Católicos versus protestantes.



“Copiamos del diario L’Unitá Cattolica la siguiente carta, por las preciosas noticias que da sobre la Tierra del Fuego”, hacía referencia el Boletín Salesiano en momentos en los cuales partía Fagnano en la Expedición de Lista a nuestra Isla Grande la que esperaba recorrer en un lapso de cuatro meses. El corresponsal deja evidencias de los conflictos de la época entres las confesiones religiosa, y abunda luego en una Entrevista de un Hijo de Sayahueque con Monseñor Cagliero, que omitimos por razones geográficas. Firma esta correspondencia el presbítero D. Piccono, tratándose del sacerdote de nombre Ángelo que fallecerá el 1ro de enero de 1913.

Buenos Aires, 19 de Octubre de 1886.

Señor Director de la Unitá Cattolica:

No disgustará a sus lectores alguna noticia sobre las tierras, casi desconocidas por el mundo civil, y sobre las que no obstante fijábase con preferencia la paterna mirada del Gran Padre de la Cristiandad, León XIII. Me refiero a la Tierra del Fuego, y erigido poco tiempo hace, por la Santa Sede en Vice-Prefectura apostólica, confiándola a un benemérito y activísimo sacerdote de la Congregación Salesiana, la cual hace ya algunos años está evangelizando con gran fruto la Pampa Argentina y la Patagonia.

Hállase la Tierra del Fuego entre los grados 52°42’ y 55°11’ de latitud austral, y forma un verdadero laberinto de canales, estrechos, golfos, bahías, islas y penínsulas. Cúbrenla altas y nevadas montañas, pero su aspecto varía según las diversas partes. Las costas del Oeste y sur son áridas y tristes; más favorecidas por la naturaleza las del Norte y del Este. El clima es generalmente frío, nuboso y tempestuoso. El piamontés Santiago Bove, que por encargo del Gobierno Argentino exploró una pequeña parte de las costas y también alguna isla en el año 1882, asegura que, en los días más calurosos del verano, el termómetro no pasa nunca los 12° centígrados. El invierno no es sin embargo tan riguroso como comunmente se cree , puesto que el hemisferio austral a igual latitud  es siempre menos frío del boreal, pero se puede decir que es un invierno continuo, especialmente por el fuerte viento polar que casi siempre hace.

La Tierra del Fuego fue llamada así por Fernando Magallanes, a causa de los muchos fuegos  que vio encendidos en ella por sus habitantes salvajes. Más tarde se creyó que se le daba este nombre por sus numerosos volcanes, pero parece que estos no sean muchos, pues se descubrió que el humo que pareciera saliese de todos sus montes, no era otra cosa más que niebla, la cual retirándose hacia allá, casi improvisadamente al salir el sol sobre las cumbres más altas, tomaba aquella forma.

La referida Tierra del Fuego pertenece casi toda a Chile, y tan solo una parte del Este a la República Argentina, la cual posee a la vez en el punto más meridional de aquel inmenso archipiélago, la isla de los Estados, de unos 67 kilómetros de longitud y 15 de latitud, con muy buena vegetación y preciosos bosques y colinas, de 500 a 800 metros de altura sobre el nivel del mar. De esta isla el Gobierno Argentino hizo recientemente un lugar de deportación; estableció un Gobernador y levantó un faro. Exceptuando este punto, la playa de Hopparo al Este, donde los ingleses formaron un pequeño establecimiento para sus naves que se dedican a la pesca de las ballenas, y la así llamada misión protestante de Usciumaia, toda la Tierra del Fuego está habitada por salvajes.D’Orbigny calcula sean cuatro mil, pero no puede hacerse una estadística segura, puesto que excepción de una poca extensión de costas, dicho intrincadísimo archipiélago está del todo inexplorado. Estos salvajes provienen de los Andes occidentales y de la Patagonia, y hállanse divididos en tribus. Las principales son las de los Acaluffi que viven esparcidos desde el Cabo del Pilar hasta la isla Stewart, y las de los Ona y Yagan, los cuales habitan las islas al Sur del Canal de Beagle. Según las más recientes relaciones, los Acaluffi llegarán al número de tres mil, los Onas a dos mil y los Yagan a unos tres mil. Hállanse embrutecidos por el vicio precoz y por la poligamia, andan siempre sucios y se pintan el rostro con varios colores. Cara chata, frente baja, carrillos salientes, ojos parecidos a los de los Chinos, cabeza grande, vientre abultado, cuerpo y piernas delgadísimas, pequeños y feos, hé aquí su tipo físico.

