A tres años de aplicarse en el país la ley de Identidad de
Género crece una nueva mirada sobre un tema que fue tabú en nuestra sociedad.
Los días de la dictadura, y sus espacios militares,
estuvieron marcados por la intolerancia.
La sociedad civil no quedó muy atrás, una mirada decorosa
hacia “ellos” los sindicaba como “invertidos”, “degenerados”.
El colectivos de los combatientes de la guerra de 1982
avanzó a la vez en todos estos años hasta la generalización de la categoría de
“héroes”.
De todo esto surge que hubo homosexuales entre los héroes, y
también héroes entre los homosexuales.
¿Pero cómo se trató internamente en el colectivo militar
esta situación?
No ha sido tema de muy pública difusión, pero para dar
alguna respuesta es que elegimos algunas referencias que han despertado este
escrito, desde los espacios periodísticos.
UNO
MALVINAS 30 AÑOS
• UN EXCOMBATIENTE REVELÓ INTERCAMBIOS DE FAVORES
La
homosexualidad en el campo de batalla
Según el soldado,
hoy corresponsal de guerra, a cambio se recibían "comida, dinero y
francos". M. FLAMMINI, L.
GARCÍA, D. GONZÁLEZ BLANCO, G. RAFFO Y L. SELFENI // DOMINGO 24 DE JUNIO DE 2012
“En Malvinas había soldados que intercambiaban favores sexuales con
suboficiales a cambio de comida”, dijo Pablo Macharowski, excombatiente de Malvinas, fotógrafo
y corresponsal de guerra, en entrevista con estudiantes de primer año de TEA.
Según Macharowski, quien trabajó en Irak, Sierra Leona, Haití y Kosovo, entre otros lugares en conflicto, la relación a base de favores se trasladó desde la colimba a las islas Malvinas: en el servicio militar había soldados que para pasar ese año lo mejor posible buscaban un “tío”, un suboficial que, a cambio de sexo, les falicitaba comida, dinero y francos.
“En la colimba en Córdoba no había muchos francos o licencias y no cobrábamos dinero”, dijo Macharowski. “No podíamos volver a Buenos Aires a ver a nuestras familias. El que tenía estómago se buscaba un 'tío' y lo reconocía, más allá de que no tuviera orientación homosexual; era una forma de tener un año más o menos placentero”.
En contraposición a Macharowski, el excombatiente y capitán de navío Juan Carlos Ianuzzo dijo a alumnos de TEA: “No conozco ningún caso, ni he sentido en estos 30 años de posguerra nada relacionado con hechos homosexuales. Felicito al que, en medio del bombardeo y la metralla, tuvo ganas de tener relaciones sexuales”.
Según Ianuzzo, si hubo episodios de homosexualidad en las islas deben haber sido protagonizados por “algún desubicado”. “Hablar de estas cosas lo único que hace es degradar la condición del combatiente, tanto inglés como argentino. Sacaron a la luz el tipo de miserias humanas que existieron en la guerra”.
En su libro “Historia de la homosexualidad en la Argentina”, Osvaldo Bazán recrea el caso del cabo Dumas, un soldado gay que combatió en las islas. “Era un cabo que, si enganchaba un pibe con el cual pudiera tener relaciones sexuales, como él era encargado de la cocina, le daba más comida”, dijo Pablo Macharowski. “Paradójicamente, este cabo tuvo más huevos que aquellos que se mostraron como los más sanguinarios”.
Osvaldo Bazán reconstruyó el caso en base al testimonio que sobre el cabo Dumas había dado el periodista y excombatiente Edgardo Esteban en “Iluminados por el Fuego”. En ese libro, Estebancuenta también la historia de los “gurkas”, soldados nepaleses al servicio del Imperio Británio, que tenían sexo a diario entre ellos. El rol del “gurka” en la relación homosexual dependía de la oreja donde tuviera un aro: en la izquierda significaba activo y en la derecha, pasivo.
Las relaciones homosexuales durante la Guerra de Malvinas no siempre se dieron con el consentimiento de ambas partes. Gabriel García Márquez, en una nota publicada en el diario colombiano “El Espectador” al cumplirse un año del desembarco argentino en las islas, denunció que los militares ingleses habían violado a cincuenta prisioneros argentinos, que debieron ser operados por las desgarraduras anales sufridas.
Publicado en
Publicable, el diario de TEA.
DOS
Malvinas: La historia del soldado gay
que luchó en la guerra
Viernes 1 de Abril de 2011
Por Osvaldo Bazán – (SentidoG.com)
El 2 de abril de 1982 la dictadura argentina entró
en Puerto Argentino, Malvinas. (Los militares) habían
metido al país en una guerra y la sociedad, que días antes había llenado la
Plaza de Mayo pidiendo el fin del régimen, volvió a llenarla pero esta vez para
apoyar la decisión del presidente de turno, el etílico general Leopoldo Fortunato Galtieri.
Edgardo Esteban era un pibe de
18 años, de Haedo. Estaba haciendo el servicio militar obligatorio en el Grupo
de Artillería Aerotransportada de Córdoba cuando lo convocaron para ir a
Malvinas. Podría haberse negado, por ser sostén de madre viuda, pero “tenia esa
fiebre colectiva de luchar por lo que nos pertenece”. Con sus prejuicios de
barrio, el 25 de abril fue embarcado para Malvinas en un Boeing de Aerolíneas.
En las tensas horas previas a la lucha real fue que conoció al cabo Dumas:
-Miren quien viene ahí- dijo Sergio en
un momento y me pegó una patada en los pies.
