Para Ford, la crisis Baring no
fue causada por la incompetencia, malversación y especulación de las
autoridades y agentes económicos argentinos, como alegaron los contemporáneos,
sino que fue una crisis de crecimiento Los préstamos extranjeros declinaron
antes de que pudiesen madurar los proyectos de inversión y expandir la
producción de bienes exportables lo suficiente como para saldar la deuda
contraída sin esfuerzos. El desarrollo argentino necesitaba tiempo, pero los
prestamistas europeos no lo concedieron.
Ferns sostiene, en cambio, que el desfase temporal entre el aumento de inversiones y el incremento productivo, sólo explica parcialmente la crisis. Para él los factores políticos fueron cruciales. Las autorizaciones concedidas para la construcción de ferrocarriles donde los amigos del gobierno lo desearan, sin relación con las posibilidades productivas, forzaron a las compañías ferroviarias a dejar de invertir en locomotoras y vagones, para hacerlo en extensiones de líneas con el fin de excluir a otra compañía rival u obtener beneficios garantizados del gobierno. Esta fiebre ferroviaria, a su vez, empujó a un aumento del valor de las tierras atravesadas por estas redes. De este modo, el favoritismo de Juárez Celman socavó la confianza de los inversores extranjeros en la Argentina y precipitó la crisis de Baring.
En oposición a Ferns, Rory Miller duda de que la mala administración del gobierno de Juárez Celman haya sido la causa primaria de la crisis, aunque los funcionarios del gobierno pudieron haber contribuido secundariamente con su irresponsabilidad. En 1890, afirma Miller, hubo pánico en Europa por razones totalmente ajenas a la política económica argentina, tales como, por ejemplo, el fracaso del proyecto de Ferdinand de Lesseps del canal de Panamá y la situación, cercana a la bancarrota, del banco de depósitos francés Comptoir National d'Escompte (foto), luego de un intento por controlar la oferta mundial de cobre.
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