Caldera, calderíta...



Francisco Huineo, con su gentileza de siempre me acercó estas imágenes vinculadas a la existencia del Matadero Municipal.

La que ya está a la intemperie es la primer caldera que tuvo el establecimiento, en la segunda aparece de guía el pequeño Matías.

En visita matutina Panchito me preguntó desde cuando estaría aquella antigua instalación, y la respuesta vino del lado de saber primero desde cuando venía a existir este Matadero.

Camino a la Misión, a mano derecha, subsiste la estructura de hormigón de habla de un proyecto que la Gobernación Marítima no pudo terminar. Camino al Tropezón, a mano izquierda, se encuentra el establecimiento de la perrera, que antes fue Club John Godall, y antes debió ser también matadero.

La obra en cuestión es logro de la administración Arigotti/Suárez del Cerro, que la asignó a la administración comunal pero privilegiando la asignación a un sector ganadero; con lo cual el Matadero fue y no fue municipal.

Veamos que nos dice la crónica de aquellos años 80:

1981

Marzo 21. Aun sin terminar se inaugura el puente sobre el Río Grande. Se inaugura también los puestos de policía en José Menéndez y Cullen. Simbólicamente el matadero.

Agosto 7.- Se analiza junto a los comerciantes matarifes y carniceros el funcionamiento del Matadero a entregarse a la Sociedad de Productores que administra también el frigorífico.

Octubre 2.- La Cámara de Comercio trata con el gobierno una salida a la situación financiera de la plaza local en su relación con el Banco Santa Cruz, manifestando a la vez su idea que el nuevo matadero municipal sea explotado directamente por la comuna. Preside la Cámara Manuel Berbel.

1982

Julio 8. En Diario Noticias en su número 80 expresa posiciones de la Cámara de Comercio: Hay preocupación también por si el sector ganadero monopoliza la actividad del futuro matadero municipal.

Julio 20. Se anuncia la pronta licitación del Matadero Municipal.

1984

Enero 12. Por Decreto 69 del gobierno territorial se aprueba el contrato con Odisa

Odisa, firmado el 9 de enero, para la terminación del acueducto de alimentación al matadero y futuro parque industrial de la ciudad de Río Grande.(Se hablaba de un parque para industrias contaminantes en la margen sur)

1985

Enero 12. Osvaldo Romero –quien pronto será aspirante radical a dirigir la comuna- hace declaraciones sobe los altos costos del Matadero que impide al sector rural seguir faenando.

Como verán nos quedan algunos puntos pendientes para construir un itinerario que avanzó con dificultades, con marchas y contramarchas.¡Y por suerte la caldera no estalló! Pero eso es otra historia….

Papeles de El Páramo.1



Certifico de haber bendido al Señor José Boscovich un Caballo Sayno de mi propiedad y la marca (JV) me ofrece al marjen y para conste firmo el presente. Puerto Porvenir, 3 Octubre de 1896. (En firma) Matteo Martinich. Testigo José Covacevich.

Con esta fecha traspaso el presente certifico a favor de Don Mateo Martinovich, el Páramo 1 de Enero 1897. José Boscovich. Testigos..firmaron (grafía que no se entiende) José Radosevich.

En la transcripción hemos respetado las grafías evidentes, más allá de las ortografías, y hay tramos que no entendemos. Nos quedan dudas. Si el caballo en cuestión es el mismo que pasa de uno a otro dueño (el primero octubre de 1896) el segundo enero del 97) y en este caso de un Mateo o Matteo que pasa de Chile a Argentina vendiendo su monta. O que puedan ser documentos distintos.

También afloran dos identidades, que el primero pueda ser el padre de Don Mateo Mártinic Beros, el insigne historiador magallánico, que fuera encargado de las poseciones de Popper; o bien que el segundo sea mi abuelo (uno es Martinich y el otro Martínovich) que de ser analfabeto no firmó el certificado de allí la firma de Radosevich (más tarde identificado como Rájcevich), compadre del "nono".

Estos certificos eran los 08 de entonces..

MARTÍN MALHARRO EN TIERRA DEL FUEGO.


Martín Malharro bisabuelo del Doctor en Periodismo que hoy lleva su mismo nombre, fue un pintor impresionista que en la transición del siglo XIX al XX se proyectó en la realización de paisajes.

Y en un momento, su fervor, su aprendizaje lo llevó a visitar Punta Arenas y Tierra del Fuego.

Las reseñas biográficas sobre Malharro destacan la importancia de esta experiencia con la naturaleza austral, la que influiría enormemente en la utilización de colores y la iluminación interna de sus obras.

Pero no es fácil conseguir imágenes de aquellos trabajos que puedan referirse a su visita a nuestro sur.

En Ushuaia con Luís Ruvier nace la actividad maderera, mientras comienza a funcionar la primera escuela.. Viendo fallecer a la Mula Blanca, indígena a la que se consigna como amancebada de Popper.

Por esos días nuestro Río Grande recién era explorado hidrográficamente y recibiría de O’Connor y Montes, desde la navegación del Golondrina, el nombre con que hoy se lo conoce.

Sobre sus costas solo hay una casilla levantada por Popper que en el norte consolidaba sus proyectos mineros, con proyectos de colonización.. También hace circular sus célebres estampillas. Al morir su hermano Máximo, comisario de El Páramo, se instalará la policía en el todavía denominado Río Pellegrini.

Un grupo de indios son avistados portando una bandera punzó, hay incidentes en que son atacados viajeros franceses, y también se hace referencia a la muerte del Capitán Antonio, alacalufe, a manos de los onas..

En el sector chileno Isla Dawson concentraba a la misión de San Rafael, donde se entretenía a los nativos proyectándole imágenes luminosas. En tanto que la Isla Picton es entregada por el gobierno de Santiago, a Pedro Guyot.

¿Cual de estos espacios y de estos acontecimientos serán objeto de la atención del Malharro viajero?

Hay quien a sugerido que si los hay no son los mejores de su historial pictórico de allí no sean los que se presentan en las publicaciones que lo aluden, o las retrospectivas que esporádicamente se realizan.

En algún momento el célebre CAO realizó sobre el pintor una caricatura, destacándolo con el siguiente verso:

Pero queda como una inquietud buscar –tal vez para el postergado Museo de Bellas Artes en el Centro Cultural Yaganes.

Artista concienzudo y y laborioso,

Pinta bien, pero es hombre tan nervioso

Que si empieza a pintar un monigote

Quienes le observan notan

Que las chispas eléctricas le brotan

Del pincel y el bigote.

UROS.2: "Del ojo Cullen al ojo seco".

Primer ojo.

