Ángel San Juan: Un hombre en familia.

-¡Viva San Juan!

Cuando alguien saludaba a Don Ángel de esta manera, él se llevaba una mano a la cara, como en un gesto de vergüenza, ocultaba su sonrisa, y luego con la otra mano hacía el gestó de: -"¡te voy a dar un chirlo”. Lo que marcaba cierta complicidad con quien lo había avivado. Es que no todos sabían como había sido esa historia, pero siempre alguno se la hacía notar.

Formaba parte de las primeras vivencias políticas de aquel Río Grande. Se elegía Vicepresidente de la Nación ante la muerte de quien lo había sido por dos veces: Hortensio Quijano, con ello también se renovaba representación territorial a la Cámara de Diputados de la Nación. El oficialismo tenía para este escaño a la figura del Dr. Guillot, el director del hospital, en tanto que San Juan era el eje de la oposición representada por la UCR. El padrón era escaso y conocido, los partidarios de San Juan que llevaban su nombre en la misma boleta de Crisólogo Larralde –el candidato a Vice- se dieron cuenta que había lo que hoy se llamaría un empate técnico, hasta que alguien recordó un paisano –así se le llamaba entonces a los nativos- que estaba empadronado pero que tenía un destino incierto por la zona del lago. Hubo alguien que salió a buscar ese hombre, a convencerlo, a ganar ese voto, pero en la empresa se tomaron más tiempo que el esperado. Cuando llegaron ya había cerrado el comicio, pero igual allí estaban ellos, afuera de la escuela gritando a viva voz y tal vez con algún entusiasmo líquido:

-¡Viva San Juan!

Y perdieron por un voto porque le faltaron dos: el del que salió a buscar y el del que encontraron y convencieron.

Tal vez si no se habría dado este resultado la vida hubiera cambiado un poco para este patagónico que ya estaba afincado en nuestro Río Grande, tal vez no.

Ángel San Juan había nacido en 1919 en Colonia Las Heras, provincia de Santa Cruz –un 23 de diciembre-; pero para cuando llega a nuestro lugar la comarca de origen integra la Gobernación Marítima de Comodoro Rivadavia, por imperio de las medidas de seguridad impuestas por el gobierno revolucionario de 1943, en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

Simultáneamente a su llegada arriba de Comodoro Rivadavia un maestro pampeano que había ejercido en la capital del petróleo: Isidoro Zapata; ambos se asociarán para dar vida en el pequeño pueblo a una panadería, donde Zapata puso sus ahorros, y San Juan será toda la mano de obra. ¡Don Ángel comenzaba a amasar su fortuna!

Puede ser que inicialmente su pan no marcaba grandes diferencia con el que se elaboraba hacendosamente en algunos hornos domésticos, pero el impuso una estrategia comercial que le permitió ganar espacio: el reparto. Delivery de por medio del Pan de San Juan era el que se comía en los hoteles que en ese momento de desarrollo petrolero comenzaban a tener auge.

Pero la impronta política ponía sombras en las luces de esos tiempos… El socio, hombre instruido, locuaz, ganó espacio en la Comisión de Fomento, que en tiempos de la Gobernación Marítima dejó de estar integrada por los comerciantes del lugar, para pasar a ser conformada por los jefes de las reparticiones públicas. San Juan tenía otra filiación partidaria y cuando Zapata partió con otro destino docente, el compró íntegramente la panadería que funcionaba en casa de Manuel Árias, en una calle que desde hacía poco tenia nombre: Leonardo Rosales.

Los días difíciles que condujeron al gobierno peronista, fueron días difíciles para Ángel. El cura párroco de entonces, el padre José Forgaz, registra sus temores en esos días de templos incendiados indicando en sus crónicas que aquí los templos serían: el suyo, la panadería y la farmacia. Situación que afortunadamente no se dio.

¡Aunque si, lo que se concretó en poco tiempo, fue la adquisición por parte de San Juan de la primer farmacia de Río Grande! Con ella y la panadería logró una identidad empresaria que le permitió saltos mayores a la hora de dar respuesta al progreso que venía de la mano del auge por la explotación petrolera –en manos de firmas norteamericana- y la interesante oferta del puerto libre.

Y así lo recuerdo yo, que no era más que un niño, atendiendo con Juanito Cárdenas el almacén La Flor que funcionaba en la ventosa Perito Moreno, esquina Rivadavia. Había cajones de fruta por doquier, no toda estaba en mejor estado pero la clientela podía elegir. Con el tiempo se iba acumulando la de menor calidad que pasaba a tener otro precio. La concurrencia, en buena medida femenina, vivía la alegría de andar con plata y comprar lo que era todo un lujo: frutas y verduras. Pero al llegar a la caja se regateaba jugando con alguna ocurrencia porque se sabía, quizá por el anuncio en misa, que el patrón se casaba pronto, y con una mujer joven. San Juan se reía, mientras estiraba pacenciosamente los billetes a recibía de a puñados.

¿Quién era esa joven que venía a hacer sentar cabeza a este pujante comerciante de la plaza fueguina?

Se llamaba María Carmen Vidal y había nacido como los chicos de entonces en el Hospital de Frigorífico 23 años antes. Hija del referente de Punta María, establecimiento hotelero, alto cordial en el camino al interior de la isla, y del aserradero contiguo Don Agustín Vidal, y de María Camelio Di Biassio, oriunda de Porvenir.

