Profesora en Historia (Universidad Católica Argentina, 1986) y Doctora
en Historia de América (Universidad Complutense de Madrid, 1989).Radicada en
Neuquén desde 1989. Actualmente, Investigadora Asistente del CONICET con sede
en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del
Comahue, con colaboración externa en el equipo de investigación sobre Historia
de la Educación Regional dirigido por la Lic. Mirta Teobaldo.Investigadora de
la historia argentina de los siglos XVIII y XIX, en particular la de la
Patagonia. Actualmente, como Investigadora Asistente del CONICET (Argentina),
trabaja sobre el proyecto "La imagen de la Patagonia y sus habitantes en
el ideario salesiano". . Expuso comunicaciones o ponencias en veinte
congresos y reuniones científicas.Disertante en veinte cursos de capacitación
para docentes de los niveles Medio, Primario e Inicial, sobre Ciencias
Sociales.
Domicilio: calle Ameghino 11708300 - Neuquén Argentina
Teléfono: 00 54 299-4422175
e-mails:
navarro@satlink.com
manicoletti@unrn.edu.ar,
mariaandreanicoletti@gmail.com
Teléfono: 00 54 299-4422175
e-mails:
navarro@satlink.com
manicoletti@unrn.edu.ar,
mariaandreanicoletti@gmail.com
A José Menéndez,
me entero por el diario La Nueva España, se le
piensa honrar con el nombre de una calle y un monumento en su ciudad natal,
Avilés, en Asturias, España. Este señor ha sido el primer eslabón de la
familia Menéndez Behety,
propietaria de una de las mayores fortunas del
cono sur. La historia la escriben los vencedores, se suele decir, y me ha
extrañado que entre los descendientes de José Menéndez, haya historiadores
fieles a defenderle de manera subjetiva. Los indios onas o selk´nan, como
ellos mismos se denominaban, llegaron a tener unos 82 linajes, hasta que fueron
aniquilados por los cazadores de indios, entre ellos un tal Alexander Mac Lennan,
más conocido como el Chancho (cerdo) Colorado. La historiadora canadiense Anne
Chapman, doctora en Antropología por la Universidad de Columbia (Nueva York) y
doctora en Antropología por la Universidad de la Sorbona (París) opina que “la
célebre matanza de Selk’nam perpetrada en Cabo Domingo por el Chancho Colorado,
administrador de las estancias de José Menéndez, dejó un saldo de 400 cadáveres
esparcidos e insepultos ( citando a La Patagonia Trágica de J. M. Borrero).
Según el libro. “La Guerra de Chile Chico”, de Francisco Campo Ducasse, en una
edición de la Universidad de Viña del Mar, Chile, “para el salesiano Maggiorino
Borgatello, una de las principales causas de la extinción era la actitud del
gobierno argentino que comenzó a vender a los europeos extensísimos campos en
la Patagonia, sin pensar que había en estos campos numerosos indios que de tiempo
inmemorial los poseían y con toda razón estos se creían verdaderamente sus
dueños. Deberían haberles dejado una buena porción de terreno donde pudieran
reunirse y poder vivir como habían hecho hasta ahora de la caza y de sus
pequeñas industrias. En lugar de eso no pensaron para nada en los indios”.
