Avanzaba la primavera que todo florecía en el pequeño parque
que era visible desde el recinto donde el maestro desarrollaba sus enseñanzas,
y los alumnos se empeñaban en la práctica de la disciplina.
El maestro chino de un lado, del otro los discípulos y los
menos iniciados.
Entonces apareció la mosca.
Ustedes bien saben que por aquí no abundan los insectos,
pero cuando se presentan las moscas estas tienen un tamaño particular y una
coloración singular. El zumbido de su vuelo adquirió tal magnitud que se impuso
por sobre la música ambiente que pretendía llevar a todos –espiritualmente- a
oriente.
La mosca distrajo a los menos aplicados y comenzó a
revolotear sobre la cabeza de uno de ellos. El hombre se irritó y trató de
espantarla a los manotazos. La mirada de sus compañeros se detuvo en esa lucha
y dejó de prestar cierta atención al maestro.
Pero la mosca se retiró al techo desde donde cuando ya se
estaban olvidando un poco de ella descendió para atender a una robusta señora,
esta manifestó en el rostro toda la repugnancia que le proporcionaba el bichito
volador, y hasta se atrevió a espantarlo con palabras humanas que en poco
pueden haber conmovido a la molesta mosca.
Uno de los discípulos se retiró del recinto, cuando la mosca
volvió a bajar –esta vez apuntando a uno de los alumnos de mayor rango- este se
defendió con un abanico que tomó de uno de los adornos del salón. La actividad
se paralizó, reingresó el alumno que había salido y espació en el aire el
contenido de un aerosol azul.
Se perdió contacto con la mosca, alguno dijo que la vio
caer, pero lo real es que estaba en una grieta del cielo raso y de allí
descendería sobre un objetivo mayor: el maestro.
La actividad se había retomado, un clima de introspección
dominaba a la concurrencia, cuando la
mosca zumbona revoloteó sobre el maestro. Este no abandonó el desarrollo de la
forma que orientaba la práctica y de pronto con el índice y el pulgar de la
mano izquierda la tomó al vuelo.
Los concurrentes repiten esta historia como muestra de la
serenidad y el control de su maestro sobre una situación que para todos había
sido incómoda, e inevitable.
Pero hay un desacuerdo entre los testigos: están los que
dicen que el maestro- sin mirarla- se dirigió hacia la ventana, la abrió y la
dejó que volara afuera; mientras que otros aseguran que la miró fijamente, y
luego abriendo su boca la tragó.., con la mejor de las sonrisas.
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