María recuerda que la incomodó cuando la conoció junto a su padre, ella tenia 14 años y parecía más gordita de lo que era; él hizo una alusión al caso, sobre como iba a hacer para casarla. Al tiempo San Juan estaba prendado de María.

-Yo me enganché definitivamente cuando se hizo un asado porque llegó Frondizi. El me pidió que me hiciera cargo del chimi-churri, y yo hice tantas botellas que sobraron para toda la campaña. Formaba parte del entusiasmo de vivir que tenia a su lado.

Al casarse Ángel y María fueron a vivir linderos al almacén, que al tiempo mudaría hacia otro proyecto: Minigran, el segundo supermercado con que contaría nuestro pueblo.

Para entonces ya se había levantado, lindero a donde estaba la vieja panadería –que había pasado a otras manos- la casa familiar que durante muchos años fue en Río Grande una señal de distinción arquitectónica. Luego que decidieran radicarse en Buenos Aires, albergó un tiempo al Consulado de Chile.

Pero entonces pasaron cosas vitales en la existencia de Ángel y María: vinieron los hijos: Maria Ana, Ángel Fernando, María Alejandra y Alejandro Javier, tras los cuales hoy apuntan a la vida 6 nietos.

Al filo de 1971, cuando se abordaba la última paternidad, San Juan estaba inmerso en diversas actividades comerciales. Ya había abandonado su pasión automovilística que lo llevaba a competir en cuanta carrera hubiera en el circuito urbano para probar su muñeca el algún pequeño VW de entonces.

En una sociedad nacida junto al escribano Miguel Arrufat apareció el Expreso Fueguino, y se comprometieron de alma en un proyecto que no prosperó, el de una naviera que permitiera recuperar la operatividad portuaria de nuestra localidad. Casa Mariana, funcionando en la esquina de Perito y 9 de Julio, la esquina de Mendiluce; lugar donde un día se entera que está en venta la estación de servicio, saliendo con entusiasmo –se dice a pie- a buscar a Aldo Sist para integrar el trío que asumió la responsabilidad de manejar una nueva empresa en germen: Autosur.

Desde entonces, aunque ya residiera en Buenos Aires, la presencia de San Juan se rubricaba cada día de su estadía con la exigencia a los socios de hacer mesa en la Confitería Roca, donde departían –alejados de las preocupaciones empresarias- la cotidianidad de los parroquianos.

Un día de esos fui a corroborar un dato: A poco del Concilio se había organizado en la Parroquia, hoy Salón Rainieri, un concierto utilizando a tal fin un combinando de alta fidelidad prestado por la familia San Juan. Allí llegamos para asistir a una prolija presentación de temas clásicos, sentados en los bancos dispuestos en otra posición que mirando al altar, como formando palcos. El sonido de ese equipo era cautivante, incluso para los profanos… El ambiente esta acondicionado para que no pareciera una capilla. San Juan se rió al recordar, y dijo: -Cuando yo llegué y vi lo santos tapados dije: ¿Qué pasa? Se escondieron los santos por que yo vine a la iglesia. La gente de las mesas vecinas, que prestaba oídos al buen humor de San Juan, sumaron sus risas.

Ángel San Juan falleció el 23 de septiembre de 2004, con el bajo perfil de los que vinieron en otro tiempo a este Río Grande, a hacer –en cierta medida- todo de la nada. Situación que no ha sido reconocida todavía.


En la foto, San Juan, a la derecha...

Los antiguos pobladores y su relación con el medio natural.1

En las celebraciones de la Obra de San Vicente de Paul en Río Grande encontraron un lugar para que dirigiera a una conferencia a la concurrencia interesada en nuestro pasado.

Desgranamos esa experiencia, en cada uno de sus 14 capítulos.


Los antiguos pobladores son un conjunto de vecinos situados en la tercera edad.

Comprenden una primera o segunda generación de familias inmigrantes que pudo vivenciar -entre otros cambios- el generado por el desarrollo petrolero, y el aluvión del desarrollo fabril.

El concepto de pobladores tenía en el sur un carácter restrictivo limitado al poblador de campos. Ser poblador en alguna medida pasaba por una pertenencia al medio rural, ser estanciero.

Así se lo puede ver en quien por primera vez acuñó en una obra escrita esta palabra: Rae Natalie Prosser de Godall. En su guía bilingüe sobre la Tierra del Fuego hace referencias a nuevos y viejos pobladores; estos últimos son aquellos primeros usuarios de las tierras agropecuarias, los dueños de las grandes estancias del norte: los Braun, los Wood, los Menéndez, que prácticamente no vivían aquí; y los de la colonización anglicana: Bridges y Lawrence: en tanto que los nuevos pobladores eran aquellos que toman posesión de tierras fiscales durante el gobierno radical de los años 20, generando todo un conflicto con los anteriores usuarios de esos campos. Algunas de estas situaciones fueron a la justicia, la que tardó pero se expidió a favor de los antiguos pobladores, aunque después primaron otros intereses como para que los nuevos pobladores, titulares de las estancias chicas, siguieran en el manejo de sus establecimientos; se ha dicho porque en parte fueron testaferros de sus aparentes contrincantes, un tema intricando que no es objeto de análisis en la presente exposición.

Aquel desencuentro entre antiguos y nuevos pobladores tuvo una dimensión tal vez mayor que el que afloró después de los años 80, cuando la idea toma un sesgo urbano.

