EVOCACIONES****Agosto 21, de 1615. En su búsqueda de salvarse del Escorbuto la expedición holandesa de Lemaire se dirige a Sierra Leona buscando remedio para este mal.

De ese lugar tenían referencias por otros navegantes y donde arribaron el 21 de agosto. Luego de sobrepasar los peligrosos bancos existentes frente a aquellas costas, fondearon en una bahía y se dirigieron a tierra con los botes. Allí no hallaron seres humanos, aunque encontraron algunos ríos de donde proveerse de agua potable. También descubrieron varios limoneros, de los cuales recolectaron cerca de 2.000 limones no completamente maduros y, por lo tanto, buenos para almacenar.


Luego navegaron un poco hacia el Norte y fondearon en otra bahía, delante de un grupo de chozas de paja. Desembarcaron e intercambiaron con los pobladores varias cuentas y cuchillos por nada menos que 20.000 limones, una reserva de vitaminas esenciales suficiente para abastecer varios meses a la tripulación. Pensaron que también podían obtener arroz y gallinas, pero en ese momento no había. Los habitantes de estas costas, acostumbrados, por cierto, a la presencia de naves europeas, no rehuían el contacto con los marinos.

Sin embargo, muy diferente sería la relación con los pobladores de la Patagonia.

El escorbuto era denomina la “lepra del mar”, Scheubuik (escorbuto, en holandés) palabra compuesta que significa “rajar el vientre”.


El escrobuto es una enfermedad producida por el déficit de ácido ascórbico (vitamina C) en la dieta o por dificultades para su absorción. Se caracteriza por alteraciones intercelulares en las paredes de los vasos sanguíneos. Esto produce hemorragias en diversos tejidos, especialmente en la mucosa bucal, y pérdida de piezas dentales. También puede causar hematomas diversos, anemia, mala cicatrización de las heridas, infecciones secundarias, ennegrecimiento y caída de las uñas, trombosis secundarias, problemas articulares, debilitamiento y fatiga.

La historia de la medicina reconoce al Dr. James Lind, de la Armada Británica, como descubridor de la prevención y de la cura de esta enfermedad, según su tratado de 1753 titulado A Treatise on the Scurvy.

Sin embargo, la expedición de Schouten y Le Maire demostró, casi un siglo y medio antes, que se podía prevenir el escorbuto poniendo en práctica normas alimentarias específicas. Durante la travesía, existió una marcada preocupación por el acopio de alimento fresco y de grandes cantidades de cítricos, importante fuente de vitamina C, que provenía esta y muchas otras enfermedades. Obviamente, los marinos holandeses ignoraban qué sustancia “milagrosa” podrían contener estos cítricos, ya que las vitaminas –como sustancias químicas con propiedades especiales- recién fueron descubiertas a comienzos del siglo XX. De qué modo adquirieron aquel conocimiento es algo que aun resta aclarar, pero con seguridad, la tradición oral jugó un papel importante en este aspecto.
Uno de los secretos del éxito de la expedición fue combatir esta enfermedad y cuidar de la salud de sus navegantes mediante una buena alimentación. Un claro ejemplo de ello es la baja mortalidad registrada durante la larga travesía que, al llegar a su fin, computó únicamente tres muertes y sólo una causada por el escorbuto. Este elevado índice de supervivencia constituye todo un logro para la época.

Pese a la adecuada prevención y tratamiento que los holandeses pusieron en práctica, otros navegantes no supieron interpretar la valiosa información que guardaban los diarios de la expedición. Recién en el siglo XVIII, el Dr. J. Lind comenzó los estudios sobre esta enfermedad, concluyendo que la ingesta de limones era la mejor prevención para ella. A partir de entonces, se incluyó el consumo periódico de cítricos en la dieta de las tripulaciones de la Armada Británica y varias décadas después, lo hicieron también las Armadas de Francia y España.



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