En diciembre de 1888 en Bahía Felipe un
navío francés –el Toulusse- capturan a siete onas que se les habían acercado
amistosamente.
Va a ser llevados a la exposición
internacional de París que funcionará al año siguiente en conmemoración del
primer centenario de la
Revolución Francesa.
Los fueguinos serán mostrados enjaulados e
identificados como antropófagos.
El Ministro Plenipotenciario de Chile
protestará por este atentado a súbditos de su país, y por ello el empresario
responsable de la exhibición dejará abierta la jaula para que escapen.
Tan solo tres de ellos regresarán a su
tierra.
Esta situación de mostrar a nuestros nativos
como fenómenos es la más conocida, pero no la única.
El episodio de los fueguinos llevados como
antropófagos a la
Exposición Internacional de París es emblemático en la
historia de las postergaciones fueguinas.
En su reciente libro ENCRUCIJADAS DEL CAMPO
PSI JURÍDICO, Luis Camargo
aporta algunas reflexiones sobre el particular.
Nueve onas fueron obscenamente expuestos a
la mirada del mundo civilizado bajo la sombra del monumento al progreso,m
encerrados en una jaula cn un cartel que rezaba Indios antropófagos, mientras
us amo les tiraba carne cruda por entre los barrotes. Luego de la muestra
parisina, Maitre –tal el nombre del captor- los llevó a Londres huyendo –pues
se dice que un sacerdote francés, que hablaba la lengua ona por haber sido
misionero en estas tierras australes, dio intervención al Ministerio de
Relaciones Exteriores de Francia, luego de hablar con lo que quedaba de la
familia ona-, donde fueron exhibidos, una vez más, en el Acuario de Wesminter.
Entretanto, una de las mujeres onas se moría, olvidada en la niebla londinense.
Cuando los misterios de Relaciones Extranjeras y de Gobernaci´n comenzaron a
tener interés en el asunto, Maitre decidió huir otra vez con sus cautivos hacia
Bélgica. Allí fueron nuevamente exhibidos, esta vez en un museo, el Musée
Castan, ahora con interés antropológico. Entonces, el Ministro de Justicia
ordenó la detención de la compañía de antropófagos en la cárcel Petits Carmes ,
como sujetos extranjeros sin recursos: por entonces de los once aborígenes
quedaban siete. El gobierno chileno, a cuyo cónsul se había anoticiado de la
situación, entretanto, no terminaba de decidirse si estos indios pertenecía a
su territorio o al argentino. La intervención del Foering Office ingles, luego
de muchos debates jurídicos, logró dirimir la cuestión a mediados de febrero de
1890, resolviendo que los indígenas exhibidos en Paris, Londres y Bruselas y
luego detenidos en Petitis Carmes, debían volver a su tierra natal. Uno de los
onas resolvió quedarse en Europa, y los seis restantes, maltrechos, ultrajados,
fueron embarcados de regreso al suelo fueguino. Dos se dice murieron en el
viaje, cuatro, finalmente, lograron tener la Cruz del Sir sobre sus cabezas. Se
había hecho justicia, tarde quizás y como siempre, a medias: N hallé en las
crónicas que el captor hubiera recibido sanción alguna.
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