En 1750, las coronas de España y Portugal firmaron un tratado de
límites después de un largo período de conflictos y guerras por sus
posesiones coloniales.
El nuevo tratado implicaba, entre otras cosas, la cesión a Portugal de
un territorio ocupado por siete reducciones jesuítico-guaraníes, a cambio de
Colonia del Sacramento.
El espacio cedido a Portugal, al este del río Uruguay, significaba el
reconocimiento, por parte de la Corona española, de la expansión territorial
que los lusitanos habían iniciado, contraviniendo los límites virtuales
establecidos por el Tratado de Tordesillas.
A cambio, España obtenía la plaza de Colonia y el uso privativo del Río
de la Plata con el fin de desarticular el contrabando liderado por portugueses
e ingleses.
Para concretar la permuta de tierras, Fernando VI ordenó el traslado de
la población de las siete misiones guaraníes implicadas y la fundación de
nuevos asentamientos dentro de los dominios españoles.
En un primer momento, aunque el desconcierto
reinó en los pueblos, los caciques aceptaron, en su mayoría, iniciar el
traslado hacia el margen occidental del Uruguay. Pero como consecuencia de las
dificultades del traslado y de los múltiples rumores que corrían sobre su destino
y el de sus tierras, regresaron a sus reducciones y, armados, impidieron la
entrada al territorio misionero de los comisionados y demarcadores enviados por
las Coronas ibéricas.
El episodio de resistencia armada, encabezado por los caciques de las
misiones, desencadenó la reacción de las autoridades coloniales.
El gobernador de Buenos Aires José de Andonaegui exhortó a las
autoridades de las reducciones a cumplir con las órdenes del traslado.
La intimación no tuvo el efecto esperado sino que, por el contrario,
reforzó el espíritu de oposición originado en los pueblos. En consecuencia,
Andonaegui envió una amenaza de guerra a las reducciones cuando los guaraníes
ya estaban dispuestos a defender sus tierras con las armas.
De forma inmediata, siguiendo instrucciones reales, el gobernador
preparó una campaña bélica contra aquellos. Por su parte, los guaraníes,
apelando a su experiencia militar previa como milicias del rey, se organizaron
para la guerra.
Entre los años 1754 y 1756, los pueblos de ambas bandas del río
Uruguay, conducidos por sus caciques y líderes, se enfrentaron a las fuerzas españolas, aliadas
a las de sus históricos rivales, los portugueses.
¿Se imaginan cual pudo ser el resultado?
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