Don José Romero : La vida de un pionero.


Llegamos a este escrito cuando Natalia Mazzucchi, casada con un bisnieto de Don José, me la remitió –por si no la conocía-, siendo el mismo parte inicial de un libro de Magdalena "Porota" Romero y Gabriela Longhini.

Terminé de leerlo y en una visita al Centro de Jubilados Ley 244 apreció una pregunta que no tenía respuesta entre la gente presente: ¿Quién era este José Romero que tenía una calle en Río Grande? Les di un bosquejo y les recordé que yo siendo concejal había promovido de nominación que terminó fijada a una arteria de Chacra IV.

Después vino mi ofrecimiento para que visitaran este espacio, con esta lectura. ...

Inserto en nuestros tiempos Don José, sería un personaje totalmente extraño. Sin embargo, quienes lo recuerdan de aquella época, nos pintan un tipo bonachón, algo tosco en sus movimientos, pero simpático en la charla, y generoso en su corazón, de mirada afable y clara. Don José Romero : La vida de un pionero -Papá, ¿Como es la Isla de Tierra del Fuego? Durante sus primeros años, imagino que Don José ha hecho cientos de veces esta pregunta a su padre, Y ya de joven, construiría su futuro con el corazón puesto en aquel inhóspito lugar. Antonio Romero se había encargado de relatar cuidadosa y detalladamente a su hijo José, la cálida servicialidad que los indios de la Misión Anglicana le demostraron en ocasión del accidente que sufriera en Cabo de Hornos. De regreso a España, habiendo servido en la guarnición de Filipinas, el barco en el que viajaba naufragó y Antonio, junto con los demás tripulantes fueron rescatados y asilados en Tekenika por los indios. Tal como lo describe Juan Hilarion en su libro "Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur", la idea de catequizar a los fueguinos surge en Inglaterra a mediados del año 1841.

Muchos infructuosos fueron los primeros intentos de llevar adelante esta obra hasta el año 1869, cuando el pastor Waite Hackim Stirling, secundado por Tomas Bridges, instalaron definitivamente la misión en la Bahía de Ushuaia. La finalidad de esta misión no fue solo catequizar a los indígenas y enseñarles a leer y a escribir, sino introducirlos en una forma de vida totalmente distinta, basada en el cultivo de la tierra, la utilización y cría de animales y las bases de la convivencia social y el respeto mutuo.

José Romero Caraballo nació en Sevilla, el 31 de Agosto de 1858. Sus Padres fueron Antonio Romero, y Juliana Caraballo. Sus abuelos paternos fueron Don Manuel Romero y María Valladolid de Torrija; y sus abuelos maternos Santiago Caraballo y María Baez de Chucena. Casi ningún dato tenemos de como fue su infancia, pero deducimos de que ha de haber sido un chico inquieto e ingenioso. Hacia sus jóvenes diecinueve años viaja a Portugal regresando al año siguiente (Agosto de 1878) a Sevilla. Para entonces había aprendido carpintería y mecánica, registrándose también como maquinista de barcos en la Armada española, oficio que nunca pudo desempeñar bien pues como se registra de sus dichos se mareaba con olor de las maquinarias. Contando con tan solo veinte años y un ingenio fuera de lo común, invento una maquinaria especial para aventar granos llegando a patentarla en Valladolid, España el primero de Junio de 1886. Del salario semanal que cobraba en aquel entonces, sabemos que Don José ahorraba un día por semana para ir haciéndose un fondito, junto con otros cinco compañeros, y poder así, viajar a la Argentina. El resto de sus amigos no pudieron venir, pero él, y acercándonos ahora a la parte que mas de cerca nos toca de su historia, hacia 1888, ya con treinta años de edad, viaja a Buenos Aires pasando por Olavarría y Bahía Blanca. En zonas rurales, donde se había criado, trata de introducir la maquina que había patentado, no consiguiendo venderla. Busca trabajo entonces como maquinista, ofreciéndose para reparar maquinaria agrícola; pero tampoco consigue empleo. Ricardo Rojas relata de sus labios cómo fue discriminado por su origen español al presentarte por un aviso en el diario, ante un empleador italiano. Desilusionado de estas tierras y añorando su suelo sevillano, camina un sábado rumbo al puerto cuando conoce a una persona (no contamos con datos como para determinar su identidad), por cuyo intermedio se contactó con la Empresa de Lucio Ravier, que había obtenido la concesión para la industrialización de la madera y construcción del primer aserradero en la zona de Lapataia

. Fue así como consiguió viajar a Tierra del Fuego, para trabajar como mecánico. Del relato que el mismo Don José hiciera a Rojas con motivo de la entrevista que mantuvieran para su libro "Archipiélago", sabemos que al no contar con certificados o cartas de recomendación que avalaran su aptitud para el trabajo, fue embarcado "a prueba", como lo llamaríamos en nuestros días. Convino con su empleador que si él cumplía con los requisitos para el trabajo que le ofrecía, éste le pagaría el viaje y el trabajo; de lo contrario, nada le debería. Una vez más salta ante nuestros ojos la simpleza de este hombre; y, valga mencionarlo con sincera añoranza el valor que la palabra dada tenia ataño. Ya en Lapataia, satisfizo largamente las expectativas de quien le diera el trabajo, solicitándole éste que se quedara con él, pero las ansias de nuestro pionero de conocer aquellas tierras, de las que tanto había oído hablar en su niñez, hicieron que renunciara y se embarcara hacia Ushuaia. Transcurría el año 1891 cuando se decide a montar allí otro aserradero a propuesta del Gobernador Godoy. Don José, hombre de garra y fé en el progreso convino con Godoy, quedarse en Ushuaia a sueldo mientras esperaba que desde Buenos Aires le fueran enviadas las más variadas y modernas maquinarias para la instalación. Había pasado muy poco tiempo en Ushuaia de la que describía mucho después la hermosa bahía de aguas tranquilas, una docena de pequeñas casas de madera y cinc, un pequeño muelle y no más de 40 pobladores. Ya empezaba a vislumbrar los frutos de su empuje, coraje y ganas de progresar... Don José formó su hogar con doña Teresa Messina, que llegó a América con sus padres. Estuvo primero en el Brasil, de donde viajó en carreta a Montevideo.

