En nuestra décima edición de EL RÍO cambiamos el formato, hicimos una suerte de librito y con él fuimos relatando década a década la evolución de nuestra pueblo durante el siglo pasado, y este fue el último capítulo.
Río Grande se aproxima al fin de siglo con una
situación monotemática: la Provincialización de la Tierra del Fuego. Proyecto
demorado durante la Presidencia del Dr. Alfonsín; la confluencia de un
presidente justicialista y el control que ejerce el mismo partido en los
estamentos municipales fueguinos, preanuncia la concreción de la ansiada promesa,
Provincialización significa para todos ponerse al fin los pantalones largos.
Referente casi excluyente de la
vida política local durante la década anterior, Esteban Martínez actúa en pos
de logros políticos y electorales que lo proyecten a la gobernación provincial.
Solo un riograndense rigió los destinos fueguinos a lo largo de su historia
–Ruperto Bilbao entre 1963 y 1966- y en ese sentido Martínez lleva el peso de
una gran responsabilidad. Tal vez por eso en la transición institucional con
que da comienzo la década, luego de la sanción el 26 de abril de 1990 de la
provincialización fueguina, lo veamos al siempreelecto Chiquito mas trabajando
en función de su futuro, que del presente que lo tenía por mandatario comunal.
Río Grande experimenta las nuevas
políticas nacionales que se traducirán en lo inmediato en el plan de
convertibilidad. El estado retrocede, y esto tiene importancia en numerosas
empresas públicas que alertan sobre la situación de su desguace, entre todas se
disuelve un símbolo: YPF.
La actividad petrolera
continuara con fuertes inversiones, grandes ganancias, pero escaso personal,
con relación a la anterior y mítica experiencia de explotación privada vivida
durante el gobierno de Frondizi.
Se va
perdiendo la identidad patagónica, la que solo será recuperado en los niveles
dirigenciales cuando se trate de imaginar alternativas regionales par salir de
las crisis. Disminuyen las opciones de comunicación con el resto de las
provincias sureñas. Kaiken se presenta en algún momento como una alternativa
aérea, pero no perdurará.
El gobierno municipal alienta
algunas obras, el polideportivo de Chacra que erá terminado en la siguiente
gestión. El muro costanero, presentado como un valioso emprendimiento
ornamental y de seguridad que terminará condenando a sus mentores.
Hay nuevas formas periodísticas:
los diarios. Tiempo Fueguino, que venía de la década anterior, compartirá el
espacio de la actualidad con El Sureño y luego Provincia 23. El algún momento
se sumará un cuarto medio: La voz.
Se
multiplican las emisoras de FM, superando pronto la veintena. Paralelamente se
forma un oyente interesado en la comidilla política local.
El deporte en auge se llama
Paddle. El sueño del riograndense promedio pasa por tener un quincho.
La Cooperativa Eléctrica que
ensaya sin mayor fortuna la administración del ex supermercado SADOS, se
encamina en un rubro mas indispensable “El Servicio Solidario de Sepelios”.
1991 es el año para el censo
nacional, suspendido el año anterior por la crisis económica. Sus cifras
indican la existencia de 38137 riograndenses, llegando a 39816 si se toma en
cuenta la población rural, en un conjunto de 69369 fueguinos.
Pero hay otras cifras que
conmueven mucho más: las de los padrones donde hay muchos que no votaron antes.
Un esquema de alianzas
cambiantes conducen a aproximaciones entre el intendente que se va y el
intendente que se viene. Y lo que fue la década de Chiquito, con un mandato de
ocho años sustentado por cuatro elecciones ganadas, será relevado por la década
de Colazo, con un mandato de ocho años logrado por dos elecciones a su haber.
Mario Jorge Colazo es una nuevo
riograndense, llegó por los años en que comenzaba a brillar la prosperidad de
la 19640 y su primer oficio fue el de pintor. Cordobés de origen, fueguino de
destino, llegó a la concejalía por la UCR desde la cual daría su gran salto a
la intendencia. Sabía escuchar y dar a la gente lo que pedía, y en ello no se
escatimaba presupuestos. Eran los años de auge del asistencialismo. Todavía no
faltaba trabajo en la isla, pero sí de tanto en tanto algún pasaje, alguna
ayuda alimentaria, algún contacto en otras esferas.
Colazo sería a la vez el primer
concejal que saltaría de su banca a la Intendencia.
