Corría
el 5 de julio de 1971 cuando Leonor, que se identificaba como escritora y
publicista de la Academia Teatina de Ciencias, terminaba de escribir este
artículo, que más tarde se publicaría en
el número 4 de la revista Karukinká.
Por
entonces no estaba instituido el Día Internacional de la Mujer, y ya Piñero la
venía reivindicando de muy distintas maneras, entre ellas la de su digno
ejercicio intelectual.
Nos
apropiamos de su palabra:
Una leyenda de los primitivos indios onas, cuyo
auténtico nombre era “shelknam”, narra que Kreen -la Luna- capitaneó en un
principio a todas las mujeres (1). “Predominio femenino” titula el P.Beauvoir a
este matriarcado. La mujer mandaba y los hombres eran poco menos que sus
esclavos. Fren –el Sol- era un gran cazador y a la vuelta de caza descubrió un
día la verdad por dos muchachas indígenas que dialogaban entre ellas y según
narra Gusinde. Airados los hombres se reunieron y planearon su venganza. Para
ellos mataron a todas las mujeres adultas y dejaron a las doncellas. Solo se
salvaron una cinco que corrieron despavoridas y se trocaron en aves. El Sol a
su vez, corrió a su esposa la Luna hasta el interior del hain donde tuvieron
una cruda pelea. Kreeen cayói sobre el fuego quemándose la cara, quemaduras que
aún perduran en su rostro (2). Dándo alaridos abandonó el hain perseguida por
el Sol. En su desesperación se arrojó al mar y a poco se vio ascender al cielo
convertida en el astro luminoso de la noche. También Kren cayó a las aguas
trocándose en el Sol. A partir de entonces el hombre tomó el mando de sus
tribus y el trabajo más pesado correspondió a la mujer.
La indígena armaba los toldos y los desarmaba cuando
su clan disponía la marcha, -el ona era esencialmente pedestre-; cargaba sobre
sus espaldas todos los enseres y los hijos pequeños, si los había. El varón
solo se dedicaba a cazar, a preparar y cuidar sus armas. Tenía la constante
preocupación que no faltara la carne en su familia. La mujer realizaba además
algunos trabajos manuales: con un junco llamado thais preparaba canastillas con
el sistema especial de nudos que el
Padre Guside muestra en uno de sus libros y que pueden verse en el museo de la
Escuela Agropecuaria de Río Grande. Más tarde la indígena aprendería a hilar y tejer
bajo la dirección de las monjitas de la Misión Salesiana. Por lo demás, la
shelknam era muy buena esposa y madre. Así lo atestiguan los viajeros que a
fines del siglo pasado y comienzos del presente pisaron las playas fueguinas.
Era sufrida y resignada.
Sufrida y resignada fue, igualmente, la mujer que
vino acompañando al hombre blanco cuando este decidió arraigarse en las vastas
soledades de las tierras australes.
Cuando los misioneros anglicanos se establecieron en
la zona de Ushuaia escribieron una hermosa página de la historia fueguina.
Desde sus comienzos estuvieron presentes en la persona de la primera mujer
blanca europea que pisó el territorio, la esposa del carpintero Lewis, doña
Eleonora Britten quien se ocupó especialmente de enseñar a coser a las indias
yámanas (3). Este matrimonio permaneció en Ushuaia hasta que el matrimonio
Lawrence llegó en su reemplazo pasando a vivir luego a la chacra que los
misioneros tenían en Kepell (Malvinas) y allí vivieron pese a ver alejarse a
sus dos hijos –el menor de los cuales se llamaba Frank Ushuaia- que poblaron en
Santa Cruz. Ya ancianos se reunieron a ellos para establecerse finalmente la
señora Lewis en Río Gallegos, cuyas calles la vieron dar paseos matinales
acompañada de sus nietos. Doña Eleonora murió en Río Gallegos a la edad de 86
años.