Pasó después a la Argentina y así fue como un día se encontraron en Ushuaia, manteniendo un estrecho vínculo con sus compatriotas Musso. Los datos familiares indican que doña Teresa dio a luz a 23 fueguinos, de los que cinco no alcanzaron siquiera a recibir nombre. No sin razón la casa era apodada "la Romería". El 18 de octubre de 1957 en nombre del Club de Madres, la actriz Amalia Sánchez Ariño le entregó a doña Teresa una medalla en reconocimiento a los méritos de esa mujer que dio a la patria tantos hijos en circunstancias tan poco propicias. Ella murió a una muy avanzada edad, gozando de todas sus facultades, para regocijo de su numerosa descendencia, con quienes vivía en Lomas de Zamora. Mientras, don José había fallecido el 23 de noviembre de 1935. Los Musso, llegaron a Ushuaia hacia el 1890, por invitación de Monseñor Juan Cagliero, quien escribió a su primero contándole de las tierras fueguinas. Éste, nacido en Piamonte pero residente en Sicilia, se entusiasmo con el proyecto y viajó a la Argentina. Aquí le ofrecieron viajar a Tierra del Fuego para organizar la Dirección de Tierras y Bosques. En este viaje Don José y Doña Teresa, se conocieron y en 1894 se casaron ante el gobernador Godoy, dado que no había juez en la región. Y así surge LA ROMERÍA DEL SUR. Siguiendo con el relato de la historia de Don José Romero, y tal como se cuenta en el libro que con el centenario de Ushuaia, editó la Municipalidad de esa ciudad bajo la dirección de Arnoldo Canclini. En Agosto del año 1893 el Gobernador interino Adrián del Buesto le encomendó oficialmente un viaje a Punta Arenas, nombrándolo maquinista en comisión ad honorem del vapor Golondrina para trasladar a los náufragos de la fragata inglesa Duchess of Albany. Era aquella época de muchos naufragios en la zona. Lo crudo de las condiciones climáticas, sumado en parte al desconocimiento de la región, convergían para hacer zozobrar muchos de los navíos que transitaban aquellas lejanas aguas. En julio de 1893 naufraga el Duchess of Albany, de bandera inglesa, y gran parte de los sobrevivientes fueron trasladados a Ushuaia por El Amadeo, al mando de Stephen Mustielich, embarcación que a su vez, en la noche del 26 de agosto, sufriría las inclemencias de un mar embravecido frente a las costas de Bahía Thetys. Es así como en Septiembre el Remolcador Golondrina transportaba a esos náufragos a Punta Arenas. En los documentos incrustados en el libro Don José es nombrado por el Gobernador Bustos, maquinista en comisión del Vapor Golondrina. El 30 de septiembre de 1893 recibe una nota de agradecimiento por su labor, rubricada por el entonces Gobernador del Territorio. "El gobierno del territorio ha visto con sumo placer que en trances difíciles encuentra entre sus pobladores eficaces colaboradores, y espera encontrarlos en todo momento y quién como usted desempeña desinteresadamente servicios donde ha probado inteligencia y creatividad" (también se puede visualizar en el libro). En Ushuaia, los víveres ya comenzaban a escasear. Innecesario parece mencionar que los barcos con las vituallas mínimas y necesarias, llegaban tan irregular como esporádicamente a la Isla. El remolcador Golondrina, sirvió además para remediar en parte aquel problema, regresando Don José en Septiembre del 93 con las provisiones que tanta falta hacían a la población. Poco antes del 5 de Abril, la goleta chilena Semira había encallado frente a San Sebastián cuando volvía de abastecer a la Misión Salesiana de Río Grande. En el mismo año, y debido a los desgraciados hechos que antes describíamos, se traslada la Sub-prefectura de Buen Suceso a Bahía Thetys, y Don José es nombrado para ese cargo; puesto que ocupo hasta 1899 año en que dicha Sub-prefectura es trasladada a Ushuaia, por no poder ser abastecida en forma periódica. Una vez en Ushuaia, como no se contaba con edificio para que funcionara, esta tiene su sede en la propia casa de Don José. Sus servicios navales continuaron por lo menos hasta el 12 de Febrero de 1900, pues se conserva una nota de la Gobernación en la que se le encarga la elaboración del presupuesto para la reparación del Ex vapor Comodoro Py, que luego es puesto en condiciones de seguir prestando servicios en el lugar. A esta altura de los hechos, la traza del pueblo de Ushuaia aparecía como indispensable. Había que dividir y mensurar los lotes de terreno para que la gente pudiera edificar y definitivamente afincarse en estas tierras. Delegados del Instituto Geográfico Argentino se embarcaron en el Villarino y el 8 de Febrero de 1894 comenzaron los trabajos de mensura y delineación de la península.

El 8 de abril el informe estaba terminando, siendo aprobado por la Oficina de Tierras el 19 de Febrero de 1896 y autorizándose al gobernador a recibir las solicitudes de lotes hasta tanto se organizará la Municipalidad local. Don José, lejos de imaginarse siquiera, lo vasta de su descendencia, o iluminado, tal vez, por alguna intuición colonizadora, fue el primero en hacer su pedido. Según el Consejo Agrario Nacional, los primero pedidos de lotes urbanos que se produjeron en Ushuaia fueron los siguientes: José Romero 15-5-96, sobre la manzana 20; Luis Fique, el 22-6-96, sobre la manzana 4, Ramón Vigo el 22-6-96 sobre la manzana 6; y así siguen los pedidos según la nota 26 P.114 del Libro de Juan E Belza, en la Isla de Tierra del Fuego, T.2. Colonización. Entre los años 1893 y 1935, Don José se ocupó de muchas cosas: desde dirigir personalmente la construcción de importantes edificios de la ciudad, entre ellos los principales edificios públicos, hasta ser presidente de la Comisión de Fomento; pasando por convertirse en propietario del hotel Miramar, de un Aserradero en Puerto Brown en sociedad con R. Schneider y Juan José Rocca, y de un barco con el mismo nombre de la Bahía; instalar otro Aserradero en la calle San Martín y Lasserre, en la manzana Nro 8 por encargue de la Gobernación y construir la Iglesia. Hacia 1895 empieza la explotación de la zona de Rio Pipo, que va desde Ushuaia hasta la bahía de Lapataia; Don José, por entonces, descubre una veta de carbón conocida como mina "Susana". En el mismo año recibe en el puerto San José, próximo a dicha mina, la expedición de Nordenskjold. Queda a cargo de la Ayudantía Marítima de Ushuaia. Dicho puesto lo ocupa hasta Enero de 1905, año en que es nombrado Sub-prefecto. Este nombramiento se formaliza el 25 de Enero de 1905. Tiene una actuación destacada en el Salvataje de la Goleta chilena "Vogador". La gobernación marítima de Punta Arenas, Chile, le envía una nota de agradecimiento por su accionar (que luego adjuntare a este escrito). En 1930 interviene en el salvataje del barco alemán "Monte Cervantes", alojando a los náufragos en su propia casa, en un altruista gesto de humildad y generosidad, que le es merecidamente reconocido por el Gobierno alemán mediante una condecoración que le otorgan en el mismo año con una placa de bronce y pergamino firmado por el Presidente de aquel país. En 1926 visitó al Presidente Alvear, pidiéndole mejoras para Ushuaia, y que el primer mandatario comentó: "Recibí en audiencia a un poblador de Tierra del Fuego. Un jastial más alto que yo, de 75 años, derecho como un roble, y que ha fundado una familia de veintidós hijos"