Quien escribe los ha visto. Viven miserablemente y nada más que de lo que pescan, corren continuamente por el mar en sus ligeras piraguas, duermen en mezquinas cabañas , y tienen casi siempre grandes fuegos encendidos para asar los pescados y calentarse ellos cuando siente frío, pues están cubiertos por mantas de piel de foca o de guánaco, que obtienen por medio del cambio que hacen con sus hermanos Tehuelches de la Patagonia. Son buenos cazadores, y armados de flechas y de honda, van a la caza de muchísimos y variadísimos pájaros que vagan por aquellas florestas. Son tan diestros en el manejo de la honda, que a la distancia de treinta metros matan  con ella al más pequeño pajarito; y con la flecha, desde las playas, o bien, desde sus canoas hieren la foca en el mar. Su índole no es feroz y su carácter es susceptible de civilización. En cuanto a religión parece que adoren a dos espíritus, el uno bueno y el otro malo, y para tenerlos amigos rindan a ambos el mismo culto: al bueno para que continua a beneficiarlos proveyéndoles de copiosa comida; al malo para que no les moleste ni les haga daño a sus personas y familias. Creen como los Patagones que las enfermedades son producidas por el espíritu malo, que entra en el cuerpo humano, y tienen sus brujas que lo conjuran. No parecen sin embargo muy tenaces en sus supersticiones, y hay que esperar que será difícil ganarlos a Jesucristo, Santo Nombre que ciertamente no debe ser nuevo entre ellos, pues en el año 1846 acaeció un caso, que bien puede llamarse  providencial, y como presagio de tiempos mejores.

Empujada por los vientos, pasaba en aquel año por aquellos desiertos mares El Arca de la Alianza, nave francesa al mando del capitán Marceau, óptimo y fervoroso católico, el cual arribó en la bahía de Port-Galant, esperando el viento favorable para continuar el viaje. Bien pronto observó  que numerosos salvajes corrían por aquellos desiertos y acudían desde el interno de las tierras  para admirar su vapor; y habiéndoles él hecho una señales cortéses, para que viniesen, metiéronse inmediatamente en sus piraguas y subieron a bordo, donde se les proveyó de vestido y alimentos. El buen capitán llevaba consigo su capellán, el cual, aprovechándose de  la ocasión mostró a aquellos pobres salvajes el Crucifijo, diciéndoles que aquel era el Salvador del mundo, muerto en una cruz por todos los hombres de la tierra, y se llamaba Jesús. Después reunió a los marineros, les hizo cantar varias veces los santos nombres de Jesús y María y consiguió que los salvajes aprendiesen también a cantarlos. Adornó luego una piragua con una cruz y puso dichos augustos nombres en la proa, llamándola así la piragua de Jesús María. Entonces ocurriósele al buen capitán Marceau una nueva idea. Hizo construir por seis hombres una gran cruz de treinta pies de altura, colgó en ellas muchas medallas; después él, el capellán y los tres marineros saltaron a tierra; y en devota procesión, con la cabeza descubierta, cantando las alabanzas divinas, la colocaron a la presencia de los salvajes en un lugar elevado, donde el capellán la bendijo, mandando después a los indígenas que se arrodillasen y cantasen Jesús María, lo cual hicieron inmediatamente y con verdadero placer. Más El Arca de la Alianza y con ella su capellán, debieron salir bien pronto de aquellas riberas abandonando a los naturales, que los saludaron cantando Jesús y María.

He aquí de que manera el Salvador del mundo y su Madre María Santísima tomaron hace ya más de 40 años, posesión de aquellas tierras, en las cuales, no se sabe, haya vuelto a entrar algún sacerdote católico.