El pastor Tomás Bridges realizaba frecuentes viajes
entre Kepell y Ushuaia antes de radicarse en la misión, hecho que se produjo en
1871, con su esposa María Varder y su pequeña hija María, nacida en Malvinas,
siendo pues, la esposa de Bridges la segunda mujer blanca y europea llegada al
último reducto civilizado del mundo de entonces. A poco llegaría el matrimonio
Whaits, encargado del orfanato de la misión. Otra de las primeras mujeres que
vivieron en Ushuaia fue Juana Varder, a la que los niños Bridges llamaban
Yekadahby, término yagán que corresponde a la tía materna siendo su significado
literal “madrecita”, según anota E.Lucas Bridges, agregando: “eso en realidad
fue mi tía Juana para nosotros”. Yekadahby se había criado en la granja de su
padre en Harberton (Devon)y sabía preparar manteca, queso, mermelada y
frutillas a la crema, dedicándose así mismo a la cría de pollos, patos y
gansos. El mencionado autor tiene cariñosos recuerdos para su tía materna: “En
la época de la cosecha de la fruta –dice- Yekadahaby estaba muy atareada
haciendo dulces. Lo que no servía para hacer mermelada se utilizaba para
preparar sabrosos encurtidos que duraban todo el invierno y la primavera,
estaciones en la que la huerta no producía nada. Además de la fruta cultivada,
ella conseguía bayas silvestres de los campos de los alrededores”. Y agregaba:
“¡Que placer era para nosotros, cuando niños, salir en excursión con Yakadahaby
en busca de bayas! Además de comerlas junto al árbol hasta que nuestras caras
quedaban rojas como la grana, cosechábamos grandes cantidades para hacer jalea
y vino. Nunca olvidaré lo excelente que eran aquellos budines de bayas con
crema. También es inolvidable el aroma de sus flores que parecen rosas en
miniatura”.
E.Lucas Bridges narra que su padre era allí “la
autoridad suprema; actuaba como juez y como legislador” y emprendía frecuentes
y largas excursiones y “en repetidas veces debió arriesgarlo todo en su afán de
de perseguir y juzgar a los más turbulentos malhechores”, viajes que duraban
entre 10 y 15 días durante los cuales, a veces, era sorprendido por las
tormentas. Un párrafo es conmovedor: ¡”Qué ansiedad no habrá pasado mi madre al
enterarse de las feroces peleas de estos indios y al ver salir a mi padre solo
y sin armas, con la esperanza, no siempre realizada, de evitar un derramamiento
de sangre! Y en ocasiones en que su marido navegaba en una chalupa abierta
llevando consigo a uno o dos de sus hijos, debe haber sentido verdadero terror
al oír en noches de tormenta las ráfagas furiosas del viento que azotaban su casa mientras aguardaba, rezando por la
suerte de los navegantes que se retrasaban más de lo debido. En esas
angustiosas esperas debió de sufrir mi madre la peor parte, ocultando a los
demás sus temores”.
En ocasión de la Expedición Lasserre varios yaganes
se enfermaron de sarampión por contagio sucumbiendo a la enfermedad. “En Casa
Stirling y en la de Lawrence, sobre el camino, todos los niños enfermaron al
mismo tiempo. En el orfanato de la señora Whaits debía atender treinta niños
yaganes atacados de la misma epidemia. Mi madre y Yekadahaby, no sabiendo nada
de tifoidea neumónica, se formaron una diferente opinión a la de los doctores
Alvarez y Fenton, y nos prestaron sus cuidados que consideraron adecuados. La
señora Lawrence y su hermana, la señorita Martin, que se había venido a vivir
con ellos en la Misión, estaban de acuerdo con ese diagnóstico y la señora
Whats lo confirmó. Las mujeres tuvieron razón. En la transcripción del presente
párrafo vemos que otra mujer se había sumado al grupo, la señorita Martin.
La señora Bridges dio a luz tres hijos más, después
de E.Lucas: Guillermo, Berta –la primera mujer blanca nacida en el territorio-
y Alicia. Por el mismo historiador sabemos que la señorita Martin casó más
tarde con el maestro Amstrong que arribara en el “Allen Gardiner” en 1885 y que
permaneció allí por espacio de un año. Hay por otra parte, en la vida fueguina
de ese tiempo notas curiosas. Así, al ser reelegido Roca presidente de la
Nación, visitó la capital fueguina y se allegó hasta Harberton poco después de
la muerte de Mr Bridges. “El séquito del presidente se componía de casi
cincuenta personas. Mi madre recibió a todos en su casa, y les sirvió té y
frutillas con crema a la usanza del condado de Devon”.