En 1934 le asignan un lote pastoril de 5000 has en Río Grande, que fue poblado por su hijo Fernando, y que fue conocido como Estancia Pooper. Hoy conocida como Estancia Violetas.(*) Don José Romero fallece el 27 de noviembre de 1935 a la edad de 77 años en Ushuaia. Hay varios autores que escribieron sobre Don José y que nos dan una idea de su personalidad y de sus logros,, como las obras escritas por Víctor Guillot, Ricardo F. de León, Arnoldo Canclini, José Luis Imaz, Juan Belza etc. También Ricardo Rojas nos dejó una semblanza que lo describe así: “Don José me recibe en pantunflas, vestido con un saco de solapas de seda; don José es andaluz, con medio siglo de residencia en Ushuaia; hombre corpulento, de cabeza cana y frente vigorosa; los ojos azules, la boca afeitada, pródiga en donaires, según la ley de su raza. Ha conservado el acento Guadalquivir, lo que hace más pintoresco sus decires. La salud del cuerpo le luce en las sonrosadas mejillas; la paz del alma, en sus ojos serenos”. Por obvias razones su casa era conocida como “La Romería”.



A los numerosos hijos se agregaban los amigos y los pretendientes. No podemos por supuesto hablar de todos ellos pero sí mencionar descendientes en la isla; a saber: Federico Romero, casado con Violeta Robert; Clara, casada con Luciano Cobián; María Francisca, casada con Arturo Varas; Margarita, casada con Lias Pol y Ofelia Leonor, casada con Camilo Pastoriza. Magdalena (porota para los amigos) que es considerada la primer maestra fueguina que ejerció en Ushuaia desde 1935 a 1955 y a Antonio, que fue el primero de la serie, porque participó en la comisión creada por Palacios para la demarcación de la actual Ruta 3 desde Ushuaia a Río Grande, a él le atribuyen por una anécdota, el Cañadón de Las Cotorras. Uno de sus bisnietos, "Carlos Pastoriza, quien ha efectuado una investigación sobre la vida de este pionero lo define como un ser que siendo > Y es poco lo que se pueda agregar a tan certeras palabras. El bisabuelo Romero fue un GRANDE". Es un verdadero orgullo, y un grato privilegio, llevar la sangre de este hombre que no se amedrentó con las condiciones adversas sino de ellas sacó fuerzas para contribuir en gran parte a la formación, desarrollo y progreso de la incipiente Tierra del Fuego. Y es también emocionante saber que tantos logros, fruto de no bajar nunca los brazos fueron acompañados de una infinita solidaridad y de un incesante espíritu de colaboración.

(*) La concesión a Fernando fue sobre Popper  Sarita, una psoeción anterior, pasa a ser Violeta, cuando la recibe su hermano Fedrico casado con Violeta Roberts.

SANTIAGO RUPATINI, en el centro de una recuerdo y una crítica..



Todo comenzó cuando María Ester Bustamante subió desde Río Gallegos una foto del abuelo con atuendo tradicional, esa que ilustra nuestra presentación.

Se me ocurrió buscar en la red alguna información adicional sobre él, y encontré en EL AVE SIMURGH, una escrito de 2008 que en el párrafo que más me interesa dice lo siguiente:


Por estos días estuve recordando con frecuencia a Santiago “Yorek” Rupatini. Y saludo con alegría de corazón este recuerdo, pequeño triunfo de la memoria sobre la injusticia y el crimen.

Yorek se pronuncia “Yor-k”, con un espacio libre, como para una vocal sin tono. La palabra, como el propio Rupatini decía, significa “hermano” en su idioma, el selknam. Él quería que lo llamaran así. Veo ahora que una calle de Tolhuin (quizás la ciudad más nueva de nuestro paìs, fundada en 1972) lleva el nombre “Santiago Rupatini”. Bajo el mismo nombre se lo menciona a Yorek en un expediente de “concesión” (en realidad, menguada devolución) de tierras fueguinas a integrantes del pueblo ona.

Para mantener viva la memoria, quiero compartir con ustedes lo que recuerdo de mi encuentro personal con Yorek Rupatini, en 1964 – hace nada menos que 44 años.

Estaba yo cursando el colegio secundario en Bahía Blanca. Me vinieron a buscar unos amigos, los Fantini, hijos de un periodista que vivía en la calle Rodríguez al 500, diciéndome que en su casa había alguien a quien debía conocer.

Los visitantes en casa de los Fantini eran dos, que habían hecho etapa durante ese día, esperando una combinación de vuelos. Venían de Ushuaia y tenían que seguir viaje hacia Buenos Aires. Uno de ellos, Rodolfo Casamiquela, por entonces un joven investigador que ya había publicado algunos trabajos sobre temas paleontológicos y antropológicos (en particular recuerdo uno sobre Lihué Calel). El otro era Rupatini.

Yorek era bajo y corpulento, con un fuerte tórax y manos grandes, curtidas en el trabajo del campo. Aunque aquel día de primavera era bastante fresco, le bastaba con una camisa liviana de cuadros. Luego comentaría que sentía demasiado calor si se ponía alguna prenda más. Utilizaba una campera tan sólo para llevarla al brazo.

Era un hombre de aspecto sereno, que nos contemplaba a los charlatanes adolescentes de ciudad con divertido interés, y nos hablaba con parquedad. Frecuentemente sonreía.

Ante todo, Yorek nos enseñó a llamarlo así. Después comentó el motivo por el que se lo llamaba “el último ona”: el sólo tenía conocimiento de que existía una pequeña comunidad de tres onas en el campo: su esposa, su hermano y él mismo. Los dos primeros habían fallecido ya. Comentó que era estéril; no había podido tener hijos, y atribuía esto a que su grupo había comenzado a tomar bebidas alcohólicas a raíz de su contacto con los blancos; de ahí el daño.