Quizá fue una humorada, tal vez no, pero en el verano de 1972 un joven que había llegado un año antes, en una entrevista televisiva, argumentó a favor propio identificándose entre los antiguos pobladores. Hubo reacciones que no tomaron estado público porque entonces no había como hacerlo, pero los dichos de Carlos Maida –a él me refiero- pusieron en el tapete que algo estaba pasando en materia de privilegios, donde los mayores beneficiarios eran los recién venidos, y no los que tenía un historial lugareño.

El concepto que aparecía ligado a lo fueguino -quien lo era, si el que nacía o el que se adoptaba- hizo madurar la idea de un Centro Fueguino, que inició el debate, destacó postergaciones, alimentó las plataformas electorales del retorno a la democracia, y finalmente concluyó con la creación del Centro de Antiguos Pobladores que, por estos días, y gracias a presupuesto participativo, espera tener sede propia.

El 10 de julio de 1984 tuvo lugar la primer Cena de Antiguos Pobladores, invitación Municipal a antiguos vecinos –sin consideración de sus condición social- con la finalidad de esperar el Día de Río Grande.Ser poblador fue a partir de ese momento otra cosa que ser estanciero.

El concepto ha tomado con el tiempo, desde el protocolo municipal, un carácter limitativo: la fiesta esta destinada al pionero, al que llegó para hacer su vida aquí, no comprende al hijo, ni es rango hereditario cuando termina la vida de sus mayores. En este sentido en cada fiesta tendría que haber cada vez menos invitados, pero créanme que no es así. El concepto de poblador fue asimilado al de colonizador, y con ello se da la paradoja que un hermano que vino recién nacido puede participar de la fiesta, pero el hermano que nació aquí en el mismo año, no.

Los nuevos fueguinos no han entendido de la misma manera la significación de esta fiesta y de la categoría poblador, de la misma manera que los pobladores cuestionen las exigencias de radicación que tienen los nuevos riograndenses, en comparación con los logros familiares que en ellos debieron esperar años, cuando se lograron. Los nuevos vecinos endilgan culpas múltiples a los pobladores: su falta de sentido de lo nacional, su responsabilidad colindante a la desaparición de los nativos –que parecen quedar fuera de esta polémica-, su obsecuencia a los poderes de turno, su falta de mundo; los nuevos vecinos no gozan del beneficio del halago por parte de los que han llegado antes, sean estos pobladores o no.

Con una valoración dispar ellos –los Antiguos Pobladores-, que nunca llegaron a ejercer un control sobre nuestra sociedad, ahora disminuye su presencia en el espacio urbano de la ciudad: los antiguos solares que fueron escenario de su vida doméstica pasan paulatinamente a ser propiedad de otros vecinos, y el centro y naciente de la ciudad, en un casco histórico que fue su mundo, ve desdibujada las características primigenias.

Sirva esta apreciación como una introducción necesaria al tema de esta charla, porque bien puede ser que alguien ignore en su extensión de quien estamos hablando; y con ello podamos quedar liberados para escribir el escenario de este análisis y el tiempo histórico sobre el cual depositaremos nuestra mirada.

Jinetes en el viento..

Lugar: Costa atlántica de Río Grande.

Zona de observación de aves migratorias.
Alumnos y docentes de la Escuela Agrotécnica Salesiana, la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria.
Apuro por llegar al desfile del Día de la Tradición.
Algún pilchero de apuro denuncia jinetes que no han sido de la partida.
No hay mucho apego por indumentarias de estilo, si precaución porque la cabalgata fue larga y el viento intenso.
b

¿Será cierto que en Tierra del Fuego uno se puede hacer rico trabajando?

Hace un tiempo ya realizamos un abordaje interrogativo a nuestros amigos recordando nuestro dicho familiar, basado en la experiencia de abuelo y padre, en la que decimos: “al que le va bien se va, al que le va mal se queda”.
Pensando en logros discretos, como suelen ser los de la mayoría de los que llegan a nuestro territorio –los que llegan son en alguna medida la mayoría de los que están- por el cual cumplidas las metas se emprende la tarea prometida del regreso.
¿Prometida por qué?
Porque se dice al partir rumbo al sur que será por un tiempo, hasta que se logren ciertas inversiones –el auto cero por ejemplo- o un capitalito que permita luego vivir holgadamente en el terruño.
¡ Y uno recuerda a tatos que estaban aquí y ya no están!
Como recuerda a los que partieron diciendo que no regresarían más y aquí los tenemos, como dicen los viejos “con la cola entre las piernas”.
Diego Castro desde Neuquén tiene otro recuerdo sobre mis dichos: “me acuerdo de eso que alguna vez decías de “el que le fue bien, se fue, el que le fue mal se quedó…”
En tanto que la jubilada estatal Sonia Noemí Caimapo, se expresaba volviendo a la pregunta original: Mmmmmtengo mis dudas solo si no es consumista y ahorra...”

Estábamos comenzando Octubre y Graciela Pesce tenía un rotundo NO. Claro que Pedro Baltar se ponía reflexivo al decir: “¡Depende de los parámetros de riqueza Mingo !!! Si hablas de hacer plata y abundancia de bienes siii, mucha gente hizo riquezas trabajando-nos .....a nosotros en especial”, diciendo luego: “Si hay algo bueno en esta casi pequeña comunidad es que son claramente identificables las "arañas sin patas" (no se sabe como hicieron la tela).

