“De cómo un 9 de septiembre de 1991,
comenzamos también en El Sureño una columna que adaptándose en el tiempo ha
querido ser reflejo de una voluntad de construir la identidad y la memoria de
nuestro pueblo.”
Ramón García cultiva la Tierra del Fuego. En
perito Moreno 740 llegará diciembre y colocará el cartel que anuncia: Hay
lechuga..
Antes a abonado su quinta, ha sembrado la
semilla que el mismo produce, la ha regado, y ha visto nacer el verde en el
corazón de la manzana donde vive desde 1952.
Primero será el tiempo de la espinaca y los
rabanitos, la fecha: últimos días de octubre. Después despertará la acelga, los
ajos, las zanahorias, las habas, coliflor, perejil, papas y nabos. Las arbejas
crecerán hasta dar sombra. La lechuga vendrá justo a tiempo para acompañar en
la mesa un corderito de primera, Para Navidad peregrinarán los amigos de Ramón,
y Carmen –su esposa- le dará una mano para atenderlos a todos.
Y luego en sus almácigos despoblados por las
ensaladas de tantas familias aparecerá como sustituta la escarola, esa que
Cumento reclama a manos llenas.
Allá por el año 1942 su suegro, Casimiro
Torres García, se instaló en San Martín 747. la quinta comenzó en el fondo,
crecía más rápida que la casa. Él tomó la posta y la tierra le responde desde
hace casi 50 años.
Todos los días se pierden pequeñas cantidades
de buena tierra, las que emigran pegadas a las raíces. Ramón se preocupa por
recuperarla, para eso ha tenido su camión.
A los 68 años ya no se agacha a arrancar los yuyos, que llegan antes que
la verdura, tiene un tablón y sobre él se acuesta para “uñear la cizaña”.
Produce su propia semilla. De repollo calcula
que tiene almacenada para diez años. Sus ajos enormes son hijos de aquellos que
guardó en un bolsillo, un invierno de 1966. Traía carga de Aerovías Halcón, que
aterrizaba en YPF con los primeros vuelos verduleros. Estima que por cada
diente sembrado esta semana recuperará 18. Y 18 fueron las bolsas de papas que
salvó de una siembra hecha en María Behety, donde ganó la escarcha.
La quinta no tiene ningún secreto para Ramón.
El secreto era el trabajo.
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