María Andrea Nicoletti, en su trabajo “Los misioneros salesianos y la polémica sobre la extinción de los selk’nam
de Tierra del Fuego",
publicado por la Universidad Nacional de Comahue, Argentina, afirma que uno de
los misioneros, monseñor José Fagnano escribía
al ministroAmancio Alcorta acusando
a Menéndez de «dar caza a los indios, sea por sus peones que van haciendo
excursiones en los bosques, sea por la policía, cuyo inspector vive en la misma
estancia del señor Menéndez; y los agentes policiales, distribuidos en los
puestos que sirven de ovejeros». En la polémica historiográfica entre los
salesianos, opina Lorenzo Massa, también intervino el historiador oficial de
las familias Braun, Menéndez y Behety. Así Armando Braun sostuvo, junto a los
historiadores de la Academia de la Historia y con algunos salesianos (Entraigas
y Massa), un intercambio epistolar con el que buscaba suavizar el
buen nombre de sus antepasados y la «honra de los meritorios pioneros» (Revista
eclesiástica 1936: 59), justificando la extinción de los selk’nam por una
«absoluta inadaptación física a la vida civilizada» (Revista eclesiástica
1937a). Lo cierto es que la estancia (el rancho) de los Menéndez Behety es
utilizado ahora por el turismo y se recuerda los generosos aportes
presuntamente filantrópicos de José Menéndez a la Escuela de Miranda, el barrio
avilesino donde nació, entre otras donaciones.
María
Andrea Nicoletti es profesora en Historia (Universidad Católica Argentina,
1986) y Doctora en Historia de América (Universidad Complutense de Madrid,
1989). Radicada en Neuquén desde 1989. Actualmente es investigadora asistente
del CONICET con sede en la Facultad de Ciencias de la Educación de la
Universidad Nacional del Comahue, con colaboración externa en el equipo de
investigación sobre Historia de la Educación Regional dirigido por la
Licenciada Mirta Teobaldo. Asimismo, es investigadora de la historia argentina
de los siglos XVIII y XIX, en particular la de la Patagonia. Actualmente, como
Investigadora Asistente del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Argentina), trabaja sobre el proyecto "La imagen
de la Patagonia y sus habitantes en el ideario salesiano". Expuso
comunicaciones o ponencias en veinte congresos y reuniones científicas.
Disertante en veinte cursos de capacitación para docentes de los niveles Medio,
Primario e Inicial, sobre Ciencias Sociales.
Nicoletti considera que "El violento distanciamiento entre los salesianos y las familias Menéndez, a causa de la extinción de los selk’nam, ocasionado por las acusaciones de los salesianos que fundaron las misiones, comenzó a tegriversarse en los escritos de la generación sucesiva, tanto de salesianos como de los mismos Braun Menéndez. El centro de la polémica, que avivó las opiniones de Fagnano, de Agostini, Beauvoir y Gusinde, puso el acento en la violencia y la muerte injusta e indiscriminada de los selk’nam. Así, los antiguos enemigos se convirtieron en cómplices e hicieron una lectura de la historia que intentaba superar viejos rencores, correr de la escena de la violencia a la familia prestigiosa y ante lo inevitable: la desaparición de los selk’nam, buscar una explicación muy alejada e aquella que con justicia esgrimieron sus protagonistas".
Joaquín Bascopé, escribe en su libro “Tres notas sobre la colonización de la Patagonia Austral": “El 'problema ona' en Tierra del Fuego, acerca de la necesidad de su evacuación pacífica o sangrienta ante el avance ganadero. Las denuncias del padre Fagnano a José Menéndez, así como el acalorado debate entre aquél y el gobernador chileno Señoret, respecto a la deportación de los indios a la misión de isla Dawson, fueron algunos de los episodios. Bascopé aconseja para el primer episodio leer la obra de José Manuel Gómez Tabanera “El emigrante asturiano José Menéndez (Miranda de Avilés, 1846-Buenos Aires, 1916), "Rey sin corona" de Patagonia y Tierra del Fuego (Chile / Argentina) y la extinción de los indígenas”, Boletín de Estudios Asturianos, 119, 1986: 937-979, pp. 944-960.
