Son los cazadores recolectores de
la Tierra del Fuego con los
cuales entra en contacto en el paraje que aun hoy lleva el nombre impuesto por
el español.
La Crónica describe que: “para
ver que era, y para tomar alguno de esta provincia para lengua, Pedro Sarmiento
envió allá al alférez y a Hernando Alonso, con algunos arcabuceros en el batel;
y llegados a tierra, los naturales de aquella provincia, que eran gente
grande comenzaron a dar voces y saltar
hacia arriba, las manos altas y aleteando sin armas, por que habían dejado allí
junto; y el alférez hizo las mesmas señas de paz, y los gigantes se llegaron a
la playa cerca del batel, y el alférez saltó a tierra con cuatro hombres, y los naturales les hicieron señas que dejase
el alférez la jineta y se fueron retirando hacia donde habían dejado sus arcos
y flechas. Y visto esto, el alférez dejó la jineta y les mostró rescate que
llevaban para darles, lo cual visto los gigantes se detuvieron y volvieron,
aunque recelándose. Y como los nuestros vieron que se iban, apercibiéronse para
que arremetiesen, y así arremetieron diez hombres, que habían salido del batel,
con uno de los indios, y asiéndole a subir, entró en el batel, y los naturales
de esta tierra disparaban muchas flechas, y con una hirieron en un ojo al
tenedor de bastimentos; y al embarcarse se cayeron dos arcabuces al mar. Y
trahendo al preso, se volvieron a la nao, y el preso, aunque lo regalamos (que
él recibía de buena gana), no se podía asegurar ni quiso comer ese día ni
noche”.
Se estaba concretando la primera deportación
o secuestro de fueguinos.
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