Su primer gobierno comenzó con
algunas situaciones escandalosas: la necesidad de colocar al frente del Concejo
a su concejal minoritario: José Luis Tela; y el affaire descripto
posteriormente como “la compra de la banca”, por la que Tela fue separado del
cuerpo.
Pero cuando todo parecía
quebrarse la figura del intendente creció, y se rubricó en un plan de obras
públicas caracterizado por el asfalto que fue llegando a barriadas hasta
entonces marginadas, planes estéticos de columnas, luces y jardines que
conformaron a muchos y disgustaron a algunos, terminación de obras inconclusas
de larga data: como la Pileta y el Museo lograda ya por los días en que se
candidateaba a la gobernación provincial.
Numerosas fueron las acciones
movilizadoras: carnavales con comparsas foráneas y concurrencia multitudinaria,
propiciar (no fue obra municipal) la construcción de una réplica del Cabildo de
Buenos Aires en la Semana de Mayo de 1993, apertura de los paseos De La Ciudad
y Crucero General Belgrano erección de varios monumentos, sobre todo uno muy
singular: el de la Trucha.
Colazo generó en su tiempo un
dinámico sistema de relaciones públicas, de presencia de la institución
municipal en espacios nacionales e internacionales. Para lo que debió ser
viajero y anfitrión.
Hizo de dos actividades un
mecanismo de encuentro y participación popular: las audiencias públicas y las
caminatas.
Ejerció con los gremios, que
cobraron vigor al momento de crecer la crisis económica en la región, un
movimiento pendular entre los que aparecen signados como ideológica y
metodológicamente distintos.
Supo consolidar un grupo pequeño
y estrecho de colaboradores los que permanecieron inamovibles durante la mayor
parte de su gestión, rotando regularmente en sus funciones.
Para el término de la década
quiso llegar como hombre de Río Grande a la gobernación fueguina, y como
Chiquito antes.. no pudo conseguirlo.
La Municipalidad termina por
construir el nuevo edificio de Correos en el tiempo de transición entre
Martínez y Colazo, por un momento se aspira desde el Concejo Deliberante a
ocupar ese recinto, dadas las deudas contraídas por Encotel, pero termina por
asignársele el destino para el que fue levantada. El traslado significó el
abandono y la ruina del recinto antiguo situado en Piedra Buena y Ameghino.
Crece la demanda de espacios
recreativos, y las antiguas salidas al campo ahora –con tanta gente y parque
automotor- se complican con destrozos e incendios lo que lleva a la aparición
de zonas controladas: los camping.
La pesca deportiva ingresa en la
esfera de interés de distintos sectores rurales, y se restringe el acceso libre
de otros días. Aparecen como entidades altamente rentables los cotos de pesca,
y con ellos llega el jet set y los gobernantes en trámite muchas veces anónimo
a probar el peso de “nuestras” truchas.
Proliferan
los gimnasios que son las auténticas plazas de la ciudad. La inauguración de
ciclovías da una nueva idea de recorridos recreativos
Durante todos estos años creció el
descontento social ante la incertidumbre de los proyectos fabriles en los que
estaban contenidos la mayor parte de los trabajadores riograndenses. El 24 de
mayo de 1994, luego de protagonizarse reclamos por la incorporación de 15
operarios a la firma Foxman, se vive la primera represión obrera. Los
incidentes se dieron de madrugada, y el atronador trabeteo de los elementos de
disuasión en manos de la policía parecía situarnos en el desesperante escenario
tan temido, pero nunca vivido, de 1978 y
1982.
Río Grande, ya no podía esgrimir su condición
de lugar tranquilo. Los conflictos entre el capital y el trabajo adquirirían de
ahí en mas, para siempre, un clima inquietante.
Ya había pasado el tiempo aquel de las
ingenuas manifestaciones en auto. Ya había pasado también el tiempo de las
fáciles componendas entre patrones y delegados.
Comenzó a formar parte del paisaje amargo de
las frustraciones las hogueras de neumáticos. El Parque Industrial de otros
días se llena de vacíos y de sombras.