Nos describió su vida como campesino, los trabajos que realizaba en la cría de ovejas.

Algunos de nosotros habíamos leído el libro de José María Borrero “La Patagonia Trágica” (esa primera parte, donde investigaba el genocidio de los onas). Obligada fue entonces la pregunta por las matanzas de onas encomendadas por los Menéndez, por Rosa Braun y alguno más del linaje. Rupatini contó algunos episodios de estas matanzas que él conocía, y supimos entonces que nada en el libro de Borrero era exageración: el envenenamiento de una ballena para que la comiera un grupo indígena, las cacerías de personas, el pago a los cazadores por cada oreja de indio entregada, y luego por testículos de ona. No sólo se había destacado como cazador el tristemente célebre Colorado Mc Clellan; también alguno de los estancieros había participado. Así lo demostraba una célebre fotografía de Rosa Braun como cazadora, vistiendo breeches y botas, con el pie sobre un cadáver de ona y el fusil apoyado en el suelo, de la que alguien había sacado una copia - el original estaba en el Archivo Salesiano, a la sazón guardado en la sede de la Inspectoría de la congregación, en Bahía Blanca.

Charlamos largamente hasta la tarde. Entre otros temas, recuerdo que Yorek nos comentó que cuando se peleaba con su hermano por cuestiones de momento, o porque habían tomado, “nos puteábamos en castilla”, porque en ona no existían insultos personales. Se reía al narrar esto.

Yorek iba a ser presentado en un programa de televisión de aquellos tiempos. Entre La caldera del diablo, El show de Dick van Dyke, el clan Stivel y Pinky, se le daba un espacio a un integrante de un pueblo originario, claro que con sesgo pintoresquista – “tenemos al último ona”. Por su parte, Rupatini pensaba que podría aprovechar ese espacio para dar un mensaje en defensa de los derechos de los indígenas.

Tres días después, Yorek y Casamiquela pasaron de nuevo por Bahía Blanca en su viaje de regreso.

Esta vez no tuvimos mucho tiempo para conversar. Pero retengo un dato fundamental de lo que Rupatini nos relató. Un día antes de su presentación en el programa televisivo “me llamaron para saber qué pensaba decir. Les dije que se quedaran tranquilos, que no iba a contar nada. Y no conté nada; para qué.”

No supe más de Yorek Rupatini.


La nota se complementa con una apreciación sobre una experiencia televisiva más reciente, en la cual aparece el nombre de Badía, y sobre la que se puede encontrar in extenso lo dicho tras la siguiente signatura:


Me permito agregar alguna consideración con el tema de la esterilidad manifestado por Ramón como producto de ese encuentro con Santiago, en una conferencia dada en el HRRG por el doctor Juan Maglio, sobre te lema de la muerte, conversamos sobre el exterminio selknam, así lo llamamos en ese momento, y se dio como una apreciación que las grandes pestes de sarampión de 1924 podrían haber venido acompañadas de paperas, con alguna consecuencia sobre la fecundidad de los varones. Examinado luego los registros de nacimientos a partir de esa fecha apreciamos que aparecían madres nativas, no así padres en un número destacado. Esto se podía deber a lo avanzado del mestizaje o a la conjetura de Maglio.

También es de hacer notar que los pueblos americanos no tuvieron una estructura familiar estrechamente ligada a las prescripciones del Código Civil, y que la adopción establecía fuertes ligazones, similares a la de la consanguinidad, con lo que el trato de padre)hijo, nieto/abuelo era fruto del reconocimiento y gratitud, más allá de una derivación parental. Lo mismo que la hermandad, que no significaba estrictamente tener los mismo padres, sino sentirse hermanos.


EVOCACIONES***21 de abril de 1900. Naufragio y muerte sobre la costa fueguina.


 Es el que protagonizó un bote del acorazado Almirante Brown, cuando realizaba tareas hidrográficas sobre el litoral austral.

En el acto fallecería el teniente Mackinlay y cinco tripulantes.

Transcribiendo dichos del capitán de fragata Saenz Valiente que comandaba la nave se pudo saber que:

Una racha de viento hizo zozobrar a dicha lancha que tripulaban cinco marineros al mando del alférez de fragata Juan Mackinlay, sin que por mas esfuerzo que se hicieron lograse salvarse a los náufragos.
Según informes de informes de oficiales de la Armada que conocen el canal de Beagle, paraje donde ha ocurrido el lamentable suceso de que nos ocupamos, con frecuencia se producen estos, sin que los más expertos marinos puedan evitarlo.
Hay parajes en que los buques no pueden entrar por más que sea mar limpio, en este caso se ven obligados a largar lanchas que nunca se alejan más de mil metros del buque.
En caso presente, ha pasado algo semejante no obstante venir el “Brown” en dirección a Buenos Aires, continuaban los trabajos de sondaje, para lo cual se desprendió la lancha que tripulaba el alférez Mackinlay, la que navegaba a la vista del comandante Saenz Valiente.
La observaba este con su anteojo cuando de pronto fue sorprendida por un fuerte tifón del sur, que arrastró a la pequeña embarcación durante tan solo unos minutos, y la perdió de vista.
El comandante ordenó el salvataje en el acto, pero ye era inútil, pues no se volvió a ver más a la lancha ni a sus tripulantes.
Después de repetidos reconocimientos, y viendo que todo esfuerzo se estrellaba en lo imposible, resolvió seguir viaje a Puerto Madryn , desde donde ha comunicado al Ministerio la fatal terminación de su hasta entonces feliz expedición.
El alférez Juan Mackinlay,  era un apreciado oficial, querido de sus jefes y subalternos, muy contraído a su carrera, a la que profesaba adoración.
En la familia era motivo de digno elogio como buen hijo. Sus amigos y parientes reconocen las bellas cualidades del distinguido oficial, que ha dejado la vida en el cumplimiento de su deber cuando terminaba una empresa que tal vez le hubiera valido el ascenso

Los nombres de los que corrieron su triste suerte fueron  Segundo cabo de mar Ramón Martínez Pena, marineros Alejandro Flores, José M.Araujo, Martín López y José Navarro. Solo se encontraron los restos de dos de ellos, no pudiendo por ahora especificar cual.



Una calle de Río Grande lleva el nombre del Alférez Mackinlay.

