada. Hasta la plaza hay que tener cercada porque
sino, caballos, vacas y humanos hubieran terminado por destruir lo poco verde
que allí crecía.
¡Estos chicos! Que algún día llegarán a ser Antiguos Pobladores.
Tal vez por eso no había muchas plantas en exteriores, en interiores
era diferente. Allí aparecían claveles, malvas y malvones, flores de azúcar,
bálsamo.
En la foto; imágenes de la vivienda de la familia Alberione, en en antiguo barrio de La Vega.
(*) Recuperamos en el tiempo esta conferenciada
dada el viernes 18 de noviembre de 2011, en el hotel atlántida, como parte4 de
la CELEBRACION DE
DE PAUL EN RIO
GRANDE
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