LA HISTORIA DEL MATE EN LRA 24

Por primera vez se conmemora en Argentina el Día Nacional del Mate.

Remontamos nuestra mirada en el tiempo al día aniversario de LRA 24, en al año 2003, cuando un oyente de la emisora -Pedro Gamma-, se ponía a recordar usos y costumbres en la cotidianidad acriollada de la radio de Río Grande.




En uno de mis tantos regresos a Río Grande, buscando un amigo que me debía unos pesos, y falto de la movilidad apropiada, me encontré una tarde terminado el horario bancario con la disyuntiva de que hacer para encontrarlo$. Fue entonces cuando el gordo Cárdenas me sugirió que fuera hasta la radio y pusiera un mensaje.

Orillaba el invierno del 74 cuando fue recibido por Daniel Pisano, que de entrada parecía no conocerme, informado de lo que necesitaba como esa no era su tarea llamó a una de las redactoras que tomó prolijamente mis dichos: Mensaje para fulano. Lo espero en los estudios de Radio Nacional. Venga con lo que Usted sabe. La dama en cuestión, que no era otra que Gloria Novak me advirtió que no podía quedarme todo el día, pero que como todo el mundo estaba escuchando la radio no tardaría en aparecer. Así fui testigo por casi una hora, desde el hall de LRA 24, del ir y venir de los empleados a los cuales –parece ser- cierta posible visita los tenía al trote.

Pero la visita pasó, entonces volvió Pisano con otra cara –ya me conocía- y me preguntó si quería tomarme unos mates. Yo le dije que si, y el me advirtió que entonces tendría que cebárselos.  Así fui invitado a conocer el control central de la radio, lo que en otras palabras se podía definir como “la matera de nacional”.

Pisano manifestaba su disconformidad con el sabor de mis amargos, y lo hacía rudamente, sin decir palabras, con los gestos bastaba. Al rato fue llegando el Dr. Bitsch, que por entonces inauguraba su programa para el hombre de campo, el cual muy gentilmente me pregunto –sabiendo lo que yo necesitaba- si tenía una idea de donde podía andar mi averiguado. Intercambiamos algunos datos, el lo conocía evidentemente puesto que en leves gestos dejó entender que si era para eso –y eso era lo que Usted sabe- difícilmente aparecería entre nosotros. ¡Y tuvo razón!

¡El Dr. Bitsch, criollazo como no hay dos, si hasta con el tiempo uno lo mira y parece que su cuerpo se fuera convirtiendo en bombilla! A él le debemos la gratitud por su calor humano en tantos inviernos, y para los que saben un poco más de las cosas de la tradición el premio anual de Mate de Lavando Cebaduras, entre los bien entendidos con las preguntas y respuestas.

Yo sin saberlo comenzaba a inaugurar, con eso de mis mensajes,  una serie infinita de encuentros con el mate en Radio Nacional. Por que me había ido en promesas de que si cobraba los pesos que me traería el amigo me iba a portar con unas facturas, recomendándome para el caso los muchachos los de la panadería abierta recientemente por uno de los locutores de la radio –Francisco Agnes- allí cerca. ¡Cuánto tuvieron que esperar! Recién para el día de la tradición lo encontré a mi amigo en la Misión, y en ese lugar santo me entregó el puñado de billetes que me debía, que para el caso –en ese tiempo inflacionario- ya no se si alcanzaba para las facturas o un paquete de yerba. Yo por otra parte ya andaba de nuevo bien, estabilizado en la isla, y recordé el compromiso contraído. Así que me acerqué con toda una paquetería, sin pensar en lo que podría pasar.

Es que esta vez no estaba Pisano –era algo más tarde- y con quien fui a dar era con un gringuito desabrido que había venido del norte como operador el cual me advirtió que ahora no se podía tomar mate en la radio: ni el personal, ni menos gente de afuera. ¿Que había pasado entretanto? Jorge Eduardo De Amuchategui había asumido la jefatura de esta filial como primer director nombrado específicamente, y viendo el estado de cosas en que se encontraba la oficina, tomó algunas medidas conducentes a encarrillar o emprolijar los desempeños de sus subordinados.

