Transcurría el mes de enero de 2017, cuando una excursión que había partido
desde Punta Arenas me permitió conocer la localidad de Cerro Sombrero, al norte
de la Isla Grande de Tierra del Fuego, en el sector chileno. Nos habíamos
detenido antes en la ciudad de Porvenir – también mi primera vez allí – y en
Bahía Inútil para conocer el Parque Pingüino Rey (*).
A decir verdad, la visita a Cerro Sombrero no duró mucho tiempo, aunque sí el suficiente para descubrir el lugar y llevarme sensaciones que espero conservar siempre. La combi que me trasladaba junto a un grupo de turistas se detuvo en el centro del pueblo, exactamente junto a una plazoleta de forma circular. Estaba atardeciendo, ya no brillaban los rayos del sol que nos habían acompañado durante todo el día. Rápidamente sentí el impulso de conocer todo el pueblo en poco menos de una hora, tiempo prefijado por la guía para esta parada. ¡Quería recorrer! ¡Mirar todo cuanto pudiera! El entusiasmo me dominaba; estaba en un pueblito aislado en la “Isla de los fuegos” que no muchos tenían la fortuna de conocer. Quería aprovechar el tiempo desde el mismo momento en que el conductor apagara el motor. Y en la medida que pude, así lo hice.
Al descender del minibús, en el centro de la plaza enseguida distinguí un sobrio monumento. La obra, que rápidamente capturé con mi cámara, reproducía la figura de un hombre agachado que con su casco e indumentaria de trabajo realizaba una esforzada tarea en una maquinaria vinculada a la explotación petrolera. La placa conmemorativa indicaba: “Al trabajador del petróleo. Cincuentenario. 1945 ENAP 1995”.
Efectivamente, el primer pozo de petróleo de Chile se descubrió el 29 de diciembre de 1945 en el área de Springhill (Cerro Primavera), en la Isla Grande de Tierra del Fuego (Región de Magallanes y Antártica Chilena). En el sitio web de la ENAP (Empresa Nacional de Petróleo) puede leerse la siguiente referencia: “El hallazgo de petróleo en Springhill fue realizado por el equipo de exploradores encabezado por el ingeniero Eduardo Simian Gallet, y dio paso a nuevas perforaciones de pozos que resultaron productores. De esta forma, el equipo encabezado por Simian recomendó a la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) la creación de ENAP, para explotar comercialmente los yacimientos descubiertos en Magallanes” (**). La ENAP fue fundada así el 19 de junio de 1950. Luego, a fines de la década de 1950, la ENAP construyó Cerro Sombrero para albergar al personal que trabajaba en distintas tareas petroleras en la Isla Grande.
Pero, ¿Quién es el autor de aquella singular escultura en Cerro Sombrero? Se trata de un artista plástico. Su nombre: Guillermo Meriño Pedrero. La obra en cuestión data de 1995 y fue realizada en bronce y base de piedra reconstituida. Tiene 3,50 metros de alto y 3,50 metros de ancho (***).
Durante mi caminata por la localidad, sin un plan determinado más que el de conocer lo máximo posible, pronto encontré la escuela local. Tenía por nombre el mismo del pueblo, y un cartel cercano indicaba que fue fundada el 1º de mayo de 1958. El edificio donde funciona es de baja altura, de color beige y tonalidades de marrón. En su parte superior, coronando la puerta de acceso, una estructura de forma triangular mostraba el dibujo en pintura de una máscara (o rostro) que bien podría tener alguna reminiscencia selk’nam.
Cerca de la escuela hallé una hilera de idénticas viviendas con techos a dos aguas dispuestas a lo largo de una calle de tierra con algunos charcos. Su construcción era la típica fueguina, en chapa acanalada. El grupo de casas llamó mi atención por tener cada una un color diferente: marrón, rosa, verde, celeste, amarillo claro. El cuadro conformaba una vista realmente pintoresca. Todo el lugar permanecía en calma; la soledad dominaba las calles.