Comencé a familiarizarme con Uros cuando mi padre trabajaba de encargado de corralón en CIMATEF. En esa cooperativa de madereros el primo trabajaba ocasionalmente cargando y descargando camiones, y eran casi todos los que hacían la tarea ex portuarios, en días en los cuales la operatividad naviera cedía su lugar al tránsito de los grandes camiones hacia el norte del país.
Yo, estudiante universitario de periodismo, buscaba familiarizarme con la tarea de mi padre y después del marzo me encerraba en la casilla donde se calculaban y cubicaban los castillos de tirantes, en vista a las urgencias de cada camionero: Benítez de Río Milna, Cobián de Arroyo, Carlos Delgado de Radnik, el Taraguí cargando para Argensurd, Mellado de Aserradero Buenos Aires y hasta mi ex compañero de secundario Daniel Martínez transportando ara el aserradero de la familia. Estos entre muchos otros.
La madera era identificada con un trazo de tiza en uno de sus extremos, tiza Cooper de diversos colores, la misma que se usaba en las tareas con ovinos. Los que trabajaban allí lucían el distintivo de sus marcas en la ropa, porque la misma era indeleble.
Un día aparecieron en el pueblo –eran días preelectorales- unas pintadas inquietantes, y caímos en sospecha. De que otro lugar podría haber salido la tiza, y quien otro que yo podría ser el activista de las incómodas proclamas. La policía modificó sus rondas, buscaron a los alcahuetes que siempre saben de estas cosas, y al fin cancelé mis colaboraciones con mi padre, para evitar verlo envuelto en algún inconveniente.
Creo recordar que no logré tener mucho diálogo con los trabajadores del corralón, a los que en parte y en esos días dediqué un problema que desde hace muchos años tengo encuadrado en un rincón de mi casa; y al que jocosamente Héctor Raúl Osses –el cantautor santacruceño- le uso ritmo de bolero; el mismo se llama “Hombres de madera”.
Uros conversaba conmigo, preguntándome sobre mis estudios, sobre Mar del Plata –me era difícil decirle que en realidad estudiaba en La Plata- y sobre su decisión de ir un día a verme y comprobar efectivamente si había futuro para él en ese lugar. Pero al mismo tiempo me advertía que eran muchos sus compromisos que lo retenían aquí, en el sur, en Chile o Argentina, y era gente a la cual le debía gauchadas y no le podía pagar con guachadas.
De por sí el primo hacía siempre un especial y esmerado uso del lenguaje. Y se manifestaba, como casi todos en la familia de entonces: devoto de la lectura. Así fue que me recomendó que lo hiciera con la novela de Enrique Wegman que se venía propagandizando en Radio Presidente Ibáñez: “La noche trágica del Ojo Cullen”.
A mi me pareció que ese no era su nombre, y se lo hice ver. Uros me recriminó de inmediato, señalándome que tal vez en la Universidad me estaban enseñando a escribir antes de enseñarme a leer, o lo que era peor aún: enseñarse a hablar sin aprender a escuchar. El decía Ojo Cullen y era Ojo Cullen.
-¿Y dónde queda eso?
-Mucha gente habla pero pocos pueden vivir lo que yo he vivido, tal vez yo y el autor de la novela. La gente que sale y entra por San Sebastián poco sabe lo que deja a un costado del camino, eso es como otro país, se habla en inglés y si no se recibir órdenes en inglés no te reciben ni para pelar papas (poteito, repetía). Allí una noche ocurrió algo que relata la novela que bien deberían conocer los jovencitos como tu.
Con el tiempo Uros se argentinizaría y comenzaría a usar el vos y el che, a autodenominarse El gaucho Martino, acortando su apellido eslavo, que es también mi apellido materno; pero por entonces parecía estar de paso y debía visitar a Danica, la hermana que en Río Gallegos trabajaba en el Poder Judicial, o llegar a Santiago donde tenía otra hermana que lo quería como un hijo, sin olvidarse de Yuba que en Punta Arenas resolvía la posesión efectiva de la casa que fuera de los padres y sobre la cual el cedería sus dividendos en beneficio de las mujeres. Decía a la vez que esa no parecía ser la actitud de sus hermanos, pero el ante todo si no era un caballero era un gaucho, y por todo eso cuando volviera traería para mi lectura un ejemplar del publicitado libro.
Esto no se conversó tanto durante el trabajo, puesto que el tio –que era mi padre- lo tenía cortito; sino en el paso obligado de cada atardecer por el bar de Caicheo, que a veces también trabajaba en la estiva. Allí, en La Querencia, pagaba la primera vuelta y eso le daba derechos para por lo menos hablar un cuarto de hora sin que se lo llamara al silencio, se lo recriminara, o se lo cuestionara en sus miradas al mundo.
Un día de cobro Uros se entretuvo más de lo debido y al día siguiente no se presentó a trabajar. Lo hizo casi al final de la siguiente jornada. Estaba mal trazado, machucado en el rostro, desgarrado en la ropa y fue a pedir las cuentas a mi padre: “El capitán se hunde en su propio barco”, le dijo; mi padre le entregó una suerte de liquidación de horas adeudadas para que se presentara ante Magdalena Hirsig en la secretaría que funcionaba en el cercano Hotel Argentino, y se dieron la mano, fue cuando mi padre le pidió que no se olvidar de libro.

Segundo ojo:

Había pasado un tiempo y en el cruce de Alpargatas salí al encuentro del camión que para el Expreso Fueguino conducía Carlos Arosa. Allí me entregaron una gran lata de galletitas que contenían las dulzuras que hacía mi madre para deleite propio y de mis compañeros de pensión, y envuelta como una golosina más el libro que Uros finalmente había traído de Chile: “La noche trágica de los Copuyes”. ¿A dónde habría quedado el Ojo Cullen del que me venía hablando el primo? La historia era sorprendente, como decía la propaganda del que fuera premiado varias décadas antes, en el centenario de Punta Arenas. ¿Cómo escuchaba por entonces? ¿Existía o no existía un Ojo Cullen y otra historia que aquí no se contaba? Ya sabía yo de que hablaríamos cuando nos volviéramos a ver. Pero eso no fue así.
Es que cuando nos volvimos a vernos yo estaba prácticamente en el mismo lugar que estoy ahora sentado escribiendo para este blog. Pero aquí, a mi izquierda, donde aún esta su nombre y su número de documento escrito en un papel, había un lavaplatos. Y era una mañana fía de invierno y yo me preparaba para ir a dar clases. En la casa se habían dado unas modificaciones y mi padre ya había muerto. Habíamos pasado la guerra con Chile, y de Uros no habíamos tenido noticia alguna. Era el más tarambana de los primos y nadie parecía saber nada de él, ni siquiera los sobrinos, dos de los cuales pasaron a ser un tiempo mis alumnos.
La pava hervía llamándonos a tomar el te, y yo me lavaba la cara con agua fría, cuando levanté la vista. No estaba la ventada de ahora, de vidrios esmerilados, sino una ventada de tres vidrios rectangulares y verticales que dejaban ve el inferior el rostro deformado de un hombre con un ojo totalmente amoratado, la lluvia escurriendo de la frente abajo un rastro sanguinolento, y el otro ojo estampado contra el vidrio, grande, celeste, hermoso pero trágico, latiendo y mirándome directamente a mi. La impresión fue descomunal y no podía recordar su nombre. Manotié mis anteojos, voltié unas tasas que hicieron el ruido de romperse. Y cuando salí a dar la vuelta para ver que saliera de ahí el ya no estaba. Corría desaforado hacía Belgrano –a grandes zancadas- como suelen hacer algunos hombres de campo cuando transitan el poblado, al no estar acostumbrados a marchar sobre otro terreno que no sea el desparejo.
Y la mirada de aquel ojo de Usos me seguía latiendo en la nuca. Me había dado un gran susto. Era como si se hubiera levantado de la tumba para venir a buscarme, o para traerme un mensaje alucinante. Prometí enojarme mucho con él cuando volviéramos a encontrarnos.

