Patricia recordó que a principios de 1973 llegaba a Río Grande cuando la niñez
abandonaba su cuerpo. En el nuevo pueblo, destino laboral de su padre, recibió
la orden de ir a comprar pan y concurrió al comercio más cercano –no sabe con
que información previa- y allí enfrentó la realidad de un mundo muy distinto al
que conocía: le ofrecían pan de molde o ayuyas, y ella no sabía nada de uno y
de otro.
Encontré a Daniel en mismo día en la panadería donde
concurro a comprar mi cuarto de pan, a veces flauta, a veces miñón, facturas u
otras variedades. Daniel, al que todos llaman Federico se excusó de estar allí,
necesitaba sándwiches de miga y aclaró que en su casa no se come pan, no se
sabe desde cuándo pero advirtió que el pan engorda. Al hacer referencia que
pronto se inauguraría un sucursal en zona bancaria comenté que buscaba fotos de
la primer sucursal: Daniel me dio precisiones sobre donde estaba, en el año
1984, cuando él llegó; y lo que compraba entonces.., entonces el pan no
engordaba.
Patria, esta.. , la mía, vino a recordar que en la esquina
de su casa había una panadería, el apellido del panadero era italiano y me dio
dos nombres aproximados, pero no tenía vivencias de haber ido alguna vez a comprar
allí. Tal vez fuera tarea de alguno de los hermanos menos, pero dudó. Lo que si recordó es que la madre dejó de
colocar pan en la mesa de manera cotidiana hace mucho pero muchos años, tal vez
por el mismo tema de Daniel.
Yo le pregunté si no sería su padre el que llegaba con el
pan al volver del trabajo. El pan de la capital era mucho mejor que el de la
provincia.
Héctor, el esposo de mi prima, traía al volver del
ferrocarril un pan muy sabroso que se elaboraba para consumo de los que
trabajaban en los talleres; venía envuelto en un papel rudo, húmedo, con olor a
cigarrillo. Lo que no se comía en esa tarde noche terminaba siendo alimento de
los pájaros.
Pan y ferrocarril, la panadería de constitución. Tenía
variedades insospechadas en otros rincones de Buenos Aires. Parecía atender a
modalidades provincianas de elaborar este alimento. En mis incursiones yo solía
volver con cada vez con un tipo diferente, causaba sorpresa a mi destino,
aunque con el tiempo y mi condición de estudiante terminaba consumiéndose en el
trayecto.
Vivencias de pan, todas en un mismo viernes.
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