Un escrito de Nestor Palmetti.
Nutricionalmente las algas son ricas en proteínas,
minerales y vitaminas (A, B, C, E) y, sobre todo, en elementos difíciles de
hallar en verduras terrestres, fundamentalmente el yodo, mineral escaso en el
suelo y más aún en tierras agotadas por el cultivo intensivo. Excepto algunos
pescados, las algas son nuestra mejor fuente natural de yodo orgánico y
asimilable. La hormona tiroidea (tiroxina) se produce gracias a la presencia de
este mineral y su normal producción estimula el sistema nervioso simpático,
incrementando la tasa de oxidación celular y, por ende, el metabolismo corporal
(utilización de los macronutrientes).
La carencia de yodo afecta los niveles sanguíneos de
tiroxina y, por tanto, el nivel de energía en el organismo, generando: fatiga,
piel seca o amarillenta, alta tasa de colesterol, entumecimiento de las
extremidades, hormigueos, aumento de peso, falta de memoria, dificultad de
concentración, cambios de personalidad, depresión, anemia, menstruación
prolongada y dolorosa en las mujeres, etc. En los niños esta carencia genera
desarrollo defectuoso a nivel óseo, muscular, mental y nervioso.
Además de yodo, las algas también son ricas en otros
minerales claves como magnesio, calcio, potasio, hierro y oligoelementos como
cinc, selenio, manganeso, boro, cobalto, cobre, vanadio, etc. Algunas algas
llegan a tener un tercio de su peso en sales minerales (el caso de las hiziki),
siendo las mejores proveedoras en absoluto, y sobre todo de minerales
biológicamente asimilables por el organismo humano. Por ello su exitoso empleo
en anemias, osteoporosis y otros estados carenciales.
Además de minerales, las algas son muy ricas en proteínas
y principalmente en aminoácidos esenciales (aquellos que el organismo no puede
sintetizar y que deben provenir del alimento). Estas proteínas son muy
asimilables debido a la presencia de minerales y enzimas que facilitan su
absorción. Por ello se aconseja consumirlas junto a cereales, que generalmente
tienen carencias de ciertos aminoácidos.
En general, podemos decir que las algas son estimulantes
del metabolismo, aumentando el intercambio celular y mejorando la eliminación
de toxinas. Dada la gran presencia de antioxidantes (vitaminas y
oligoelementos), neutralizan el efecto de los radicales libres, responsables de
acelerar el proceso de envejecimiento en los tejidos. También reducen los
niveles de azúcar, colesterol y presión sanguínea. En dietas vegetarianas (y
también en convencionales), previenen anemias por su contenido en hierro
fácilmente asimilable y vitamina B12. Entre otras cosas, esta vitamina es
responsable de mantener un adecuado nivel de hierro en sangre y es vital para
funciones neuromusculares.
Las algas resultan ideales para dietas de adelgazamiento
(además cubren eventuales carencias nutricionales), diabéticos, embarazadas,
niños y convalecientes. Pese a ser bajas en grasa, azúcares y calorías, aportan
saciedad por su alto contenido en mucílagos, los cuales regularizan la función
intestinal y protegen las mucosas digestivas. Los mucílagos son polisacáridos
que retienen varias veces su volumen en agua y en los vegetales cumplen la
función de reserva hídrica.
Fundamentalmente actúan sobre las mucosas. En el estómago
forman una capa viscosa que atenúa las irritaciones. En los intestinos estimulan
el peristaltismo. A nivel respiratorio calman la irritación que provoca la tos.
El ácido algínico de la algas pardas (kombu, kelp, fucus, cochayuyo) es un
mucílago que ejerce un papel protector de la mucosa gástrica, tapizándola y
dificultando el reflujo gástrico hacia el esófago; también regula la acidez
estomacal y genera sensación de plenitud.
Estudios realizados en distintos países sobre las algas,
demuestran propiedades anticancerígenas (sobre todo a nivel de colon y mamas),
debido en gran parte a un principio activo: la fucoidina. En Japón se ha
comprobado que funciona como un quimioterápico, disminuyendo la virulencia y la
progresión de los tumores. En laboratorio ha mostrado una eficiencia de 84% en
la eliminación de cáncer intestinal. Si bien no se conoce exactamente su
mecanismo de acción, al parecer tiene que ver con la estimulación del sistema
inmunológico (kombu y fucus).
Muchas algas tienen un efecto fluidificante de la sangre.
Algunos investigadores lo atribuyen a un principio anticoagulante (similar a la
heparina), que no solo previene el infarto sino que favorece la eliminación de
grasas del círculo sanguíneo, bajando el colesterol malo (LDL) y subiendo el
bueno (HDL). En función a esto puede afirmarse que actúan como limpiadoras de
la sangre.
Las algas poseen un delicado efecto antibiótico y actúan
selectivamente en la flora intestinal (sobre todo en el colon), eliminando las
bacterias que producen sustancias cancerígenas. Las algas oscuras (o pardas)
tienen el poder de prevenir el ictus, neutralizar el efecto tóxico del consumo
de sal refinada y reducir la tasa de colesterol. Para los deportistas, las
algas aportan mejoras en la circulación, la oxigenación y la resistencia a la
fatiga.
En general, las algas combaten los efectos de las radiaciones
(rayos X y radioactividad) y la contaminación con metales pesados (plomo,
mercurio, estroncio, cadmio) y sales tóxicas (nitritos, sulfuros). Esto se debe
en parte a su riqueza en yodo y en parte
al contenido de alginato de sodio (kelp y cochayuyo), lo cual evita la fijación
de aquellos en el organismo y favorece su eliminación (en el intestino se
transforman en sales insolubles que se descargan del cuerpo a través de las
heces). La experiencia más importante de este efecto quelante, ha sido la del
pueblo japonés, tras las explosiones atómicas de la Segunda Guerra Mundial. Incluso
las kombu han demostrado la propiedad de eliminar los isótopos radioactivos aún
cuando ya estén alojados en la estructura ósea. De allí se justificación da
fama como desintoxicantes y depurativas.
En la medicina oriental son conocidas las propiedades de
las algas para evitar estancamientos corporales(hinchazones, nódulos, bultos),
mejorar el metabolismo corpóreo del agua, estimular el bazo y el páncreas,
limpiar el sistema linfático y alcalinizar la sangre. Única precaución sería
para los hipertiroideos, en cuyo caso conviene siempre la consulta médica. En
estos casos se puede hacer uso de las espirulinas, que son bajas en yodo, al
provenir de aguas dulces.
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