Tercer ojo:

Volvimos a vernos muchas veces. Uros andaba con sus necesidades de siempre esas que expresamos en Uros.1. Y no hubo motivo para manifestarle ni mi miedo, ni mi enojo, ni mi recriminación.
Y más cuando su ojo formó parte de otros muchos ojos.
Fue cuando murió mi madre y al sepelio concurrió Gabriela Palacios. Un tiempo después me señaló que al ingresar a Casa Herpa se le presentaron ante ella, en la semipenumbra, como curiosos peces flotantes, peces de colores, los ojos de Guenchur, de Antuco, de Héctor Vázquez, de mi compadre Zapata, de Uros. La tristes miradas de esa hora, miradas que venía acompañar mis ojos pardos. Miradas celestes, grises, verdes que venían alumbrar ese momento de despedida. Y de los ojos de Uros, el izquierdo que parecía mirarte desde una dimensión extraña al mismo continente de su dueño.
Con el tiempo yo cobré interés sobre esa mirada suya, sabía utilizar eso ojo más móvil que el otro con cierta intencionalidad que no te permitía decir que no. Y su nariz torcida, vaya a saber en que trifulca, no permitía dimensionar si tenía desviada la mirada, o simplemente la nariz.

Cuarto ojo:

El cuarto y último.
………………….
Estaba seco y amarillo, como todo su rostro. Su rostro que había sido prolijamente afeitado, su boca ya no se mostraba más ansiosa, sino hermética.
“Muríó con un ojo abierto, y nadie pudo cerrarlo”;
Uros avanzaba a tientas, al salir de esta prisión.

SILVIA AMANDA GONZÁLEZ ROSSI DE MORA: ¡Volver a los 17!


Han pasado ya algunos años del momento en que César Marcos Mora puso en mis manos los papeles que se encontraron la pensión donde fueron secuestrados su hermano Juan Carlos y su cuñada Silvia.
Una parte sustancial de ellos, junto a las diligencia de la familia Mora por dar con los desaparecidos constituyeron un artículo en Rastros en el Río –Diario El Sureño- en días en los que esta búsqueda de verdades y justicia dormía en la conciencia de la mayoría de los argentinos.
Hoy que Silvia estaría de cumpleaños tomamos con miedo que se rompa en nuestras manos esa hoja garbateada por ella, donde une su nombre al de su marido, y al parecer ensaya firmas de casada.
Y del otro lado encontramos definiciones que nos parece oportuno transcribir, ahora que sus restos han sido recuperados, y su familia materna a decidido el destino platense para sus restos, un destino cercano al lugar de residencia que han tomado.., el mismo donde ella fue desaparecida.

Silvia escribía así:


Silvia A.González Rossi.
Estoy enamorada de un chico de mirada dulce, límpida que expresa muchas cosas.
A veces nos enojamos un poco pero siempre nos amigamos arreglamos enseguida por q’ sabemos que en cada uno de nosotros hay mucho amor.
Ahora no importa que mi familia se oponga.
Si ahora se que te quiero y se que te puedo defender de todo aquello que pretenda arrebatarte de mis (borrado).
Se que tendremos que separarnos pero no importa si sabemos que nos queremos eso basta para mantener en pie nuestro amor. Pero en mis momentos de soledad me pregunto como hacer para vivir sola si ya me había acostumbrado a tu compañía, a compartir un desayuno, a compartir mi cama que de ahora en más estará vacía.
Son tantas cosas que quizá en el momento no le dimos el suficiente valor pero después deteniéndose a penas, son tan importantes.
Nunca me olvido cuando una noche escribí que estaba triste y sola porque no tenía a quien querer y veo que no tardó mucho tiempo y llegaste vos a mi vida devolviéndome la alegría de vivir y la alegría de saber q’ hago algo por alguien.

¡Caimos en la licuadora!


Armando Cabral reflexionó sobre una circunstancia vivida en Río Grande dándole título a su comentario: “CUANDO LA IGNORANCIA CHOCA CON LA DIGNIDAD”. Su análisis incluye algunos conceptos que nos son propios, por lo que recuperamos sus apreciaciones sobre una temática de convivencias que no dejamos de lado, el de la xenofobia.

Eso que en nuestros Apuntes sobre la fueguinidad, definimos de la siguiente manera: Xenofobia. Situación recíproca planteada en la Tierra del Fuego donde en distintos baños públicos se ha podido leer una frase, en la cual los puntos suspensivos quedan para coloquemos en cada caso el nombre que imaginamos. “Haga patria mate un ………; sea héroe, mate dos ………, hágase inmortal mátelos a todos”.

Pero apreciemos los dichos de Armando:

Un hecho poco habitual ocupo las tapas de algunos medios, pocos, y tiene que ver una actitud vergonzante, la de discriminación por origen, raza o como quieran llamarlo, discriminación al fin.
En un comercio de nuestra ciudad un par de profesionales, ni siquiera importa el nombre se llenó la boca con agravios, insultos y calificativos de todo tipo hacia un grupo de empleados, según los arios, “chilotes” y al dueño del comercio, que según “los arios”, es paraguayo. La discriminación es de por si una actitud que además de dejar al descubierto un profundo sentimiento xenofobico tiene un dejo de ignorancia y es sin duda una cuestión cultural quizá porque a algunos argentinos les han hecho creer que descienden de una raza superior, cuando en realidad descendemos de los barcos.
Esto es políticamente incorrecto, pero en una sociedad como la de Tierra del Fuego, donde “no hay clase sociales sino económicas”, definición de Mingo Gutiérrez que recuerdo siempre; este tipo de situaciones son aun mas repugnantes. Y ustedes se preguntaran porque, porque el que agravia y el que recibe el agravio están a la misma altura, la única diferencia, y no es este el caso, es “quien de los dos mastica con las encías”, como dice un viejo amigo, porque la 4x4 la tienen los dos, pero la cultura no siempre viene con el ultimo modelo, a veces hay que bucear un poco para darse cuenta que tampoco el titulo de “profesional” hace mejor o peor a nadie y este es el caso, dos “profesionales”, que a esta altura de la cuestión deben están repensando la cantidad de estupideces que dijeron y cuyo profesionalismo en la actividad que desarrollan quedo en un nivel subterráneo porque uno cuando saca a la luz este tipo de accionar lo primero que demuestra es que es un jodido las 24 hs, porque es instintivo, esta en los genes, el que es un tipo jodido porque piensa de esta manera, es un medico jodido, un ingeniero jodido, un político jodido, un padre de familia jodido o un barrendero jodido.
El respeto por el prójimo se pierde en sociedades cuyas prioridades están cruzadas o cambiadas, no necesito explicar cuales son acá, todos lo saben, decirlo es otra cosa, pero en Tierra del Fuego, para muchos es mas importante el envase que el contenido, por eso en este portal habitualmente hablamos de no sufrir del “síndrome de corbata”, porque a veces dentro de un traje viene un jodido con todas las letras a los que los que tienen las prioridades cruzadas les hacen reverencia, y en realidad buena persona se nace, eso no lo aporta un buen traje, un titulo o un buen auto, no, no, el día que algunos entiendan eso, incluidos estos dos “arios” que se chocaron con alguien que defenderá su dignidad, su origen, su historia y todo lo que eso conlleva, quizá comiencen a cambiar algunas cosas. Y esta perfecto que un paraguayo se haga respetar, y un chileno y todo aquel que se vea agraviado por un par de infelices.
Esas cosas que hoy hacen que si te vestís de tal manera, hablas de determinada forma, o te pones un gorro, no falte el idiota que te califique, opine y hasta se dé el gusto de hacerte chistes boludos sobre como deberías andar por la vida para parecerte a este para de “arios” y no para ser lo que en realidad sos.
En esta oportunidad la ignorancia choco contra la dignidad, quizá en otro oportunidad la estupidez choque contra un puño cerrado, pero eso seria ponerse a la altura de lo que en realidad son algunos que se creen superiores, porque el envase esta bien presentado aunque el contenido tenga un insoportable olor a mierda.