En el blog calbayaheu se publica que “ en la primera decada del siglo XX, Alejandro Mac Lennan fue "un siniestro personaje escocés, colaborador de Jose Menendez, a quien ayudó a fundar sus estancias. Mclennan tenía a su cargo la misión de comandar el exterminio de aborígenes e invitó a una tribu ona, a la que él había estado hostigando, a un banquete para sellar un acuerdo de paz. Durante el banquete, Maclennan sirvió muchas cantidades de vino. Al comprobar que la mayoría de los aborígenes se habían embriagado, en especial los hombres, Maclennan se alejó del lugar y ordenó a sus ayudantes, apostados en las colinas, disparar con armas de fuego contra toda la tribu. Monseñor Fagnano (de la Orden de los Salesianos) también lo confirmó en un escrito señalando que McLennan “ganó en un año, en premios por tan macabro hecho, la suma de 412 esterlinas, lo que quiere decir que en un año habían muerto 412 indios. Esta deplorable hazaña fue festejada con champagne, en medio de una incalificable orgía, por algunos miembros de la compañía que brindaron por la prosperidad de la 'Explotadora' y por la salud del brillante tirador”.
Eduardo Galeano asegura en su blog 'delorigen.com.ar' que "los alambrados de José Menéndez y la introducción de cientos de miles de lanares en la tierra de los onas, a fines del siglo XIX, espantaban los guanacos, sustento principal de los selk’nam (por su carne como alimento y sus pieles para sus vestimentas), quienes vieron una alternativa en el ‘guanaco blanco’ –como denominaban a la oveja-, desconociendo que era ‘propiedad privada’". Añade, a continuación, que "pronto, los grandes estancieros se organizaron y comenzó la cacería de los selk’nam. Federico Echeuline, mestizo selk’nam-noruego fallecido en 1980 testificaba “Y así, pa’ no morir de hambre, buscaban los animales de los Menéndez. Por eso los mataba Menéndez”. Los nuevos ‘dueños’ del país selk’nam contrataban ‘cazadores de indios’ profesionales, como Mc Lennan, Mr. Bond, John Mc. Rae, Kovasich, Albert Niword, Sam Islop, Stewart, Peduzzi, Julius Popper, José Dias".
Luis Garibaldi Honte, mestizo selkn’am-italiano, testificaba, “después de veintiún años de explotar la tierra, trajeron unos pocos indios acá. Pero onas no vinieron más que tres mujeres: la Paula, la Raquel y la Petronila, fueron las únicas que vinieron acá, hombres no vino ninguno”.
El doctor Antonio E. Díaz-Fernández, descendiente del pueblo diaguita-kalchakí afirma que "aún espera la justicia del pueblo selk´nam de la Patagonia Austral por las tropelías de los estancieros Braun Menéndez, con la complicidad y colaboración del Estado. Los gloriosos 100 años de la Sociedad Importadora y Exportadora de la Patagonia aún esconden en sus góndolas las orejas cortadas a los onas, acribillados por sus cazadores a sueldo como el asesino Popper y sus cuadrillas de tiro.
La expansión del latifundio Braun Menéndez en territorio austral significó el fin de la cultura y la lengua del pueblo Selk´nan y otros como los Yámanas y Qawasqar o Alakalufes, todos mal llamados onas.
¿A 100 años del genocidio indígena quién juzgará estos crímenes de lesa humanidad?
¿En el “país de los derechos humanos” será posible aún juzgar a los Braun Menéndez?
¿El Estado Argentino devolverá las tierras usurpadas a los pueblos originarios y concedidas a los grandes latifundistas?
El preámbulo de la constitución reza “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia” ¿A qué justicia y razón se refiere?"
Por otro lado, Juan I. Irigaray escribíó en Crónicas, suplemento del diario El Mundo, publicado el 6 de enero de 2008, que ante una sublevación de trabajadores que demandaban el pago de los salarios en efectivo, que se efectuaba en especies, así como otras reivindiciones, "la mejor idea del Gobierno del presidente argentino Hipólito Irigoyen ( mandatos 1916-22/1928-30) fue enviar al X Regimiento del Ejército, que se desplazó al mando del teniente coronel Benigno Varela. Este oficial ordenó la caza y fusilamiento de los huelguistas. Unos 1.500 trabajadores -excepto Soto, que se fugó a caballo a Chile- cayeron muertos bajo las balas de los máuser y fueron enterrados en fosas colectivas y anónimas. Uno de esos osarios aún hoy está dentro de la estancia (cortijo) La Anita, que entonces era propiedad del asturiano José Menéndez. Aquella orgía de sangre saltó a la luz medio siglo más tarde, en 1974, merced al trabajo del historiador Osvaldo Bayer, que viajó a través de la estepa austral recolectando datos y finalmente publicó cinco tomos de su obra La Patagonia rebelde y Los vengadores de la Patagonia Trágica.
