Hoy
hemos cobrado una mirada crítica hacia lo que se daba en la segunda mitad del
siglo XX. Pero ¿cuál era la mirada de los contemporáneos?), esta es la primera
entrega de un documento poco conocido.
En el número de los pueblos, o más bien dicho, de los
grupos humanos colocados en los últimos grados de la escala de la civilización,
pueden ser contados sin injusticia a su respecto los habitantes del
archipiélago situado en el extremo Sud del Continente Americano, entre el
estrecho de Magallanes y el temible océano que azota al Cabo de Hornos con sus
olas formidables, -o sean los indígenas de Tierra del Fuego, nombre que se da a
aquel archipiélago. Se les ha llamado Fueguinos porque su patria es designada
igualmente con el nombre de Tierra del Fuego por los hispanoamericanos de Chile
y del Plata. – Boungainville, en el siglo último, en su bello viaje alrededor
delmundo, les llamó Pecheres,
“porque, dice, fue ésta la primera palabra que pronunciaron al acercársenos y
que sin cesar repetían.” En realidad, estos desgraciados salvajes, cuyo
lenguaje no se conoce, y que parecen no haber llegado al estado social
caracterizado por la constitución de la tribu, no tienen denominación étnica, y
desaparecerán (no pasan del número de 300, según se asegura) sin haber tenido
jamás, ni aún en la forma más rudimentaria, una existencia nacional.
Llamémoslos, pues, fueguinos, como se
hace de ordinario, y pasemos al examen de sus caracteres etnológicos.
Lo que primero llama la atención del observador, en presencia de los fueguinos del Jardín de
Aclimatación, es el aspecto sud-americano, -permítasenos la frase, - de su
fisonomía general. –Cualquiera que haya considerado con alguna atención los
tipos andinos, sea en sí mismos o en fotografías, no podrá dejar de reconocer
la sorprendente semejanza que hay entre los fueguinos y los Quichuas del Perú o
los Aimarás de Bolivia. –Parece,pues, indudable, que los unos y los otros
provienen de un tronco común; -pero, mientras que los Quichuas y los Aimarás,
colocados en mejores condiciones de desenvolvmiento social, o energéticamente
impulsados adelante por una influencia civilizadora extraña y desconocida,
llegaron a un grado de cultura bastante elevado, los antepasados de los
fueguinos permanecieron en su estado casi primitivo.- Expulsados por algún
misterioso acontecimiento de la comarca más próspera que debió ser su morada
originaria; arrojados sin duda bajo el clima inhospitalario de la triste y
estéril Tierra del Fuego por las razas nómades, belicosas y atrevidas de las
Pampas sud-americanas, por los Patagones, por ejemplo, que son todavía hoy sus
enemigos y sus opresores hereditarios, aquellos infortunados indígenas
experimentaron una especie de degeneración, convirtiéndose en los salvajes
miserables y abyectos que hemos tenido ocasión de conocer.
En su estado actual y tales como los vemos en el Jardín
de Aclimatación, los fueguinos están lejos de figurar con ventaja en la lucha
por la existencia. Bajo el punto de vista sociológico, como lo hemos dicho más
arriba, no se reúnen en tribus; forman sólo algunas pequeñas aglomeraciones de
individuos que cazan y pescan juntos, pero que no están unidos por ningún
vínculo social. Los once indígenas que han sido exhibidos en París, forman uno de
aquellos grupos, y su conductor asegura que el hombre de más edad que los otros
que se encuentra entre ellos, no es un jefe y que no se puede saber si las
mujeres que hacen parte de la banda, son las esposas de éstos o aquellos, o si
viven todos en completa promiscuidad. Se ignora igualmente la filiación paterna
de los niños de más o menos edad, que figuran en el grupo. Es al más fuerte,
naturalmente, que están sometidas las mujeres, convertidas así en sus esclavas.
Son para ellas los trabajos más penosos; llevar las cargas, buscar las conchas
de moluscos, recoger las bayas y los hongos, mantener el fuego, remar en las
piraguas e ir a nado bajo el frío y la lluvia, a agotar el agua que se ha
acumulado en las mismas. (Bougainville, Viaje alrededor del mundo.)
Cuando se trató de fotografiar el grupo del Jardín de
Aclimatación, los preparativos de la operación y el aspecto del objetivo, les
causaron un verdadero terror, que fue difícil de disipar. El más anciano de los
hombres del grupo, el que ejerce sobre él una especie de autoridad bastante
vaga, no consintió en sentarse sino colocado detrás de las mujeres, con las
cuales se hacía así una muralla contra el peligro que sospechaba podía existir
en el aparato fotográfico. En fin, cuando las fueguinas son viejas y el hambre
acosa cruelmente a aquellos tristes indígenas, se las mata para comerlas, al
paso que se economizan y conservan los perros, porque éstos animales sirven
para coger las nutria, y las mujeres viejas no sirven de nada, como lo decía
con una ingenuidad feroz, el joven interrogado por Mr. Low: -“El joven contó
enseguida la manera cómo se procede para matarlas. Se las tiene sobre el humo
hasta que estén sofocadas, y describiendo este suplicio, imitaba riendo los
gritos de las víctimas e indicaba las partes del cuerpo que se consideran como
la mejores.” – (Darwin, Viaje de un
naturalista alrededor del mundo.)
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