-¡Cuidado, cuidado! – gritaba German,
mientras afectaba la voz – ¡Cuidado, chicas! – advertía – ‘¡Ponerse contra la
pared!
-¿Se salvó el puto ese?- preguntó
Piccolo con seriedad.
El que venía era el cabo Dumas. Volvía
del frente con una cara de destrucción impresionante; rengueaba y tenía toda la
ropa embarrada. Volvía desarmado y destruido. Pasó por donde estábamos nosotros
y algunos se reían o hacían chistes referidos a sus inclinaciones.
A Edgardo el cabo le
caía decididamente mal. Dumas era de esos militares que, según el general Rosendo Fraga, “ni siquiera ingresa en los institutos
militares”. Cien años de represión no pudieron impedir que el cabo Dumas se
florease en Malvinas repartiendo el rancho a los congelados soldados. Inscripto
en la tradición de “Clarinete con bombete” y la Queca, nadie sabe como habría
tomado Dumas, de haberse enterado, las declaraciones que en ese tiempo hacia el
coronel Esteban Solís, quien en abril de 1982 decía “que los soldados
británicos de la Royal Marine leían revistas pornográficas, consumían drogas y
tenían ciertos artefactos que nos hicieron especular en la práctica de la
homosexualidad”.
Solís, como todos los argentinos, sabía
que la homosexualidad estaba del lado de los ingleses. Así lo contó Néstor
Perlongher, asombrado por el nivel de obsesión que el tema homosexual había
adquirido en el país en los primeros 80: “Tomo un taxi y el chofer me comenta:
´seguro que los oficiales de las Malvinas se los pasaron a todos los gurkas´”.
El fantasma gurka es reflotado por Pablo Macharowsky, uno de los chicos de la
guerra en una entrevista en la revista El Porteño de septiembre del 83: “Un
compañero mío me habló de los gurkas, llevaban una perla en la oreja izquierda
o en la derecha, y la ubicación representaba al homosexual pasivo o activo”.
Por eso se sorprendió Edgardo al ver la
cantidad de compañeros suyos dispuestos a pasar la noche con el cabo Dumas. Y
se indignó: “Era una aberración para mi saber que había entre nosotros un cabo
con esa clase de vicios y que los ejerciera impunemente en medio de la guerra. Él
estaba aprovechándose de la situación y eso para mi era inadmisible, así que
tenia mucha bronca. Tampoco me gustaba que mis propios compañeros considerasen
eso como normal. A los 19 años yo era típico pibe de barrio que aún no había
vivido muchas experiencias sexuales. (…) Sabía que existían los rolos, pero
nunca pensé que me iba a encontrar en plena guerra con uno de ellos y que para
colmo sería mi superior. Que el cabo Dumas pudiera moverse y hacer de las suyas
sin que nadie lo reprendiera también me desmoralizaba”. En su libro, Edgardo
cuenta que Dumas no cesó, en las semanas previas al combate, de proponerle
encuentros íntimos. Ante la resistencia de este, el cabo aprovechaba su poder
para humillarlo. Una noche que Edgard estaba haciendo guardia con el soldado
Sánchez, Dumas se llevó a su compañero a “su calido hogar”. Edgardo explotó de
bronca. Las guardias estaban diseñadas para ser hechas de a dos, por el frío y
la soledad. Y a él estos trolos lo dejaban solo.
Pero algo cambio a lo largo de la
guerra: “Él carecía de misión de combate; toda su misión se restringía al
rancho, pero cuando en las primeras líneas los combates sembraron el mayor
dramatismo, el cabo se puso en situación de guerra y arriesgando su propia vida
a la par de cualquiera, cruzaba en medio del fuego enemigo, cargando sin
vacilar los cilindros de la comida o el mate cocido. Él preparaba la comida en
la zona del rancho de campaña, que no era otra cosa que in camión ubicado en un
lugar seguro y acondicionado para ese fin. Desde ahí el cabo se internaba en
las fortificaciones y las visitaba, una por una, con el bienvenido regalo de
sus guisos y locros suculentos. Hacia el final esa rutina no fue posible,
primero porque no había comida y segundo porque el frente se volvió
impenetrable; pero al cabo no lo acobardaban las bombas. Lo vi manejando un
obús y colaborando con los tiradores; se jugaba todo; corría a buscar los
cajones con las municiones, atravesando áreas peligrosas. Realmente demostraba
que tenía valor y que estaba en la guerra tamben para pelear. Su actitud
contrastó con la de ciertos oficiales como Gilbert, que se hacían los machitos
con los soldados pero cuando hubo que ´poner huevos´ no se les vio la cara”.
Y siguió Esteban con su reconocimiento:
“Dumas estuvo llenando municiones y colaborando con el ultimo obús de nuestra
unidad y no se había movido de ahí hasta que se acabaron las municiones.
Parecía dispuesto a morir por eso, así que yo estaba sorprendido del coraje que
demostró cuando verdaderamente hacía falta. El cabo peleo con bronca. Daba la
impresión de que se hubiera transformado y que quisiera hacer algo para ayudar
a que esta guerra resultara triunfante. Por la forma en se había quedado en el
frente hasta el final, en momentos en que la mayoría se replegaba, él parecía
dispuesto a dejar a su vida en Malvinas. El cabo Dumas, como nosotros,
sobrevivió y nade podría decir que la sacó barata”.
(Extraido del libro “Historia de la Homosexualidad en Aegentina”. Ed.
Marea)
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