Cada tiempo tuvo sus ideas, cada lugar también....
La mision de Río Grande, en la parte arjentina de la Tierra del Fuego, fundada
últimamente por los salesianos, no responde a propósito alguno civilizador. Es
simplemente una estancia de ganadería; pero, aun en el caso que tuviera por
objeto propender a la civilizacion de los naturales, ella no podria satisfacer,
desde el punto de vista nacional, puesto que se encuentra en territorio
estranjero.
Por otra parte, los misioneros salesianos que se
cambian de Dawson, territorio chileno, a Río Grande, territorio arjentíno,
tienen que predicar a los neófitos indíjenas allí el amor a la patria chilena i
acá a la patria arjentina. Esto es inaceptable i se halla en pugna con los
sentimientos que despierta la palabra patria.
No hai ejemplo en la historia del mundo de que
haya podido civilizarse un pueblo salvaje sin que el pueblo civilizador se
mezcle a él para trasmitirle los hábitos de cultura, dominando su resistencia i
desconfianza i despertando en él nuevos sentimientos i nuevas ideas.
El pueblo araucano, el mas indómito quizás de la
tierra, resistió a la dominación de los incas ántes del descubrimiento de
Chile. Llegados los españoles resistió todavía durante tres siglos i medio. Fué
necesario que el Gobierno de Chile, en época demasiado reciente para
recordarla, fundara numerosos pueblos; cruzara su territorio con telégrafos i
ferrocarriles; mezclara el pueblo chileno con él para conseguir dominarlo i
civilizarlo.
Igual procedimiento debemos seguir con los onas si
no queremos que esta vigorosa sangre se estinga.
Necesitamos hombres de buena voluntad i bastante
abnegados que se resuelvan a vivir entre los indíjenas en su propio territorio,
para inducirlos poco a poco a abandonar esa vida errante i azarosa que llevan i
enseñarlos a construir vivienda que los resguarde de las crueles inclemencias
del tiempo de estas rejiones; hombres que con su ejemplo les demuestren cómo
con el trabajo i la prevision no se carece de alimento durante todo el año, i
que abran a sus intelijencias los horizontes para ellos desconocidos de la
civilizacion i de la patria.
De esa manera se llegaría pronto al fin perseguido
sin violentar los sentimientos humanitarios, i armonizándolos, por el
contrario, con los intereses industriales i de colonizacion que queremos
radicar en la grande isla de Tierra del Fuego.
Si se crearan pequeños puestos militares en el
territorio indíjena, es indudable, dado el carácter de los indios i los
ningunos medios de movilidad de que disponen, que bastarian para mantenerlos
tranquilos i se evitarian los robos i matanzas de ganado que canto perjudican a
los hacendados i que son el oríjen de la lucha iniciada ya entre bárbaros i
civilizados.
Los hacendados no tendrian reparo en imponerse
ellos mismos una lijera contribucion de carne en beneficio de los indios, i
éstos no tendrian necesidad de acudir al robo de las ovejas para atender a su
subsistencia.
El personal da aquellos puestos, al mismo tiempo
que estaría encargado de la vijilancia de los naturales i del territorio,
serviria de amparo i garantía a las industrias; propenderia a la civilizacion
de los onas atrayéndolos e inducíendolos a radicarse en las vecindades con los
ausilios de alimento que les ofreceria i que, como se ha visto ántes,
proporcionarian los mismos hacendados.
Poco a poco el indio iria comprendiendo las
ventajas del trabajo i del cultivo de la tierra, la utilidad de los animales
domésticos i la necesidad de establecerse fijamente en un punto.
La ubicacion de estos puestos militares debe ser
cuidadosamente estudiada para satisfacer al triple propósito que se persigue:
civilizacion de los indios, colonizacion de la isla i proteccion eficaz para el
tranquilo desarrollo de sus industrias.
