Hace algunos meses recibí la visita del un vecino interesado en los temas paranormales. Está dispuesto a realizar una serie real/fantástica sobre situaciones inquietantes de hoy o del ayer, y llegamos a pocas conclusiones.
Él y Federico fueron mis interlocutores y desechando algunos dos y ajustándonos a las limitaciones presupuestar que atacan toda producción cultural, en estos momentos; convenimos en que una serie de relatos míos -que por ahora han quedado fuera del próximo libro- podrán alimentar los 8 capítulos de esta iniciativa: videos de 8 minutos que parecen escasos a la hora que contar una situación inquietante, pero que no es tarea menor.
El invitado, sobre el anochecer en estos días marcadamente largos, comenzó en algún momento a cabecear de aquí para allá, como buscando algo, y mientras yo iba a la cocina a colocar agua en el caldero, el se fue sin saludarme pero diciéndole a Federico que las cosas quedaban en sus manos.
Ese mismo día le envié por internet los relatos y al tiempo, que se vió afectado por un par de viajes de mi socio, descubrimos que nunca le habían llegado.
Hubo un segundo envío, este desde el celular, pero no me ha dado las respuestas.
Ahora pienso que esa producción no saldrá adelante porque su gestor percibió lo que yo muchas veces percibo que hay un duende en mi casa que espanta a alguna de mis relaciones, y consiente otras.
De noche, yo que suelo dormir muy mal, parezco despertarme sintiendo pasos, puentas que se abran o que se cierran, ventana que dejan filtrar algún gélido chiflete o descubro que mis pantuflas no estan cerca mio, como las dejé al recostarme en mi cama.
Suelo conversar sobre estas cosas con perros y gatos, imaginaba en un momento que ellos eran responsables de estos traslados, pero se quedan quietos como si fueran amenazados de no decir nada sobre lo que a mi me preogupan. A lo sumo un gato arquea el lomo, y la perra saca su lenguita.
Yo solo me levanto si me manda la vejiga, era hay situaciones excepcionales: sentir olor, sentir calor, como que alquien está trabajando en la cocina. Cuando llego ahí el horno está caliente y apagado, o como ha ocurrido esta noche hay una producción de bollitos que se sienten recién hechos, pero el horno está frío.
Ya se que son cosas de mi duende.
Le doy las gracias.
Despierto a mi hijo que no plercibe lo que yo persibo, hacemos un te, y tratamos de ir descubriendo los distintos sabores que tiene este alimento.
Mientras pienso, y luego ejecuto: tengo que contar la importancia que han tenido los duendes en mi vida.
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