En las últimas semanas supe de gestiones relacionadas con cambiar su nombre e imponer el de de Rodolfo Walsh. Fui interrogado sobre quien era Mackinlay, se suponía que por ser un apellido inglés era indigno de tener un reconocimiento público -la anglofobia crece en nuestra comunidad en determinadas épocas del año-, los remití a un escrito anterior a este y me quedé pensando que Walsh no era muy criollo que digamos.



Ante la muerte de la Hermana Teresa Battaglin

Final del formulario

 Ayer a la hora 20 falleció en Río Gallegos esta educadora de dilatada trayectoria en nuestro sur. Sus restos están siendo velados en la capilla del Instituto María Auxiliadora de la capital santacruceña y a modo de despedida traemos algunos recuerdos.

La primera en alertarnos sobre su muerte fue Susana Dobronic, que escribió:

Querida Hermana Teresa: quiero con estas sencillas palabras,llenas de sentimiento,despedirte y agradecerte por ser parte de mi educación...siempre estarás presente en mi corazón!!
Hoy dejas esta tierra,donde queda todo lo que has dado,honestidad,amor,sacrificio y valor...cumpliendo lo que dijo Jesus: "Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos,aún el más pequeño,lo hicieron por Mi"
Tu presencia marcó la vida de cada niña o joven que sintió tu cariño solidario,enseñasteis a amar,diste confianza,contención,...y tu franca sonrisa hicieron posible el acercarnos a tu cálida y tierna personalidad.
Hermana Teresa tus valores marcaron nuestra educación animada por la oración sencilla a nuestra Madre María Auxiliadora...Dios te espera en el Paraíso para gozar de la Vida Eterna,que descanses en Paz...jamás te olvidaré!!!

En 1951 la hermana Teresa Battaglin se recibió de maestra en la Casa de Bernal de Buenos Aires. Había dejado Italia cuatro años antes. Ese mismo año llegó al Colegio María Auxiliadora de Puerto Deseado para abocarse a la tarea educadora. En 1955 viajó a la Casa de Río Grande, en Tierra del Fuego, donde fue iniciadora de la escuela primaria. En la isla fue protagonista y testigo de sucesos verdaderamente históricos. Más adelante la hermana Teresa colaboró en las casas de Santa Cruz, Río Gallegos y San Julián, y fue directora de la escuela primaria e iniciadora de las Exploradoras de María Auxiliadora.

Pablo Beecher, luego de entrevistarla, publicó en el suplemento El Dominical del diario La Opinión Austral de Río Gallegos, estos sus recuerdos.

Los recuerdos de una maestra misionera...

El viaje  

El barco se detuvo por varias horas en Tenerife, Islas Canarias, y nos dijeron que podíamos bajar un momento, entonces los salesianos nos invitaron a visitar el colegio de la congregación para celebrar misa. Ellos nos dijeron que las hermanas de María Auxiliadora estaban terminando su colegio y que también podíamos conocerlo, entonces los salesianos se quedaron con sus pares y nosotras fuimos a saludar a las hermanas que estaban cerca. Allí vimos que vivían en dos o tres piezas y que estaban en plena construcción. Una de ellas nos preguntó cuándo seguíamos viaje, entonces en mi castellano elemental le respondí: “¡Mañana!”, en vez de decir: “Esta misma mañana” y otra dijo: “¡Tenemos tiempo para que conozcan la isla!”. Ahí me di cuenta que había una confusión y aclaré: “¡No!, ¡no!, mañana…” y señalaba con el dedo hacia abajo indicando que era hoy. En un coche de alquiler nos mostraron en poco tiempo esa isla maravillosa que es primavera todo el año. Me acuerdo que casi sobre la hora llegamos al puerto. 
Una hermana vino con una canasta llena de frutas para que lleváramos y fue la providencia, porque muchos se mareaban durante el viaje en barco y los limones fueron de gran ayuda. En el camarote íbamos tres hermanas y una señora que viajaba hacia el Brasil con su esposo -que iba en otro camarote-, porque él estaba ciego e iban a vivir con su hijo que los esperaba. Una de las hermanas viajaba bastante mareada y solamente toleraba la fruta que nos habían dado. Un sacerdote también viajaba mareado y nos pedía limones. El tema es que la fruta pronto se nos terminó y la hermana no podía comer nada que le cayera pesado, solamente fruta, entonces pasamos por la cocina -porque íbamos en tercera económica- y nos animamos a pedirle al cocinero algo de fruta. El nos observó y enseguida preguntó si éramos hijas de María Auxiliadora, porque tenía una tía religiosa que casualmente la hermana que tenía el malestar conocía. 
No dijimos nada, pero al día siguiente fuimos al comedor para almorzar, él se asomó a la puerta y dijo: “¡Por orden médica, comida especial a las hermanas!”, porque habitualmente la comida llevaba demasiada salsa de tomate. Además, el muchacho nos daba doble ración de fruta.
En el viaje tuvimos varias tormentas, pero yo afortunadamente dormía muy bien. Una noche teníamos tanto calor que abrimos el ojo de buey y a la mañana siguiente me extrañó encontrarlo cerrado. Una hermana me dijo: “¡Usted ni se dio cuenta que vino el camarero a cerrarlo porque había tormenta y entraba el agua!”.

En Buenos Aires
El 31 de enero de 1947 llegamos a Buenos Aires. El calor era insoportable. 
El 1 de marzo empezamos con las clases de magisterio, pero aún no entendíamos bien el idioma y una hermana nos empezó a enseñar el castellano. Mientras tanto la hermana superiora nos aconsejaba que no tuviéramos apuro por hablar, que escucháramos primero y que por tres meses no habláramos… ¡pero yo pensaba que sería mejor esperar seis! Este fue un año muy especial, claro. En Bernal conocí a Carolina Querol, que era hija de estancieros de Santa Cruz y en ese momento estaba haciendo el aspirantado. 
Hicimos cinco años de estudios y en 1951 nos recibimos de maestras, entonces la superiora nos envió a una colonia de Cosquín, Córdoba, para que conociéramos un poco el interior del país antes de marcharnos al sur. 
El 31 de enero, Día de Don Bosco, el transporte que llevaba de paseo a las hermanas de otra casa y a un grupo de exalumnas tuvo un accidente porque el chofer estaba borracho y chocó con un camión que llevaba hacienda. Murieron tres hermanas. Ese mismo día la hermana superiora había viajado a Córdoba para despedir a los chicos que terminaban la colonia de vacaciones y la llamaron para que no viajara a raíz del accidente.
En febrero volvimos a Buenos Aires y en la estación de Once nos esperaba la superiora, preocupada después de semejante desgracia. Me dijo: “¡Hermana Teresa!, ¡se va a la Patagonia!”. 
Había una aspirante a la que le pidió que fuera a suplir a una hermana que había quedado herida en el mismo accidente y que era cocinera en el sur, entonces ella fue de cocinera a la Casa de San Julián, pero poco después dejaría los hábitos. 