UROS.1: "El capitán se hunde con su propio barco".


El jueves 15 de abril, poco después de las 2 a.m. tocaron con insistencia el timbre de nuestra casa. Patricia que veía televisión se asustó y corrió a despertarme. Yo apagué luces y alcance a escuchar el reclamo que venía de afuera: una voz aguardentosa reclamaba una lata de tomates y un paquete de fideos, lamentándose a continuación “¡Vámonos, nos apagaron la luz!”. Nos quedamos un rato más en silencio para ver que podía pasar. Era sin lugar a dudas un borrachito, que falto de ubicación con respecto a la hora venía a pedir lo que tal vez en otro momento ya le habíamos dado.

Yo intenté seguir con mi sueño, pero lo había perdido. Me bañé, y en la computadora adelanté algunas actividades del día. Cuando me di cuenta ya era la hora de ir a trabajar, y el sueño demorado me atacaba demoledoramente.

Los jueves suelen ser mis días de interioridad y después de almorzar llegó la siesta, me levanté por una llamada telefónica a la hora que Uros se moría.

Pero yo vendría a enterarme a la hora de la cena. Dialogaba con mi nieta cordobesa que reclamaba la encomienda que no llega –en Internet figura después de una semana que todavía esta en Río Grande- y nos reíamos de algunas monerías cuando en el televisor donde se escuchaba a Lucho Torres relatando un programa sobre Malvinas, apareció el cartelito de la defunción del antiguo poblador Radoslav Martinovic. Por un momento dejé de escuchar lo que decía la voz infantil del otro lado de la línea, luego le pedí hablar con la mamá y fue a la distancia que tuve mi primer interlocutor sobre la noticia del primo que había muerto.

No hace dos semanas que cambiamos de lugar mi computadora en casa que vino a quedar debajo de la escalera –estoy como Harry Potter- y a la derecha de mi asiento queda una ventana donde un artefacto de madera congrega una serie de fotos que están esperando. Entre ellas un papelito con su nombre, y su número de documento, y la advertencia que lo que más necesitaba era el carnet del Ipauss; copia de una gestión radial que nunca dio sus frutos. Porque el extravío se le tornó pérdida definitiva y Mario Séliman en debió concurrir en la mañana de su funeral para tomar de su cadáver las huellas digitales que exigía la justicia..

El cartelito sigue estando allí preguntándome lo de antes: ¿Qué será de Uros?

Hasta hace un tiempo era figura común entrando al Hospital a la derecha, con un diario en la mano, o contando las monedas para comprarlo. Habitante del asilo de enfrente –lo que se dice Hogar de Ancianos- siempre tenía con sus demandas alguna noticia sobre los visitantes o los inquilinos transitorios del nosocomio.

Allí en otro tiempo también había estado su hermano Miguel, ya fallecido, que complementaba su rol de paciente crónico con el de ayudante en el área estadística. Allí también su hermano Simón habías experimentado el duro transe del acortamiento de sus piernas, por la diabetes que finalmente lo consumió. El otro hermano –Dusan- se fue para Chile, pero esa era otra historia que el a veces recordaba: la de “los coipos”.

Uros –así le llamábamos familiarmente- vivía en el recinto que contiene a otros como él en el Ex Campamento YPF, y allí lo acabó una broncoaspiración.

Los episodios vividos en la noche anterior, el llamado de los manyines reclamando comida, me llevó a recordar un escrito que con fotos de Jorge Flores hicimos para el Diario Noticia, un aniversario de Río Grande. Recordaba que se acercaba a pedirme con frecuencia unos pesos para comprar carne, y que uno sabía que su carne de entonces era por litro. Sabía pero igual le daba.

El llamado desoído en la noche me hizo recordar a la película El Exorcista, donde el Padre Karras no atiende la demanda del mendigo, que lo demanda cuando el concurre a realizar su enorme tarea. El con el rostro del mendigo se presentará luego el demonio que no consigue desalojar.

Claro que nuestro Uros era un arcángel pobre, sin trompetas, apenas con su cigarrito que misteriosamente conservaba largo tiempo la ceniza, por más que caminara contra el viento..Un arcángel cuya misión era despertar la solidaridad de los hombres, casi siempre dormida en sus mezquindades.

Partíó Radoslav Martínovic, en el viaje del que no se vuelve.

"Caballero el ensueño" pintó nuestra ciudad con su curiosidad, en los casi 50 años que vivió entre nosotros.

Si alguna vez fantasió para conseguir algo, en otras contrastaba con su sabiduría, sus verdades y sus certezas.

Su batalla fue la libertad, su derrota la soledad....!

(Esta historia continuará)

Lecturas de LA PRENSA.41: ADMINISTRACION DE LOS TERRITORIOS.


1900. Diciembre 31.

Decididamente el conflicto de la Pampa Central va en camino de a eternizarze. El Ministerio del Inrterior o desconoce las consecuencias de la anormal situación en que se encuentra el territorio, o recurre a procedimientos dilatorios para llegar a una solución ajena a la que imponen la equidad, la justicia.

Bastaba un poco de buena voluntad para impedir que tomara cuerpo la divergencia producida entre los funcionarios de la gobernación, pero se dejó la solución al albedrío de los protagonistas y degeneró en conflicto impropio, que ha llegado a comprometer la seriedad de los actos del gobierno nacional.

La situación del territorio no puede ser mas grave, carece de autoridades superiores administrativas, los departamentos no tienen gobierno comunal legalmente constituido, y el servicio policial se hace en forma muy deficiente a causa de la suspensión del personal y de la falta de elementos de la importante repartición.

Ese estado de las cosas perjudica seriamente a los habitanrtes del territorio, cuyos intereses están constantemente amenazados , por que carecen de la garantía oficial, indispensable en regiones extensas y casi despobladas.

