Era el día de los inocentes cuando yo caminando hacia la
imprenta de El Austral, periódico que venía dirigiendo, fui llamado por Jorge
De Amuchategui que pasaba con su auto de la altura de Autosur.
Me ofrecía trabajar por un contrato en LRA 24 a partir del 2
de enero.
No pregunté cuanto, sino como. Y me dijo que debía
presentarme a las 10 de la mañana donde Mabel Traberg me orientaría. Serían
cuatro horas de lunes a viernes.
Después supe que cobraría sueldo de violinista en la
Orquesta Juvenil.
Ese lunes me presenté.
Me había pasado escuchando la radio y trataba de imaginar
que haría de igual al resto del plantel de voces, y que haría diferente. Además
de Mabel estaba Enrique Bischof, Juan Humberto Juárez, Guillermo Eizaguirre,
Guillermo Boucho…
Mabel me estaba esperando cuando me acerqué a la emisora. El
operador era Daniel Pisano, un petiso al que había tratado poco y que parecía
que se las sabía todas. A las 13 cambiaría por Juan Francisco Marin, el “Ofic”.
El programa era Buen Día Gente, Buen Día Música; a las trece
había una hora de melodías: Sobremesa musical: grandes orquestas: Lafayette,
Ray Coniff, Percy Faith, Werner Muller, Alain Debray…
El espacio matutino, esencialmente musical, se interrumpía
con algunos micros de servicios –Mensajes al poblador, Boletín de licitaciones,
Bolsa de trabajo..- y programas envasados de diversas embajadas.
Yo llevé para leer criticas de las películas que estábamos
viendo en el Cine Roca, tomada de La Opinión y La Nación, cuando meses atrás se
estrenaron en el país. Y un recorte que hablaba del Almirante Storni y los
intereses argentinos en el mar.
De la revista Cruz del Sur, publicación salesiana, toda una
serie de misceláneas que tardé en utilizar.
Había muchos comunicados por leer, en la escurridiza “carpeta
negra”.
Con Mabel habíamos participado en una experiencia de teatro
escolar bajo la dirección de Diana Cotorruelo, “Los árboles mueren de pie”; y
me parecía que todo esto de la radio era otra forma de actuación.
Y ya pasaron 39 años.
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