Cuando comenzaba su gestión como intendente Jorge Colazo
visitó junto a algunos profesionales en la materia la quinta de Ramón. Observar
ese vergel era la motivación inicial para que esta gente supiera orientar a
otros vecinos para llegar a tener algo igual. Cuando le preguntaron la fórmula
de su trabajo el la simplificó de esta manera: “Primero hay que preparar la tierra. Después hay que prepararse para la
siembra. Hay de desmalezar, sacar los yuyos. En esto se trabaja todos los días…¡Y
después de cuarenta años tenés lo yo ahora tengo!”
Esta gente no venía preparada para un trabajo en tan larga
escala, y los frutos siguen demorados en Río Grande en materia hortícola, pese
a los esfuerzos que se hacen en la materia. La gente no siembra más que en necesidades
extremas, y se cuentan con los dedos de la mano los que viven de este tipo de
actividad.
Pero el diálogo con Ramón sigue su curso, y ahora vamos a
recordar al..
Marinero Ramón.
-¿Y allá en España,
antes de venir Ramón, usted trabajaba en algo vinculado con el campo?
-Siempre trabajé vinculado con el campo. Yo me crié en el
campo.
-¿O sea que trabajó
de chiquito en esto?
-Y no solamente en el campo. Yo había tenido 10 años cuando
vine a la Argentina, embarcado. Tengo la libreta y todo, viejo.
-¿O sea que usted se
vino antes?
-¿Cómo antes?
-¿10 años de
embarcado?
-Andaba 10 años embarcado antes de venir pa’ la Argentina.
10 años andaba embarcado en barcos pesqueros.
-Y alguna anécdota de
pescador debe tener, porque también es una vida divertida, ¿No?
-Puf…tengo muchas.
-¿Cómo fue eso que
usted salió en un barco y volvió en otro barco?
-Pasó lo siguiente: Nosotros llevábamos pescado, íbamos
cargados de pescados, íbamos rumbo para un puerto, a vender. Entonces esa noche
de invierno, uno anda sin dormir con el frío. Yo me recuerdo que iba acostado
en cubierta…en cubierta del barco, y cerca de nosotros con el mismo rumbo iba
un barco grande, con las luces prendidas, venía cerca ya de noche y el patrón
de nosotros se arrimó, vos viste que un barco va con mucha velocidad y el que
camina menos se arrima a él y corre con la misma velocidad del otro. Porque la
misma agua de la hélice de uno lleva al otro, ligero. Entonces yo me quedé
dormido. Y en ese mismo tiempo paso por al lado de nosotros cuando me habia
quedado dormido. Entonces al arrimarse todo el costado del barco de nosotros
contra el otro. En la misma agua lo atrajeron, lo atrajeron contra, al tocar
los dos cascos. ¡Qué mierda! Yo sentí el trasco, abrí los ojos asustado, vi.
ese tremendo bicho al lado, pegué un tremendo salto como si me pusieran
resortes abajo…adentro del mismo barco. Y vamos pal mismo puerto, así que
cuando llegó el barco de nosotros yo ya estaba cansado de esperar…incluso…
-Salvó su vida
también ahí, eh…
-Si, me podía caer hasta un barco y otro. Eso fue lo que me
han dicho. Me podía caer…Entonces cuando llegué al puerto había varios
conocidos, que me veían llegar, y este de donde salió.
-Bueno, entonces
Ramón, usted llegó acá el año…
-‘52
-’52, es decir que
han pasado 35 años.
-Eso es.
Las fotos:
La primera imagen muestra un aspecto de su quinta que daba
fondos con la de su suegra.
Las siguientes son tomadas de su libreta de marinero.
La última lo muestra feliz en el reencuentro con los suyos,
tras media vida hecha en Tierra del Fuego.
1 comentario:
Hola Mingo!
Siempre interesantes estas entregas sobre Ramón García. Siendo que un fragmento del artículo se refiere a las huertas, huertos y la horticultura, buscando algo de información al respecto, encuentro algunos datos en los recuerdos de Miguel Raful que dan cuenta de la problemática “verduras frescas”. El tema aparece tratado en vinculación con la reconocida Casa Raful:
Miguel Raful había nacido el 10/10/1920 en el Líbano, y llegó a Buenos Aires en 1948 en el buque “Italia”, incentivado por su tío: “¡Mi tío hasta tenía pagado por mi todo el pasaje en la primera! En Buenos Aires me quedé seis meses con mi tío (José Raful) y después él iba a venir al sur conmigo también (...). Nos fuimos a Gallegos en auto y ahí nos tomamos un avión para Río Grande (...). Mi tío tenía una casa muy importante: como La Anónima ahora (...). En la ciudad decían: ‘¡Casa Raful es la más surtida!’ (...). Cuando llegué, mi tío me puso inmediatamente como jefe de ventas en el negocio (...). (...) Me crié con él hasta que falleció. Se quedó conmigo en Río Grande más o menos unos diez años: yo llegué en el 48 y el falleció en el 58 (...). Las ventas de víveres en el negocio eran de harina, azúcar, arroz, legumbres, aceites, dulces, bombones, chocolates, etc”. Y en relación a las verduras, Miguel Raful contaba: “La gente llevaba cantidad de verduras y legumbres enlatadas en conserva, porque no había frescas, sobretodo en invierno (...). En aquel tiempo, algunas estancias, como San Pablo, cosechaban papas para todo el año. A veces vendían algo, pero la mayoría era para la estancia (...). Antes, en la ciudad había unas pocas personas que se dedicaban a sembrar huertas y vendían un poco, como Juan Visic padre”.
Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-
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