La década del 80 del siglo XIX
quedó marcada por una impronta fundacional que llevó luego a hablar de LA
GENERACION DEL 80.
Fueron años en los que se
incorporó al país al comercio internacional, y se registraron inversiones.
Esas inversiones se
diferenciaban de las anteriores por el monto, el origen, la incidencia de la
garantía estatal y el carácter de los grupos inversores.
El monto de dichas inversiones
extranjeras en 1891 fue casi nueve veces mayor que el de 1875, y las mismas
empezaron a mostrar alguna diversificación, pues durante la década de 1880 comenzó a fluir capital de otros países
europeos, especialmente de Francia, Alemania y Bélgica. La garantía estatal
disminuyó -antes de 1880 más de la mitad de las inversiones extranjeras contaba
con ella-, en tanto durante el gobierno de Juárez Celman sólo la tuvo el 25%
del total invertido.
Si bien la participación de
intereses ligados al comercio británico en el Río de la Plata y a miembros de
la comunidad británica residente en la Argentina decayó en la década de 1880,
las inversiones británicas representaron dos terceras partes del total de
inversiones extranjeras en esos años.
Más aun, las inversiones de
capital británico crecieron en la década de 1880 a un ritmo mucho mayor que en
las décadas precedentes, pasando de poco más de 20 millones de libras en 1880 a
157 millones de libras en 1890. En 1880 la Argentina había ocupado el cuarto
lugar entre las inversiones británicas en América Latina, pero en 1890 ya ocupaba
el primer lugar, puesto que mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial. Por
entonces, la Argentina había absorbido entre el 40 y el 50% de todas las
inversiones británicas fuera del Reino Unido.
Del total de las inversiones
británicas en la Argentina, Alec George Ford estima que entre 1885 y 1890 el
35% correspondía a préstamos al gobierno (nacional o provinciales), 32% a
ferrocarriles y un 24% a las cédulas hipotecarias. Después de la crisis de 1890
declinaron los préstamos al sector gubernamental, pero los ferrocarriles y las
compañías de tierras mantuvieron su posición y se incrementaron las inversiones
británicas en bancos y frigoríficos. A su vez, Donald Easum calcula que hacia
el año 1890 el 39% correspondía a ferrocarriles, 30% a empréstitos gubernamentales,
14% a cédulas hipotecarias, 7% a servicios públicos urbanos, 5% a bancos y 3% a
compañías de tierra.
Durante el gobierno de Miguel
Juárez Celman hubo una fiebre inversora británica en ferrocarriles. Del total
invertido por los británicos en la Argentina en ese lapso, entre 65% y 70% se
destinó a financiar en forma directa o indirectamente a los ferrocarriles, a
través de empréstitos al gobierno argentino.
Esta tendencia fue alentada
por el gobierno nacional y los gobiernos provinciales, que se desprendieron de
los ferrocarriles que controlaban. Como resultado, mientras que en 1880 el
gobierno nacional y algunos gobiernos de provincias administraban el 50% de los
ferrocarriles en explotación, hacia final de la década sólo retenían el 20%,
debido a la adjudicación de nuevas líneas férreas a compañías extranjeras y la
venta de muchas de las operadas por los gobiernos provinciales.
El Ferrocarril Oeste, por
ejemplo, hasta entonces propiedad del gobierno de la provincia de Buenos Aires,
fue vendido a una compañía británica.
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