Hace 60 años, por decreto ley 2191, se creaba el Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlantico Sur.


Caducaba de esta manera la provincialización en la cual estaba inmerso este lugar y que lo había llevado a formar parte de la Provincia Patagonia.

La disposición dada por Pedro Eugenio Aramburu, como presidente provisional de la Nación, y refrendada entre otros por el vice aquel de la Revolución Libertadora, Almirante Isaac Rojas, respondía a la vez al interés de la Armada Nacional de ejercer un control más directo sobre este espacio, cosa que se observará en los años venideros.

El capítulo de los límites fijado en el decreto que hoy cumple 60  años y que sería reemplazado en 1991 por la Constitución Provincial en su rol de carta orgánica fueguina, estaalecía que VISTO el decreto ley 21178/1956 por el que se establecen nuevos límites para la ex provincia de Patagonia, hoy Santa Cruz, y Considerando: Que es necesario adoptar las medidas necesarias para el gobierno de los territorios que, en virtud de aquel acto, han quedado fuera de los límites de las provincias. El presidente provisional de la Nación Argentina en ejercicio del Poder Legislativo decreta con fuerza de ley: Art. 1.– Queda restablecido el Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud, cuya organización, gobierno y administración se regirá por las disposiciones del presente decreto ley.

El Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud comprende: La parte oriental de la Isla Grande y demás Islas del Archipiélago de Tierra del Fuego e Islas de los Estados y Año Nuevo, conforme a los límites fijados por el tratado del 23 de julio de 1881, las Islas Malvinas, las Islas Georgias del Sur, las Islas Sandwich del Sur y el Sector Antártico Argentino comprendido entre los meridianos 25º Oeste y 74º Oeste y el paralelo 60º Sur.

En el tercer artículo se decía; El Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud y sus corporaciones municipales constituyen personas de derecho público y privado de existencia necesaria.

Y en el cuarto Declárase capital del Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud, la ciudad de Ushuaia, en la que deberán tener asiento el Gobierno local y las oficinas principales federales.


El gobierno del nuevo territorio será ejercido por Pedro Ángel Floridio, quien a poco de asumir vendrá a Río Grande recibiendo a las fuerzas vivas en el recinto de la Biblioteca Schmidth. (h). Por esos días y en el ámbito de las disposiciones del decreto ley será colocado al frente de la Intendencia local el ganadero René Piñero.

Las páginas del periódico riograndense Kayer, que a su momento dirigirá Piñero, reflejan gestiones previas para conseguir el establecimiento de esta jurisdicción.

RUBÉN BALIÑO, una identidad cultural.



Al cumplirse el séptimo aniversario de su temprana muerte fuimos a buscar recuerdos y los encontramos en el número uno de la revista Truco, abril de 1973, con referencias a su también temprano despertar al mundo de la canción.

Rubén Alberto Baliño es un joven nacido en Ushuaia, ganado para Río Grande y para el poco frecuente apostolado de cantarle a nuestro sur.
Su adolescencia se enmarcó en una ocasión cancionera que integrando el Tío Folkórico “Los carperos” le diera sus primeras satisfacciones en contacto con los escenarios locales: y también proyectando su actividad a otros lugares de nuestro sur como fue la participación de LOS CARPEROS en el Festival Juvenil de la Canción Patagónica realizado en San Julián en 1978.
Fue San Julián y su Festival el que le ha dado las más constantes satisfacciones.
En 1979, maduro como intérprete, incursiona en condición de solista en el certamen viajando por la delegación local. Allí se descubre otra faceta creativa; Baliño compone y una de sus primeras obras se lleva a ese año el primer premio: “Una canción para ti”.
Consolidada su presencia en el Festival Juvenil otra vez se suman aplausos y crítica para ponderar una canción suya, y así 1980 lo consagra nuevamente como compositor con su canción “Al ovejero”.
Cuando las circunstancias de su edad lo llevan a vestir uniforme, inicia en la ciudad de Río Gallegos una serie de fecundos encuentros con creadores santacruceños, uno de ellos Hugo Giménez Agüero reforzará su vena de creador e investigador.
Es en 1981 cuando participa en su condición de conscripto en el “5to Certamen Ganar la Paz” “organizado por el ejército argentino compartiendo el primer premio compositor su tema “Canto a la Patagonia”.
El año pasado inicia estudios universitarios en la ciudad de La Plata, la guerra de Malvinas lo convoca al sur nuevamente, y aquí vuelve con su guitarra.
Los últimos meses nos han dado la oportunidad de conocer su calidad de compositor, en una docena de canciones.
En la Patagonia la expresión musical folkórica es una búsqueda, una tarea de investigación –nos dijo Rubén- hay mucho por hacer porque también debemos ser testigos de un mundo que se transforma día a día  y de una naturaleza desconocida para la poesía”
“Lo nuestro recién será folklore cuando comience a ser cantado por el pueblo, cuando ellos se identifiquen con nuestra voz”.
Y Rubén lo está consiguiendo a pasos agigantados, pese a sus esporádicas actuaciones en nuestro medio.
Su canción Río Grande identificación del  Canal del Onita es reclamada con insistencia por quienes gustan de su sentir y su fraseo.
El canto de Baliño es descriptivo y de bellas imágenes , invita a la participación reflexiva de quienes lo escuchan.
No tiene el carisma indispensable para ser un guitarrero de peña, lo suyo es un encuentro profundo con las cosas simples y cercanas; y su contacto es mayor cuando como en la reciente “Expo Foto Música Fueguina” ensambló su poesía con las imágenes de Jorge Flores.
“Es una pena que tenga que irme ya, tan pronto, -nos dijo hace algunos días- vamos a ver cómo le ayuda la nostalgia a seguir pensando canciones para mi tierra linda”.

La nota se completaba un conjunto de letras nacidas de la inspiración de Baliño, de las cuales tomamos aquella que se corresponde al tema que identificó al canal de televisión local:

Enamora del mar
ciudad cautiva del viento,
recostada sobre el río
hechos de lenga tus cercos.

Revientan en los jardines
los rosales amarillos,
oleajes de espuma blanca
te dan sonrisas de nieve..

Río Grande
Río Grande
Río Grande

Las tardes de tus veranos
son nubes de cien colores
que el sol pinta antes de irse
por detrás del Tropezón..