Por lo que se refiere al personal de cada puesto
no hai necesidad de que fuera numeroso. Quedaria bien guardado i podria atender
a toda emerjencia con solo tres guardianes. No son mas numerosos los individuos
que actualmente mantienen los estancieros en los puestos para el cuidado de las
ovejas i todavía se hallan separados unos de otros por distancias de 15 o mas
kilómetros, habiendo en algunos un solo hombre.
Los guardianes deberian ser casados i residir con
sus familias para enseñar con su ejemplo a los indios.
A la cabeza de cada puesto debe colocarse un
misionero franciscano, por considerar a los de esta filantrópica órden
relijiosa como los mas a propósito para estas tareas de catequizar a los indios
i de enseñar a los niños. Por lo demás, 1os franciscanos han demostrado en
Arauco su abnegacion i dado pruebas del éxito de sus trabajos.
Escojiendo para la ubicacion de cada puesto una
comarca que se preste para trabajos agrícolas, industria de madera u otras, no
seria difícil obtener que algunos colonos nacionales se establecieran allí, lo
que contribuiria poderosamente a la civilizacion de los indíjenas i a que éstos
adquieran prontamente el idioma i los hábitos nacionales. Al cabo de pocos años
cada puesto estaría ya trasformado en un pueblo i así insensiblemente la
poblacion indíjena se habría mezclado con la blanca.
(Se ha respetado la ortografía vigente en el Chile de entonces, heredadas de las enseñanzas de Sarmiento)
1 comentario:
Hola Mingo!
Interesante artículo! Encuentro más datos vinculados a Don Manuel Señoret en el libro “Memorias de una vida colmada”, de Mauricio Braun.
Allí, en el Capítulo 6 Años de creación y desarrollo (1892-95), apartado “Nos llega un nuevo gobernador: el capitán de navío Don Manuel Señoret”, el autor comenta que el entonces presidente de la República de Chile, el almirante Don Jorge Montt, designó como gobernador de Magallanes a Don Manuel Señoret en septiembre 1892 (*). Al respecto, Mauricio Braun refiere lo siguiente:
“Como buen marino (...) Señoret, de entrada, buscó extender el conocimiento de la región sometida a su gobierno hacia la zona más austral, todas las islas ubicadas al sur del Canal de Beagle (...). Así se embarcó en el escampavía Toro y navegó los canales, visitó las islas Navarino, Pictón y Lennox y en particular esta última, saturada aún por aquél enjambre de buscadores de oro, que los había de toda laya.
Para organizar y vigilar ese maremágnum fundó una población en la costa Este de Navarino que llamó Puerto Toro, nombre de la nave que lo llevaba y estableció allí autoridad (**).
Luego recorrió la costa Norte de Navarino y entrevió la posibilidad de introducir en sus boscosas laderas la industria maderera y la ovejería”.
Mauricio Braun señala también que Señoret creó un Juzgado de Letras y una Comisión de Alcaldes. Al respecto de esta última, indica que Señoret “(...) designó sus miembros eligiéndolos entre lo más representativo de la población para que se ocuparan y colaboraran con él en la administración de la ciudad: calles, plazas, alumbrado (...)”. Y agrega: “Pero lo más sensacional de su gestión fue la fundación de un periódico. Para ello encargó al extranjero una imprenta y, asociado con el secretario de la gobernación, Juan B. Contardi (...) fundaron el primer diario puntarenense que aparecería al principio tres veces por semana, el que bautizaron con justa propiedad “El Magallanes”. Su número 1 (...) apareció el 7 de enero de 1894”. (Braun, Mauricio: “Memorias de una vida colmada”, Gaglianone Establecimiento Gráfica S.A., 1º Edición, Buenos Aires, 1985).
Don Manuel Señoret nació en abril de 1852 y murió el 20 de febrero de 1900, a los 48 años de edad.
(*) Señoret ocuparía ese cargo hasta 1896.
(**) Puerto Toro, en la Isla Navarino, se encuentra ubicado frente a la Isla Pictón.
Un abrazo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-
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