(Más adelante dos hermanos míos emigraron a la Argentina. Antonio trabajó en una fábrica de telas. Una hermana mía, Santina, trajo a la novia de Antonio para que aquí se casaran. Santina encontró novio, italiano, se casaron y unos años después volvieron a Italia. Tarquinio fue chofer). 

En Puerto Deseado
Me tocó Puerto Deseado en el Territorio de Santa Cruz. La hermana superiora me dijo: “Vas a dar clases… y además, lo que diga la hermana directora”. Mi viaje fue en tren hasta San Antonio Oeste y después continué en micro.
En 1951 me recibió en Deseado la hermana Antonia Brera y antes que me saludara, una chica huérfana que vivía en el colegio dijo: “¡Hermana directora!… ¡llegó la cocinera!”, porque también cambiaban de cocinera. Me tocó, además, cocinar. Me fui acostumbrando a la comida, pero me llamaba la atención la cantidad de carne que la gente consumía.
Me quedé tres años en el colegio y di tercero, después pasé con las mismas chicas a cuarto y luego a quinto. En esa época se llegaba a sexto grado y cuando las chicas supieron que me iba a Río Grande, me dijeron: “Hermana, ¿por qué no se queda un año más para terminar con nosotras?”. Muchas eran pupilas de familias del campo. Me gustó mucho Deseado.
En esa época las casas del sur -que son cinco- dependían de Chile, pero surgió un problema por los estudios, porque en Chile no querían mandar a sus maestras a la Argentina y las argentinas no podían ir a Chile a enseñar, entonces las cinco casas -Deseado, San Julián, Santa Cruz, Gallegos y Río Grande- finalmente pasaron a depender de Buenos Aires.



En Río Grande
En 1955 me recibió en la Casa de Río Grande la hermana Luisa y las demás hermanas eran casi todas italianas. La directora, también italiana, me dijo: “Hermana Teresa, que las chicas no sepan que usted es italiana, de lo contrario las alumnas pueden decir que como es italiana, no sabe nada como para enseñarles”, porque las otras hermanas eran italianas, daban clases, pero no eran maestras ni tenían estudios de castellano y a veces mezclaban las palabras, entonces yo tenía que hablar solamente en castellano. 
Un día vino a visitarnos el rector mayor de los salesianos, entonces enseñé a las alumnas un poema italiano y comentaban: “¡Me parece que la hermana Teresa es italiana porque lo pronuncia demasiado bien!”. 
Un año antes de mi llegada había estado en la Casa de Río Grande una hermana argentina, pero se enfermó a raíz del frío y cambió de destino. El frío no me hacía nada, el calor me hacía mal. Había un médico que no quería atender a las chicas en el colegio, solamente si estaban en sus casas o en casa de sus tutores, aunque fuera un resfrío. 
Una vez, una chica se enfermó de sarampión y su tutora tenía una beba de meses, entonces nos pidió que la tuviéramos en el colegio, pero el doctor no lo permitió: “Usted es la encargada, usted se la lleva”, le dijo. Esa beba se enfermó y casi se muere.

La tarea educadora
En esa época todavía no dábamos clases, sino que se recibían alumnas pupilas y durante la primavera y el verano se las acompañaba caminando a la escuela pública que estaba a una cuadra. Eran chicas de campo, de padres separados o huérfanas.
Me acuerdo que en una época hubo una maestra que se emborrachaba y a veces no iba a dar clases. 
En la casa dábamos clases particulares a chicas y chicos durante el invierno, que era cuando tenían las vacaciones. Era un ejército de chicos y venían contentísimos para aprender y reforzar los temas de estudio. Me acuerdo que una vez la hermana directora le dijo a un muchacho que ya estaba demasiado grande para seguir viniendo a las clases particulares y él dijo: “¡Ay, hermana, lo que pasa es que lo que yo aprendo con la hermana Teresa después me sirve para todo el año!” (muchos años después volví de visita a Río Grande y encontré a este muchacho, casi gerente del banco. Me reconoció y me saludó emocionado). 
En la casa, todos los años preparábamos a los chicos para la comunión. El párroco salesiano cruzaba la calle y daba misa.
En esa época estaban las últimas descendientes de aborígenes. Me acuerdo que una chica era hija del último cacique. Estas chicas tenían mucho carácter, pero las alumnas eran consideradas todas iguales, sean aborígenes, argentinas, chilenas o hijas de europeas. Muchas eran hijas de estancieros o empleados del campo.
Me acuerdo cuando fuimos al norte de la isla para participar del acto por el inicio de la explotación del petróleo. En el puerto había un buque petrolero. Las chicas tenían mucho entusiasmo, cantamos el himno, el gobernador dijo su discurso y todos esperábamos que sucediera algo especial, pero solamente abrieron simbólicamente una llave del oleoducto y el acto terminó. Las chicas, desilusionadas, preguntaban: “¡Hermana!… ¡¿para esto vinimos?!”.
Muchas veces íbamos con las chicas de paseo a Ushuaia, pero poco antes de llegar había una subida pronunciada en la que nos deteníamos para contemplar el paisaje desde el Paso Garibaldi. Una vez subíamos la cuesta en el micro y les dije: “¡Chicas!… ¡miren qué belleza de paisaje!” y cuando me di vuelta, estaban todas escondidas del miedo.
En Ushuaia estaba la cárcel que ya no funcionaba. Nosotras parábamos con los salesianos o en casa de familias amigas, pero regresábamos de tarde. Me acuerdo de algunas familias como los Pechar.
En 1955 fuimos las que empezamos la Escuela de María Auxiliadora, con primero inferior, primero superior, segundo, tercero, cuarto y quinto.
Me tocó dar clases en dos grados a la mañana y en otros dos grados a la tarde, porque era la única maestra titulada. Me acuerdo que a los de primero debía hacerles las tareas cuaderno por cuaderno. Me gustaba muchísimo la docencia. 

