EVOCACIONES****** 2 de JULIO de 1834, En una carta de Luis Vernet al teniente de la marina británica Henry Smith, les solicita se haga cargo de sus propiedades en la Isla. Demostrando que por encima de cualquier interés patriota estaba su interés particular.


Al Caballero Henry Smith, teniente de la Marina Real:

Frente a la desaparición de mi representante, Mattew Brisbane y sus asistentes, caídos en los horrendos episodios de agosto último cuyas noticias han llegado aquí recientemente, y en la absoluta imposibilidad de enviar allí un nuevo representante, le pido encarecidamente quiera hacerse cargo de todas mis propiedades, tratando de preservarlas en la medida de sus fuerzas hasta que pueda yo volver al establecimiento a quien siendo para usted un extraño no dejará por ello de estarle reconocido, a la vez que rendirá usted un servicio a futuras colonias para las cuales, los aparentemente insignificantes restos de mi antiguo establecimiento, podrán ser de esencial utilidad.

Le pido este favor en tanto pueda ser compatible con sus deberes públicos; será una actitud de provecho general, tendiente en especial a proveer de constantes abastecimientos de carne a la guarnición de su mando y a los barcos de Su Majestad que recalen en la bahía de la Anunciación; al considerar que dicha riqueza puede perderse por un lapso de varios años, no descarto que mi proposición podrá ser admitida.

Halagado con la perspectiva de que se hará cargo temporariamente de mis propiedades, me permito adelantarle algunas observaciones, fruto de mi larga experiencia, que le servirán de guía para la conservación de mis bienes, a la vez que de utilidad para sus subordinados. Por la presente queda autorizado a actuar en cada ocasión de acuerdo con su excelente criterio para entera satisfacción mía.

El cuidado de las casas es de menor importancia; lo fundamental es la conservación de los caballos, no porque su transporte a las islas me haya costado grandes sumas de dinero… con el objeto de proporcionarnos ganado vacuno para el consumo anual del establecimiento y las tripulaciones visitantes sin dañar los caballos, o sea, durante los meses de verano y otoño. No es posible impartir instrucciones positivas en este punto por cuanto las circunstancias pueden variar, pero el personal de allí conoce acabadamente lo que debe hacer. Los muchachos ingleses podrían servir para cuidar de los caballos disponibles y la tropilla de ganado domesticado –generalmente llamado “ciruelo” (sic)- mientras los gachos cazan el ganado chúcaro. Uno de los gauchos debería ser cabeza de la partida, Santiago López, el más experimentado en la faena; a éste lo sigue Manuel Coronel.

Los mozos ingleses podrán volverse baqueanos en el curso de dos o tres años, y si se consiguiese transformar a ocho o diez muchachos en buenos gauchos, tendríamos un plantel de inmensa importancia para el trabajo de futuras instalaciones, en la cual se precisa ganado domesticado para lecherías y bueyes para la labranza. Se requiere prudencia y hacer las cosas poco a poco, no sea que se despierten los celos de los gauchos y por afán se vuelvan malos maestros, exponiendo a los mozos al ataque del ganado. Los muchachos lograrán entenderse con ellos a poco que tengan buena disposición, y si no conocen las faenas para las cuales han sido designados, mejor aún, ya que así impediremos los accesos de celos.

Habrá usted observado que los caballos prosperan al aire libre, aun en invierno, con tal que no estén sentidos del lomo, en cuyo caso convendrá sanarles dichas heridas; para éstos es mejor confiar en europeos que en los gauchos gentes muy acostumbradas a la abundancia de caballos en su propia tierra (¿) al punto que no ven nunca la necesidad de cuidar de ellos. Aunque los caballos sean resistentes al rigor del clima, no lo son en cuanto a fatigas, como los europeos, lo cual sin duda se debe a que la labor de cazar vacunos muy violenta de por sí, no pueda ser ejecutada con el mismo caballo durante mucho tiempo, por lo cual el gaucho cambia de cabalgadura dos o tres veces por día y no monta el mismo caballo durante dos días…

…un cuarto de dólar por salar o secar los cueros y un cuarto igualmente por faenar y cuerear cada animal. Usted tendrá, por tanto, la bondad de pagarles como antes; tales gastos así como los salarios de los jóvenes deberán ser posteriormente deducidos del valor del ganado consumido por la guarnición y la nave de guerra de S. M. cuyo precio es de diez dólares españoles (sic) por cabeza.

Es probable que haya obtenido hasta ahora tan sólo carne de vaca magra, lo cual se debe a que el ganado de la parte norte de la isla es flaco y pequeño, y aunque el del sur sea gordo y grande, pronto enflaquece cuando se lo somete al cautiverio. Esta contrariedad puede ser remediada conservando un plantel constante de 200 cabezas de ganado en Long Island, en la bahía, donde se vuelven gordos a los tres o cuatro meses de su captura. La citada isla no puede sostener mayor número de reses en el espacio de un año.

El ganado empero no se encontrará absolutamente a salvo en la isla debido a las aguas bajas que vadean o recorren hacia la costa firme, por lo cual es absolutamente necesario contar con dos o tres hombres que los vigilen y conduzcan a tierra si es necesario. En la isla se necesitan uno o dos hombres para conducir el ganado diariamente hacia un punto determinado, a la vista del establecimiento. Si no se toma especial cuidado en la tarea la tropa puede descarriarse e inclusive perderse. Al pasar de la isla a la tierra firme lo hacen invariablemente al pie de los montes vecinos hasta encontrar a una altura de alrededor de cinco millas al oeste un paso hacia el sur. De ahí que el lugar más cómodo para ser vigilado se encuentre alrededor de dos millas del lugar naufragó el “Urania” hacia el oeste, en el sitio del monte, lo suficiente alto como para vigilar la comarca vecina, y otro en  la cuesta del mismo monte más cerca de los restos del “Urania”. El plano adjunto de Berkeley Sound (Bahía de la Anunciación) lleva marcada con tinta roja la huella que practica corrientemente el ganado cuando vuelve de la isla. Los números 1 y 2 indican los mejores lugares para colocar vigilancia; el hombre que se halle en la isla hará una señal tan pronto se extravíe un animal. El ganado después de haber estado algunos días en la isla se domestica lo suficiente como para ser arriado por un hombre a pie.

He sido informado de que el capitán Low se ha posesionado de las pieles de focas y cueros que mi difunto agente Brisbane había almacenado y también de muchos documentos a los cuales no tenía posiblemente ningún derecho. Presumo que lo ha engañado a usted con informaciones falsas y confío, por tanto, en que pueda usted tener alguna oportunidad de sacárselos de sus manos y remitirlos, en la primera ocasión, a Río de Janeiro.

Le reitero el profundo anhelo de que quiera tener la bondad de hacerse cargo de mis asuntos en ese sitio que le hará reconocido por S. S.:

                                                                                            Lewis Vernet


Fuente: José Luis Muñoz Azpiri. Historia completa de las Malvinas, Buenos Aires, ed. Oriente, 1966. (Este documento le fue facilitado a Muñoz Azpiri por Caillet-Bois. Este último lo cita en su obra Una tierra argentina. Las Islas Malvinas, p. 381 de la “2a. edición)

Observación: Los días posteriores a la recuperación de las Islas Malvinas en 1982 se hacía referencia a Port Stanley como Puerto Vernet, en recordación del comandante político militar de las islas al momento de la usurpación británica, pero después se examinaron los antecedentes y se lo dejó de lado. Alguien propuso Puerto Rivero, pero su historia cabalgaba en la nebulosa de la revisión historiográfica. Entonces se eligió Puerto Argentino.

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