Y al viejo Cabo entegastes
tu corazón de meseta,
de donde nacen tus hijos
herederos del onaisín.

Río Grande
Río Grande

Río Grande…

En la foto: Rubén años después de esta nota, cantor de entrecasa, junto a Pancho Pacheco.

Algo más sobre Rubén podrás encontrar en 

http://mensajerodelrio.blogspot.com.ar/2010/02/ruben-balino-en-pocas-lineas.html

El viaje de regreso



Era marzo y ya debía pensar en retornar a la universidad. El año anterior con había terminado con todas las materias aprobadas, materias del segundo año de Periodismo, y poco sabía sobre lo que podía ocurrir después de realizadas las elecciones. Alguien decía que las facultades en La Plata ya estaban tomadas por los estudiantes, mientras otros decían que los militares las mantenían cerradas con tropas acuarteladas en cada recinto y ametralladoras en las azoteas con la intención de limitar la actividad estudiantil.

Pero volver había que volver.

Por ello hice varios viajes a la Base con la intención de la posibilidad de lograr una plaza en un vuelo de marina, gestión que ya había realizado un par de años antes con el llamado “Negro Angelinetta”. Encaraba por obligado hacia la ruta y de ahí comenzaba a hacer dedo. Para el primer año había hecho el mismo camino, pero con vergüenza, ahora me atrevía a hacer dedo y no tardaba en encontrar a alguien que me acercara hasta la bifurcación –estancias por un lado, Base por el otro- siendo mucho más transitada la primera que la segunda puesto que los vuelos no eran cosa de todos los días.

Al tercer viaje tuve la buena noticia. Entonces –como en otros años- mi vecino Gabriel Barrientos me llevó en su taxi, sin cobrarme, pero anotando –fingidamente- en una libretita las deudas acumuladas, las que serían pagadas el día en que me recibiera.

En la Aeroestación me informé que viajaríamos en un avión Electra. La nave estaba dividida en dos. El sector anterior para oficialidad, el posterior para “la perrada”, entre ellos estaban algunos cabos, personal civil y familiares, conscriptos y uno que otro civil dentro de los que me encontraba yo. Conocía a muy pocos de ellos.

El vuelo tenía un carácter de especial puesto que en Río Gallegos subiría la una dotación antártica que en otra nave llegaría a esa localidad desde el continente blanco.

A mi lado se sentó un suboficial entrado en carne que durmió la mayor parte de un vuelo que tendría sus bemoles, bemoles que ya contaremos, al lado yo, y en la ventanilla Doña Zorka, la mamá del Vuka.

En el asiento delantero había dos conocidos: Beto y Hugo. En realidad conocía al primero que era alumno del secundario, el otro –su hermano mayor- estudiaba en la Armada siguiendo la vocación paterna.

Yo tenía cierto entusiasmo por las escalas que haría la nave: una Gallegos, otra Trelew, poco visitada por los vuelos de Aerolíneas que comenzaban y terminaban en Río Grande, después Bahía, aunque entre la gente militar se hablaba como destino a Espora, a Punta Alta.. En cada uno de esos lugares pararíamos y podríamos bajar a estirar las piernas. Yo trataría de conseguir al menos un periódico de cada lugar cosa que era buena para mi curiosidad de estudiante, en años en los cuales en el sur se sabía poco del mismo sur..

Pero esta situación se frustraría al llegar a Río Gallegos, nos dijeron que no se bajaría en ninguna de las escalas si no se tenía a las mismas por destino. Y todo se agravó cuando los cuarenta minutos de espera en Gallegos se fueron estirando, y se llegó a la hora con la noticia que el vuelo antártico andaba con problemas y mientras no se supiera bien que iba a ocurrir con los esperados pasajeros no nos moveríamos de plataforma.

Doña Zorka comenzó a impacientarse, salió para el baño para lo cual hubo que despertar al obeso dormilón del asiento del pasillo, situación que se repetía hora a hora.

La gente comenzó a hablar entre sí. Y yo me cuidaba sobre cuál sería mi tema de conversación, cosa que era de entenderse: que hacía un estudiante universitario en un medio militar por aquellos tensos días.

La gente hablaba y hablaba de lo suyo, donde nunca aparecía un tema político –pese a que el país no sabía de otra cosa- y con los hermanos que ya nombre solamente pude tener algún punto de diálogo cuando ellos discurrían sobre comidas, se alegraban de que en el norte comerían carne buena, y entre los platos esperados estaba lo que para uno se llamaba “pescetto” y para el otro “pecheto”, todo un misterio para mí.

Doce horas tardamos en salir, hasta que llegaron los antárticos, demacrados y descompuestos en su gran mayoría por un vuelo del cual no querían hablar. Para entonces buena parte de nosotros –los encerrados- deberíamos tener una apariencia similar a lo suyo: unos por haber estado sumamente sacudidos o otros (nos)otros sumamente quietos.

Lo bueno fue cuando nos trajeron de comer. Una caja de cartón con una inscripción y un ancla y en su interior un suculento refrigerio que en el primer caso estuvo representado por milanesa con puré como plato principal. A las tres horas se nos trató de tranquilizar con otra razón similar, cuando la mayoría nos habríamos conformado con un mate cocido. Lo particular es que en cada caja venían una o dos naranjas para cada comensal, y yo no las comí porque tenía serias advertencias de mi madre de no ingerir ese tipo de fruta, o su jugo, en vuelo por los trastornos que podrían generar los pozos de aire en mi aparato digestivo.

Observé idéntica prevención en los acompañantes más cercanos, y por ellos les requerí que no devolvieran la fruta, que me la dieran a mí que yo las comería en otro momento.

Cuando el Electra se puso otra vez en vuelo hubo una nueva caja de comida, donde se repitieron las milanesas.., la comí con gusto diciéndole a mis vecinitos de adelante que tal vez en un par de horas más nos servirían “pecheto”, pero esto no ocurrió, hubo otros platos para nada despreciables y para cuando salimos de bahía se había convertido en un gran acopiador de naranjas.