En tanto que mi querido Norberto Córdoba se documentaba “Citando al filósofo L. Barrionuevo de Camaño, diría que nadie en T. del Fuego ni en ningún otro lugar sin que medie alguna circunstancia especial”.Noemí González me ponía al tanto de sus acercamientos, digo Noemí Gonzalez: “Coincido con Códoba, pero si alguien se llega a enterar de la formula y quiere compartirla ,estoy dispuesta a aceptarla jajjajja besos”.

Andrea Romero nos llevó al terreno de la política, para decirnos que “No, en tierra del fuego uno se hace rico robando, el que labura se funde. Un claro ejemplo de los que se hacen rico sin laburar...Coccaro, Martin, Sciutto, Manfredotti, y la lista sigue y sigue y sigue....”. Ni que hubiera estado junto a Ivon David Roberts, un chubutano del sector rural, quien puso mayúsculas para decir “NO ES CIERTO,,solo si estas en política, si no fíjense cual es la nueva aristocracia riograndense ,, va fueguina mejor dicho ,,, los políticos, de trabajo son pocos los que progresaron , en esa dimensión ,,¿ no? Y es de tener en cuenta lo dicho por María Cristina “No. Ni en Tierra del Fuego ni en ningún lugar del mundo nadie se hace rico trabajando...jajaja me acuerdo de Barrionuevo..”. Y en este terreno, una mujer –que puede ser un demonio- Silvia Cabrera examina la realidad y dice: “los politicos trabajan?...porque creo algún dinero tienen, si el ser rico, se refiere al que tiene mucha plata!

Ana Karina Vera, nacida y criada entre nuestra matas, da cuenta de su fe:“Creo que no te haces rico, vivís mejor que en otras partes, pero cuanto mas laburás más querés, lo bueno es disfrutar con los seres queridos... si mezquinas esos momentos quizás te hagas rico pero quedarás solo”.

“-¿Por que esa pregunta Mingo? ¡La respuesta en NO rotundamente!!!!!”Patricia Almonacid irrumpió con su opinión y ahora le decimos que preguntamos, entre otras cosas, para elaborar esta encuesta.

Osvaldo Decaneo, hombre del comercio, leyó detenidamente lo que se venía deciendo, y puso mayúsculas a su teclado: VOY A IR CONTRA LA CORRIENTE, PERO CREO QUE AQUI MUCHA GENTE TRIUNFO CON SU TRABAJO!!MALANDRAS HAY A PATADAS, PERO NO NOS CEGUEMOS A LA VIRTUD QUE PUEDA EXISTIR!!

Mary Del Estal, docente mediterranea, se vuelve a mi interrogativa: “En realidad conociendote, sos rico viviendo, escribiendo. cierto?????????????

Y otra docente, que vivió en el Lago –en su infancia- y ahora reside en el Municipio Urbano de la Costa, es contundente: “Avísame a si voy”.

En tanto que Dieguito Montero, alguien que se ha dado muchas oportunidades en la vida, desde la lejana Misiones dice: Una vez escuché "El hombre más rico es el que tiene los placeres más baratos" o algo así..., así que depende más de la persona que del lugar, creo yo”.

CONVERSANDO EN UN TAXI

A fines de septiembre viajaba en un taxi mientras se escuchaba en la radio reclamos de un dirigente sindical de estado sobre lo mal que están sus salarios. Muchas veces los gremialistas parecen ignorar que hay una enorme cantidad de vecinos que ganan mucho menos que ellos, y que son contribuyentes de sus ingresos.

El chofer parecía entender lo que yo pensaba, cuando me dijo:

-Esta gente parece que cree que hay que tener salarios para volverse rico.

De aquí a mi pregunta que titula esta entrega hubo un solo paso.

Después recordé a otro taxista, Domilio Oyarzo -foto-, que una vez viajando con el me interrogó:

-Mingo. Porque yo que he tenido poca escuela me he hecho de una buena posición, y Ud. habiendo estudiado tanto no tiene, no tiene ni un auto y tengo que llevarlo yo en mi taxi?

Domitilio tenía entonces una gran cantidad de viviendas que alquilaba, realidad inmobiliaria que había hecho crecer poco a poco, pero incesantemente.

No recuerdo bien que le contesté, pero en mi lugar de destino estaba Vilma Faedo de Varas, que fue maestra del Domitilio, al que pudo ver cuando me dejó en la puerta de la casa de su hija. Sus primeras palabras fueron: -¡Qué cosa este hombre! De niño tan pobre y ahora con su trabajo puede decirse que es un hombre rico.

Ahí le señalé a la antigua docente que una cosa es vivir de un sueldo, y otra armar un negocio.

Y no todos tienen la capacidad de acierto.

Primera carta sobre La Candelaria.

Es ocasión, en oportunidad de estar sobre un nuevo aniversario de la instalación de la casa salesiana en nuestro pueblo, dar cuenta de esta carta, suscripta por el responsable de la obra en ese momento, dirigida al superior en Italia -en foto-, discípulo de Juan Bosco.

VENERADISIMO SR. D. RUA.

Del Río Grande de la Tierra del Fuego, 14 de diciembre de 1893.

Deo gratias, Deiparo eque Virgini Maria nostroe Auxiliatrici! Finalmente, después de innumerables sacrificios, después de casi siete largos meses pasados peor que los hebreos en el desierto, llegamos al sitio designado de nuestro muy amado Prefecto apostólico D. José Fagnano para implementar la nueva Misión Salesiana de N. S. de la Candelaria.