Habiendo renunciado Mr Bridges a la Misión solicitó
al Gobierno Argentino una porción de tierras que denomino “Harberton” en
memoria del solar de Devon. Fue, pues, el nuevo hogar de los Bridges hasta que
E.Lucas cumple su anhelado sueño de atravesar la Tierra del Fuego e internarse
en el país de los onas llegando hasta Najmishk, proeza que se realiza por
primera vez. Fundó Viamonte y a poco a este establecimiento se fue trasladando
la familia (4). De esta manera pasaron a residir en la zona de influencia de la
incipiente población de Río Grande. E.Lucas Bridges inició su proeza en 1900 y
en 1907 el mencionado éxodo familiar hacia el nuevo establecimiento. Nada
digamos de María Bridges, la hija mayor que, luego de estudiar en Inglaterra conoció a su futuro esposo en Keppel y tras
un noviazgo de diez años casó con Wilfred Barbrook Brubb, yéndose finalmente al
Chaco donde “rodeados de tribus salvajes, debían vivir los mejores años de sus
vidas”. El misionero escocés fundó después la Asociación Chaqueña de los Indios,
en Paraguay hasta donde se allegará más tarde nuestro escritor fueguino. En
cambio Berta y Alicia y las jóvenes que se unieron a los Bridges nos interesan
profundamente. Casada Berta con Percy Reynolds, el matrimonio había adquirido
una granja en Paraguay pero cansados de ella por el clima retornaron a Tierra
del Fuego. Como Harberton ya no daría abasto para albergar a toda la familia
que crecía a ojos vistas, la decisión de poblar en Najminshk fue muy acertada y
en la primera oportunidad, en una mañana de primavera, salieron con rumbo al
norte participando de la cabalgata además de Lucas y Despad cuatro mujeres:
Cristina Reynolds –esposa de Despard- Berta, Alicia y Jorgelina Reynolds que
era inválida. Will con su esposa Minnie Lawrence, la señora Bridges y
Yekadahaby seguirían en Harberton. Pocos años más tarde, como consideraban que
la jefa de la familia debía ser trasladada a Viamonte donde gozaría de mayores
comodidades, decidieron construirle un aparato al que bautizaron “la litera” en
la cual la transportaron a través de los mil vericuetos y accidentes del nuevo
camino. María Varder dejaba definitivamente la tierra que otrora había sido
dominio de los yámanas entre cuyas mujeres alojadas en la misión había
organizado “Reuniones de Madres”, enseñándoles a tejer y realizar labores
domésticas, asistiendo a enfermos y moribundos educando a la par a su prole (5)
Alicia Bridges les acompañaba envueltos sus pies en los clásicos mocasines
indígenas.
(1) Onas
los llamaban los yámanas y Onaisín a la tierra que aquellos ocupaban.
(2) Para
los onas todas las cosas fueron primero personas: el Sol era un varón y la Luna
una mujer.
(3) Yámanas
era su auténtico nombre, Yaganes los bautizo Mr. Bridges.
(4) En
esa proeza Bridges tuvo la valiosa guía de indígenas onas.
(5) María
Varder deseaba morir en Inglaterra. En un viaje que realizaron miembros de la
familia en 1913 se embarcó a su vez. Murió ese año al sur de su país.
FOTOS: En la parte superior Leonor, en su kiosko Leomar, frente a la guardia del Hospital, allí mientras atendía el público iba escribiendo su periódico LA CIUDAD NUEVA, en parte con la información que le traía la gente.Imagen tomada por su sobrina Silvia Beltrame.
Incorporamos una actualización enviada por Denis Chavallay desde PÑuerto Williasm, isla de Navarino, Chile que es la necrológica dada al deceso de Eleonora Elisa Britten de Lewis, en la revista Argentina Austral.
En la parte inferior, su presencia juvenil en Estancia La Criolla.
FOTOS: En la parte superior Leonor, en su kiosko Leomar, frente a la guardia del Hospital, allí mientras atendía el público iba escribiendo su periódico LA CIUDAD NUEVA, en parte con la información que le traía la gente.Imagen tomada por su sobrina Silvia Beltrame.
Incorporamos una actualización enviada por Denis Chavallay desde PÑuerto Williasm, isla de Navarino, Chile que es la necrológica dada al deceso de Eleonora Elisa Britten de Lewis, en la revista Argentina Austral.
En la parte inferior, su presencia juvenil en Estancia La Criolla.
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