Doña Zorka sacó de una enorme cartera un estoquinete –camisa de capón- que ella tendría para usos múltiples en aquellos años en que todavía no existían las bolsas de polietileno, y así bajé en Ezeiza con mi carga de 37 naranjas. En el Aeropuerto Internacional reinaba la noche, debíamos esperar un colectivo militar que nos dejaría en la Capital Federal, la mayoría bajaría en Primera Junta. Yo no sabría qué hacer en ese lugar por eso me arriesgué con mi bolso y un portafolio a tomar el Cañuelas, colectivo que pasaba –de eso estaba seguro- por Monte Grande, localidad donde vivía mi prima Coca y familia, donde tenía mis pertenencias puesto que había dejado la pensión en diciembre para no pagar alquiler de más en meses en los cuales no vivía en La Plata.

¡Y con la bolsa de capón/naranjas!

La gente en su gran mayoría subía al colectivo verde –ahora no estoy seguro que fuera el Cañuelas- yendo casi todos a sus trabajos. Pedí que alguien me informara en que momento estaría en la estación del Roca, de Monte Grande y cuando lo hicieron tuve que bajar a las apuradas con mi complicado equipaje.

Ya no hacía tanto calor por allá, pero yo venía arrastrando “sudores antárticos”. El colectivo de me dejó del otro lado de la vía, debí buscar el pasaje debajo de los rieles, encontrarme con la larga calle que hasta hacía poco se había llamado Cichero y que ahora se llamaba Máximo Paz, y así con naranjas al hombre, la otras mano con la valija, y el portafolio apretado bajo el brazo llegué hasta el número 419 desde donde me miraban los parientes sin que ninguno se acercara a darme una mano.

Cuando llegué recibí una alegre bienvenida, y se sorprendieron cuando entregué a modo de regalo mi bolsa cítrica. En realidad fue mayor la alegría de los primos cuando les entregué dos cartones de cigarrillos, que escondía para sus vicios, y de los cuales ellos sabían era obsequio común de los que viviendo tal al sur tenían esas compensaciones.

El Negro, mi primo segundo que tenía mi misma edad, dijo que no fueron a ayudarme porque por las naranjas pensaron que era un paraguayo. Todos nos reímos y yo me di cuenta que con el estoquinte y la distancia no podía saber lo que venía trayendo.

Como siempre hubo que ponerse al día con las noticias de la familia, y se habló de lo que políticamente había pasado en el país, aunque me di cuenta que no estábamos del todo de acuerdo con respecto a lo que tenía que pasar, eso que todos éramos peronistas.

Hubo una larga siesta, con café con leche, un arrollado que recién salía del horno, y una jarra con jugo de naranja. Héctor, el marido de mi prima, elogiaba la calidad del jugo y yo decía que en mi vida había tomado alguno de semejante dulzura. Me sentí satisfecho por el esfuerzo recolector y por supuesto conté los pormenores de la travesía.

Eso fue entre un viernes y un sábado, para el domingo me acompañaron hasta la estación del tren para llegar a La Plata con poco equipaje puesto que debía buscar donde vivir.


En todo el trayecto por la calle Cichero podía ver los árboles naranjos que allí recién daban sus frutos en primavera.. .


LOS INDIOS ONAS Y LAS PLANTAS. Sobre una investigación de Raúl Martínez Crovetto

De acuerdo con las investigaciones directas que pude realizar en 1965 entres seis de los nuevo ona-parlantes que sobrevivían para esa fecha en Tierra del Fuego, pude anotar 110 nombres aplicados a 179 especies vegetales. Si bien no existen cómputos modernos sobre la flora de dicha región y no sabemos con exactitud de cuántas especies se compone, podría decirse, sin mucho error, que la última cifra señaladas representa un 30% del total.

Martínez Crovetto visitó Río Grande en 1988 convocado por el Centro Histórico Documental, allí trabajó junto a Nelly Iris Penazzo en la elaboración de terrarios, y recorrió la estepa fueguina. De su experiencia anterior había aparecido un artículo diez años antes, en la revista Karuikinká, del cual hemos extraídos algunos fragmentos.

La investigación concluye en que los nativos del norte fueguino no fabricaron bebidas, no emplearon plantas textiles ni tintóreas, desconocieron el uso de escobas, y era muy bajo el número de plantas medicinales y muy alto, en proporción a las  demás, eran las alimenticias:

De acuerdo siempre con los datos que pude reunir personalmente, comían las flores de dos especies, de las cuelas una es autóctona (Taraxacum gilliesii) y la otra, introducida (Taraxacum officinale), pero ambas muy parecidas ente sí. Por esta razón, recibieron en nombre “oitá”. De esas achicorias o dientes de león se ingerían además, las hojas y las raíces.

La ponencia de este correntino, se enmarca en lo que se denomina la Etnobotánica, disciplina que estudia la relación de las distintas comunidades humanas con las plantas.

Comían, por lo menos, las frutas de ocho especies silvestres, csi todas ellas bayas o drupas de tamaño pequeño y poco sustento, aunque algunas muy sabrosas, estas son: mich (Berberis buxifolia y B.empetrifolia), kol (Empetrum rubrum), ólta (Fragaria chiloenses), shal (Pernettya mucronata y P. pumila), shétrrhen (Ribes magellanica) y wásh shal (Rubus geoides). Algunas de estas frutas tenían nombre propio, como por ejemplo kor las de Barberis buxifolia y wasj las de Empetrum rumbrum, lo cual hace pensar que haya tenido cierta importancia dentro de la dieta vegetal.

Lo que aquí presentamos forma parte del capítulo que él denominó Los conocimientos fito-tecnológicos, que acompañara en otras instancias lo que él llama Los conocimientos florísticos, Los conocimientos botánicos, Arquitectura de la fitonimia ona. Exactitud de la fitonimia ona.

En cuanto a raíces y tubérculos, pude tomar nota de 16 especies, que por ser muchas, no las repetiré aquí. Algunas de ellas, como la llamada téen (Arjona patagónica) deben haber sido muy apreciadas pues, en ciertas épocas del año, algunos grupos aborígenes se desplazaban hasta el Cabo Peñas y a otras partes de la bahía San Sebastián, lugares donde esta especie abunda, para cosecharlas y consumirlas. Varias de dichas raíces se comían crudas, otras como las de tesh(ue)n, nombre bajo la cual conocían varias especies de Azorella y Bolax, eran asadas o calentadas sobre el fuego.

