Escribe Néstor Palmetti
Excepto las espirulinas que no requieren proceso alguno,
en general se aconseja consumir las algas previamente hidratadas, tanto crudas
(así se aprovecha al máximo su tenor vitamínico y enzimático) como cocidas.
Cuando se las hidrata o cocina, consumir siempre el agua utilizada, dado el
gran contenido de sales minerales que pasan al líquido. En caso de algas
plegadas (como las kombu) o enteras, pueden lavarse rápidamente para eliminar
eventuales restos de arena, antes de proceder al remojo o la cocción, cuyo
líquido no debe descartarse.
La persona que nunca ha consumido algas, conviene que las
introduzca paulatinamente en la dieta, para habituarse al sabor y permitir una
correcta adecuación por parte de su organismo, tal como ocurre con las
legumbres. De ese modo evitará los posibles síntomas de una brusca
incorporación, como gases (por el efecto desintoxicante que generan las algas),
irregularidad intestinal, efectos típicos de un ayuno y reacciones cutáneas.
Nada de esto ocurre con un gramo diario de espirulina, ni utilizado las kelp
como la sal o mezclada con la sal marina (sal enriquecida), ni agregando unos
copos de nori a las ensaladas o a las sopas.
Es difícil indicar una dosis de consumo diario, ya que
son distintas las algas y distintos los organismos. Como en todo, el consejo es
el equilibrio y un poco cada día. Siempre “algo es mejor que nada”. En
macrobiótica se recomienda una presencia del 5% (en volumen) en el plato. Lo
más riesgoso de un alto consumo de algas puede ser el yodo, aunque es un
mineral generalmente carente y cuya absorción resulta ser bloqueada por gran
cantidad de elementos y situaciones. Es el caso de carencias de cinc, presencia
de nitritos (aparecen en el agua, en los cultivos fertilizados químicamente y
en los procesos industriales), alimentos bloqueadores (crucíferas crudas, soja,
maní) y pérdidas en el agua de cocción. Por otro lado hay que tener en cuenta
el yodo que se consume a través de medicamentos (colirios, antigripales),
antisépticos (utilizados en los procesos de la industria láctea) y aditivación
a la nefasta sal refinada (cloruro de sodio). Una sobredosis de yodo puede
manifestarse en forma de acné, trastornos gastrointestinales, urticaria y
conjuntivitis; síntomas que desaparecen con la simple eliminación del consumo.
Además del uso en la alimentación humana, las algas
tienen gran cantidad de aplicaciones prácticas. Externamente se utilizan en
cosmética y en problemas articulares, a través de la aplicación de emplastos
(kelp). También se utilizan en la alimentación animal, obteniéndose los mismos
beneficios que para humanos. Otra conocida aplicación de las algas es como
depurativa de aguas, campo en el cual es muy difundida la utilización de las
diatomeas como potabilizadoras (agua de piletas). Estas algas fosilizadas
también se utilizan para conservar granos y semillas, protegiéndolos de hongos,
virus y bacterias.
Desde la antigüedad y en distintas civilizaciones, era
conocido el uso de las algas como fertilizantes agrícola. Hoy se sabe que el
efecto benéfico de las algas en el suelo se debe al aporte demicro minerales
(oligoelementos), carentes en la tierra y
abundantes en el mar. Todas las algas benefician a los suelos, pero
particularmente está desarrollando el uso de las diatomeas en agricultura orgánica,
sobre todo en aplicaciones foliares. A través de la savia, la planta absorbe
los 38 microminerales presentes en las algas y los asimila con gran rapidez,
pudiendo apreciarse una verdadera explosión de crecimiento vegetal.
Las diatomeas también cumplen la función de insecticida
vegetal, ya que provocan la desecación (no son tóxicas) de los insectos de
sangre fría; esto es muy útil para combatir pulgones, cochinillas, mosca de la
fruta, etc. Esta función también la cumplen en animales (garrapatas, pulgas) y
en personas (piojos) sin ningún efecto tóxico.
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