Y no solo el territorio de la Pampa es el que marcha a tientas, por la manifiesta incurria del Gobierno Nacional, en el de la Tierra del Fuego, el más lejano de todos, y aue hasta por razones de su posición geográfica debería ser objeto de una especial atención de parte del Poder Ejecutivo, está librada la acción administrativa a funcionarios subalternos, que no pueden realizar iniciativas, por carecer de atribuciones.

El gobernador de este apartado territorio tomó posesión de su cargo, y poco tiempo después delegó el mando en el secretario, para viajar a esta capital en la que se encuentra hace seis meses.

Es natural que la vida en esas regiones ofrezca pocos atractivos, pero no es explicable que los que aceptan esos destinos se sustraigan a las exigencias de su deber, contando con las franquicias y complacencias de los que deben imponer su cumplimiento.

Observaciones del Mensajero.

¡Y claro! ¡Eran territorios nacionales! Simples apéndices del poder central. Su paso a provincias hubiera condicionado otra realidad. Y el ingenio ciudadano pensó que eso se daría luego de 1991 en Tierra del Fuego: funcionarios con poder de decisión para los grandes temas de interés de la provincia, que no serían tributarios de políticas centralistas, muchas veces ajenas al espíritu federal.

Pero si bien ahora no se registran ausencias de seis meses fuera de la provincia para altos funcionarios, si vamos sumando el día a día no nos sorprendería que nuestros representantes no cumplan 180 de asistencia fueguina, en el año calendario.

EL QUINTO PELDAÑO DE LUCINA RAFI


Allá en Córdoba –en Villa Caaaabrera- vive y crece Lucina en compañía de su papá Ezequiel y su mamá Ana Laura Gutiérrez.

Ec estudia arquitectura y ahora trabaja para que funcione a la perfección la más importante fábrica de helados de la capital mediterránea.

La Pitu –así se le llamaba a la mamá cuando chica- también trabajó un tiempo de heladera –aquí en Río Grande- pero ahora estudia Psicomotricidad y ameniza fiestas infantiles de la misma manera que siempre nos alegró la existencia.

En esta fresca familia la no tan pequeña Lucina festejó en su jardín sus cinco años, hubo una torta de chocolate, y una bengala (Suponemos que mucho entrenamiento llevó a que la apagara de un solo envión).

Lucina se alegra en recibir a la gente que la quiere y ya sabe que es muy sencillo y económico llegar hasta su casa en el colectivo, eso me lo dijo a mí. Pero a Marcial, que viene a ser tu tío, le dijo que si quisiera llegar más rápido le convendría el remís, que lo acerca en dos minutos solamente.

Mi pequeña nieta nos pregunta siempre cómo estamos vestidos, puesto que no nos vemos hace tanto tiempo que al menos así tiene una idea más acabada de nuestra apariencia.

Ella tal vez piensa que este abuelito tiene la barba un poco más blanca de la que realmente pinto y yo creo acercándome a su imagen, poder percibir latidos de su corazón.

Pero pese a todo lo que conversamos por teléfono se está haciendo una imagen diferente de mí. Por ejemplo anoche cuando mis dos perras, cada una a su tiempo, y también el gato llamado Sabat se acercaron para cantarle a la distancia el cumpleaños feliz –cada uno en su idioma-, ella creyó que era yo fabulando la ocurrencia de mis animales domésticos; sin darse cuenta que en esta casa la queremos mucho, mucho, mucho y hacemos cualquier cosa por demostrar la alegría que nos proporciona su existir.

Por eso cuando a la distancia ella suma un año más a su andar por la vida, y es el quinto, la sentimos invadiendo nuestra cotidianidad; y como nos cuesta un poquito hablar de estas cosas, nos soltamos a dejar nuestro sentir por escrito.

Alguien se lo leerá a su momento, mientras que desde aquí soltamos tres potentes besos, esperando que los vientos favorables los lleven a su encuentro.

Dinko entre nuestras cosas.


El año 1991 sobrevino un incendio en esta casa que la destruyó al cincuenta por ciento. Eso se tradujo en la alternativa de optar por demoler lo que se había salvado del fuego, o recuperar los espacios destruidos.

No era algo para resolver de inmediato puesto que pasaría a vivir en la casita de al fondo que Patricia compró a sus ocupantes, los hermanos Rosso, representados por Daniel –el Colo- a quien fue entregando las cuotas de un acuerdo que en los primeros días de la Provincia, hizo el gobierno de Estabillo con los empleados estatales. Mientras tanto se acondiciono la parte de delante de la casa quemada en lo que vino a ser la única parte habitable de la misma –un cuarto en su extensión- y a la vez nuestro Salón de Usos Múltiples.

Al año siguiente, por una iniciativa de Rubén Baliño nació la Primer Feria Provincial del Libro, y por los contactos logrados con la Revista Impactos de Punta Arenas, su staff fue haciéndose conocer en un medio en el cual ya habían sido leídos.

Entonces un día aterrizó Dinko Pavlov Miranda, un austriaco desmesurado que había sido el primer psicólogo radicado en Magallanes, y que apunta en su historial una novela autobiográfica –Atrapado pero con salida- donde contaba sobre los avatares que lo llevaron a pensar que se podían hacer buenos negocios en Porvenir, la prisión que purgó por su ingenuidad, representado sus escritos toda una enseñanza para los que vienen al sur a hacer fortuna.

Porque Dinko era un croata del norte chileno, ese que pintó Skarmeta en sus novelas, y no había sido del todo asimilado a la colectividad sureña donde sus impulsos poético y políticos –siempre fue comunista- se daban de bruces con seducción que su figura demandaba.

En más de una oportunidad lo tuvimos en nuestra casa de pensionista. Fueron numerosos los encuentros culturales que lo atraían a estas playas. Sus ingestas terminaban siempre en sus cantares estertóreos con variados repertorios, desde el Tamo Daleko –que para mí había sido una ancestral canción de cuna, hasta el María del Paraná, que él conoció en su temprana adolescencia en un cine nortino..., en una ya olvidada película argentina.

Entonces Dinko cantaba hasta cansarnos, perdón… hasta cansarse.

En otros momentos más lúcidos todavía reflexionaba sobre la praxis de nuestros pueblos, y también sobre los usos y costumbres. Sobre el alcohol que invadía nuestras bohemias, consolándonos con este dicho: -Piensa oye, en cuantos se habrían quitado la vida, sino no existiera el copete.

La hora, la vida en Dinko parece ser cosa de poco tiempo. La vida que viene, porque la que fue entre los que los conocimos aquí da para una larga saga de recuerdos.

De pronto en el entrevero de sus representaciones apareció él, en ese rincón mentado de mi casa –casi por entonces un campamento- y en diálogo con José Piñero, el actual redactor de Un pueblo chico, en días de sus pininos periodísticos.

Y mi casa los rodea en sus objetos invitándome a un somero inventario.

Un hogar de leños artificiales, que ahora se ha mudado al otro extremo de lo que fuera ese recinto, demandando una renovación en el infrarrojo con caducidad del originario.