Importante recurso alimenticio fueron también ciertos hongos. Supongo que los caróforos de la mayoría de las especies de los géneros Cyttaria, Agaricus, Polyporus, Fistulina, etc., se utilizaron en ingestión directa, sin ninguna clase de preparado. Personalmente pude documentarlo en relación con once especies, pero deben haber sido muchos más, pues en la bibliografía existen varios nombres recopilados entre los onas que hasta el presente no han podido ser debidamente aclarados.



Martínez Crovetto hace algunas relaciones al trabajo Los Onas de Carlos Gallado de los cuales rescatamos este, por su singularidad:

“He dajdo para el final el caso de las semillas de taáiu (descurainia antárctica), por ese el único alimento de origen vegetal que era sometido a alguna clase de elaboración. Como en el momento de mi estadia entre los onas, éste ya había caído en desuso, dejaré que sea Gallardo quien explique su preparación, sus cualidades y forma de consumirlo.

“El pan se hace por las indias, para lo cual recogen semillas de una planta llamada Tay por los onas, semillas parecidas a las de alfalfa, pero algo más pequeñas, a las que con una enérgica frotación entre las manos les hacen perder la cascarita que las cubre. Estas semillas se echan sobre una piedra chata que se calienta al lado del fogón sobre ceniza y allí se muelen a medida que se tuestan, convirtiéndose en harina, harina que mezclada con agua en unos casos y en otros con grasa de lobo marino, forma una masa compacta que es sometida al fuego en los fogones o es comida simplemente sin esta cocción. El pan o torta resultante tiene color terroso, es de mal gusto, aceitoso, pero muy nutritivo. Par comer este pan hay que tener presente ciertas reglas entre las cuales la más importante es que deben echarse a la boca pedazos pequeños y no mascarlos, sino desleírlos con la saliva para poder tragarlos. Dada su constitución, si se mascara este pan se vería el paciente bastante fastidiado, pues se le pegarían los dientes superiores con los inferiores, paralizando así sus mandíbulas. En otros casos se limitan a hacer cocer o tostar las semillas sobre piedras y luego las guardan para molerlas más tarde”

En el terreno de las conclusiones el investigador dirá:
1.- Entre los onas los conceptos relacionados con la morfología vegetal eran muy limitados.
2.- El conocimiento de las plantas en cambio, era muy grande. Puede calcularse que fueron capaces de distinguir y denominar un 40 o 45% de la flora fueguina.
3.-La técnica fitonímica, derivada principalmente de nombres propios, era de gran derteza.
4.- La utilización de plantas, comparativamente con otras tribus indígenas, fue más limitada.

Las fotos corresponden, el retrato -a Ernesto Ipas-, el pan de indio, a Jonathan Montero.







Muerte para los holandeses al sur de la Tierra del Fuego.



El encuentro entre los holandeses de la flota nasávica y los canoeros de península Allí tuvo un saldo lamentable para los europeos.

La crónica se encarga de testimoniarlo:

“Cuándo los marineros fueron a buscar agua, se les acercaron unos salvajes, con quienes hablaron muy amistosamente por medio de gestos. De inmediato se desató una tormenta tan violenta que 19 de nuestros hombres tuvieron que permanecer en tierra firme, al no poder regresar a sus chalupas. Al día siguiente, de estos 19 hombres solo dos se encontraron con vida. Los salvajes habían llegado al atardecer y habían matado a 17 con sus hondas y mazas,  lo que les resultó fácil ya que los nuestros no habían llevado armas consigo.  Y eso que ninguno de los nuestros había ofendido en lo más mínimo a estos bárbaros. En la costa solo se encontraron 5 cadáveres, entre los cuales se hallaba también el del timonel principal y los de dos peones de a bordo. A estos los habían cortado en cuatro pedazos y aquél había sido desmembrado de una manera extraordinaria.  Después de esto, no se mandaron más chalupas, al menos que en cada una se encontraran de 8 a 10 hombres para defenderse; fe demasiado tarde, ya que este pueblo salvaje no pudo volver a verse”.

Era el 24 de febrero de 1624.

Con el correr de los tiempos vendrá George Foster a analizar lo ocurrido:

Los marinos holandeses y especialmente Jacob L’Hermite, quien condujo la flota de Nassau al mar austral en el año 1624, afirman que los indígenas que habitan las costas australes de Tierra del Fuego, son verdaderos antropófagos, que se matan entre sí no solo por hambre sino siempre que desean preparar una buena comida. Si esta horrible costumbre
Se practicara en algún lugar por verdadera carencia de alimentos, entonces se podría haber practicado como máximo en un pequeño número de pobres desgraciados, que habrían sido desterrados de su fértil hogar, en los desiertos confines del mundo. Pero una tribu tal no podría subsistir durante mucho tiempo.
El incidente ocurrió entre los que viajaban en chalupas a la altura del Cabo de Hornos a la vista de dos islas que no figuraban en las cartas aprovechándose la situación para bautizar a una de ellas con el nombre del almirante L’Hermite, y dentro de ella una bahía que bautizaron Schapenham en honor del vicealmirante, lugar donde encontraron abundacia de leña y agua.

Se llama chalupa a una embarcación pequeña que puede llegar a tener cubierta y hasta un par de velas aunque se utilicen remos en su desplazamiento.

19 marinos debieron permanecer una noche en tierra al sorprenderlos una tormenta, 17 de ellos fueron víctimas de la muerte directa o fueron hechos prisioneros.


“De acuerdo con su manera de comportarse son más bien bestias que hombres ya que desgarran los cuerpos humanos en pedazos y comen la carne, cruda y sangrienta” –dice la antigua bitácora- agregando que: “No hay en ellos la más mínima chispa de religión o cortesía. Por el contrario, en todos los aspectos son brutales...”

LRA 36.- Una radio argentina en la Antártida.

LRA36 Radio Nacional Arcángel San Gabriel (también conocida como Radio San Gabriel o Radio Arcángel San Gabriel), es una emisora que transmite en 15476 kHz en la banda de 19 metros en Onda Corta y 97.6 MHz por FM, desde la Base EsperanzaAntártida Argentina.  Radio Nacional Arcángel San Gabriel una de las estaciones de radio más australes del mundo y la única emisora estatal  que transmite desde la Antártida en onda corta.
Su señal de intervalo incluye la identificación de la radio en varios idiomas.