El Gobierno Argentino comienza ahora a pensar en  aquellas sus lejanas posesiones, y parece que debería emplear toda su solicitud para plantar pronto una Misión católica, y ayudar con todas sus fuerzas al nuevo Prefecto Apostólico a quien el  Santo Padre, en medio de su gran corazón, que abraza el mundo entero, ha confiado aquellas desiertas tierras. La Misión católica formaría en poco tiempo, de aquellos salvajes embrutecidos, útiles súbditos de la república, y reduciéndolos a un vida fija, enseñándoles con la verdadera religión la agricultura y los oficios de la vida civil, en pocos años cambiarían aquellos desiertos en jardines. Pero por desgracia no es así... En el establecimiento inglés de la Tierra del Fuego, de que más arriba hemos hablado, vive muy cómodamente con su mujer, desde hace ya 25 años, bien pagados y proveídos de todo por el Gobierno Británico, un tal Bridges, inglés protestante, y misionero, no de Jesucristo, sino de la Reina Victoria. Parece que en 25 años y con los abundantes auxilios de su Gobierno, debería ya á esta fecha, haber convertido a la lectura de la Biblia al menos a la mitad de los isleños de la Tierra del Fuego. Pues bien ¡admirable poder del proselitismo protestante! en 25 años,  con varios miles de esterlinas que recibe de estipendio cada año, con abundantísimos géneros que les suministraron los vapores ingleses, el misionero protestante, su misionera y sus misionerados no consiguieron otra cosa más que agrupar alrededor  de sí cuarenta salvajes, dejándolos por añadidura casi desnudos como los encuentran, y haciéndose servir de ellos como si fuesen faquires y ganapanes. Y estas noticias se tienen de varios capitanes y otras personas dignas de fe, de las cuales, si necesario fuere, se podrían citar sus nombres y cualidades.

Ahora bien, este Bridges, tan pronto como oyó hablar de la creación de una prefectura apostólica en el territorio por el arruinado, voló a Buenos Ayres, y allí, ayudado por sus correligionarios y por la Masonería, presentó una solicitud al Congreso Argentino, pidiendo nada menos que ocho leguas cuadradas de terreno en propiedad, en el lugar de su misión, como recompensa de sus servicios que había prestado á la civilización (¡sic!) y á la República (¡sic,sic!), en aquellas remotas regiones!

 Ninguna persona de buen sentido habría pensado jamás qeu semejante petición, llegaría a ser otorgada por varias optimas razones. En primer lugar por que la Constitución Argentina prescribe que tanto los Indios, como los indígenas y salvajes sean civilizados, procurando su conversión al Catolicismo y no al protestantismo. Y en segundo, porque el avaro misionero protestante no es más que un simple especulador, que trata de enriquecerse a si mismo, y á su familia. Pero hay todavía otra razón, que por cierto hubiera debido pesar no poco, en las balanzas de la República Argentina. Este Bridges es nada menos que agente del Gobierno  inglés, que, para no parecerlo, alzaba en su residencia la bandera argentina, cuando pasaba un vapor argentino; la chilena, cuando pasaba alguno de Chile; mas, cuando no pasaba ninguno, entonces mantenía simplemente enarbolada la bandera inglesa. Tanto es verdad, que, cuando el nuevo Gobernador argentino tomó posesión de su territorio desde la Tierra del Fuego, haciendo á propio intento una pequeña sorpresa al Misionero engañador de la Reina Victoria, lo cogió con la bandera de Gran Bretaña izada, y le intimó inmediatamente a bajarla. Quien tiene memoria recordará el tentativo hecho, no hace muchos años, de alzar la bandera inglesa en el Ciubut en la Patagonia, y después ¿acaso no están allí las islas Malvinas, que en el año 1833, por un golpe de mano de la astuta Albione, de la noche á la mañana, de argentinos se volvieron británicos?