Si quisiera describir en sus pormenores la larga serie de peripecias que sin interrupción se sucedieron en este largo tiempo, haciéndonos sufrir Dios sabe cuanto, no concluiría tan pronto. El infierno, previniendo tal vez el inmenso bien que la nueva Misión habrá de hacer á las desgraciadas almas de estos pobres salvajes que van errando en estas islas fueguinas, empleó todos sus perversos recursos en contra nuestra, suscitando espantosas y tremendas tempestades é impetuosas, formidables é innecesarias borrascas. Pero ¡Bendito sea Dios! Que siempre triunfa del enemigo infernal. La fuerza, el ánimo y la constancia que jamás perdimos en medio de tantas pruebas son ciertísimos indicios de su continua asistencia.

Primera tentativa fallida.

El día 9 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el vapor Amadeo estaba cargado de ciento cincuenta toneladas de materiales para la nueva Misión, además de seis buenos caballos y de otros animales indispensables para las excursiones y el mantenimiento de la misma Misión. Entramos D. Bernabé y yo, con tres socios, tres jóvenes y cuatro obreros asalariados y partimos á la vuelta del Cabo Peña.

Transportados por un fuerte viento, en pocos días nos encontramos en la barra del Río Grande. Primeramente yo y después D. Bernabé descendimos á explorar la barra, el canal, la boca del río, el puerto Golondrina, pero no fue posible entrar con el vapor y echar ancla. El viento era tan violento y contrario y las aguas de tal modo borrascosas, que faltó muy poco para que más de una vez fuéramos envueltos por las olas. Nos refugiamos en el Amadeo, el cual, después de mil maniobras, volvió la proa contra nuestra voluntad, y nos condujo atrás casi la mitad del camino ya andado.

Puede imaginarse, amadísimo Padre, nuestra desolación en aquel momento! Después de tantos gastos hechos por esta embarcación, deber volver atrás sin haber podido hacer nada, deber volver las espaldas á aquel sitio tan suspirado, del cual habíamos ideado tan bellos proyectos para el bien de los pobres salvajes; fue una prueba demasiado dolorosa para nuestro corazón. Entramos en la Bahía San Sebastián y desembarcamos junto al arroyuelo Gama, donde nos detuvimos esperando que nos viniera en auxilio otro barco. Con el vapor Amadeo que volvía á Puntarenas, mandamos á Don Bernabé, para que refiriera cuanto nos había acontecido y solicitara el envío de algún recurso.

Estación provisional.

Entretanto para precavernos de la intemperie, allí sobre aquella esterilísima playa, á pocos metros de distancia del sitio donde llegan las altas mareas y á cerca de doscientos de la laguna formada por el arroyuelo Gama, con otros dos menores, fabricamos sobre la arena dos cabañuelas, una para nosotros y otra para las bestias; junto á la primera construimos también una habitacioncita, que nos sirviese de depósito para las cosas más delicadas, é hiciera también las veces de capilla.

Toda esta construcción siendo de leño verdaderamente nos reparaba poco de los vientos, que casi continuamente soplaban con gran furia, y de la lluvia y de la nieve y de la menuda arena que levantada por el viento formaba nubes y era sacudida contra nuestra pobre cabaña. No obstante todo esto debimos tener paciencia y esperar cuatro largos meses, calculando las semanas y los días que necesitaba D. Bernabé para llegar á Puntarenas, hablar con D. Fagnano, preparar una nueva embarcación y correr en nuestra ayuda. En este tiempo expedí también varias cartas a Puntarenas por medio de minadores que á aquí vienen y vuelven por tierra; pero no tuve contestación ni vimos venir á nuestro encuentro nave alguna. Entretanto los víveres escaseaban para nosotros y para las bestias, las cuales, además de disminuir por haber debido matar algunas para nuestro mantenimiento, enflaquecían de un modo visible. No teníamos perros para la caza del guanaco, las balas de carabina no nos servían más que para los pájaros, de los que tuvimos la fortuna de cazar siempre muchos. En ocasiones se unían a nosotros los empleados de la Comisaría del Filared (Sociedad de exploradores), muchas veces llegaban minadores, tal vez nos hallabamos más de veinte, y con toda esta gente era necesario dividir familiarmente la comida preparada. Esto lo hacíamos de todo corazón y muy contentos: pero de otra parte no sabíamos como hubieramos podido ir adelante por mucho tiempo. Decidí por lo tanto ir yo mismo á Puntarenas por tierra. Era ya á fines de setiembre. Tomé prestado caballos del Encargado del Páramo, y con esos me trasladé a la hacienda de los Sres. Montes y Wales, cerca de la punta Anegada en el Estrecho de Magallanes, y pasado éste, en cuatro días llegué á Puntarenas.

Otra atrevida prueba llevada felizmente á cabo.

Aquí no hallé ningún barco que quisiera hacerse á la vela en una estación tan mala; por esto D. Bernabé no había podido traernos socorro alguno. Pero yo que sabía el estado mísero en que había dejado á nuestros pobres hermanos y obreros, no pude tranquilizarme. Por más que todos en Puntarenas quisieran persuadirme, tomé nuestra goleta María Auxiliadora, alquilé otra llamada King Fischer, las cargué de víveres, tablas y caballos, y encomendándome á las oraciones de los queridos hermanos y niños, in nomine Domini me puse en viaje el 27 de octubre.

