De un tiempo a esta parte acostumbro a no comprar los libros
que están de moda, espero que alguien me los preste.
Es lo que ocurrió con Menéndez,
rey de la Patagonia, de José Luís Alonso Marchante.
Media docena de personas me manifestaron haberlo conseguido
en su edición chilena, y todos lo estaban leyendo o por leer. Pasaron los días
y alguno me dijo que ya lo había leído y que lo tenía prestado, estando yo en
la lista de espera. No conseguí de ellos detalles sobre su contenido pero si
afirmaciones tales como “es extraordinario”, “le dan con todo” en relación al
ganadero asturiano que inspiró la investigación.
Al fin, el pasado miércoles, se acercó José Luís Hormaechea
y puso en mis manos su ejemplar al que comencé a leer en jueves santo.
Aprecié de inmediato que tenía una extensa bibliografía al
final, de la misma forma que un total de 373 citas. El índice me mostró que
había un prólogo de Osvaldo Bayer, escrito en parte en la contratapa y también
un capítulo inicial donde se hablaba del mundo magallánico, de Asturias lugar
de origen del rey Menéndez, y de sus primeras experiencias americanas. Decidí
ponerme rápidamente en lectura y comencé a hacerlo por el segundo capítulo, ya
tendría tiempo para leer más tarde la puesta en terreno que me pareció
abundaría en referencia que un lector medianamente informado en el ayer
regional podría conocer.
Vi entonces en una situación casi novelada de cómo llega
José a Punta Arenas, entra en trato con Piedra Buena y se queda con su negocio.
Más tarde se hace una relación del primer poblamiento
chileno, antes del muy ponderado aluvión migratorio europeo, y aparecen luego
las relaciones temáticas que desdibujando la figura prócer de Menéndez, dada
por concurso de generaciones de plumas regionales.
El primero de esos enfoques es su intento de lograr
indemnización por los estragos que causa en su negocio la sublevación de los
Artilleros, (página 85,) en el
elevado monto de la indemnización que requiere, y los beneficios que lo
alcanzan pese a no estar en el núcleo de pobladores ingleses, franceses y
alemanes para los que estaba contemplada la medida. Eso sí, Menéndez pedía $ 12,356 pesos y solo le dieron$ 1.460.
Aparece luego la gestión oficiosa, y la desobediencia civil
en que incurre, cuando por imposición de testaferros se hace de títulos
posesorios sobre lo que será su estancia San Gregorio, comprada a los primeros
pastores que en el lugar aclimataron ganado, pero que carecían de mayor capital
como para alambrar el predio. Menéndez consigue gracias a sus amigos en
Santiago hacerse de una superficie de tierras pastoriles tres veces superior a
las que permite la ley.(página 98)
Más tarde se pone en evidencia el manejo que lo llevó a traer doce pastores para sus
tareas, demandando con ellos tarifa subvencionadas en los pasajes, por parte
del gobierno de Chile. Llegan sus primeros parientes que no soportan el régimen
abusivo en que se ven inmersos por lo que pronto buscarán otros destinos
americanos. Para esto último se vale de una entrevista realizada en Asturias
donde se aporta la memoria familiar de los Menéndez a este historial del “tío
rico”.
Los gobernantes cambian y observan las irregularidades en
las posesiones de Menéndez: la extensa San Gregorio, con costa sobre el
Estrecho, debería ser devuelta al Estado y entregada a colonos de Malvinas,
pero se demuestra un tráfico de influencias y cambio de voluntades que hace
perder las peticiones de los gobernantes en los laberintos de la burocracia.
Alonso Marchante se ocupa finalmente en el capítulo de
analizar las gestiones de Menéndez, y la representación que toma de los
ganaderos para hacer prosperar una venta, no solo del espacio donde
construyeron sus mejoras, sino de la extensión íntegra de sus dominios
pastoriles, evitando de esta forma la devolución que deberían haber hecho al
gobierno de Santiago pasados 20 años de la concesión. En tal sentido es
ilustrativa la apelación dada en la cual contraponen las políticas argentinas
en el sur con las de Chile, dándole a sus acciones de progreso un carácter
patriótico, en momentos en los cuales varios de los ganaderos magallánicos,
incluido Menéndez eran propietarios en Argentina. La extensa relación está el
libro a partir de la página 108 y luego se explicitan gestiones en el norte del
Chile, con diálogos con el poder, lo que contribuye al acrecentamiento
económico de los inversores australes.
Nos detenemos en la página 117 y reordenamos nuestra
memoria, hay datos de por si conocidos, pero el enfoque es nuevo, es valiente,
se enfrenta a la endiosada imagen de un hombre que sacó su fortuna casi de la
nada. Hay situaciones conocidas, como el encuentro denominado El abrazo del
Estrecho, y otros temas que han sido profundizados. Se describe en destalles
las estrategias del raque, esos salvatajes navales que permitían quedarse con
un alto porcentaje del valor de las ventas de lo que obtenido, que de esta forma se remataba; y también el uso
del alcohol para subordinar la voluntad de los indígenas, tarea de la que no se
salvan los emprendedores comerciantes de aquella hora, entre ellos nuestro
“bien amado” Luís Piedra Buena.
En el capítulo siguiente se habla de la relación de Chile y
Argentina en el meridión americano, y promete un vuelta atrás.., veremos si
seguimos ese camino de lectura o damos un nuevo salto.
La imágen muestra el busto de Menéndez y el relieve de su esposa, en el parque de la estancia que lleva su nombre.
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