Estas y otras razones fueron expuestas clara y abiertamente en el Parlamento Argentino , con la acostumbrada elocuencia de dos grandes afectos á la religión y á la patria, de los diputados católicos Sres. Estrada y Goyena, cundo en estos últimos días se puso en examen la referida petición. Mas sin hacer caso á razones políticas y religiosas, al amor a la patria, al mismo interés propio, siguiendo solamente las inspiraciones de la prensa liberal, que se había apresurado a crear la opinión en favor del ministro anglicano, y los mandatos imperativos de la secta anticristiana, el Parlamento Argentino concedía las ocho leguas de terreno al agente d la Reina Victoria.

Y trato más monstruosa aparece esta concesión, cuando más se considera que las Misiones católicas de la Patagonia en solamente seis años, han construido ya dos magníficas iglesias, abierto cuatro Colegios, uno de los cuales de artes y oficios, con graves sacrificios de personal y dinero, fundado  varias pías Asociaciones, recorrieron no poca veces los desiertos patagónicos por una parte, hasta más allá del Río Colorado, y por otra, hasta el misterioso lago Nahuel Huapi y hasta la cima de los Andes á 300 leguas distante de Cármen de Patagones (la legua argentina es igual cinco kilómetros y 154 metros... Los pobres hijos de D. Bosco, á los cuales les están entera y únicamente confiadas las Misiones, llenos de deudas, cansados por tantas fatigas viven en la penuria, continuando sin embargo a esparcir generosamente sus sudores apostólicos mientras que el misionero protestante, bien pagado por su Gobierno y proveído de todo bien de Dios, disfrutando de las delicias de la familia, enriqueciéndose cada día más con el trabajo de sus pobres convertidos, ó, mejor decir, por especulaciones ocho leguas cuadradas de terreno argentino, que, cubiertas de ganado, le fructificarán millones. ¡Pastor de ovejas y vacas, y no de almas, como dijo un diputado!



1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

La Tierra del Fuego tuvo como sabemos, dos líneas misioneras que procuraron evangelizar y civilizar a los nativos que en ella vivían. Deberíamos sin embargo precisar que no sólo se trató de la Isla Grande, sino también de varias otras islas que componen el archipiélago fueguino, si pensamos por ejemplo en la Isla Dawson situada en el Estrecho de Magallanes, ocupada por los salesianos, o en la Isla Hoste y la Isla Navarino, en la zona del Canal Beagle, ocupadas por anglicanos en algún momento. En términos generales, podemos sostener: italianos católicos al norte, ingleses protestantes al sur. Allen Gardiner, Waite H. Stirling, Thomas Bridges, John Lawrence, entre los misioneros anglicanos; José Fagnano, Alberto M. De Agostini, entre los misioneros salesianos.

Los misioneros anglicanos convivieron con los yámanas o yaganes (en la Misión de Ushuaia y otras islas del sur, como antes señalara), y los salesianos con los onas y alacalufes (en la Misión Nuestra Señora de la Candelaria de Río Grande y la Misión de San Rafael, Isla Dawson).

La actividad misionera en Tierra del Fuego dio lugar a distintas reflexiones y opiniones. Ricardo Rojas, por ejemplo, en su libro “Archipiélago” observa una crítica a Thomas Bridges, pero a la vez le hace un reconocimiento. En esa obra podemos leer:

“La empresa evangélica de Bridges y de sus colaboradores en las Misiones del Beagle ha resultado estéril, porque no logró evitar la desaparición de las razas indígenas, y aún se dijera que la conversión civilizadora sólo ha servido para extinguirlas. Bridges y Lawrence, en cambio, introdujeron aquí las primeras ovejas, traídas de Malvinas; iniciaron las primeras labores agrícolas en la Isla Gable, las ganaderas y forestales en Remolino y Harberton.

La contribución más importante de Bridges a la cultura fueguina consiste en sus estudios sobre los aborígenes, durante varios años de convivencia con ellos, y especialmente su Diccionario yámana-inglés, de extraordinaria importancia para la ciencia” (Rojas, Ricardo: “Archipiélago. Tierra del Fuego”, Editorial Südpol, 1º Edición, Ushuaia, 2012).

Un abrazo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-