Realmente no se sabe a ciencia cierta si José Menéndez colaboró cristianemente para que tuvieran lugar los enterramientos o actuó en complicidad con la política del gobierno argentino. El propio José Menéndez solía invitar en su estancia (rancho) al general Julio Argentino Roca, que había propuesto, siendo ministro de Guerra del presidente Hipólito Irigoyen, "una guerra ofensiva contra los indígenas de la Patagonia". Roca con un ejército moderno y bien pertrechado dirigió posteriormente la matanza de miles de indios en la Patagonia. El Informe Oficial de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino es considerablemente específico respecto de los resultados de la guerra, y a la opinión que el gobierno argentino tenía sobre los indígenas:
"Se trataba de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido más amplio de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con un gran aparato militar, como lo había hecho la expedición del general Pacheco al Neuquén, el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y el círculo donde alcanzaban las balas de sus fusiles. Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, como la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas".
Las cordiales relaciones entre José Menéndez y Julio Argentino Roca, cuando fue elegido presidente de la Argentina, están reflejadas por Armando Braun Menéndez en su Pequeña Historia Magallánica:
"Con el fin de evitarle al General Roca una vuelta al Belgrano en la fría madrugada, el conocido hombre de negocios don Jose Menéndez lo invitó a alojar en su casa particular. Este hogar de Punta Arenas siempre tuvo la puerta abierta para los huéspedes argentinos; no podía faltar pues el Presidente de los Argentinos. La mansión situada frente a la plaza y a pocos pasos de la gobernación, tenía la particularidad de ser el primer edificio construido en Punta Arenas con otro material que no fuese madera. Por aquel entonces no podían fabricarse ladrillos en la localidad. Pero don José Menéndez no se detenía ante inconvenientes de esta naturaleza; ordenó traerlos de Montevideo (Uruguay); y así fue hecho " .
REFERENCIAS
FUENTES DOCUMENTALES
ARCHIVO HISTÓRICO SALESIANO, BUENOS AIRES (ACS)
s/f Caja 200a. «Escrito del Padre Pedro Giacomini "El final de la torre de Babel"».
s/f Caja 200b. «Informe sobre los indios onas atribuido al padre Manuel Molina acerca de un informe del Inspector de Tierras y Colonias Sr. Calcagnini».
s/f Caja 200c. «Informe sobre los indios onas atribuido al padre Manuel Molina acerca del informe del Inspector de Tierras y Colonias Sr. Calcagnini». .
s/f Caja 300. «Crónica de la casa de Punta Arenas».
1899 Caja 26.5. «Fagnano a Alcorfa», 25/05/1899.
1900 Caja 24.4. «Diario de la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria».
c. 1915 Caja Patagonia 203.3 (5), s/f. «Proyecto de reducción indígena». Memorias del padre José María Beauvoir.
1938 Caja 201. «Carta de L. Massa a R. Entraigas» 3/06/1938.
1946 Caja 24.13. «Lorenzo Massa. Informe al Inspector salesiano Pedro Giacomini». Punta Arenas, 12 de marzo de 1946.
1963a Caja 201.2 (2)a. «Carta de Molina a Entraigas», 3/09/1963.
1963b Caja 201.2 (2)b. «Carta de R. Entraigas a M. Molina», 13/09/1963.
