El frío ha sido intenso durante la
semana. Hay poca nieve en el suelo. Hay 17 hombres en el lugar, lo que es un
número inusualmente pequeño. Catorce hombres estuvieron afuera por cinco días,
y solo cazaron cinco animales.
Dos noches acamparon en el monte sin
abrigo alguno.
Thomas
Bridges en su correspondencia habla de esta particularidad, la casa de guanaco
entre los yaganes a principios del invierno.
Una noche fueron empapados por una
fuerte lluvia, pero gracias a Dios, todos están de regreso, pero habiendo
sufrido muchas penurias, que son ciertamente grandes.. Su práctica es la de
traer a su casa la mejor parte de esos animales, de modo que, cuando están
afuera,, usan la cabeza y partes huesudas. También si limitan a dos comidas por
día, una es lo primero que hacen a la mañana
y la otra cuando regresan al campamento por la noche..
La extensión de tierra que atraviesan
siguiendo a sus perros es sorprendente y llegan a estar muy espaciados,; la
maravilla es como se las ingenian para encontrarse de nuevo en su campamento
temporario en la noche, aunque menudo esta ha avanzado mucho antes que lleguen
los cansados y cargados cazadores. Por cierto esta gente demuestra una gran
fortaleza, persistencia y energía al perseguir su caza, sea de guanacos en el
monte, sea de lobos en el agua.. La semana pasada, un grupo grande se fue hacia
el oeste en busca de guanacos y, durante la primera noche, cayó una fuerte
nevada. Ese día cazaron tres guanacos. Comenzaron el segundo día, a pesar de
que la nieve aun estaba cayendo y tuvieron un día duro, abriéndose paso a
través de matorrales muy espesos y de nevazones que caían sobre ellos desde los
árboles muy cargados, volvieron al campamento en la tarde, ¡sin nada!
El tercer día siguió nevando y se
quedaron en el campamento, que era un denso cinturón de monto a unas 18 millas
de su casa.
El cuarto día fue calmo, pero los
árboles y arbustos estaban muy cargados de nieve cuando comenzaron su penoso y dificultoso retorno. Estaban
todos mojados hasta los huesos y para evitar la nieve hicieron un largo rodeo
en la playa y tuvieron que chapotear con el agua hasta la rodilla en el mar.
Hicieron un camino a casa todo el cuarto día con su noche y estaban muy
agotados cuando llegaron aquí. Uno ellos, un sujeto alto y de fuerte
apariencia, perdió el sentido por un rato y vagó sin saber dónde iba.
Venticuatro horas después de esta travesía, más de uno sabía poner un pie
delante de otro ¡Bravo fueguinos!
La carta de Bridges estaba destinada a
la revista misionera que la publicó en Inglaterra.y se encuentra en el libro
LOS INDIOS DEL ULTIMO CONFÍN de Arnoldo Canclini.
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