Hay una versión que por esos días  el hijo de Doña Josefina Barbera se quemó con la pava, el pibe no tenía nada que hacer ahí opinaban algunos, pero allá andaba su madre tratando de cumplir con el trabajo y el hogar usando su refrigerio para llevarlo y traerlo de la escuela. Con el chico quemado se salió para el hospital en urgente tarea de socorro, y allí el Director advirtió que se dejaban de lado múltiples responsabilidades del servicio.

El chico no tenía la culpa, la pava tampoco, la culpa la tenían los que tomaban mate. No se toma más mate en Radio Nacional Río Grande.

Horas amargas se vivían en las distintas áreas, y alguno ya comenzó con sus observaciones: como que si la medida también se aplicaba en la Planta Transmisora –pero el director no tenía ingerencia en ella- o quién vigilaba a la los que hacían el turno bien tarde, o bien temprano.

Así algunos armaron equipos volantes con los cuales entraban furtivamente a la radio, y establecieron un sistema de campanas para anunciar la venida del mandamás.

No se pudo evitar ser descubiertos. Sobre todo por que en algunos casos se calló en la inveterada costumbre de recibir a parroquianos –amigos personales o de la casa- que se apersonaban con sus vituallas  para armar la mateada, y eran menos diestros a la hora de disimular el hecho incriminado.

Pero, siempre hay un pero, no estaba fijado un régimen de penalidades: y por otra parte a Don Jorge, de tanto en tanto, también le gustaba tomarse unos mates. Así que un día llegó con la novedad que los que quisieran, y sin abandonar por ello el conjunto de sus actividades específicas, podrían irse a tomar mate al OFFIC, pequeña cocina que desde entonces parecía a toda hora ser un abarrotado ascensor a las cimas de la felicidad de sus ocupantes, de uno y otro sexo.

Como alguien que llegó a poner un mensaje le llamó la atención en una oportunidad ver amontonados a hombres y mujeres jóvenes en tan reducido espacio, sin advertir tal vez los ruidos de la bombilla, es que se puso en la calle un rumor que hacía referencia a comportamientos recíprocos entre la dotación en horario de servicio.  El rumor salió, dio su vuelta y volvió aumentado. ¡Ni los mismos habituales mateadores encontraban la relación de entre sus tertulias yerbateras y lo que volvía de la calle como una descripción minuciosa de lo que pasaba en ese OFFIC! Novios, esposos, y otros involucrados llegaros a efectuar las investigaciones del caso, con finales diversos.

Por suerte la relación entre el Director y el personal se fue distendiendo y para el golpe de estado, si bien el funcionamiento interno se llenó de prohibiciones, esta no alcanzó a ningún momento al mate.

En esos años hacía mis rutinas pasando por Nacional por cualquier motivo, aunque casi siempre era para buscar gente para trabajar en una empresita que llevaba adelante, gente que no me duraba bien sea por que no sabía del oficio o porque llegaba otro y le pagaba más. Entonces aparecía con mi paquete de yerba el que era guardado por quien lo recibía en uno de los siete escondrijos habilitados por los distintos turnos y sectores para que los otros usen solo de su paquete.

Supe que no faltaba paisano que viniera por su mensaje, o muchacho que andaba con su saludo musical, que no viniera con un paquete de las imperecederas yerbas de aquel entonces. Aunque fueran de los que no se quedaban a matear.

Y sin restricciones de ninguna naturaleza, aun en esos tiempos más formales, y comenzando por los programas folklóricos, se empezó a escuchar al aire el silbido final de la bombilla. Y alguna que otra maldición trunca cuando en medio de alguna gesticulación al operador distraído –tal vez por que le preocupaba que al agua no se hirviera- procedía a dar vuelta el mate –por entonces jarrito enlozado- manchando ominosamente la papelería que debía llevarse de rigor, y que era mucha.

Por entonces se acostumbraba a tirar de a dos temas por LP, anunciándolos primero o después. Esto matemáticamente significaba unos 6 o 7 minutos en los cuales el operador podía descender a la cocina –ya no se le llamaba mas OFFIC- hacer de lo suyo, subir al desanunciado de los temas y en el momento de volver a largar otros dos descender por que el agua estaba ya lista. Ángel Eduardo Acosta automatizó el sistema, con una pava estandar de aluminio que se iba renovando con el tiempo, y a la cual se llenaba de una cantidad de agua preestablecida; con la hornalla fija en una intensidad justa para que caliente el agua en siete minutos, sacando para mayor seguridad la perilla de regulación y encendido, para que nadie alterara la relación de tiempo por el establecida.