Casi a un mismo tiempo la Provincia, en
tiempos de ablande, nos regalaba un poder desconocido: el Judicial. Una estructura compleja para los que habían
vivido no hace muchos años la simple estructura componedora del juzgado de paz,
una nueva manera de valorar lo
público y lo privado a través de sus fallos. Y la problemática creciente
manifestada por la delincuencia en el seno de nuestra sociedad, ya
definitivamente no pueblerina. Los
diarios fueron el campo cotidiano donde nuevos periodistas se fueron
especializando en códigos y procedimientos, y desde entonces casi no existe un
día en que no se registre un conflicto de naturaleza policial en nuestra
cotidianidad informativa.
Los tribunales situados en el antiguo
campamento petrolero modificaron la fluidez del tránsito hacia ese lugar, antes
restringido casi exclusivamente al personal de YPF, pero todo el ex-campamento
vive otras realidades, otros emprendimientos: la Dirección Provincial de
Vialidad, la Escuela de Policía –bautizada en vida con el nombre del Comisario
Anibal Allen-, el gimnasio y la pileta ahora de la mutual policial, Gendarmería
Nacional y más allá perdida como en un
sueño HIFUSA, la empresa petrolera que no fue.
Se instala a la vez el Juzgado Federal de
Primera Instancia. Crece la población carcelaria y se demoran las soluciones.
La antigua Misión no queda tan lejos, su
Museo se ha modernizado, su producción se ha diversificado, los pollos son de
no creer, como es de no creer que ahora funcione como colegio mixto.
La pluralidad de credos comenzó a
visualizarse en nuevos templos, levantados en distintos puntos de la ciudad, en
tanto que la Iglesia Católica levantó su gran iglesia en la intersección de
Fagnano y Alberdi; con el correr de los años para semana santa la grey católica
pudo cumplir con la antigua tradición de recorrer siete templos diferentes, en
oración.
El juego en sus diversas formas sigue siendo
una actividad de gran convocatoria de la
población: rifas y bingos, casinos electrónicos y de los otros. Los fueguinos
se caracterizan también por juntarse
llamados por el azar.
Durante la década las renovadas ediciones de
la Exposición Rural adquieren regularidad en el predio que la Asociación tiene
junto a la “Oveja Negra”, antigua casa de administración en la margen sur del
río, una circunstancia atractiva que se incorpora a la rutina ciudadana del mes
de febrero.
En 1991 da comienzo el Raid Náutico de la
Tierra del Fuego, lejos de cualquier situación competitiva se trata de llegar
desde las nacientes chilenas a la desembocadura atlántica del Río Grande. Junto
a esta actividad crece el canotaje fueguino.
En junio de 1992 tuvo lugar la Feria
Provincial del Libro, repitiendo experiencias que se dieron a fines de los 70
también en nuestra localidad. El acontecimiento ha crecido y se ha sostenido
mas allá de los avatares y los años. En tanto que el 11 de Julio Walter Buscemi
realiza la presentación de la Cantata Fueguina, obra de interesantes aristas.
Este mismo año se inaugura la Plaza de las Américas, la idea es situar en el
lugar –centro geográfico de la población- un centro de actividades cívico
recreativas que comprende a la vez en Complejo Deportivo Monseñor Fagnano. Son
tiempos en que se remodela la Plaza Almirante Brown y se lleva buena parte de
las actividades protocolares al “nuevo centro”.
1995 sorprende con grandes nevadas, resulta
complejo sostener las comunicaciones con la zona rural, y el efecto sobre la
ganadería es lamentable.
Lo que antes resultaba extraño, un
espectáculo artístico de nivel nacional, se vuelve moneda corriente. Las
grandes figuras de la canción no han dejado de visitarnos, en distintos y
variados géneros, y casi siempre los espacios resultan pequeños para albergar
sus puestas en escena.
En todo hay que destacar por su persistencia
y creciente calidad el Coro de la UTN, dirigido por Guillermo Canizo.
¡Y un día feliz, el 9 de octubre de 1997
volvemos a tener Cine! Para entonces contamos –según datos de la Dirección
Provincial de Estadísticas- con un total de 47.199 habitantes, 24317 varones y
22882 mujeres.
Y para el año siguiente se emprende el
traslado del basural, hasta entonces existente en la margen sur, hacia la hasta ahora lejana
estancia Violeta. El relleno sanitario demuestra sus alcances ecológicos
después de años de padecerse el sistema de quema a cielo abierto, y la
inauguración de un rubro laboral propio de la crisis: los cirujas.