Una biblioteca que nos construyera Fredy Gallardo con restos de aglomerado que habían quedado de una de las tantas reformas a la casa. La biblioteca era, y sigue siendo, aunque mudada a espacios interiores de la vivienda, la biblioteca de poesía, y por eso emergen verticales las publicaciones recibidas más recientemente. Sobre ella un conjunto de papeles, sobres y otros aditivos en días en los cuales la comunicación se sostenía aun en la correspondencia postal.

En el esquinero está la máquina de coser Singer, que obsequiara mi padre a mi madre cuando se casó con ella en 1951. Por entonces dada la política de protección a la industria nacional solo se conseguían máquinas nacionales, que a criterio de la costurera que era mamá dejaban mucho que desear. La máquina importada llegó, vaya a saber como desde el Paraguay, por gestión de Guido Bianco, el patrón de la estancia donde mi padre era capataz. La máquina es el legado de Margarita a su primer nieta, la que la podrá pasar a retirar cuando termine su casa fueguina, mientras tanto sirve de apoyo a nuestro ya vetusto televisor de 29 pulgadas.

Sobre el hogar se aprecian una tetera de loza, que es la única que sobrevivió de un regalo de bodas de la familia Vázquez Martínovich, al matrimonio Gutiérrez Martínovich. Tetera sin marca reconocida que por supuesto ha perdido su tapa, pero que muestra una pintura de rosas en su costado que parece embellecerse cada vez más, con el tiempo.

También esta a su lado una torcida rama seca, llamada Pablita. Nos dio la impresión que era una serpiente y su nombre nació de haberla encontrado en una excusión en que trepamos con mis suegros por la vertiente más escarpada del Cabo San Pablo, para descubrir luego que existía un cómodo, aunque prolongado camino, que lleva al faro a los que tienen que asegurar su mantenimiento. Pablita tiene una mirada entre feroz y temblorosa.

Los dos cuadros allí existentes responden a una gentileza del ingeniero Baldasarri. Este señor que fuera gerente de la cooperativa me obsequió el primero de ellos, que se encuentra sobre un costado, mostrando en un panel la primer turbina Solar que funcionara en la Cooperativa. El cuadro principal también estaba en la Gerencia de la Cooperativa, cuando ésta funcionaba sobre la calle Rosales y había llegado a ese lugar por gestión oficiosa de Rodolfo Canalis, cuando fue gerente de la entidad. Puede ser la misma que existió desde los días de Apolinaire en el despacho del Intendente, si no hicieron otra igual para el recinto cooperativo que también usó en su momento Chiquito Martínez. El cuadro resolvía un trabajo expositivo mío en relación al desarrollo de nuestro pueblo y mostraba, producto de la censura militar, un espacio negro en la aerofotografía, sobre el amplio recinto del batallón.

Una muestra de telar indígena comprado en 1994 en APAP, Río Gallegos, y sobre ella una percha de madera de la tienda La Capital.

También se pueden apreciar cuatro zapatillas blancas –dos pares-, calzado de mi hijo Marcial que luego de ser lavadas esperaban volver a ocuparse de su pies bien sea para su andar escolar, o para sus primeras prácticas de kung-fu.

Dinko y José están sentados en sillones de mimbre, que compramos cuando se demolió el Hotel Miramar, uno de ellos estaba atado con alambre. Sillones comprados al camión mimbrero, aquel que llegaba en cada noviembre, luego de recorrer la Patagonia.

Y de por medio y par de puff, obsequios de Ángelica, la señora que nos ayuda en el orden doméstico desde hace tantos años.

Las plantas invaden todo.

Dinko escribe una dedicatoria sobre uno de sus libros. Por aquel tiempo y en afán de desmerecerlo, algunos colegas decían que sus que muchas dedicatoria era literariamente más valiosas que el libro que aludían. Es que a algunos le ha tocado ser así, artífices de una vida que es superior a su obra.

¡Ni todos sus libros juntos podrán decir lo que ha sido Dinko Pavlov Miranda!

Aquellos primeros programas del 73.


En nuestro examen de aquellos días primeros de LRA 24 por el año 1973, encontramos en el mes de Junio una referencia a los recursos informativos de la emisora.


La provisión de cables estaba dada por una atención del Batallón de Infantería de Marina, eran boletines informativos que recibía por teletipo, y para lo cual se solicitó a Buenos Aires provisión de cintas de impresión.
Se pidieron 10 y al mes llegaron 5, “se carecía de reservas, estimándose en lo sucesivo” que la emisora gestione este material por el área de Suministros.
También para esa fecha se trababa contacto epistolar con SADAIC –BAHIA BLANCA, la SOCIEDAD ARGENTINA DE AUTORES Y COMPOSITORES reclamaba el cumplimiento de la normativa impuesta para el cobro de los derechos de autor de la música difundida. El representante local era Rolando Luffi, pero las instrucciones para la radio llegaba de Buenos Aires con modelos de Ficha de Transmisión escritas con lápiz para permitir que eventualmente fueran rehechas.

Ordenes internas por escrita nos permiten conocer algunos programas grabados en cabecera –BUENOS AIRES-.

PASAPORTE AL FUTURO, lunes a viernes de 10.30 a 11.
TEATRO BREVE, martes a las 22.
NUNCA ES TARDE, lunes a viernes a las 19.30.
ARGENTINA EN EL CANTO, EL VERSO Y LA LEYENDA. Una hora de 19 a 20 los domingos.
El boletín de MENSAJES PARA LA COMUNIDAD se irradiaba a las 10.15, para volver a difundir a las 18.45 de lunes a viernes.
CUIDE SU SALUD, redactado por GLORIA NOVAK, se pasaba a las 11.30 y se repetía a las 16.30.
PERIODICO ORAL DOCENTE Y CONOCIENDO A LA TIERRA DEL FUEGO, eran redactados por SUSANA COBOS DE DOMINGUEZ: el primero difundiéndose martes y viernes a las 11: el segundo todos los días menos los sábados.
Ya a principios del mes de julio, día 3 se señalaba la transmisión tres veces por semana del programa DEPORTES EN EL 640, lunes, jueves y sábados de 20 a 21 horas.
Se incluía también en aquella semana ORACIONES SIGLO XX, microprograma remitido en cinta desde Buenos Aires, como pauta de cierre a las 23.55.
Y también en horario nocturno se emitía otro programa grabado por un sacerdote; POR SOBRE LOS TEJADOS del primer sacerdote patagónico Presbítero Raúl Extraigas.
Las recomendaciones internas al personal de discoteca se apreciaba que al confeccionar el programa SELECCIÓN DE MUSICA ARGENTINA, generalmente de 12.15 a 13 horas, se realizara de la siguiente forma:

UN TEMA DE CONJUNTO FOLKLORICO, UN TEMA DE SOLISTA FOLKLORICO.

UN TEMA DE MUSICA CIUDADANA ORQUESTADO.

SE REPITE UN TEMA CONJUNTO, UN TEMA SOLISTA, UN TEMA DE MUSICA CIUDADANA CANTADO.

El espacio en cuestión se difundiría de lunes a jueves y también los días sábados.

Una mecánica que ayudaba en mucho a la orientación de quienes sin mayor experiencia debían afrontar la tarea de difundir y agradar con la música argentina.