A pesar de empeorar la estación y de los fuertes vientos que continuamente se desencadenan en contra nuestra, nuestras dos pobres goletas, guiadas ciertamente de María Santísima, pudieron resistir varias borrascas, huir multitud de escollos y llegar felizmente á la Bahía de San Sebastián, donde éramos esperados como ángeles salvadores. Allí nos unimos á nuestros hermanos y obreros, cargamos todo lo que nos fue posible y después seguimos á la vuelta del Río Grande. Queríamos absolutamente llevar á cabo la empresa que nos había confiado la obediencia.

Las dificultades, los obstáculos hallados todavía á la entrada del Río no fueron menores de los de la vez primera; pero finalmente con el auxilio de Dios y de María Santísima pudimos llegar y echar anclas en el puerto de Golondrina. Esto tuvo lugar á las 7 de la mañana del 11 de noviembre, fiesta de San Martín y vigilia del Patrocinio de nuestra querida Madre María.

Al día siguiente, domingo y fiesta del Patrocinio de María, descansamos en el puerto de Golondrina, y yo pude por primera vez celebrar la misa en esta playa, que de hoy en adelante será el centro de nuestra Misión.

Al día siguiente, lunes, hice levar anclas y con una marea siempre creciente avanzamos con las dos goletas cerca de tres millas hasta llegar á algunas hendiduras, llamadas negras, donde me pareció sitio cómodo y bueno para echar áncoras. Asi se hizo, y bajando después la marea, pudimos descender cómodamente y casi sicco pede descargar cuanto habíamos traído.

Instalación de la nueva Misión.

Di luego orden á los carpinteros de levantar una cabaña de metros 10,20 de largo por 4,50 ancho y 3,60 alto, con tres ventanas, una puerta al este y otra al oeste. Está dividida en dos pisos, bajo y superior; este sirve de dormitorio y de depósito de víveres, el inferior de capilla y laboratorio. Está situado en una bella posición, á unos cincuenta pasos del río, en el puerto María Auxiliadora, así llamado por haber sido nuestra goleta la primera que allí anclase felizmente.

A cincuenta metros del nor-oeste hice también levantar otra cabaña que sirve de establo á las bestias, y delante un buen patio circundado.

Después de haber dado estas disposiciones, la goleta King Fischer partió para la colonia de la Isla Dawson y la María auxiliadora para la bahía San Sebastián, donde fui yo también á caballo para deshacer las cabañas allí improvisadas y tomar el material que habíamos dejado.

Todo esto se hubiera podido llevar á cabo en poco más de una semana, si los vientos y las tempestades no hubieran obligado á nuestra pobre goleta á estar atada en la Bahía San Sebastián cerca de un mes, la que llegó por segunda vez á este puerto el día 22 del mes corriente.

Esto es, amadísimo Padre, cuanto se ha podido hacer en siete meses por esta nueva Misión. Aquí estamos rodeados de indios de todas partes se levantan inmensos castillos de fuego tal vez para espantarnos. Poco distante de aquí hay como unas doce cabañas, pero sus habitantes á nuestra llegada se han alejado. Iremos ahora nosotros á buscarlos. Ruegue y haga rogar, venerado señor D. Rua, por nosotros y por estos pobres salvajes. Apenas logremos hacerles un poco de bien, informaré a V. R., para que quiera después unirse con nosotros á dar gracias al Dador de todo bien y á nuestra buena Madre María Auxiliadora.

Por ahora sírvase bendecidme y créame siempre en los SS. Corazones de Jesús y de María.

Su dev.mo y obl.mo hijo

Sac. JOSÉ M. BEAUVOIR

De la tradición, Patagonia y cabalgaduras.

La situación de encontrar en cada 10 de noviembre el Día de la Tradición parece hermanada a José Hernández y su Martín Fierro; y con ella una veneración al gaucho y sus hábitos ecuestres.

Álvaro Barros (foto), primer gobernador de la Patagonia, reflexionó sobre el uso del caballo en la milicia, y nos hizo ver que por mas gauchos que fueran sus hombres había cierta logística fatal para las cabalgaduras.

Es cuando hacía referencia a los problemas que se tenía con aquella pieza del apero que separa y une –al mismo tiempo- al hombre y su animal:

LA MONTURA

La mal entendida economía que reina en nuestra administración pública y los hábitos del despifarro que a favor de la falta de administración militar existe en nuestro ejército, así como la facilidad que se tiene de reemplazar el caballo inutilizado, hacen que nadie se aperciba de la importancia que tiene en las operaciones de guerra la calidad de éste. Y en nuestro ejército, desde el general hasta el simple soldado, cada cual contribuye, en su esfera, a la cruel destrucción de aquel noble y útil animal.

La montura que se da a nuestros soldados se compone de las siguientes piezas:

Un freno de hierro colado de lo más ordinario que sale de las fundiciones de Alemania, y que salta en pedazos al menor choque o esfuerzo.

Las riendas y cabezadas son de cuero blanco mal curtido, cuyas costuras se desatan en la primera mañana de su uso, pero cuyo material humedecido con el rocío de la noche, se descompone como si fuese de cartón estirándose hasta cortarse, por la acción de su propio peso puede decirse. Antes de ocho días, el soldado en campaña, al frente del enemigo tal vez, carece de brida para poder gobernar su caballo y suple a esta falta como Dios le ayuda.