ARCHIVO HISTÓRICO DE LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA, BUENOS AIRES (AHHMA)
1896 «Crónica de la misión de Nuestra Señora de la Candelaria».
ARCHIVO HISTÓRICO DE LAS MISIONES SALESIANAS DE LA PATAGONIA NORTE, BAHÍA BLANCA (AHMSPN) 1890 «Rasgos etnográficos de los indígenas de la Patagonia. Imperiosa necesidad de educarlos». Escrito inédito de Domenico Milanesio.
ARCHIVO HISTÓRICO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO (AHMREC) 1887 Caja 383. Dirección de Culto, leg. 6, 7 de marzo de 1887.
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (AGN)
1897 Ministerio del Interior, exp. 2920, leg. 417.
1912 Memorias del Ministerio del Interior, exp. 11.362.
FUENTES PRIMARIAS
BOLETÍN SALESIANO
1893 Boletín de marzo de 1893.
1895 Boletines de febrero y noviembre de 1895.
1889 Boletín de septiembre de 1889.
1916 Boletín de septiembre de 1916.
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1937a Armando Braun Menéndez a Lorenzo Massam sdb, Buenos Aires, 11/03/ 1937. Revista eclesiástica del Obispado de Viedma. Viedma.
1937b «Contribución a la historia patagónica. La cacería de indios onas». Correspondencia de Armando Braun Menéndez a Raúl Entraigas, sdb (Secretario del Obispado de Viedma), Buenos Aires, 10/04/1937. Revista eclesiástica del Obispado de Viedma. Viedma.
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Nicoletti considera que "El violento distanciamiento entre los salesianos y las familias Menéndez, a causa de la extinción de los selk’nam, ocasionado por las acusaciones de los salesianos que fundaron las misiones, comenzó a tegriversarse en los escritos de la generación sucesiva, tanto de salesianos como de los mismos Braun Menéndez. El centro de la polémica, que avivó las opiniones de Fagnano, de Agostini, Beauvoir y Gusinde, puso el acento en la violencia y la muerte injusta e indiscriminada de los selk’nam. Así, los antiguos enemigos se convirtieron en cómplices e hicieron una lectura de la historia que intentaba superar viejos rencores, correr de la escena de la violencia a la familia prestigiosa y ante lo inevitable: la desaparición de los selk’nam, buscar una explicación muy alejada e aquella que con justicia esgrimieron sus protagonistas".
Joaquín Bascopé, escribe en su libro “Tres notas sobre la colonización de la Patagonia Austral": “El 'problema ona' en Tierra del Fuego, acerca de la necesidad de su evacuación pacífica o sangrienta ante el avance ganadero. Las denuncias del padre Fagnano a José Menéndez, así como el acalorado debate entre aquél y el gobernador chileno Señoret, respecto a la deportación de los indios a la misión de isla Dawson, fueron algunos de los episodios. Bascopé aconseja para el primer episodio leer la obra de José Manuel Gómez Tabanera “El emigrante asturiano José Menéndez (Miranda de Avilés, 1846-Buenos Aires, 1916), "Rey sin corona" de Patagonia y Tierra del Fuego (Chile / Argentina) y la extinción de los indígenas”, Boletín de Estudios Asturianos, 119, 1986: 937-979, pp. 944-960.
En el blog calbayaheu se publica que “ en la primera decada del siglo XX, Alejandro Mac Lennan fue "un siniestro personaje escocés, colaborador de Jose Menendez, a quien ayudó a fundar sus estancias. Mclennan tenía a su cargo la misión de comandar el exterminio de aborígenes e invitó a una tribu ona, a la que él había estado hostigando, a un banquete para sellar un acuerdo de paz. Durante el banquete, Maclennan sirvió muchas cantidades de vino. Al comprobar que la mayoría de los aborígenes se habían embriagado, en especial los hombres, Maclennan se alejó del lugar y ordenó a sus ayudantes, apostados en las colinas, disparar con armas de fuego contra toda la tribu. Monseñor Fagnano (de la Orden de los Salesianos) también lo confirmó en un escrito señalando que McLennan “ganó en un año, en premios por tan macabro hecho, la suma de 412 esterlinas, lo que quiere decir que en un año habían muerto 412 indios. Esta deplorable hazaña fue festejada con champagne, en medio de una incalificable orgía, por algunos miembros de la compañía que brindaron por la prosperidad de la 'Explotadora' y por la salud del brillante tirador”.