La primera experiencia de una radio en la base fue la utilización de una las frecuencias de los canales meteorológicos del móvil marítimo en la nochebuenade 1978. Allí se difundieron villancicos y la misa de gallo ofrecida por el capellán de la base Buenaventura De Filippis de la capilla San Francisco de Asís. La transmisión fue captada por el resto de las estaciones antárticas argentinas y otras extranjeras hispanohablantes con un buen margen de aceptación. Tras esto, se realizó el planteo y los trámites hacia la Secretaría de Comunicaciones, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y la Secretaría de Información Pública.


El 24 de agosto de 1979 zarpó desde Buenos Aires el rompehielos  Almirante Irizar  en su viaje inaugural, transportando un transmisor de 1200 watts, una consola de transmisión, grabadores, columnas de cemento para transporte de cables de energía eléctrica, torres, antenas, material de difusión, accesorios diversos y seis expertos en comunicaciones para instalar una estación de radio. El rompehielos llegó el 17 de septiembre del mismo año y desde ese día comenzó la construcción de los estudios y la instalación de las antenas y equipos.
La estación radial comenzó sus transmisiones el día  20 de octubre de 1979 a las 11:20 (hora local) con el mensaje:
Aquí LRA36 Radio Nacional Arcángel San Gabriel en su frecuencia de 6030 Kilohertz, banda de 49 metros, emitiendo desde Base Esperanza en la Antártida Argentina, juntamente con las emisoras que integran la cadena oficial de radiodifusión...
Las primeras emisiones fueron apoyadas por LRA10 Radio Nacional Ushuaia y LRA24 Radio Nacional Río Grande. La primera canción escuchada fue La Primavera, milonga de Víctor Velásquez. El primer programa se llamó «Horizontes de Hielo» y trató sobre las actividades de la Base Esperanza y el Fortín Sargento Cabral.  También informó actualidades de las otras bases argentinas e informes glaciológicos y meteorológicos.


LRA36 es operada por el personal del  ejército que se encuentra en la base, dedicándose al control, mantenimiento y operación técnica del equipamiento, siendo sus locutoras las esposas de distintos militares. Antes de su llegada, el personal designado (tres locutoras y un operador) asiste a un curso del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica durante dos meses. En sus instalaciones también se encuentra la biblioteca de la base.
El propósito de la radio es tender lazos en la Antártida y difundir internacionalmente la cultur de nuestro país. Dentro de la Base, acompaña al personal en sus tareas diarias y recuerda la música argentina. Para hacer conocer la radio al mundo, se difunde información sobre las costumbres argentinas. También se informa sobre las actividades y la presencia de Argentina en la Antártida.
En sus inicios, Radio Nacional Arcángel San Gabriel transmitía en 6030 kHz en Onda Corta en la banda de 49 metros y operaba con una potencia de 1,2 Kilowatt. Debido a que emite a través de la onda corta, la radio llamó la atención y comenzó a ser escuchada en el resto de las bases del territorio antártico argentino, el territorio continental argentino y varias partes del mundo.
Las transmisiones son de lunes a viernes de 15:00 a 18:00  en onda corta, y de 8:00 a 12:00, en FM, realizando un programa informativo y de interés general («Noticias y deportes»), que incluye noticias nacionales, internacionales, datos sobre el tiempo de las bases argentinas y el territorio continental, fechas de interés y música solicitada. En algunas ocasiones se integran llamadas de amigos y familiares desde el continente para sorprender a algún habitante de la base. Los datos meteorológicos provienen tanto de la Base Esperanza como de la Base Marambio.
Los alumnos y docentes de la escuela de la base, lanzaron en 2003 un micro radial llamado «Pingüinitos al Aire», siendo transmitido por LRA 36. Otro micro de la radio se llama «Argentinos en la Antártida» y cuenta sobre las historias y hazañas de algunos argentinos destacados en la historia antártica. Otro se llama «Reflexiones». Allí se realizan lecturas de libros y frases.
En el micro «Ciencia y Técnica» se informa sobre las novedades del mundo de la ciencia y la tecnología. «Efeméride y Santoral» recuerda acontecimientos históricos y el santoral de cada día. «Turismo» cuenta sobre los sitios más atractivos de Argentina. Finalmente, otro de los micros es «Costumbres y leyendas argentinas».
La radio incluye un programa por la tarde, de lunes a viernes de 15:00 a 18:00, llamado «De Esperanza al Mundo», que es escuchado por diexistas de varios países.

Las fotos que publicamos corresponden al tiempo inaugural de la emisora, recordando que desde LRA 24 participamos en una transmisión especial por ese hecho.

Buscamos sin suerte ver si la escuchábamos por internet, tal vez no tarde en se una realidad esta nueva forma de propalación.


HOMBRE Y PAISAJE: JORGE EDUARDO BRUZZO, Travesía por el paso de Lucas. Una experiencia de novela.



Jorge  –nativo de Escobar en la Provincia de Buenos Aires- reside en Tierra del fuego desde el 2 de febrero de 1985. Su experiencia en tareas de campo, heredadas de su padre -que se le anticipó en la partida hacia el sur- le dieron el ánimo de venir..., y así salió de Médanos, donde había pasado el tiempo de su adolescencia,  para compenetrarse de la realidad de este sur, algo que él siempre percibió como un contacto directo con la naturaleza.

“Trabajé en la rural, en las Estancias, en el campo y fue fácil, no tuve grandes inconvenientes. Para muchos dicen que es difícil trabajar en el campo, para mí no fue difícil. Para mí fue un caso muy lindo siempre me apasionó lo que es la vida y el trabajo en el campo, fue bueno, por distintas cosas dejé de hacer el trabajo rural, pero siempre estoy vinculado con la tarea. Toda la vida tuve caballos. Lo que más me apasiona en la vida son los caballos. Las dos cosas que me apasionó: el oficio de domar, de amansar y también el deporte. Mucha gente por ahí los mezcla a la doma y la jineteada. Siempre también en claro que la jineteada es un deporte, un divertimento y el domar es un oficio, un trabajo más”.