De regreso al minibús, mi mayor sorpresa fue leer en el frente de un edificio pintado de azul en letras blancas la palabra “c i n e”. Y hacia allí me dirigí. Junto a otros viajeros, recibí la invitación para ingresar. En el hall de entrada, se exhibían a modo de presentación dos antiguos proyectores. Próximo a uno de ellos, se leía la siguiente referencia: “Linterna de proyectora de cine con carbones. Marca: Llopis, chilena. Operó en campamento Manantiales año 1957 a 1965”. La sala de cine propiamente dicha llevaba el nombre de “Empresa Nacional de Petróleo”. Al entrar, pronto recordé los viejos cines de barrio de Buenos Aires, esos que casi ya no existen debido al “boom” de los modernos complejos con varias salas pertenecientes a distintas empresas dedicadas a la industria cinematográfica y del entretenimiento.
En el cine de Cerro Sombrero, las butacas se disponían sobre un piso de madera escalonado, algo gastado por el ir y venir de los espectadores. Me preguntaba, ¿Quiénes habrán concurrido a aquella sala fueguina a lo largo de los años? ¿Qué películas clásicas habrán disfrutado? ¿Aún se conservarán viejos programas en papel que anunciaban los films a exhibirse en la sala? Los asientos de las butacas lucían recubiertos en cuerina (o símil) color azul algunos, y en cuerina color rojo otros. Los respaldos protegidos con el mismo material en azul, y los apoyabrazos de madera pintados en rojo. Fijado a una pared lateral, un pequeño letrero “de los de antes” indicaba en lustrosas letras de bronce sobre fondo rojo las butacas “IMPARES”. Esa tarde me sentí un privilegiado al poder recorrer aquel cine, un cine de pueblo. La experiencia fue inolvidable.
Pero el tiempo apremiaba ... Y ya llamaban a los turistas para regresar a la combi. ¡Un momento! ¡Un momento más! Pedí casi a gritos. ¡Me quedaba visitar un último lugar, tomar una última fotografía! Y esa era la de la pequeña capilla. Y hacia allí fui, a paso rápido. No se ubicaba demasiado lejos. Afortunadamente pude alcanzarla y luego regresar velozmente al punto de encuentro.
El tiempo se había agotado. Nada quedaba ya, ni un solo segundo más. De inmediato subí al transporte y mientras nos alejábamos di una última mirada al pueblo desde la ventanilla. Nuestra siguiente parada era del otro lado del Estrecho, en Bahía San Gregorio. Allí descendimos otra vez para ver sobre la playa el casco oxidado del Vapor Amadeo y los restos de la Barca Ambassador. Esa fue la última detención antes de llegar a Punta Arenas. Mi visita a Cerro Sombrero fue breve, pero mis expectativas, satisfechas. Descubrir algún aspecto de la Tierra del Fuego constituye siempre una satisfacción, y alcanzar el sector oeste de la Isla Grande para recorrer las calles de Porvenir y Cerro Sombrero ha sido un deseo hecho realidad. Puedo decir, en Río Grande, el viento; en Cerro Sombrero, el silencio.-
(*) La Provincia chilena de Tierra del Fuego (ubicada en la Región de Magallanes y Antártica Chilena, cuya capital es Punta Arenas) se encuentra en el sector Oeste de la Isla Grande de Tierra del Fuego, junto al Estrecho de Magallanes. La capital de la Provincia chilena de Tierra del Fuego es la ciudad de Porvenir. A su vez, esta Provincia se subdivide en tres comunas:
1) Primavera, al norte de la Provincia (con sus distritos Cerro Sombrero y Bahía Felipe) cuya capital es Cerro Sombrero;
2) Porvenir, al centro de la Provincia (con sus distritos Porvenir, Caleta Josefina y San Sebastián);
3) Timaukel, al sur de la Provincia (con sus distritos Timaukel y Almirantazgo) cuya capital es Villa Cameron.