Finalmente identificamos en la foto que precede la presente entrega al operador Daniel José Pisano, a Carlos Brea relator de Deportes en el 640. Gimnasio del colegio Don Bosco para un mach de box que tiene en el ring side al intendente municipal Alberto Vicente Ferrer.

Sacándole punta al fusil.

Maxi Carrasco no parece ser el mejor soldado, pero va a ser lo que tenga que hacer. De estudiante no parece que haya sido tampoco un buen estudiante, le quedaba un lápiz de la suerte con la que en matemáticas siempre sacaba un seis; es decir aprobaba raspando.

Tampoco parece ser un hijo excepcional, no le arregló a la madre ni el cuerito de la canilla, ni la luz del baño; y promete hacerlo en cuando termine la guerra en Malvinas.

Nacho lo escucha y plantea a la vez sus dilemas. Nacho es el nombre real del coprotagonista de la obra. Maxi el autor y director y tal vez actor principal. Nacho se anticipa en el tiempo y tiene sueños de progreso, en la panadería de su padrastro podría implementarse un servicio en el cual, a pedido telefónico, se envíe a domicilio las facturas día a día. ¡Y para el día del cumpleaños del cliente se enviarían gratis! De haberse salvado de la guerra Nacho habría inventado el delivery.

Pero ninguno de los dos va a salvarse.

Han sido hasta hace poco estudiantes, y ahora son baluartes de soberanía en el frío espacio malvinero de 1982, donde en cualquier momento pueden llegar los gurkas.. ¡y violarlos!

A menos de un kilómetro donde se dio en dos funciones en una noche esta obra premiada en Buenos Aires, obra de un autor riograndense, ya se levantaba la Carpa de la Dignidad, como un universo consuetudinario en el otoño fueguino. Un conjunto abigarrado de personas, de una edad inferior a la de los veteranos, esperaba que se apagaran las luces dispuestos a apreciar esta versión de la guerra, donde los actores juegan de antihéroes, y desesperan en la soledad y la lejanía.

La primer función demorada dio la sorpresa que hubo que agregar tantas sillas como las que se habían previsto, y que por ello fue difícil apreciar la puesta en escena en un recinto sin escenario de altura, y con numerosas situaciones de cuerpo a tierra –como es evidente en toda guerra defensiva- pero al final casi todos, menos una pareja que se levantó pasados diez minutos de iniciada la primer representación, asistieron hasta el final y entregaron su aplauso.

Tal vez algunas resoluciones audiovisuales, sustentadas en cánticos que no fueron escritos para la obra en cuestión, como la canción de la memoria de León Gieco, suponen una discursividad elemental que pueda ser mejorada; y no nos extraña que esto ocurra así cuando a los dos días nos encontramos con Javier Giménez Filpe que venía de participar en una experiencia fílmica en la zona de Cabo Domingo, donde él e Ignacio Frick actuaron ante el viento y el frío.

Curiosamente después de anunciada la presentación de la obra, que tuvo sus contactos con el Ejército en la instrumentación previa a su participación en nuestra provincia, se conoció otra resolución escénica coincidente: la reconstrucción del Operativo Rosario sobre las barrancas linderas al BIM 5, unidad que recién llegó a la isla el 8 de abril de 1982, y no el 2 de abril cuando el operativo tuvo su punto de concreción por parte de efectivos provenientes de Puerto Belgrano. Los soldados actores, ahora profesionales en eso, lidiaron contra la lluvia de esa noche.

Malvinas sigue ofreciendo en sus disociaciones distintos frentes de expresión. La actual conducción de veteranos no auspicia como la anterior el esclarecimiento de los vejámenes a los que fueron expuestas nuestras tropas, por propios y extraños. Pero aquellos no quisieron estar ausentes y fue así como simultáneamente en esa fecha presentaron ante la Legislatura un proyecto para instrumentar en las escuela el tratamiento didáctico de esta dolorosa temática.

Para todo esto Del Fuego Producciones tomó otros rumbos, con sus ilusiones actorales, con su visión crítica de una etapa oscura avisorada a 28 años de su inicio; con la luminosidad propia de los jóvenes que reinterpretan a otros jóvenes; con sus fusiles atados con alambre en una suerte de utilería no tan distante de las precariedades militares en que quedamos sumidos los argentinos, desde entonces…

El ascenso del hombre.

Terminaba marzo de 1971 cuando de alguna manera me llegó la noticia en Monte Grande que estaría por llegar a Buenos Aires mi primo Toty. Por entonces los empleados públicos comenzaba a acostumbrarse a las vacaciones con pasaje pago, esas que debían tomarse así para alcanzar a tener un mes in extenso de descaso, puesto que si se quedaban en la isla se ajustaban a la antigüedad, y en muchos casos el quedarse representaba sólo dos semanas de vacaciones.

Toty, como otros municipales, se alojaba en el Hotel Roma, sobre la Avenida de Mayo, y traía algunas cosas para mí. Un reloj que había sido del tío Polo y que había arreglado Bernini después de larga espera, algunos pesos que hacían abundar mis recursos que no eran otros que los fondos con los cuales se pensaba en Quinto Año hacer un viaje de egresados, que se frustró por falta de pasajes oficiales, y una cartas… casi un calco una de la otra escrita por mi padre y mi madre, felicitándome de antemano por los 18 años que habría de cumplir.

Mientras almorzábamos en un restaurant de las cercanías mi primo me dijo si no quería acompañarlo a ver a la hermana, en Dique de Los Molinos, y que si era así ya estaba comprando pasajes para dos al días siguiente. Yo ya había rendido libre mi ingreso a periodismo en La Plata, y con el primero de abril tendría lugar en la misma pensión que Ernesto, mi compañero del secundario que se iniciaba así en Odontología. Pero en lo inmediato no tenia otro compromiso: ¡entonces le dije que sí!

Del viaje de aquella noche tengo tremendas impresiones reiterativas: el ambiente esa sofocante, Toty dormía, y afuera la tormenta se manifestaba con baldazos de agua contra las ventanillas, y los truenos brillantes, y los rayos estruendos, todo parecía cambiar dentro de mi cabeza y sentía que ese viaje era un viaje sin retorno. Y lo fue en alguna medida, en la mitad de la noche cumplí 18 años.

Recuerdo una pausa luminosa en Villa General Belgrano, un desayuno con cerveza y un sándwich de miga oscura… La llegada a Villa La Merced –Dique de los Molinos- donde Chamy Roberts, el cuñado de mi primo era jefe de correos. Un lugar para acomodar mis pilchas, muchas preguntas por parte de Lita, la prima que había nacido en Río Grande en 1929, y sus hijas también preguntonas. Un paseo por los alrededores y el paseo por una yegua que representó mi primera experiencia como jinete. A la noche Piky, una de las primas me preguntó que edad tenía. Yo le dije que 18, y ella me preguntó de que signo era. Le dije Aries. Y entonces saltó la pregunta definitiva que desnudó la realidad: ese día estaba cumpliendo años. Hubo reproche a Toty que no sabía nada, a mi que era un quedado, otros me defendieron y también a mi primo, y finalmente Chamy sacó la guitarra y emprendió una suerte de serenata dedicatoria, con rimas simpáticas que lamentablemente no pude aprender, y luego aparecieron las empanadas, y alguien preguntó donde estaba escondida la bota de vino, y todos –incluso las chicas- probaron del chorrito escurridizo, y esa noche no dormimos. Todo termino en alguna media con café con leche, pan criollo y manteca casera mientras el jefe de casa debía partir para abrir la oficina que aun en esos días de marzo tenía mucha actividad en esa villa turística.