“Hice las dos actividades juntas, pero cuando domaba no jineteaba y cuando jineteaba no domaba. Eso me dio la gran pasión por los caballos y bueno en su momento traté de buscar algo más redituable. Busqué y busqué una escuela de equitación criolla y bueno salió esto de hacer cabalgatas”.

“La escuela de equitación marca diferencias, sobre todo con otros países, de sentarte arriba del caballo, de agarrar las riendas, seguramente lo ve un chico y se quiere aparecer a un cowboy y el gaucho de acá dónde está. Eso es lo que yo siempre me pregunté, me cuestioné y siempre quise apoyar”.

“De familia yo soy netamente tradicionalista. Todo lo que tenga  que ver con el gaucho y con la gente del campo me apasiono, me llevó y entonces siempre quise hacer eso y es más, hoy en día sin tener en escuela de equitación, hay gente que lleva a sus hijos a que le enseñe, lleva a alguien a manejar, ensillar, a que aprenda algo conmigo, a verlo ensillar. Siempre dentro de la netamente tradicional y de lo que tenga que ver con el gaucho  argentino. Acá hay otras costumbres, de todas las provincias, en Tierra del Fuego”.

“También me gustó mucho acá el trabajo con ovejas, el trabajo del ovejero. Si bien yo venía de una zona más vaquera, bueno me gustó esto y me adapté enseguida.  Allá se trabaja mucho más con caballo, con vacuno, pero igual acá el trabajo me gustó mucho”.



“De jovencito, desde que llegué nomás trabajé en la fiesta del ovejero, la competencia en Tierra del Fuego, en Santa Cruz, en algún momento. Me apasionó también el trabajo del perro ovejero. Hoy en día no lo puedo hacer porque estoy en otra actividad, pero bueno cuando pueda lo volveré a hacer, seguro. Al perro no lo dejé, lo tengo como compañero más que nada, está conmigo digamos, pero no sale a trabajar con ovejas”.

Jorge se afincó desde hace cinco años en la zona de Tolhuin donde comenzó una experiencia oferta turística de reconocimiento en la zona, partiendo de la cabalgata. De los primeros circuitos chicos que fue dibujando en torno la zona urbana de la tercera población fueguina, creció su esmero por lograr una propuesta original y así surgió la travesía por el Paso Lucas Bridges, sendero entre montañas no mejorado por el hombre por el que aquel pionero avanzó –dada su amistad con los indios onas- desde la estancia Harberton, sobre el Canal de Beagle, hasta consolidar un nuevo emprendimiento ganadero en Estancia Viamonte.

“De lo que había escuchado de Lucas Bridges  y de “El último confín de la tierra” y todo eso  –nos cuenta Jorge, lector de la célebre novela-   siempre lo tenía en mente y nunca podía conocerlo, cuando me acerqué allá, lo tomé como meta número uno conocerlo y todos después decían que no se transitaba a caballo desde el año sesenta y pico, que era imposible por el tema de los castores”

Al momento de realizar esta entrevista Jorge llevaba cuatro años de relevamientos del camino y tres tres temporadas de recorrerlo con turista en una experiencia que “viene a ser –como el dice-   la vedette de mis  ofrecimientos”.



 Había mucha gente que lo había hecho caminando, como Luisa Cárcamo de El Valdés, y en parte estaba marcado con pintura por los militares.  Y así salió él en un primer momento, valorando todo, como fotógrafo, como guía de cabalgata, estudiando la idea de hacer la experiencia de a caballo: “ Uno puede pasar, pero si tiene un cliente que no es muy experto en cabalgar, se para, tiene que hacer algo, digamos que este sendero es un poco, quiérase, su atractivo histórico importante o por lo que yo he visto en mis clientes, bueno el estanciero en el Último Confín de la Tierra tiene su atractivo histórico importante”.

De Lucas, y por su libro, se sabe más en el extranjero que acá, y por eso la mayoría de la clientela de Jorge es extranjera; los diálogos del camino han hecho crecer en el guía su admiración por el pionero: “Me gustaría haber sido amigo, aunque sea de él. Realmente por lo poco que he podido conocer de su vida particular valoro que haya sido un gran luchador y un gran emprendedor que se había . Se ha puesto como meta andar en esos lugares... civilizarlos, o poblarlo, detrás de lo que le indicaban los onas...”

Bruzzo se ha fijado una temporada para la travesía,  desde el 15 de noviembre al 15 de marzo, antes que lo sorprendan las primeras nevadas, y así nunca se suspendió una salida por mal tiempo, incluso cuando el cielo se oscurecía los clientes lo apuraron y estimularon a demorar la experiencia.

“El paso Lucas Bridges no es un turismo de extremo, está pensado como para que lo pueda hacer cualquiera. El 98% de la gente que llevo no anda a caballo, no sabe andar a caballo, pero bueno uno tiene que orientarle los medios del caballo e ir enseñándole y hacer escuela con él mientras dura la cabalgata, por ahí enseñándole todo eso y acompañándole. Esta mucho en la atención o en la guía que el vaqueano le da. Son muchas horas de charlas y de contarle cómo es esto, cómo se maneja, cómo sentarse arriba del caballo, pero le digo que a veces va gente que nunca se ha sentado en caballo y lo hace con un grupo de amigos sin ningún problema y otro dice un día y medio en el caballo, yo no me banco ni una hora. Muchos lo han hecho y se han bancado los días y chochos de contentos y te lo manifiestan  por ahí en el cuaderno de visitas que tenemos te hacen sentir que han vivido...”

Si bien la travesía inicial que caminó Lucas fue de sur a norte, la experiencia que dura dos días y medio y de a caballo, se realiza de norte a sur: “partimos de Aguas Blancas porque  de Aguas Blancas a Tolhuin está muy echado a perder el sendero,  y aparte para no ir por la ruta porque los camiones que pasan nos taparían con  tierra, digamos aparte. Es una marcha muy tranquila, se  hacen cuatro horas a la mañana y tres horas a la tarde, o sea que en total andarán seis horas a caballo, preparando el fuego con todas esas charlas que te digo. Tengo un mini refugio, un mini reparo nada más,  no hay refugios ni he  simulado los que tenían los onas, todavía no he querido meter en ese tema. Si está lloviendo y todo esto, para guarnecernos armamos las carpas y todo eso”.

