En ese escenario porteño tratará de
fortalecer sus relaciones para posibilitar varios proyectos relacionados con
la Isla Grande.
Unos años después José María Borrero,
entre sus detractores, trazará en LA PATAGONIA TRAGICA, este perfil del
personaje.
El rumano Julio
Popper ya lo conocemos por sus correrías en pos de nuevas minas de oro (se
interesó por esta sangrienta ocupación cuando su empresa minera quedó estancada
y quiso resarcirse de sus fracasos con un trabajo remunerativo al servicio de
patrones cuyo vehemente anhelo era la eliminación de los indios.
Cuando los europeos
hicieron su posición cada vez más insostenible, Popper recurrió al gobierno de
Buenos Aires. Entre otras cosas, tuvo la osadía de defender con hábil
charlatanería a los indios, para distraer la atención de los graves cargos que
se le imputaban por maltratar a sus peones, durante una conferencia pública que
tuvo lugar el 27 de julio de 1891. (A poco del retorno definitivo a
Buenos Aires que hoy estamos recordando)
En la misma
oportunidad presentó, con espeluznantes detalles, un cuadro de las violaciones,
ultrajes y asesinatos que fueron cometidos por los europeos. Es cierto que
describió, sin tapujos, la realidad de aquellos horripilantes acontecimientos
que clamaban al cielo, y también es cierta su defensa de los aborígenes:
"La injusticia
no está del lado de los indios... Los que hoy día atacan la propiedad ajena en
aquel territorio, no son los
Onas, son los indios blancos, son los salvajes de las grandes metrópolis".
A pesar de esas graves palabras, él tuvo considerable participación en la
terrible calamidad de que "el dominio absoluto del indio Ona se ha
convertido en recipiente de hombres arrojados de todos los países de Europa, en
teatro del vandalismo de grupos de desertores, deportados y bandidos de todas
las razas".
No tuvo vergüenza de
hacer fotografiar una matanza de indios durante la cual él, apuntando con su
fusil, capitaneaba a sus subordinados con idénticas intenciones: en primer
plano yace el cadáver de un hombre vencido, mientras que las armas se dirigen
contra las mujeres y niños que huyen; él mismo observa la caída de los
mortalmente heridos. El aspecto de este grupo causa estupor y espanto.
El ingeniero rumano avanzó en sus últimos años –
fallecería en el invierno de 1893, en una empresa colonizadora en nativos..,
para lo cual recibiría tierras sobre la margen sur del río Grande, en un total
de 40 mil hectáreas que con los años pasarían a poder de José Menéndez.
Y también buscaría concretar una empresa antártica,
para lo cual compró dos pequeños buques.
1 comentario:
Hola Mingo!
Al respecto de la referencia sobre las tierras que recibió Popper en la margen sur del Río Grande apuntada en este artículo, aporto el siguiente dato complementario que encuentro en la publicación “El Río Nº 5, Río Grande, Lunes 14 de julio de 2003”:
“Juan Nepomuceno Fernández ingresa a la historia lugareña al adquirir las tierras de Popper luego de su remate testamentario. Con ello se hace dueño de las 80.000 leguas el 12 de diciembre de 1894 pero no tarda en vendérselas a José Menéndez el 7 de julio del año siguiente las correspondientes al sur del río (...)” (Terrafogueños, Los Fernández). Me pregunto porqué motivo habría vendido tan rápidamente las tierras luego de haberlas comprado; sólo seis meses se quedó con ellas.
Asimismo, el dato del maltrato de Popper hacia sus peones también es confirmado por Ricardo Rojas en su libro “Archipiélago (Tierra del Fuego)”, en el Capítulo 39 Los buscadores de oro. Allí indica que Popper “(...) llegó a acuñar moneadas, adoptando por escudo la figura de un indio y un guanaco. Su ánimo se exaltó hasta creerse un jerarca fueguino, y en el ejercicio de su tiranía excediose cruelmente contra sus obreros y contra los onas, a quienes cazaba a tiros, hasta que su desvariado poderío levantó protestas (...)” (Rojas, Ricardo: “Archipiélago (Tierra del Fuego)”, Editorial Südpool, 1º Edición, Ushuaia, 2012).
Un abrazo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-
Publicar un comentario