Cuando ya era tarde comenzó a llover. Él se fue aplacando. El viento terrible de esa primavera se aplacó. Desde la puerta de su casa había visto
consumirse media cuadra de casas en material ligero. Casas de chapa y madera:
un hotel, un taller, el primer autoservicio que esperaba tener el pueblo, ¡y el
Club!
Pepín, como los mundialistas del 2014, andaba con zapatos de distinto
color.
Pepín lloraba y no era solo por el humo.
Su cara era un empasto de lágrimas, de cenizas. De mocos relucientes.
Se había escapado en más de un momento hacia donde los socorristas del
Batallón hacían lo que podían. Alguien lo tomaba de un ala, se lo pasaban a
otro y lo sacaban de lugar. Pero en la casa no estaba la familia. Todo en
derredor era una acumulación de enseres. Las cosas que no se querían perder.
Pero del club no se había salvado nada.
De pronto el chico Santana vio que los jugadores estaban todos juntos
mirando la escena. Había lágrimas y los cigarrillos pasaban de boca en boca.
Pepín balbuceaba: ¡No tenemos más club!.
Alguien con voz dirigencial dijo: -Un incendio con suerte. No afecto casas
de familia. Y mirándolo firmemente a él le señaló: -Tenemos la cancha. Y el San Martín somos nosotros, los que lo queremos.
Pepín sintió que el corazón moderaba su andar.
El arquero de pronto salió con otro problema. Se habían quedado sin
camisetas. Tendrían que usar otros colores hasta que se pudieran ir a comprar
nuevas.
Entonces Pepin comenzó a reír. Alguien pensó que de los nervios estaba
desvariando. Pero él se sentía parte de un enorme alivio. Él era el que tenía
que haber ido a retirar la bolsa de las camisetas en lo de la lavandera. La
tarde anterior. Pero se le paso el tiempo jugando a la bolita en la vereda del
club, lo llamaron dos veces para que fuera a cenar. A la tercera lo fue a
buscar el hermano. Se cenó y fue castigado a la cama.
Sin poder conciliar el sueño trataba de interpretar los ruidos que le
llegaba mientras en la oscuridad sacando y poniendo las bolitas de una bolsita
de tela trataba de saber cuántas tenía.
La radio venía con mucha estática.
De la calle llegaba sonido de gambetas. Los días largos de verano se
ponían a full.
Como se venía el fin de curso le dejaron colgado de la percha el
guardapolvo almidonado.
Durmió entrecortadamente. No podía recordar lo que iba soñando.
Los restantes ocupantes del dormitorio fueron llegando a sus lugares.
De pronto llegaron los gritos.
2 comentarios:
¡Qué buena historia, estimado Mingo!! Gracias por esta y cada una que a través de tu blog nos regalás. Ellas remueven nuestras nostalgias, volvemos a rememorar historias, recordar lugares y personajes muy caros a nuestros afectos. Nos damos cuenta que hemos vivido y que el tiempo mientras tanto, pasa.
A propósito de lo que has contado, yo también tengo una pequeña historia que contarte que tiene a Pepín Santana como protagonista.
Era en la época de vacaciones de verano del año 1965 aproximadamente, Pepín Santana en su inquietud de siempre organizar algo relacionado con el fútbol, consigue hacer un partido entre la selección de fútbol juvenil de Ushuaia y la de Río Grande. Competencias de ese tipo no eran tan habituales como pueden ser ahora, costaba mucho viajar, juntar la gente, etc. Claro que para Pepín, esos no eran obstáculos, tenía esa práctica habitual de correr en busca de sus jugadores en su Club San Martín, como de ocuparse de las camisetas para cada partido tal como pinta tu relato, en fin él todo lo hacía posible.
Así fue que nos convocó a un grupo de pibes de aquí que jugábamos en distintos clubes, dicho está de paso yo nunca jugué para su Club San Martín porque nunca se dio así, bueno, como decía, nos llamó entonces y nos dijo que teníamos que viajar a Ushuaia porque había un desafío con lo pibes de allá. Imaginate, nosotros siempre dispuestos a jugar a la pelota, yo particularmente a pesar de mis dificultades económicas me prendí igual, mis viejos me bancaron con esfuerzo pero fui.
Te cuento que no conocíamos a los chicos de allá, pero Pepín sabía de ellos y nos comentó. Había tres de ellos que venían de probarse en San Lorenzo de Almagro. Lamentablemente sin suerte, hubiese sido muy lindo para nuestro orgullo que alguno de ellos hubiese quedado, pero claro, eran tiempos más difíciles que ahora y solo quedó resignarse. De todas formas, eso era un incentivo y un aliento más para enfrentarnos a ellos.
Allá fuimos y allá los conocimos, ellos eran: Fargo (farguito) un 5 espectacular, ¡cómo jugaba!, otro era un chico que le decían Truca (no se si ese era su nombre), defensor central, muy bueno también, y el otro pibe era Milo, jugaba adelante, un puntero derecho muy rápido me acuerdo. Tengo entendido que pasado el tiempo Milo se vino a vivir a Río Grande y se casó con una chica de acá, Nelly Sura, creo que se radicó y consiguió trabajo acá. Fargo creo que también vino a vivir a Río Grande y creo que jugó en algún club de acá. Del otro chico no supe más nada. Mis recuerdos posteriores a esos años son vagos ya que ya no viví más en Río Grande y volvía de visita solo de vez en cuando, vos lo sabés.
Que cómo salimos en aquel partido??? Mirá, no lo recuerdo, solo sé que no perdimos he hicimos un partidazo, volvimos todos muy contentos con el resultado y con la experiencia vivida.
Quienes éramos los pibes riograndenses que viajamos a aquella "gesta", aquí van los nombres de los que me acuerdo. En el arco: Eduardo Vázquez; defensores: César Munín, Héctor Toledo, Alfredo Cárdenas y yo Carlos Salamanca; mediocampistas: Víctor Pérez Cárcamo (cachuzo), "patulo" Andrade y me falta uno que no recuerdo; delanteros: Marcos (marquitos) Mora, "canito" Andrade y "chiquito" Pacheco. ¡¡¡¡Qué equipazo Papaaaaaaá!!!!
Tengo un grato recuerdo, que viene a mi memoria ahora que nombraste a Pepín Santana. Gracias por todo querido Mingo, hace tanto que no nos vemos, años ya!. Te mando un fuerte abrazo y si ves a alguno de los de esta historia, dales mis siempre afectuosos saludos. Hasta siempre!
Carlos Salamanca
carsalamanca@yahoo.com.ar
Mingo, algunas aclaraciones que surgieron después de haber releído mi relato anterior. Dije Alfredo Cárdenas, en realidad era Manuel Cárdenas, el hermano mayor. Dije también Eduardo Vázquez en el arco, pero ahora me vino la duda si no fue Pancho Águila el que atajaba ese día. Por ahí anda la cosa. Y, el que me faltaba en el medio campo, estoy casi seguro que era Gustavo Arteaga, un jugadorazo también.
Bueno, han pasado cerca de cincuenta años de aquello así que se aceptan algunos olvidos.
Como colorario vale decir que, en tiempos presentes de Mundial de fútbol,Pepín Santana viene a convertirse en un émulo de Sabella y nosotros uno de los 23 convocados. Lo que se perdió la selección ¿no?.
Gracias Mingo.
Carlos Salamanca
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