OLGA JULIA, y las deudas pagadas.

 


Me conmovió encontrar este sobrecito. 

A veces pocas palabras adquieren una gran emotividad.

En medio de una de esas crisis para las cuales núnca estamos del todo preparados debímos afrontar la búsqueda de nuevos recursos económicos.

Con Osvaldo Santrone habíamos gestado varios libros, pero luego del corralito todos los proyectos parecían alicaidos.

Entonces tuvimos la ocurrencia de imprimir un periódico al que dimos el nombre EL RÍO, memorias de la zona. Partiría de un número Cero, pèro sin regalarlo como suele ser el destino de esos guarismos en la generalidad del mundo empresario. Los ofrecimoso en una rural, en el stand de la imprenta, y anotábamos el nombre y la dirección de los adquirentes. Estos pronto terminaron con los 500 ejemplares de esa iniciativa.

Entonces nos animamos y se imprimeron mil, con los cuales iniciamos un trabajo de hormiga, buscar a los posibles lectores y seguir manteniendo el precio de tapa.

Todo fue muy gimnástico, yo salía de 18 a 20, de lunes a viernes, y procedía a entregar al menos 50 ejemplares. Multipliquen y verán como se cubrieron las espectativas.  Cada ejemplar costaba un pesos, y yo andaba con un morral cruzado en bandolera, y un monedero a la cintura. Uno disminuía su peso, otro se incrementaba.

El río superó los 40 ejemplares a diez por añom algunos los conservan incluso encuadernados, otros lo desperdigaron. Hay de los que recortaron sus imágenes como parte de una tarea escolar.

Si no encontraba al destinatario podría escurrirese por debajo de la puerta, o meterlo en un buzón.

Eso es lo que pasó con Olga Julia Rodríguez.


Entonces era compañera de Patricia en el HRRG.

Un día mi esposa volvió con el sobrecito que arriba les muestro, diciendo contener una moneda, y reclamando un número anterior sin entregar.

Yo supongo que habré entregado la mercadería reclamada, pero quise conservar el sobre cerrado.

Ordenando mis pertenencias, como todo buen jubilado, apareció esta singular forma que encontró Olga de ponerse al día.

No quiero romper el sobre. Pero me asalta la curiosidad sobre lo que estoy seguro. Tengo que encontrar un lapiz y hacerlo frotar por la parte de atrás para que el relieve de la moneda se haga presente.

Y comunicarle lo que voy a hacer a La Rodríguez que por estos días se encuentra en Buenos Aires, la CABA que ahora le dicen.


¡Aquí está!




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