En el año 1983 iniciamos una experiencia periodística en forma de mensuario a la que titulamos TRUCO. Ya en su primer número nos referíamos al cruce por aguas argentinas, el tema que tanta vigencia cobró en los últimos días con el anuncio presidencial desde Río Gallegos. Supongo que con todo lo que se ha hablado sobre el tema, y las investigaciones que se encausaron, sumarán toneladas lo escrito sobre el particular. Pero vengo a recordar lo que escribimos en aquel entonces, por si sirve al conocimiento general. Uno de los generales que menos manda.
Bajo los más diversos rótulos, los
fueguinos de todos los tiempos se han esforzado por esclarecer al país su
condición insular. Y si no hubieran mediado los acontecimientos fronterizos del
último lustro serían muchos más los argentinos que no se percatan de la
existencia del Estrecho de Magallanes, del habitual tránsito por Chile en el
transporte terrestre y de una situación de dependencia hacia ese país generada
fundamentalmente por el escaso potencial naviero nacional.
El ascenso de la administración
Suárez del Cerro, vino a colocar en la mesa de las discusiones, la
implementación de un sistema de vinculación física entre el sector argentino de
la Isla Grande de Tierra del Fuego y la Argentina continental; todo
circunscripto en cuatro términos ingleses: “roll-on
- roll-off”.
“Entra rodando, sale rondando”,
-decía el mandatario cuando recién comenzábamos a conocerlo los fueguinos- y
describía con las manos un arco que pretendía simbolizar el salto grande que daríamos
sobre el Atlántico Sur.
Se habló de plazos cercanos, de
prioridades de todo orden para cristalizar el proyecto. Llegó a cerrarse la
frontera pero la respuesta del Ejecutivo Nacional no fue inmediata. Pasó una
guerra y los detalles del proyecto aún no han sido definidos. Se prefirió
promover una competencia deportiva, a divulgar detalles de las conclusiones de
la Royal Woskalis Westminster, una consultora de factibilidad.
En distintos foros periodísticos se
insistió sobre el imprescindible cruce del
Estrecho de Magallanes por aguas argentinas, dislate geográfico que no
tiene en cuenta que las márgenes de este paso son patrimonio chileno y que en
todo caso, el cruce será por el Atlántico Sur.
Y al fin llega la licitación de la
obra: La construcción de las dos terminales, los dos puertos, atrae a numerosas
firmas: Ingenieros Asesores S.A. y
Estudio de Ingeniería Hidráulica; Encofisa-Conipa-C, Rivelli-Krupp-Auxini –
Atha – Lexport – GAT; Vicente Robles S.A. – MCICIP; IMPRESIT SIDECO- Dycasa –
ATEC – I ATASA – ECOCONSULT; Marlin – Sebastían Marolese – Empresa Argentina de
Cemento Armado; Dragados y Obras Portuarias – SUPERCEMENTO – TECHINT; PANEDILE
ARGENTINA; Great Lakes Argentine; INALRUCO; SANYMCOTENOR; SADE-FRANKLIN
CONSULTORA; PILOTES FRANKLIN CONSULTORA; PILOTES FRANKI; COPIGA – D´APPOLONIA
CONSULTING – J. C. Caballero S. A.; Compañía Argentina de Construcciones.
Tras una inversión prevista en más de cien millones de dólares, catorce
conglomerados empresariales con su capacidad, su tecnología, su experiencia y
sus expectativas presupuestarias.
El trabajo comprendería a la vez el
desvío de la ruta tres desde Río Gallegos a Cabo Vírgenes (134 km) en Santa
Cruz y la consolidación del tramo Espíritu Santo- San Sebastián (81 km) en la
Isla Grande.
Al final, la travesía se vería
reducida en 55 km, sin pasar por Chile, obviándose de esta manera trámites
policiales, más no aduaneros, si siguen en vigencia los regímenes de promoción
diferenciales. El tiempo de la navegación es otra de las incógnitas. Durante
estos dos años el programa roll-on –
roll-off, se constituyó en un lugar común dentro de las preocupaciones
fueguinas a tal punto que en la emergencia política que transitamos, figura
como obra impostergable en distintas plataformas electorales en elaboración.
Llega un funcionario del resto del
país y ¡zas! allí surgen las preguntas de compromiso sobre regímenes de
promoción y roll-on – roll-off, temas
para los cuales siempre deben tener un sí.
Quedaron de lado las circunstancias
apremiantes que apuntaron en un momento a reeditar el tráfico comercial hasta
Caleta La Misión con navíos BDT. Se peticionaron subvenciones y créditos para
encontrar en algún lugar del mundo la “barcaza”
ideal, pero no se encontró en algún herrumbrado casco una respuesta para
las inquietudes del mercado fueguino. Un buque porta-contenedores, quiso ser la
alternativa, pero el intento fracasó toda vez que la existencia de importantes
flotas de camiones comprados en el marco de la ley 19.640 exige su forzado y
periódico retorno al Territorio. Un alegato justicialista reclamando la
disponibilidad del Buque de Transporte de Tanques “Cabo San Antonio”, que tan
buenos servicios prestó a la comunidad como nexo naval durante la guerra, no
mereció respuesta.
Y mientras tanto se sigue dibujando
el camino de agua, con insistencia para que el sueño no desdibuje el trazo.
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