Aquella fiebre minera ya contaba para entonces
con distintos puntos de atracción en el archipiélago fueguino: Las sierras de
boquerón, la península de El Páramo, la Bahía de Sloggett, y ahora esta isla del Beagle:
Lénox.
La noticia precipitaría la llegada de un gran
número de aventureros, algunos de los cuales harían cierta fortuna que les
permitiría de futuro dedicarse a otros emprendimientos, otros perderían el
fruto de su trabajo de circunstancias más inmediatas, entre las que se tiene
que tener en cuenta los compromisos comerciales contraídos antes y durante la
empresa.
Para la fecha de la presente evocación el
gobernador magallánico Rómulo Correa dirá desde Punta Arenas: “El oro y la isla
Lénox están haciendo furor; todas y cuantas goletas llegan se fletan
inmediatamente para esas islas repletas de pasajeros. La Ripping Wave
–propiedad de José Nogueira- zarpó hace una semana con 92 pasajeros y cien
toneladas. De Buenos Aires llegan austriacos como avalanchas, en el último
vapor llegaron como 150 y mañana se espera una remesa de 200 más. Si sigue así
esto será una segunda California”.
Para el año siguiente se estima en un millar
los oreros que trabajan en las islas australes.
En la foto podemos ver a un orero de estos dias, Ramón Orellana, mostrando en un tuvo la arena aurífera obtenida en este caso en las costas de Slogget.
Tras esta promesa de riqueza llegó mi abuelo Mateo que obtuvo entonces oro en Lenox, y también en Puerto Pantalón.
Tras esta promesa de riqueza llegó mi abuelo Mateo que obtuvo entonces oro en Lenox, y también en Puerto Pantalón.
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