¿Qué sabemos de las algas fueguinas? Tercera parte.

Escribe Néstor Palmetti



Excepto las espirulinas que no requieren proceso alguno, en general se aconseja consumir las algas previamente hidratadas, tanto crudas (así se aprovecha al máximo su tenor vitamínico y enzimático) como cocidas. Cuando se las hidrata o cocina, consumir siempre el agua utilizada, dado el gran contenido de sales minerales que pasan al líquido. En caso de algas plegadas (como las kombu) o enteras, pueden lavarse rápidamente para eliminar eventuales restos de arena, antes de proceder al remojo o la cocción, cuyo líquido no debe descartarse.
La persona que nunca ha consumido algas, conviene que las introduzca paulatinamente en la dieta, para habituarse al sabor y permitir una correcta adecuación por parte de su organismo, tal como ocurre con las legumbres. De ese modo evitará los posibles síntomas de una brusca incorporación, como gases (por el efecto desintoxicante que generan las algas), irregularidad intestinal, efectos típicos de un ayuno y reacciones cutáneas. Nada de esto ocurre con un gramo diario de espirulina, ni utilizado las kelp como la sal o mezclada con la sal marina (sal enriquecida), ni agregando unos copos de nori a las ensaladas o a las sopas.


Es difícil indicar una dosis de consumo diario, ya que son distintas las algas y distintos los organismos. Como en todo, el consejo es el equilibrio y un poco cada día. Siempre “algo es mejor que nada”. En macrobiótica se recomienda una presencia del 5% (en volumen) en el plato. Lo más riesgoso de un alto consumo de algas puede ser el yodo, aunque es un mineral generalmente carente y cuya absorción resulta ser bloqueada por gran cantidad de elementos y situaciones. Es el caso de carencias de cinc, presencia de nitritos (aparecen en el agua, en los cultivos fertilizados químicamente y en los procesos industriales), alimentos bloqueadores (crucíferas crudas, soja, maní) y pérdidas en el agua de cocción. Por otro lado hay que tener en cuenta el yodo que se consume a través de medicamentos (colirios, antigripales), antisépticos (utilizados en los procesos de la industria láctea) y aditivación a la nefasta sal refinada (cloruro de sodio). Una sobredosis de yodo puede manifestarse en forma de acné, trastornos gastrointestinales, urticaria y conjuntivitis; síntomas que desaparecen con la simple eliminación del consumo.
Además del uso en la alimentación humana, las algas tienen gran cantidad de aplicaciones prácticas. Externamente se utilizan en cosmética y en problemas articulares, a través de la aplicación de emplastos (kelp). También se utilizan en la alimentación animal, obteniéndose los mismos beneficios que para humanos. Otra conocida aplicación de las algas es como depurativa de aguas, campo en el cual es muy difundida la utilización de las diatomeas como potabilizadoras (agua de piletas). Estas algas fosilizadas también se utilizan para conservar granos y semillas, protegiéndolos de hongos, virus y bacterias.
Desde la antigüedad y en distintas civilizaciones, era conocido el uso de las algas como fertilizantes agrícola. Hoy se sabe que el efecto benéfico de las algas en el suelo se debe al aporte demicro minerales (oligoelementos), carentes en la tierra y  abundantes en el mar. Todas las algas benefician a los suelos, pero particularmente está desarrollando el uso de las diatomeas en agricultura orgánica, sobre todo en aplicaciones foliares. A través de la savia, la planta absorbe los 38 microminerales presentes en las algas y los asimila con gran rapidez, pudiendo apreciarse una verdadera explosión de crecimiento vegetal.

Las diatomeas también cumplen la función de insecticida vegetal, ya que provocan la desecación (no son tóxicas) de los insectos de sangre fría; esto es muy útil para combatir pulgones, cochinillas, mosca de la fruta, etc. Esta función también la cumplen en animales (garrapatas, pulgas) y en personas (piojos) sin ningún efecto tóxico.


                                                                      

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