Los recuerdos
Otras veces nos visitaban hermanas o sacerdotes salesianos y también de otras congregaciones como las vicentinas, que llegaron por primera vez a Río Grande y se alojaron con nosotras durante algunos días. 
Ellas atendieron el Hospital Militar hasta que se cerró. 
En Deseado había tenido fuertes dolores en una pierna y el malestar me duraba dos o tres días. El médico me dio unos remedios y me mejoré, pero en Río Grande volvieron los dolores. La hermana directora le preguntó a una maestra por un médico y ella le dijo: “El médico del batallón, que es bueno, está de campamento y el otro, si usted quiere que la hermana se muera pronto, llámelo”. En ese momento por suerte encontraron un enfermero buenísimo que me dijo que mi dolencia era fiebre reumática y me dio unas inyecciones que me curaron. 
Más adelante conocimos al doctor Oriol Doménech, otorrino, que después vivió en Río Gallegos.

Entre los momentos difíciles… En 1955, durante el gobierno de Perón, tuvimos miedo. Había un comerciante de Río Grande que mandaba a su hijo a Buenos Aires para que hiciera sus estudios, pero el año en que quemaron iglesias, decidió que su hijo estudiara en Río Grande. En ese tiempo nos enteramos que algunos querían quemar el Colegio Salesiano o el María Auxiliadora, pero en el pueblo no encontraron a nadie que aceptara ayudarles para semejante bajeza. Me han contado que por más dinero que les ofrecieran, respondían: “Yo a las hermanas no les puedo hacer daño”. 

El gas nos cambió la vida… Un empleado que mandaba la Comisión de Fomento al colegio nos cortaba la leña para las estufas, porque costaba calefaccionar el edificio. Había que buscar con un camión los troncos de lenga en el frigorífico y este buen hombre los hachaba. Además teníamos algo de carbón.
En 1958, YPF instalaba la red de gas. En el pueblo mucha gente tenía miedo de que le instalaran el servicio domiciliario, pero nosotras ni lo dudamos por la comodidad que significaba. Me acuerdo que un ingeniero pasó por el colegio para preguntarnos si estaríamos dispuestas a consumir gas y fuimos las primeras de la lista, después todos los vecinos fueron anotándose.
Una vez que se hizo la instalación de gas en el pueblo, se cambió el ciclo lectivo, además que las maestras que venían del norte querían tener sus vacaciones en verano para volver con su familia.

En las casas de Santa Cruz, San Julián, Río Gallegos y otra vez Río Grande
Entre 1964 y 1966 estuve en Puerto Santa Cruz. Hacíamos excursiones a la estancia “Cañadón León” que administraba Thomas O’Byrne, padre de una de las alumnas. 
Más adelante estuve otra vez en Río Grande y me encontré con su hijo, “Pat”, que administraba la estancia “Cullen”. Una vez fuimos de paseo a la estancia “Sara” con un grupo de hermanas de Chile, pero llegamos sin avisar y nos encontramos con que tenían visitas, entonces seguimos viaje y llegamos a otra estancia que estaba cerrada porque los dueños habían viajado a Buenos Aires. En lugar de ir hacia el lado chileno, nos acordamos de la estancia “Cullen”, donde los O’Byrne nos recibieron maravillosamente bien. El tema era que el personal estaba de franco por el domingo y los peones, que eran todos chilenos, vinieron rezongando a preparar el fuego, sin embargo cuando supieron que las hermanas eran chilenas cambiaron la cara, se deshicieron en atenciones y nos hicieron un asado riquísimo.
Me tocó organizar el grupo de las Exploradoras de María Auxiliadora, así como los salesianos tenían los Exploradores de Don Bosco, entonces nos juntábamos las tres hermanas de tres casas: Rosita Simeone, Carolina Querol y yo, con todas las alumnas exploradoras para hacer durante el verano un campamento en común en alguna estancia. Eramos las tres inseparables. Me acuerdo que en una oportunidad lo hicimos en la estancia “Las Buitreras”. 

En 1968 volví a la Casa de Río Grande, buscaba leer cualquier libro nuevo de educación para prepararlo en un cuaderno y darles ejercicios a las alumnas. Cuando las demás vieron eso, dijeron: “¡Esta se prepara mejor que nosotras!”. Más adelante fui directora de la escuela primaria.
En 1975 me trasladé a San Julián, donde fui maestra. Me encontré con alumnas sobresalientes y muy capaces en matemáticas. Me acuerdo que escribía el problema en el pizarrón para explicarlo y no terminaba de hacerlo que una chica daba el resultado. Un día le pedí que no lo dijera enseguida para dar la oportunidad a las demás. Me enteré luego que fue profesora.

En 1984 regresé a la Casa de Río Grande. Una vez las alumnas del colegio empezaron a decir que tal o cual maestra era “vieja” y que habría que cambiarla -¡porque tenía más de cincuenta años!-, entonces para que no dijeran nada de mí, que tenía setenta y seguía dando clases, pedí celebrar en privado mis bodas de oro de profesión para que no dijeran nada de mí.
En 1988 viajé a la Casa de Gallegos, pero en 1992 retorné a la isla hasta 2002 y al año siguiente recibí el premio “Divino Maestro” que otorga el Consejo Nacional de Educación Superior. 
Una vez vinieron a saludarme los chiquitos de jardín y una nena quiso hacerme una pregunta: “¿Cuántos años tiene?” y contesté: “¡Sin cuenta!”, pero ahora todos saben que ¡cumplí los 90!


EVOCACIONES** Abril 19 de 1899. Se incendia la comisaría de San Sebastián.



El incidente parece formar parte de una rebelión encabezada por Felipe Barragán, nativo ona, educado entre los salesianos de Punta Arenas.

El juez de Paz de Río Grande, Javier Soldani se dirigió desde aquí hacia la Misión, pero los indios mataron su caballo y fue baleado en una pierna.

También se lo acusó a Felipe de haber incendiado la casa de los soldados de San Sebastián, cuando estaban dormidos.

Luego, son muertos dos mineros.

Pero en estas tres acciones no se pudo constatar la presencia del ona en cuestión que será muerto por encargo de los ganaderos sobre el límite fronterizo.

El indio Felipe es principal personaje en la novela de Pavel Oyarzún titulada: Barragan; donde participa de un complot con Covadonga Ona, nativa fuegina que trabaja en casa del cónsul Stubenrauh, apoderado de Popper, y tiene tratos con emigrados de la comuna de París.











































La foto muestra a Covadonga Ona, tomada por su patrón, R. Stubenrauch, del sitio Aborígenes de Magallanes.