La distensión entre Argentina y Chile, y la
estabilidad monetaria, llevaron a recuperar la fluidez del tránsito del
riograndense por los espacios magallánicos; durante el primer lustro pasó por
estas experiencias la renovación de buena parte del parque automotor local.
Ya sobre el final la década comienzan dos
obras: el nuevo hospital y el nuevo puerto en Caleta La Misión, son señales
para el siglo XXI.
La falta de fondos paraliza los
emprendimientos y el sector de la construcción se convierte en el mas
postergado de cuantos alientan con su trabajo su presencia en Tierra del Fuego.
El Intendente Colazo quiso ser gobernador
pero no le dieron los votos, el ex Intendente Martínez quiso volver a la
comuna, pero le pasó lo mismo.
Las crisis nacionales, como nunca, se instalaron
en la Tierra del Fuego.
Y así nos fuimos acercando al año 2000, una fecha que siempre
estuvo cargada de significaciones: por un lado un final, por otro un comienzo.
Ahora que a pasado estamos cada vez más en condiciones de saber sus “de qué”, lo
que tal vez sea motivo de otros libros de historia, en la historia.
Hoy por hoy sabemos que hemos cumplido
nuestro cometido: acercar y descubrir lo que estaba oculto, tomar distancia y
aplacar la visión sobre lo que resultaba inminente en nuestros recuerdos.
Concientes a la vez que todo fin puede ser un recomenzar.
1 comentario:
Hola Mingo!
Interesante panorama socioeconómico y político del vivir riograndense de los años ‘90. Recupero las líneas referidas a los medios escritos de comunicación, puntualmente los diarios “Provincia 23” y “El Sureño”, para acercar las referencias que de ellos brindara en su momento Arnoldo Canclini - autor lamentablemente fallecido unos pocos meses atrás -, en su muy completo libro sobre publicaciones fueguinas titulado “El periodismo en Tierra del Fuego” (Academia Nacional de Periodismo, 1º edición, Buenos Aires, 2011).
Sobre el diario Provincia 23, comentaba Canclini: “En Río Grande, sale Provincia 23 (lo que debe entenderse como “23 ª Provincia”) desde 1994, con el lema ‘la grandeza de los hombres permanece en aquellos que asumen la responsabilidad de construir en libertad’. Sus veinticuatro páginas son casi exclusivamente con notas, más o menos extensas, de noticias locales, aunque al final las hay de interés nacional”.
En tanto que sobre El Sureño, el autor planteaba: “El Sureño, de la misma ciudad, se publica desde 1991 como “diario provincial independiente” y es el mejor presentado, ya que hace uso del color en muchas páginas. También es el más leído. Su información cubre toda la provincia. Lo más notable son sus suplementos, que tienen verdadera jerarquía. El que se titulaba “El Sueñero” era mensual y estaba dedicado a la literatura y otros aspectos culturales. Salió entre septiembre de 2000 y septiembre de 2001, bajo la dirección de Patricia Cajal. Hubo, por ejemplo, un número especial para el aniversario de la llegada de los argentinos a Ushuaia en 1884. También una vez por mes, el suplemento “Rastros en el Río” se ha ocupado de historia”.
“Miguel Ángel Vázquez, uno de sus colaboradores, cuenta: ‘Fueron días agitados, días en que se hacía de todo en el ámbito de la redacción; allí las horas pasaban fugaces y el trabajo parecía no avanzar. Fue un tiempo signado por el trabajo y el esfuerzo en pos de que los lectores se encuentren con un producto de buena calidad. El traqueteo de las máquinas de escribir resuena aún hoy entre mis recuerdos sonoros como una música que acompaña suavemente la creatividad de la escritura’”.
“Siempre en Río Grande, El Río fue estrictamente de difusión cultural. Domingo Gutiérrez era su director propietario y se publicó desde 2002. Se titulaba “Memorias de la zona” y merece destacarse el número 10, titulado “Río Grande en la trama del tiempo”, que es un muy buen trabajo de la historia de la zona, debidamente ilustrado y publicado en forma de cuadernillo apaisado. Se publicaron treinta y nueve números y, trabajando bajo suscripción, alcanzó a novecientos lectores”.
Habiendo leído varios números de esta publicación, El Río, pienso que el proyecto editorial era muy bueno por la variedad de sus artículos, sus temáticas específicas locales y aportes informativos recogidos de distintos momentos de la línea de tiempo fueguina.
Un saludo Mingo!
Hernán (Buenos Aires).-
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