Entre la caza y el agua.

Loa antiguos fueguinos que habitaron estos bosques y estas estepas migraban en la geografía que tenían asignada ancestralmente: sus haruwen. Los espacios de su linaje.
 En ellos tenían los recursos de los cuales podían apropiarse.
La familias del clan iban de aquí para allá, pero su andar no era caprichoso. Se movían al impulso de lo que la tierra podía darles.
Acampaban en un lugar de aguas cercanas, vertientes, manantiales, chorrillos, lagunas, ríos de marcada calidad. Y de allí salían en busca de guanaco.
En otro momento armaban sus kowhi en un lugar donde las aguas ni eran tan accesibles, ni eran las mejores.
Entonces uno podía alentarnos a ir un poco más allá. Y el cazador tenía la respuesta: si nos colocamos donde hay tan buen abrevadero los guanacos nos sentirán y no llegarán a saciar su sed.
Esos hombres sabían en que momento podrían privilegiar las buenas aguas, y en que otro podían aspirar a la buena caza.
Lo sabían porque conocían el lugar, el temperamento del animal en cada época del año, ante cada circunstancia climática.
Un hombre que llegara a los cincuenta años había participado en tareas de caza por casi cuarenta años. Sabía de donde venía su víctima, conocía el daño que habían venido haciendo a su familia. Y aunque los guanacos no respetaran los harwen del hombre, el hombre sabía, e intuía.

Sabía que hay un tiempo que se debe resignar la mejor agua, para encontrar una mejor caza, y sabía que en otro momento se podían esperar las dos cosas.
Pero las decisiones se tomaban entre todos, y se escuchaba primero al que más sabía.



La imagen del cazador fue tomada por Martín Gusinde. La a misma Alberto Villarroel Barria le dio color. El relato es una escritura en lo dicho durante en acto de reconocimiento dado por la municipalidad a diversos vecinos e instituciones de  Río Grande, y en el cual se me designó por decreto 14 de 2014 del Concejo Deliberante, como Ciudadano Ilustre, situación que agradecemos, y que nos compromete...


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

Agrego algunas apreciaciones sobre el agua del libro “Los indios de Tierra del Fuego. Los Selk’nam. Tomo I, Vol. I” de Martín Gusinde, y otras sobre el guanaco del libro “Los Onas” de Carlos R. Gallardo:

“La única bebida que el selk’nam conoce es el agua. Por lo general, la recoge en el hueco de la mano de un arroyo o pozo (...). Hay veces que enrolla la gran hoja de senecio formando una especie de embudo y saca agua con ella. Si lo permiten el tiempo y las circunstancias los aborígenes del norte sacan agua con una gran concha de Voluta o con la bolsa de cuero que acercan inmediatamente a la boca para beber de ellas (...). Nunca se conserva agua en ella, pues la bolsa de cuero no la retendría por mucho tiempo (...). El indio construye por lo general su choza cerca de un arroyo o pantano (...). Por lo general beben con mucha frecuencia y poca cantidad por vez; nunca les parece demasiado fría el agua (...)”. (“Los indios de Tierra del Fuego. Los Selk’nam. Tomo I, Vol. I”).

“(...) Son las carnes, sobretodo la de guanaco, el alimento principal del ona (...). La pieza más codiciada es el Yoon, es decir, el guanaco, nombre vulgar con que se conoce el Auchenia Guanaco (...). Varía mucho el número de los animales que componen una tropilla, siendo varias las razones que existen para ello, y tanto el número como la calidad de las agrupaciones hace que el indio las determine con nombre distinto. Así, cuando se trata de un guanaco padre, viejo, el indio lo nombrará MARREN, MAARDÉ o HOORR, según los casos. Pero si el indio ve un guanaco cualquiera dirá: MIRR PEN YOON (MIRR= Allí; PEN= Está; YOON= Guanaco)”.( “Los Onas”).

¡Felicitaciones por la designación Mingo!
Hernán (Bs. As.).