En
el tiempo de la organización nacional, camino a la crisis del 90, la vida
económica de los argentinos –los argentinos de la pampa húmeda- parecía
cabalgar sobre la maravilla.
La
red ferroviaria se expandió de 2.516 km. en 1880 a 9.432 en 1890 y 16.563 en
1900.
El
capital británico jugó un rol crucial en esta expansión.
Easum,
quien calcula el total de las inversiones británicas en la Argentina en 1890 en
alrededor de 175 millones de libras, considera que en ese año la inversión
británica en ferrocarriles alcanzaba 67,5 millones de libras -cerca del 40% del
total del capital británico invertido en la Argentina- mientras que veinte años
más tarde la misma era de 166,3 millones de libras y equivalía al 57% del
total. Zalduendo, por su parte, estima que las inversiones británicas en
ferrocarriles argentinos se elevaban a 9,5 millones de libras en 1880 y
ascendían en 1890 a 61,2 millones.
En realidad, el total de las concesiones aprobadas durante este período se ha calculado que posibilitaba la construcción de alrededor de 26.000 kilómetros, muchas de las cuales afortunadamente no se llevaron a cabo pues hubieran implicado el 45% del presupuesto nacional de 1890. La participación de los capitales británicos fue básica en el aprovisionamiento de material rodante, rieles, locomotoras, vagones de carga y de pasajeros y furgones especiales.
Los
restantes países proveedores fueron, principalmente, Estados Unidos, en el
rubro de locomotoras y vagones de pasajeros, y Francia, en el de vagones de
carga. Por su parte, la inversión nacional se limitó al armado de vagones de
carga y furgones.
Dentro de este conjunto de inversiones ferroviarias en la Argentina, tuvieron
intervención decisiva empresas ya consolidadas desde la década de 1850, como
Petto & Betts en el Ferrocarril Sud, y Brassey & Wythes en el Central
Argentino. Estas empresas se ocuparon de la construcción de ferrocarriles
contra el pago en acciones que luego colocaron en la Bolsa de Londres.
Además, los grupos inversores -tanto británicos como no
británicos- de la década de 1880 estuvieron muy vinculados a intereses
financieros, con fuerte participación de los bancos que actuaron en la
concesión de empréstitos.
Entre
las firmas británicas que participaron en la colocación de empréstitos del
gobierno, se destacaron Baring Brothers, Murrieta (de destacada actuación hasta
la crisis de 1890) y Morgan (desde mediados de la década de 1880).
La
primera contaba a su favor con una larga trayectoria en emisiones de títulos
latinoamericanos, por lo que disponía de una amplia clientela para esa clase de
títulos y de contactos con las esferas oficiales. Murrieta, a pesar de su
trayectoria más corta, logró ocupar un importante espacio debido a sus
vinculaciones con influyentes sectores locales, y Morgan, si bien era más
importante, estuvo menos vinculada con la Argentina, por lo cual su actuación
se produjo de manera secundaria como apoyo de otras firmas.
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