En alguna oportunidad ha salido con un solo viajero, en otra con un grupo excepcional de 19 jinetes, siempre suma su gente que está en la logística de apoyo. Esta preparado para trabajar cómodamente con grupos de diez personas.

El viaje final termina en Harberton, donde la experiencia del viajero se enlaza con la oferta del lugar. A Jorge Bruzzo y los que le acompañan la queda la experiencia de volver con su tropilla, limpiando el camino de algún árbol que se cayó, preparando y arreglando un poco más los lugares en que se detienen a comer, cuidando la higiene  y atendiendo a fuegos que de mal apagados podrían destruir todo el encanto del paisaje. Y por sobre toda las cosas –para Jorge-  es el momento de trabajarse para adentro, de dialogar con el silencio, como lo hacían los onas, como lo hacía Lucas, y de pronto parar... por que se le ocurre, en un recodo cargado de misterios, y tomarse unos mates sin que los turistas se apasionen por fotografiarlo o filmarlo durante un tiempo interminable.





Estas vivencias fueron presentadas inicialmente en el número 33 del periódico EL RÍO, memorias de la zona. Con el tiempo desarrolló su Sendero Indio.

Aquí están los Barría, y los iremos conociendo ahora...



Promediaban los años 70 y una revista de Buenos Aires visita la Tierra del Fuego y se encuentra con ellos.
Viven en Laguna Escondida, en su aserradero, donde parecen estar muy conformes.
Gerardo llegó a principo de los 60 con su oficio de tornero. Aquí conoció a Gabriela, formó su familia y vinieron los hijos: Eloisa Gabriela y Gerardo Arturo.
¿Que pasó con los años cn los años?
¿Pudo facebook y su su magia permitirnos un encuentro con alguno de ellos?

La foto nos muestra a quien sería el entrevistado de aquellos días, nuestro Pelusa Barría...

En medio de la montaña todo todo hace suponer que uno encontrará solamente el paisaje, hay población habitada por los empleados de uno de los aserraderos del Lago Escondido. Allí viven los Barría. Gerardo llego hace trece años a la zona con una especialidad: tornero. Allí se quedó y fundó con su trabajo una familia.. Conoció a Gabriela y tuvieorn dos hijos. Eloísa Gabriela y Gerardo Arturo. El gana alrededor de 500.000 pesos por mes.

-¿Es dificil la vida acá?
-No, al principo cuesta un poco pero uno se acostumbra y lo pasa bien. Acá vienen muchos ue en poco tiempo se aburren, o no aguantan, y se vuelven.
-Pero Ustedes, que viven a 60 kilómetros de Ushuaia, ¿no están incomunicados?
-No, todas las semanas vamos a la ciudad a comprar cosas.Ropa para los chicos, comida, incluso  acá tenemos una escuela. Cuando mis chicos tengan que empezar a estdiar no habrá problemas.
-¿Que hacen los fines de semana?
-Nos reunimos en la casa de otro matrimonio o ellos vienen a la nuestra. Charlamos, jugamos a las cartas. En fin, lo pasamos bien.
-¿Pensás irte algún día?
-No sé, nunca me puse a pensarlo, pero creo que no. Acá hay progreso, trabajo, mis hijos y mi mujer ya tienen amigos. No veo por qué irme a otra parte si acá estamos bien.
-¿Pero no te parece que con tu profesión podrían hacer más cosas en la ciudad, por ejemplo?
-No, en Ushuaia hay trabajo, yo se que hay, pero es distitno, allá se precisa más plata para vivir y es otra cosa. A mi me gusta mucho la trnquilidad.

Si, ellos están bien, son felices trabajando y viviendo en este lugar. Si usted viene alguna vez por Tierra del Fuego, pase por est acasa, la de los Barría, y se va a dar cuenta que no es tan difícil vivir donde termina el país.

VIVENCIAS DE LA PESCA EN TIERRA DEL FUEGO Un escrito de Anibal Héctor Allen (*)