Eduardo Galeano asegura en su blog 'delorigen.com.ar' que "los alambrados de José Menéndez y la introducción de cientos de miles de lanares en la tierra de los onas, a fines del siglo XIX, espantaban los guanacos, sustento principal de los selk’nam (por su carne como alimento y sus pieles para sus vestimentas), quienes vieron una alternativa en el ‘guanaco blanco’ –como denominaban a la oveja-, desconociendo que era ‘propiedad privada’". Añade, a continuación, que "pronto, los grandes estancieros se organizaron y comenzó la cacería de los selk’nam. Federico Echeuline, mestizo selk’nam-noruego fallecido en 1980 testificaba “Y así, pa’ no morir de hambre, buscaban los animales de los Menéndez. Por eso los mataba Menéndez”. Los nuevos ‘dueños’ del país selk’nam contrataban ‘cazadores de indios’ profesionales, como Mc Lennan, Mr. Bond, John Mc. Rae, Kovasich, Albert Niword, Sam Islop, Stewart, Peduzzi, Julius Popper, José Dias".
Luis Garibaldi Honte, mestizo selkn’am-italiano, testificaba, “después de veintiún años de explotar la tierra, trajeron unos pocos indios acá. Pero onas no vinieron más que tres mujeres: la Paula, la Raquel y la Petronila, fueron las únicas que vinieron acá, hombres no vino ninguno”.
El doctor Antonio E. Díaz-Fernández, descendiente del pueblo diaguita-kalchakí afirma que "aún espera la justicia del pueblo selk´nam de la Patagonia Austral por las tropelías de los estancieros Braun Menéndez, con la complicidad y colaboración del Estado. Los gloriosos 100 años de la Sociedad Importadora y Exportadora de la Patagonia aún esconden en sus góndolas las orejas cortadas a los onas, acribillados por sus cazadores a sueldo como el asesino Popper y sus cuadrillas de tiro.
La expansión del latifundio Braun Menéndez en territorio austral significó el fin de la cultura y la lengua del pueblo Selk´nan y otros como los Yámanas y Qawasqar o Alakalufes, todos mal llamados onas.
¿A 100 años del genocidio indígena quién juzgará estos crímenes de lesa humanidad?
¿En el “país de los derechos humanos” será posible aún juzgar a los Braun Menéndez?
¿El Estado Argentino devolverá las tierras usurpadas a los pueblos originarios y concedidas a los grandes latifundistas?
El preámbulo de la constitución reza “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia” ¿A qué justicia y razón se refiere?"
Por otro lado, Juan I. Irigaray escribíó en Crónicas, suplemento del diario El Mundo, publicado el 6 de enero de 2008, que ante una sublevación de trabajadores que demandaban el pago de los salarios en efectivo, que se efectuaba en especies, así como otras reivindiciones, "la mejor idea del Gobierno del presidente argentino Hipólito Irigoyen ( mandatos 1916-22/1928-30) fue enviar al X Regimiento del Ejército, que se desplazó al mando del teniente coronel Benigno Varela. Este oficial ordenó la caza y fusilamiento de los huelguistas. Unos 1.500 trabajadores -excepto Soto, que se fugó a caballo a Chile- cayeron muertos bajo las balas de los máuser y fueron enterrados en fosas colectivas y anónimas. Uno de esos osarios aún hoy está dentro de la estancia (cortijo) La Anita, que entonces era propiedad del asturiano José Menéndez. Aquella orgía de sangre saltó a la luz medio siglo más tarde, en 1974, merced al trabajo del historiador Osvaldo Bayer, que viajó a través de la estepa austral recolectando datos y finalmente publicó cinco tomos de su obra La Patagonia rebelde y Los vengadores de la Patagonia Trágica.