Para poner sobre el lomo del caballo, el soldado recibe dos jergas de una y cuarta varas cada una, imitación hecha en Europa de aquellas que se hacen de lana en Córdoba. Estas son tejidas con hilo de cáñamo o algo más áspero, envuelto en pelusa de lana y transparente en su estado flamante como un linó. Esta pieza, de escaso volumen para defender el lomo del animal de la acción del basto bajo la gravitación del cuerpo del jinete, apenas se humedece con el sudor del caballo suelta toda la pelusa suave y quedan todos los hijos de cáñamo desnudos, formando cuadros como una red de pescar, pero que tiene la rigidez y aspereza de una lima de acero. Sobre este instrumento devastador va una pieza o sea carona de suela de escasísimas dimensiones, y sobre ella un lomillo cuya configuración parece hecha a propósito para multiplicar el poder de la jerga bajera, como una segunda rueda dentada. Todo este aparato se sujeta y oprime con una cincha, cuyas abultadas argollas de fierro, obrando sobre costado del caballo que la escasez de la carona deja al descubierto, labran allí la piel de manera que en algunas horas de marcha presentan horribles y sangrientas llagas. En cuanto al lomo del caballo, la labor se opera por acción combinada del lomillo y de la jerga, a impulsos del doble movimiento del caballo que anda y del cuerpo del jinete que gravita.

Cuando una columna de nuestro ejército ha hecho marchas cuatro días, en el momento en que los soldados desensillan sus caballos, pasad a sotavento de los grupos y os veréis forzados a taparos las narices, tal es la fetidez que despiden las llagas de los lomos.

Por aquellas máquinas de deslomar, el gobierno paga más o menos 15 pesos fuertes, pero cada una de ellas destruye a lo menos 15 caballos por año que cada uno cuesta al erario 20 duros, haciendo un total de 300 duros. Es decir, que la montura cuesta 15 duros pagaderos al contar, mas 285 pagaderos en varios plazos dentro del término de un año. Más el éxito no alcanzado frecuentemente por falta de caballos, y la pérdida deplorable de muchos valientes soldados, que por falta del caballo, o la montura, quedan a merced del enemigo.

¿Se dudará todavía de nuestro pésimo sistema económico? Pero en la pampa no hay estancias y el caballo inutilizado no puede ser repuesto con el caballo del estanciero, violando así su propiedad. Y con monturas como la que dejamos explicada, llegaríamos a pisar las tierras de los indios con nuestros propios pies, por haber inutilizado las caballadas en la marcha previa que debe hacerse antes de entrar de entrar el terreno de las operaciones activas.

Innecesario creemos exponer cuan desastrosas consecuencias nos traería aquel fracaso, debido principalmente a la economía que se cree hacer en la montura militar de 15 pesos.

El mas pobre gaucho de nuestra campaña, con menos dinero, tiene una montura de primer orden, sin duda porque entre su montura y el lomo de su caballo, no germinan las ganancias de variados caracteres, que se complican en las proveedurías, produciendo llagas profundas.

El gobierno puede, sin embargo, proporcionar al soldado, con el mismo o con muy poco más dinero, la sencilla y buena montura que necesita para poder conservar sano y útil su caballo, y par su propio alivio y descanso.

El freno debe ser de hierro batido, como se hacen en el país, y que sólo se inutiliza gastándose con el uso natural.

Las riendas, bozales y correas deben ser de suela de buena clase, cortada a lo largo de cuero y sólo de la parte superior de él, dejando la barriga y el pecho para otros usos, pues el cuero es allí delgado, débil y en el uso de correas, etc., se estira hasta cortarse sin esfuerzo. Todas aquellas correas deben tener el ancho necesario, y las costuras hechas con el mismo material, no con hilo, para que resistan en el uso a que son destinadas. Y como un modelo en apoyo de lo que venías exponiendo, examínase la montura que lleva el primer carrero que trafica en la ribera o en las calles de Buenos Aires; compárase cualquiera de sus piezas con las que recibe el soldado de nuestro ejército; póngase el caballo del carrero, gordo, reluciente y vigoroso, frente al patrio abatido, degradado, hediondo moribundo, del soldado de la frontera, y se comprenderá entonces lo poco que pude valer en el combate el soldado de nuestro ejército a pesar de las altas calidades que posee el soldado argentino.

Después de la brida, sin la que el soldado no puede dirigir su caballo, el basto es la pieza más importante para la conservación del animal en buena salud. En lugar pues del lomillo labrador, que nadie usa en la campaña por lo difícil de encontrarlo bien construido, se deberán adoptar los bastos que usan todos los trabajadores allí y todos los carreros en la ciudad; pero el basto grueso, bien construido y con materiales de buena calidad, unido uno a otro por dos correas. Bajo el basto, una carona de suela cuyas dimensiones llenen el objeto de su destino; cubrir y defender ambos costados del caballo. El lomo se cubrirá con un pedazo de buena lona y sobe ésta dos jergas dobles, de las que fabrican en Córdoba, Santiago y en casi todas las provincias, como también los indios. La lona tiene la ventaja de no absorber el sudor del caballo, conservándose por tanto secas, flexibles y livianas las jergas que van sobre ella; a la vez que el sudor, corriendo por el cuerpo del caballo del caballo hacia abajo, lo lava y lo preserva de ser lastimado.

La cincha, basta que sea de buen material y bien cosida y proporcionada, como son todas las que hay en venta, con excepción de las que se hacen para el ejército, que ningún otro las compra por ínfimo que sea su precio.

Para mitigar la dureza del asiento, debiendo servir de colchón por la noche, se da al soldado una pieza que es un sarcasmo cruel. Consiste en una tela de algodón, áspera como una estera de esparto, teniendo de trecho en trecho unos mechones de algodón retorcidos y teñidos de negro, que son otros tantos mendrugos que pondrían al soldado en continua tortura si éste no renunciase a favor del caballo, haciéndolo servir de bajera.