Mi viejo amigo y caballero de la caña Don Enrique…me había comprometido para que le contara a medida que se fueran produciendo las novedades que observáramos en la pesca deportiva de Tierra del Fuego. Tal vez en esta forma podría a medias disfrutar del goce de vivirlas, ya que por una u otra razón no pudo cristalizarse su proyecto de viajar a lo que él llamó “el Paraíso de los Pescadores”.
Distintos motivos y no pocas amarguras han hecho que me desconectara con este amigo que fue tan gentil conmigo. Por eso y en cumplimiento de mi promesa y con la esperanza de que alguna vez me lea, hago este pequeño relato de las experiencias por las que he pasado después que dejáramos de escribirnos.
Fue un verano, no sé si del cincuenta y cinco o del cincuenta y seis, que con una temperatura bochornosa para estas latitudes, decidí dar una vueltita por el Río Grande. Para los que no conozcan la Tierra del Fuego, el mayor de los ríos y el único que recibe del mar el famoso SALMON (perdón señores técnicos, sigo pensando que es salmón y no trucha Arco Iris).
Este río muy cercano de la población que lleva su nombre y al que se llega en contados minutos, luego de recorrer los once kilómetros que dista del pueblo, estaba esa vez tan claro como un espejo y bastante bajo, ya que por ser muy avanzado el verano de un año excepcionalmente seco, luego de un invierno casi sin nieve (como se imaginarán los lectores, los ríos de la Isla Grande son todos de montaña y luego de nutrirse de innumerables chorrillos, van a desembarcar al mar o al Lago Khami, situado al pié de las últimas estribaciones de la Cordillera de los Andes) su caudal se veía muy reducido.
La pesca estuvo  muy bien, ya que hubo un pique muy sostenido y los ejemplares gordos y muy peleadores. Ese día estrené un pescadero nuevo para mí, que queda muy al interior de los campos de la estancia María Behety, cuyo propietario, amigo personal de todos los deportistas, no había tenido inconveniente en autorizarme a entrar tantas veces como quisiera.
El pescadero en sí, es un gran remanso, formado por un recodo en el río, que asemeja a una especie de lago de unos cien metros de ancho, con una corredera más o menos en el centro, lo que hace que los especialistas de la mosca, se vean seriamente comprometidos para alcanzar buenos ejemplares, ya que estos por lo general se sacan de la corredera. En este lugar el virtuoso de la caña Míster Joe Brooks obtuvo según me han dicho muy buenos ejemplares.
Yo desde tiempo atrás había querido ir a tal lugar a pescar para alejarme de la playa y tratar de develar un misterio que me tenía intrigado, desde el año anterior y era que muchos pescados aparecían con unas extrañas cicatrices en el cuerpo que les destruía las escamas en forma semi-circular, cuando no era en forma de un círculo perfecto, del tamaño aproximado al que tenían nuestras viejas monedas de un centavo.
Cuántas veces lo comentamos en círculos de aficionados, siempre culpóse a los lobos marinos que suelen acercarse a la playa de Río Grande en busca de alimento, cuando los restos que arroja al agua el frigorífico local, atrae gran cantidad de róbalos que vienen en cardumen a comer bofes, pedazos de tripas, etc., que van a parar al mar. Ya es conocido que dichos lobos son grandes devoradores de peces.
Personalmente siempre creí que se trataba de mordeduras recíprocas entre seres de una misma especie, que quisieran justificar aquello del que el pez grande se come al chico etc…
Bien, luego de una hermosa tarde regresé a mi casa y mi esposa se dedicó a preparar uno de los salmones que había pescado para la cena, mientras yo fotografiaba, pesaba y desviceraba el resto para el clásico regalo a los vecinos y a los amigos, quienes por no tener paciencia para pescar no lo hacen, pero comen pescado.
Como decía me encontraba entretenido con el resto de la pesca en el patio, cuando una viva exclamación de mi esposa me hizo entrar en la cocina, donde sobre la mesa  culebreaba entre las vísceras del pescado recién abierto una pequeña viborilla de un color blanco plateado de unos diez centímetros escasos y a la que una vez que la inmovilicé con un palito, pude ver que se trataba de una pequeña anguila viva e intacta.
Ver esto y meterla en un frasco con alcohol, fue cosa de minutos no sin antes fotografiarla en todos los ángulos.
Según pude establecer posteriormente, cuando yo salí de la cocina mi esposa se puso a abrir el pescado y observó en primer lugar un coagulo de sangre semidescompuesta entre los intestinos del mismo y luego al darlo vuelta para localizar el origen de la hemorragia, salió de detrás de la vejiga natatoria la anguila mencionada y la sorpresa le hizo prorrumpir en la exclamación que yo oyera.
Así pues quedó flotando en el suspenso qué bicho será el que habíamos descubierto?
Habíamos leído Salar el Salmón en la revista Selecciones y posteriormente yo leí en Mecánica Popular, la lucha de las autoridades estadounidenses sostienen para extirpar una anguila que les destruye los salmones de los lagos, con el consiguiente perjuicio económico que representa la despoblación ictica de esos espejos de agua. ¿Pero sería la que nosotros encontramos un ejemplar de tal especie?
Ninguna de las personas a quienes recurrí la conocían ni la habían visto nunca y los viejos pobladores e indios, no las habían oído nombrar ni tenían idea de que éstas existieran.
Decidí pues seguir yendo a ese pescadero con la secreta esperanza de que apareciera otro pez atacado u otro ejemplar de anguila.
Pasaron varios días sin que nada hiciera creer que existieran otras, hasta que un día…
Pero empecemos por el principio. Fue un domingo por la tarde, en esos días en que por cosas de la pesca, no había pique ni rastros de que este pudiera darse en ese pescadero (el mismo que ya he descripto) así que me fui corriendo unos metros hacia el interior del mar hasta que llegué a una bifurcación del río, que deja en su interior una pequeña isla, que a su vez guarda en su seno una lagunita que dejaba allí la bajante del río. En la misma y moviéndose ya pesadamente por la falta de agua y el exceso de sol, trataba de enterrarse en el fango una anguila blanca se unos sesenta centímetros de largo y bastante gruesa.
Demás está decir que la saqué a manotones a causa del apuro hasta dejarla sobre el pasto, donde pude saciar mi curiosidad observándola por todos lados.
No pude menos que observar los formidables dientes, semejantes a los colmillos de un roedor, que se encontraban colocados en lo que sería el maxilar inferior de una boca en forma de una ventosa, con los labios superiores cubiertos de unas asperezas corneas o cartilaginosas que aparentaban las pequeñas espinas del tallo de una rosa. Los citados colmillos se encontraban situados muy al interior como si su poseedor los usara después de haber hecho presa con sus labios de la víctima ocasional.
Recién cuando la tuve bien segura en una bolsa mojada para que la anguila no se resecara con el viento, seguí tratando de pescar y como obedeciendo a un conjuro se abrió el pique consiguiendo sacar unos ejemplares que colmaron todas mis ilusiones de pescador.
Ya de regreso a mi hogar procedí a obtener una cuidadosa  fotografía de los ejemplares, que aparecieron con cicatrices y de la anguila. Desgraciadamente de ésta sólo salió una bien, ya que el resto se veló al sacar el fotógrafo el rollo de la máquina, según me dijo, por lo cual solamente puedo adjuntar las copias que se ven.
Si algún aficionado conoce el ejemplar que expongo de la anguila del cuento, y puede asesorarme sobre la misma le quedaré muy agradecido y creo que lo mismo pensarán todos los amigos pescadores que hayan tenido la paciencia de leerme.



(*) Me tocó conocer al comisario Allen en los últimos años de su vida en los que se dedicaba a ordenar la historia de la institución policial, y sus memorias. Quienes son mayores que yo lo recordarán en su condición de Comisionado Municial, algo antes como funcionario de la repartición a la que entregó su vida, y en la que ingresó después de un breve paso paro por la actividad privada, trabajando en un aserradero del Lago Khami. Pero no son los que recuerdan su condición pionera en materia de pesca, lo que llevo indentificar a un lugar de nuestro río con su nombre: Las Barrancas de Allen. Los nuevos fueguinos tienen presente que la Escuela de Policía lleva su nombre. La historia de su vida se prensenta en el libro A acha cuña y golpe. En las fotos se puede apreciar el busto que lo recuerda, junto a Horacio Gervasutti, su escultor.