A decir verdad, la visita a Cerro Sombrero no duró mucho tiempo, aunque sí el suficiente para descubrir el lugar y llevarme sensaciones que espero conservar siempre. La combi que me trasladaba junto a un grupo de turistas se detuvo en el centro del pueblo, exactamente junto a una plazoleta de forma circular. Estaba atardeciendo, ya no brillaban los rayos del sol que nos habían acompañado durante todo el día. Rápidamente sentí el impulso de conocer todo el pueblo en poco menos de una hora, tiempo prefijado por la guía para esta parada. ¡Quería recorrer! ¡Mirar todo cuanto pudiera! El entusiasmo me dominaba; estaba en un pueblito aislado en la “Isla de los fuegos” que no muchos tenían la fortuna de conocer. Quería aprovechar el tiempo desde el mismo momento en que el conductor apagara el motor. Y en la medida que pude, así lo hice.
Al descender del minibús, en el centro de la plaza enseguida distinguí un sobrio monumento. La obra, que rápidamente capturé con mi cámara, reproducía la figura de un hombre agachado que con su casco e indumentaria de trabajo realizaba una esforzada tarea en una maquinaria vinculada a la explotación petrolera. La placa conmemorativa indicaba: “Al trabajador del petróleo. Cincuentenario. 1945 ENAP 1995”.
Efectivamente, el primer pozo de petróleo de Chile se descubrió el 29 de diciembre de 1945 en el área de Springhill (Cerro Primavera), en la Isla Grande de Tierra del Fuego (Región de Magallanes y Antártica Chilena). En el sitio web de la ENAP (Empresa Nacional de Petróleo) puede leerse la siguiente referencia: “El hallazgo de petróleo en Springhill fue realizado por el equipo de exploradores encabezado por el ingeniero Eduardo Simian Gallet, y dio paso a nuevas perforaciones de pozos que resultaron productores. De esta forma, el equipo encabezado por Simian recomendó a la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) la creación de ENAP, para explotar comercialmente los yacimientos descubiertos en Magallanes” (**). La ENAP fue fundada así el 19 de junio de 1950. Luego, a fines de la década de 1950, la ENAP construyó Cerro Sombrero para albergar al personal que trabajaba en distintas tareas petroleras en la Isla Grande.
Pero, ¿Quién es el autor de aquella singular escultura en Cerro Sombrero? Se trata de un artista plástico. Su nombre: Guillermo Meriño Pedrero. La obra en cuestión data de 1995 y fue realizada en bronce y base de piedra reconstituida. Tiene 3,50 metros de alto y 3,50 metros de ancho (***).
Durante mi caminata por la localidad, sin un plan determinado más que el de conocer lo máximo posible, pronto encontré la escuela local. Tenía por nombre el mismo del pueblo, y un cartel cercano indicaba que fue fundada el 1º de mayo de 1958. El edificio donde funciona es de baja altura, de color beige y tonalidades de marrón. En su parte superior, coronando la puerta de acceso, una estructura de forma triangular mostraba el dibujo en pintura de una máscara (o rostro) que bien podría tener alguna reminiscencia selk’nam.
Cerca de la escuela hallé una hilera de idénticas viviendas con techos a dos aguas dispuestas a lo largo de una calle de tierra con algunos charcos. Su construcción era la típica fueguina, en chapa acanalada. El grupo de casas llamó mi atención por tener cada una un color diferente: marrón, rosa, verde, celeste, amarillo claro. El cuadro conformaba una vista realmente pintoresca. Todo el lugar permanecía en calma; la soledad dominaba las calles.