El soldado deberá colocar pues sobre el basto una bolsa de lona de 5 cuartas de largo por 3 de ancho, con abertura a lo largo en el centro de ella. En esta bolsa o maleta colocará su manta de abrigo y cubrirá el todo con un gran cuero de carnero, y una correa que lo envuelva y lo sujete.

Será provisto de una valija que colocará en la grupa, asegurada en el basto por dos correas fuertes, y en esa valija sólo llevará sus provisiones de reserva; en la parte delantera del basto tendrá colocación el poncho, doblado y asegurado por dos correas, y pendiente al costado derecho, la bota de cuero curtido en que conservará el agua, mejor que en caramañolas que tan fácilmente se inutilizan y no contienen cantidad suficiente.

Cada soldado recibirá además tres bozales, con tres cabestros de tres varas de largo cada uno, para los tres caballos que le corresponden, y una manta de lona delgada para cubrir con ella el caballo, a fin de defenderle de los insectos (tábanos y mosquitos) que le acosan y le devoran cuando se le quita el recado, con asimismo de la helada que le inutiliza completamente si le toma con el lomo húmedo del sudor.

A esto se agregará un estribo de suela sujeto al basto por una correa fuete, destinado a recibir la culata del fusil, que con el portafusil se sujetará por su parte superior a la cintura del soldado. En esta disposición el arma está menos expuesta a ser estropeada y molesta menos al jinete en la marcha.

Estas son las principales reformas que consideramos indispensables para prevenir las necesidades del soldado, bajo los rigores de la intemperie en el desamparo de la pampa.

En cuanto a la caballería y artillería las reformas se limitarán a la calidad de los materiales y tal vez al sistema de su conservación.

En el bronce.3

Las dos grandes estancias que fueron del grupo Menéndez tienen bustos que recuerdan al empresario fundador.
Pero ambas esculturas son diferentes, como se puede apreciar en la solapa que luce José Menéndez desde el bronce.
En un recuadro pequeño, que presentamos en primer término se registra una visita de escolares de la escuela fiscal a la Estancia María Behety, y como en proximidades de la Villa María se congregaron en torno a la figura del asturiano.
En la misma se aprecia el medallón donde aparece el perfil de su esposa que da nombre a ese establecimiento.
En la otra Menéndez está solo, y la vegetación es más sencilla.


El mismo personaje, pero dos bustos diferentes.

Libertad, no va más...

Sobre la esquina de Belgrano y Lasserre ha desaparecido esta imagen. Una construcción de madera con una historia de 60 años, donde funcionara la Confitería Libertad -sede en su momento del Club O'Higgins- el local bailable que regenteare como propietaria Doña Otilia Quelìn Levié, y que en los últimos tiempos contenía el restaurant Colonial.

La puerta aquella de aceso al local principal fue la que subsistió hasta último momento en la tarea de demolición, esa pueta que fue camino mágico para tantos habitués , o también ocasionales concurrente, con en el caso el poeta Dinko Pavlov:

Sobre un costado pudimos ver acodadas estas ventanas, que en buen estado de conservación tal vez sirvan para seguir viendo al mundo, en otro rincón de la ciudad.
Y mientras tanto las gruesas tablas verticales muestran una arquitectura que no tenía parangón en muchas otras obras -las hubo en la esquina contraria de esta misma manzana casa del Suboficial Trotta- y que nos llevó a recordar que en un tiempo se denominaba al lugar "los de Faggioli", recordando en su construcción a quien fue alcaide del Presidio de Ushuaia, sindicado por apremios a presos, y condenado -según se decía después de un indulto- a tener la isla por por prisión.

La tarea de demolición habrá comenzado hace tiempo, cuando comenzaron a borrarse los recuerdos que aparecían hermanados a su origen.

Y un pequeño grupo de hombres, pequeño como para contarse con los dedos de la mano, fue llevando adelante la ordenada tarea del desmantelamiento.

La tarde azul se espejaba por última vez en este rincón, donde dentro de un tiempo se dice que se levantará una torre -como las que en los últimos tiempos avanzan en el paisaje urbano de Río Grande- destinada a tener comercios en su planta baja, y oficinas y departamentos en la medida que tome altura.

Frente a la puerta de entrada esperaba esta rejilla para sacarse el barro del camino que alguien se la llevara, a continuar con un destino similar.

En tanto que por otra parte la existencia de vidrios íntegros, aun en la circunstancia de abandono en la que aparece inmersa la construcción, evidencia cierta señal de respeto por lo que el lugar de diversión popular siempre representó.

La labor de los carpinteros entro a mostrar las entrañas de la edificación, donde las maderas se veían todavía jóvenes y firmes.

Aunque el piso que tan baqueteado estaba en un momento, producto de los bailongos, ya no era el primigenio, y estaba reemplazado por esta otra superficie.

Un hombre y su barreta marcaban el camino de la despedida.

Un hombre desde la altura que disminuía, paso a paso.
En medio de todo, esta sillita, del último restaurant que funcionó aquí nos refiere a encuentros de familia.
En tanto que se demoró el desarmado de la fachada de la parte nueva, que tenía ingreso por la Avenida, y donde el particular enmaderamiento fue recubierto con recasco.

El techo brilla la anticipada ausencia.

Los recuerdos entran a ladearse.

Libertad, no va más.