En medio de esas lejanías que por un momento dejaron de serlo yo pasé la barrera que despedía la adolescencia, y comencé a ingresar al mundo de los adultos.

Una experiencia que por un tiempo me llenó de temores.

Una etapa de mi existencia en que debí confrontar con la soledad, y salir de ella.

Recuerdo mis 18 años, en su comienzo lejano, como lo hice tantas veces y sobre cuya descripción tal vez tenga registro mis seres más queridos. Mis hijos mayores ya son mayores, Florencia como abogada se abre un espacio en Buenos Aires después de toda una vivencia en la Patagonia Austral, siempre dura y sobre todo para una mujer; mi hijo mayor vive aquí cerca nuestro, y como profesional en kinesiología ha comenzado a ser valorado –fundamentalmente por sus pacientes- y cada vez que lo encuentro y compartimos un plato de comida en alguna mesa del centro de la ciudad me parece que en él me reencuentro con la otra mitad de mi destino (yo que soy la suma de varias mitades); mi hija menor transita su existencia cordobesa que es tiempo de aprendizajes, familia y crecimiento personal. De esta enmarañada vida surgieron a la vez Mía, la hija de Damián y Lucina la hija de Ana Laura, que son como dos claveles del aire en el árbol de mi progenie.

Y luego está mi hijo menor que ahora cumple 18 años.

Marcial ha sido mi compañero en todo este tiempo suyo de elevación, y mío de enmesetamiento.

Hay casos en que estamos muy cerca, pero nos situamos muy lejos: y otros en que no hay separación que no signifique imaginarlo a mi lado.

Mi etapa de padre no termina esta noche; no ha terminado de hecho y derecho con los mayores, pero en alguna medida la circunstancia de libertad y responsabilidad que él comenzará a vivir nos otorga a Patricia y mí una suerte de “libre deuda” que queremos agradecer a la vida, que nos ha dado en su persona un reflejo de nuestro hacer y nuestro querer.

Algo que nos eleva, y nos eleva y nos eleva. Pero por suerte no nos aleja.

Porosidades


El Domingo de Ramos al pasar frente a los ventanales de El Sol, antigua despensa barrial, descubrí tras de rejas el afiche del primer libro de la Editora Cultural Tierra del Fuego; y no me asombró que estuviera tras de rejas puesto que el mismo –trabajo de Silvana Mabel Cecarelli- se titula El Penal Fueguino. Origen del Estado y la Sociedad en la frontera austral Argentina (con mayúscula) (1895-1916).

Era el primer anuncio –poco visible- de la presentación del libro del cual Carlos Baldassarre me había dicho se haría en el Museo de la Ciudad, casi de inmediato a su presentación ushuaiense. Pero indudablemente la puja de siempre –municipio vs. Gobernación- puede haber llevado al escenario elegido: el de la más antigua entidad cultural de nuestra ciudad, la Biblioteca Popular Eduardo Schdmit (h).

Algo más tarde recibí la llamada de R. Andrés Toledo, fue una de las tantas que recibía por mi cumpleaños pero la de él daba cuenta que me estaba buscando desde hacía tres días y que se había visto entorpecida porque su celular había quedado inutilizado por una mojadura en Vinciguerra. Tenía un regalo para mí y me preguntaba si no andaría por allí. Almorzábamos tarde y llegó a gimnasio salesiano poco después del strip-tease del que todos hablaban y conseguí localizarlo en el stand de la legislatura. Roberto tenía un regalo: el libro de Cecarelli que todavía no se consigue en nuestra ciudad.

¡Gran regalo el tuyo Toledo! Siempre me gustó concurrir a la presentación de un libro con el libro leído y El Penal Fueguino se constituyó en mi lectura de esta semana.

Podemos decir en su favor que es una obra de rápida lectura, que los primeros capítulos 130 condensan las habituales referencias al tiempo y al espacio que son propias de los trabajos de maestría, y donde además se da cuenta de la bibliografía esencial de consulta. El libro experimenta un cambio con el cuarto capítulo –los conflictos de poderes- donde asoma la profundización temática lograda por la autora en sus consultas –esencialmente- al Archivo General de la Nación- y donde emergen con relaciones documentadas las interferencias recíprocas entre los mandamases de la gobernación y la cárcel y la aparición de un término –superintendencia- que nunca fue fácil de implementar en el ámbito fueguino.

El quinto capítulo –Presidio y Sociedad- es el más entretenido para nuestra curiosidad sobre el ayer, donde se concatenan multiplicidad de registros históricos, y se dan algunas primicias. Entonces uno se queda con las ganas de otro libro que abarque un tiempo más amplio del que encontró su límite en la asunción del primer gobierno radical. Pero también se queda con las reflexiones finales:"...fueron varis las cuestiones que truvieron que afrontar los que decidieron radicarse en Ushuaia. Si bien por un lado resolvían el problema laboral al trasladarse hasta el extremo sur, las dificultades y limitaciones eran tants que la población se conformaba con sobrevivir con los mínimos requisitos que un Estado necesitaba par fundionar. Mínima educación, mínima higiene, mínima comunicación, resignándose a ser solamente una célula de este Estado penitenciario en el confín del territorio".

Fuera de los apéndices documentales y anexos, están las conclusiones, que por tratarse de un trabajo de investigación creímos oportuno leer primero, y así terminamos por leerlas dos veces. Situación que aconsejamos como método de abordaje a esta obra por encima de las palabras preliminares.

Ya en su presentación primera la autora reivindica de Lila Caimari, en alguna medida madrina de este libro, la que en su obra Apenas un delincuente –ensayos que llevan nombre de una película trascendente- dijo: “Como el “muro” entre Ushuaia y el “norte” era tan espeso, el muro entre la prisión y Ushuaia se volvió excepcionalmente poroso”. Relación que cuando yo la leí en ella me llevó a pensar en la querida canción de Horacio Guarany que cuenta “Estamos prisionero carcelero, yo de estos toscos barrotes, tu de miedo…”


El libro nos remonta aquel tiempo en que faltos de presencia del estado argentino en el espacio austral, la escepción la daba en el sur fueguino, la ciudad prisión.


Ya para el martes brillaban en Río Grande otros afiches invitándonos a la presentación, entre ellos un segundo en El Sol, esta vez libre de barrotes. Allí me llamó la atención que la tipografía mayor no es para la obra, ni para la autora, sino para la editora: y entonces recordé el verso aquel de Anahí Lazaroni: “Los homenajes halagan más a los que los dan, que a los que los reciben”.

Porosidades de una iniciativa que pretende ser comienzo, pero que es, más allá de todo propósito… continuidad.