Y así pasaron los años, hasta que un día –ya entrado el siglo XXI- hubo necesidad de cambiar la cocinita, y con la nueva no se pudo dar con el tiempo justo. Además ahora se anunciaba de a un tema y había menos gente en la radio como para encomendar la tarea a un recienvenido. Yo pienso que no fue este sinsabor el que finalmente llevó a Don Ángel Acosta a pedir el retiro voluntario.

Yo se que estos temas que he venido a plantear para que alguien los incluya como parte sustancial de la historia de nuestra querida Radio Nacional son conocidos por muchos, y para otros resultan novedosos o increíbles. Pero no es así. Soy de los que piensan que más allá de los buenos salarios –cuando los hubo- del cariño estimulante de la gente, del claro cumplimiento de las obligaciones por las dotaciones que se sucedieron en el tiempo, más allá de todo esto muchos de los logros alcanzados se deben a la feliz compañía de una mate en cada una de las circunstancias vividas, desde lo cotidiano, por la gente de LRA 24.

¿Es este, muchachos, un tiempo feliz? ¿Hay que comprarse la yerba o la provee el servicio? 
¿Aparece de tanto un gaucho con su paquete?



El tema del mate tuvo sus idas y venidas. En tiempos de Don Miguel Bersier se planteó un problema porque llegaron a Buenos Aires unas fotografías mostrando instalaciones interiores –me contaron que se estaba por montar la FM- y allí en un rincón donde había una réplica en fósforos de la antena aparecía –inadvertidamente para los que la remitieron- orondas la yerba, la calabaza y la bombilla.

Durante un tiempo solo quedaron autorizados a matear los que salían de exteriores, y en una carrera.

Pero fue al poco tiempo que el mate reivindicó a la dotación de la radio. Fue cuando para la guerra de Malvinas hicieron una gran colecta de mates y bombillas que luego se llevaron a los efectivos acantonados en torno a Río Grande, se había advertido que la muchachada tomaba sus amargos en una latita de Pindapoy, con una bombillita improvisada sobre la carcasa de una birome Bic.

La democracia vino a liberalizar las costumbres. Pero al mismo tiempo –me contaron- restringió la participación espontánea de donativos hacia la radio. Hasta se dio el caso que de un  emisor de un mensaje del cual se trató de conseguir un paquete de Piporé, se  recibió por respuesta la tajante sugerencia de que se la pidamos al Ministro de Economía de aquella hora.

Don Hugo Barrios apareció en su momento con unos mates de plástico de esos de nunca acabar. Jorge Zarazaga limitó las mateadas que a la hora de los informativos se formaban en el ámbito de trabajo en que se convertía la sala de recepción . Ya para entonces algunos colaboradores o coproductores venían con su propio mate. También fue el momento en que se incorporó el botellón de agua y la maquinita que la entrega bien fría o bien caliente. De entrada todos se olvidaron de la pava, pero con el tiempo las opiniones se dividieron entre los que priorizaron el sabor, y los que se quedaron con la inmediatez.

Tal vez me queden muchas cosas para recordar. Lo que he hecho simplemente, como esporádico y siempre bien recibido visitante de nuestra Radio Nacional, es dar cuenta de firme compromiso de su dotación con esta forma vital de nuestra tradición.

Y aunque por razones de trabajo no puedo estar presente junto a Ustedes, no hago más que felicitarnos por treinta, y brindar –dado que el médico me viene controlando severamente- brindar con todos Ustedes exclusivamente con mi mate en alto. El mate, nuestro mate, bandera líquida de los argentinos que ustedes también han ayudado a sostener en este cono sur.


EN LAS FOTOS. Miguel Ángel Lares, Carlos Cuffia y Juan Francisco Marín. Leda Soto, Walter Buscemi y José Ramón Fuenzalida. Alejandro Cerdá y Fernando Tropea. ¡Y el mate!


                                                                           



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