Construimos, destruimos...

 


Cuando el río de los recuerdos construye la memoria, destruye un mundo en el cual la historia parecían que nunca iba a germinar.

Las cosas eran así, había comarcas en las cuales era imposible analizar las variables que identifican al mundo. Espacios destinados a existir, aun sin crecer, al margen de la sociedad y de la historia, para algunos: la frontera.

 Las tierras sin pasado permitían el mítico desarrollo de una forma de vida en la cual no se tenía origen, pero sí destino. En las tierras con destino cohabitaron los buenos y los malos, cuando todavía no se afincaba plenamente la moral censuradora del hombre universal.

 El río de los recuerdos arremetió sobre este mundo.

 La existencia de esos hombres no podía ser contada, podía ser tan solo cantada.

 Ahora regada por el río de la memoria ese mundo se disgrega.

 Lamentablemente la vieja tierra no recuerda a los que cantaban en ella, por ella.

 Construimos, destruimos...

 

 

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