De regreso al minibús, mi mayor sorpresa fue leer en el frente de un edificio pintado de azul en letras blancas la palabra “c i n e”. Y hacia allí me dirigí. Junto a otros viajeros, recibí la invitación para ingresar. En el hall de entrada, se exhibían a modo de presentación dos antiguos proyectores. Próximo a uno de ellos, se leía la siguiente referencia: “Linterna de proyectora de cine con carbones. Marca: Llopis, chilena. Operó en campamento Manantiales año 1957 a 1965”. La sala de cine propiamente dicha llevaba el nombre de “Empresa Nacional de Petróleo”. Al entrar, pronto recordé los viejos cines de barrio de Buenos Aires, esos que casi ya no existen debido al “boom” de los modernos complejos con varias salas pertenecientes a distintas empresas dedicadas a la industria cinematográfica y del entretenimiento.
En el cine de Cerro Sombrero, las butacas se disponían sobre un piso de madera escalonado, algo gastado por el ir y venir de los espectadores. Me preguntaba, ¿Quiénes habrán concurrido a aquella sala fueguina a lo largo de los años? ¿Qué películas clásicas habrán disfrutado? ¿Aún se conservarán viejos programas en papel que anunciaban los films a exhibirse en la sala? Los asientos de las butacas lucían recubiertos en cuerina (o símil) color azul algunos, y en cuerina color rojo otros. Los respaldos protegidos con el mismo material en azul, y los apoyabrazos de madera pintados en rojo. Fijado a una pared lateral, un pequeño letrero “de los de antes” indicaba en lustrosas letras de bronce sobre fondo rojo las butacas “IMPARES”. Esa tarde me sentí un privilegiado al poder recorrer aquel cine, un cine de pueblo. La experiencia fue inolvidable.
Pero el tiempo apremiaba ... Y ya llamaban a los turistas para regresar a la combi. ¡Un momento! ¡Un momento más! Pedí casi a gritos. ¡Me quedaba visitar un último lugar, tomar una última fotografía! Y esa era la de la pequeña capilla. Y hacia allí fui, a paso rápido. No se ubicaba demasiado lejos. Afortunadamente pude alcanzarla y luego regresar velozmente al punto de encuentro.
El tiempo se había agotado. Nada quedaba ya, ni un solo segundo más. De inmediato subí al transporte y mientras nos alejábamos di una última mirada al pueblo desde la ventanilla. Nuestra siguiente parada era del otro lado del Estrecho, en Bahía San Gregorio. Allí descendimos otra vez para ver sobre la playa el casco oxidado del Vapor Amadeo y los restos de la Barca Ambassador. Esa fue la última detención antes de llegar a Punta Arenas. Mi visita a Cerro Sombrero fue breve, pero mis expectativas, satisfechas. Descubrir algún aspecto de la Tierra del Fuego constituye siempre una satisfacción, y alcanzar el sector oeste de la Isla Grande para recorrer las calles de Porvenir y Cerro Sombrero ha sido un deseo hecho realidad. Puedo decir, en Río Grande, el viento; en Cerro Sombrero, el silencio.-
(*) La Provincia chilena de Tierra del Fuego (ubicada en la Región de Magallanes y Antártica Chilena, cuya capital es Punta Arenas) se encuentra en el sector Oeste de la Isla Grande de Tierra del Fuego, junto al Estrecho de Magallanes. La capital de la Provincia chilena de Tierra del Fuego es la ciudad de Porvenir. A su vez, esta Provincia se subdivide en tres comunas:
1) Primavera, al norte de la Provincia (con sus distritos Cerro Sombrero y Bahía Felipe) cuya capital es Cerro Sombrero;
2) Porvenir, al centro de la Provincia (con sus distritos Porvenir, Caleta Josefina y San Sebastián);
3) Timaukel, al sur de la Provincia (con sus distritos Timaukel y Almirantazgo) cuya capital es Villa Cameron.
En la foto: Hernán Genovese, el porteño que más sabe sobre Tierra del Fuego, en una visita al sur de Chile. Con ojos más curiosos que nosotros.
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