Realmente no se sabe a ciencia cierta si José Menéndez colaboró cristianemente para que tuvieran lugar los enterramientos o actuó en complicidad con la política del gobierno argentino. El propio José Menéndez solía invitar en su estancia (rancho) al general Julio Argentino Roca, que había propuesto, siendo ministro de Guerra del presidente Hipólito Irigoyen, "una guerra ofensiva contra los indígenas de la Patagonia". Roca con un ejército moderno y bien pertrechado dirigió posteriormente la matanza de miles de indios en la Patagonia. El Informe Oficial de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino es considerablemente específico respecto de los resultados de la guerra, y a la opinión que el gobierno argentino tenía sobre los indígenas:
"Se trataba de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido más amplio de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con un gran aparato militar, como lo había hecho la expedición del general Pacheco al Neuquén, el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y el círculo donde alcanzaban las balas de sus fusiles. Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, como la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas".
Las cordiales relaciones entre José Menéndez y Julio Argentino Roca, cuando fue elegido presidente de la Argentina, están reflejadas por Armando Braun Menéndez en su Pequeña Historia Magallánica:
"Con el fin de evitarle al General Roca una vuelta al Belgrano en la fría madrugada, el conocido hombre de negocios don Jose Menéndez lo invitó a alojar en su casa particular. Este hogar de Punta Arenas siempre tuvo la puerta abierta para los huéspedes argentinos; no podía faltar pues el Presidente de los Argentinos. La mansión situada frente a la plaza y a pocos pasos de la gobernación, tenía la particularidad de ser el primer edificio construido en Punta Arenas con otro material que no fuese madera. Por aquel entonces no podían fabricarse ladrillos en la localidad. Pero don José Menéndez no se detenía ante inconvenientes de esta naturaleza; ordenó traerlos de Montevideo (Uruguay); y así fue hecho " .
REFERENCIAS
FUENTES DOCUMENTALES
ARCHIVO HISTÓRICO SALESIANO, BUENOS AIRES (ACS)
s/f Caja 200a. «Escrito del Padre Pedro Giacomini "El final de la torre de Babel"».
s/f Caja 200b. «Informe sobre los indios onas atribuido al padre Manuel Molina acerca de un informe del Inspector de Tierras y Colonias Sr. Calcagnini».
s/f Caja 200c. «Informe sobre los indios onas atribuido al padre Manuel Molina acerca del informe del Inspector de Tierras y Colonias Sr. Calcagnini». .
s/f Caja 300. «Crónica de la casa de Punta Arenas».
1899 Caja 26.5. «Fagnano a Alcorfa», 25/05/1899.
1900 Caja 24.4. «Diario de la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria».
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www.rancho-latino.blogspot.com
2 comentarios:
gracias mingo como siempre un gran aporte
Le agradezco haber publicado esta información de mi blog rancho latino. Nacido en Buenos Aires, en el barrio de Caballito, emigré a España hace 38 años a conocer la tierra de mi padre. Había escuchado comentarios acerca de la familia Menéndez Behety, y al enterarme de que había una vivienda en el barrio de Miranda con un placa que decía que allí había nacido el conocido como El Rey de la Patagonia (sic) me dediqué a buscar datos. Acá ya no se habla de José Menéndez que, por cierto, invirtió en la construcción de una escuela y del cine Patagonia. Con el tiempo he reflexionado, no sé si estaré equivocado, en pensar que eran otros tiempos, en Estados Unidos se exterminaban indios y tenemos que hacer mención de la tristemente célebre Campaña del Desierto, que en sí constituyó un genocidio. Un cordial saludo del otro lado del charco.
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