NACIONAL o FEDERAL


Promediando los años 90 descubrí el    Archivo General de la Nación como un importante repositorio sobre el ayer de nuestra Tierra del Fuego. Hasta entonces había trabajado con fuentes dispersas, incrementando mis conocimientos del ayer con testimonios logrados por la Historia Oral, pero examinando detenidamente las Crónicas de La Candelaria, los Archivos de Vialidad Nacional en Rio Grande, y el quantum acumulado en el viejo Juzgado de Paz.
Allá en Buenos Aires se acumulaban expedientes del Ministerio del Interior, en orden cronológico, conteniendo información de las diversas gobernaciones bajo su tutela, incluidas en ello la fueguina hasta su transformación en Gobernación Marítima.
De ese todo sin catalogar había que ir pidiendo paquete por paquete de expedientes y ver los que hacían referencia a nuestro lugar. No sabiendo por cual comenzar elegí el 1900 y avancé en ellos, sabiendo que los habría de antes, pero que quedarían para un trabajo de examen cuando terminara el derrotero del siglo XX.

Se podía apreciar el rastro de algunos investigadores sobre nuestro camino, tal vez el Padre Juan Esteban Belza, pero también se podía apreciar que en sus obras no se hacía transcripción plena de los contenidos de archivo, puesto que su consulta respondía a búsquedas parciales según la  investigación.
Al AGN solo se podía ingresar con un cuadernito y una birome, las fotocopias eran caras, y algunas de cierta antigüedad no autorizadas. El espacio se poblaba con investigadores nacionales (cuadernito y birome), y los extranjeros (notebook y scanner). También estaban los empleados por diversos estudios jurídicos, escribanías, que trabajan de dilucidar herederos sobre bienes inmuebles de Buenos Aires. Uno de ellos trabajó un tiempo con la testamentaría de Popper, allí depositada.
Viví un tiempo esta actividad, juntando francos en la radio, consiguiendo pasajes por campo, y aprovechando el alojamiento en el departamento de los primeros hijos que se fueron a estudiar a la gran ciudad.
Pero pronto dimensioné que larga sería la tarea sin radicarme en Buenos Aires. Charlando con otros provincianos advertimos el problema en común: la historia de la provincias está en la Capital Federal (ya comenzaría a llamarse CABA) y mucho más para los que habíamos sido Territorios Nacionales.
Cuando se registró el ascenso del kichnerismo Meneka Velázquez me preguntó que necesitaba –fue el primer y único político que me abordó de esa manera-, yo tal vez podría haberle pedido un puesto para hacer esta tarea viviendo de continuo en la capital, o pasajes, o viáticos, en fin.., o un equipamiento como el los investigadores extranjeros. Pero se me ocurrió pensar que otra podrían ser la solución: traer el archivo aquí. Instalar en el interior del país catálogos de consulta computacional que posibilitaran la consulta del material lejano por innumerables investigadores del interior.

Pensaba que esa experiencia podría comenzar con nuestra Tierra del Fuego, y que el AGN podría sr también un Archivo Federal de la Nación.

EVOCACIONES. Abril 11 de 1765 . Sobre la costa fueguina Francisco de Torres –Paquito- cae al agua.



El historiados y escritor Enrique Inda (FOTO) ha tomado este acontecimiento vivido por un tripulante de la Purísima Concepción, nave náufraga en estas costas en su andar del Atlántico al Pacífico, para desarrollar la historia de este viajero que se ve condenado en momentos en que la mayoría se salva volviendo a Montevideo en el Saint Louis y las Animas, un barco hecho con los despojos de la nave siniestrada, se ve condenado a la muerte por el incidente que aparece relatado en la crónica de la siguiente manera:

“11 de abril de 1765: a las diez y media de la noche, se nos cayó al agua Francisco de Torres y n se pudo recoger por la mucha marejada”.

En los escritos de Inda titulados Los amores de un náufrago, que publicara en el número 286 de la revista Todo es Historia- se refiere a los detalles de aquel accidentado viaje- que daría origen al primer astillero fueguino y la primera  misa.

Se describe una relación sentimental con una indígena del lugar, de identidad Haus, y se conjetura sobre una procreación entre el viajero y la fueguina.

Es que años  después –en 1792- la expedición del capitán de fragata Juan José de Elizalde encontró en un joven de apariencia mestiza un crucifijo que llevaba la siguiente inscripción “A Francisco de Torres, recuerdo de su madre”.


Las historias de amores entre nativos y visitantes abundan, tal vez como una forma de encubrir relaciones más violentas o informales en el plano de lo sexual que siempre ha conflictuado a las personas y redefinido a los pueblos en tiempos de guerras e invasiones.

¿DÓNDE ESTÁN LOS LIBROS FUEGUINOS?

Esta pregunta me viene arrastrando desde una semana cuando la morir Carlos Baldassarre afloraron tras nuestros comentarios tantas demostraciones de afecto por el profesor.
Y la pregunta se relacionaba con otra: Dónde están todos los libros de Carlos? Yo podía responder encasa, en la suya tal vez también, pero fuera de estos ámbitos privados.. ¿Dónde en lo público?
Estarán en el Museo de la Ciudad donde sirvió como Director por más de una década. No hubo pronunciamientos ni formales ni concretos por su pérdida, por parte de la corporación municipal, pero tal vez atesore parte de sus obras como una herencia.
Aunque no se perfila así, al menos de manera aceptable.
Es que no hay en el medio un lugar donde alguien pueda acudir a requerir las publicaciones que sobre el medio se han escrito.
Si en algún momento alentamos la realización de estos repositorios se nos señaló que sería para el próximo presupuesto, o luego de las próximas elecciones, pero la cosa no avanzó.. Los viejos libros sobre la Tierra del Fuego todavía se pueden encontrar en el Museo Salesiana –institución privada- o cercanos a la vieja vitrina de la Biblioteca Schmith donde Tita Romero los tenía al resguardo haciendo un préstamo restringido de los mismos..
Es que de las Bibliotecas muchas veces los libros salen, pero no vuelve..
El impulso dado por el Padre Juan Esteban Belza por los años 70 al conocimiento de nuestro ayer multiplicó las obras fueguinas. La incorporación del offset y la computación facilitó la tarea de edición de textos.
La Tierra del Fuego se llenó de escritores, por lo que te salía un moderno televisor te podías imprimir un libro.., el problema que venía después era la distribución.
Recién en la última década aparecieron librerías convencionales que a veces aceptan los libros del autor fueguino, no siempre ponderándolos en su exhibición.
La Editora Cultural, nacida durante la gestión Ríos, posibilitó la impresión de numerosas obras, algunas de ellas entregadas a bibliotecas escolares donde diversos criterios de los responsables de las mismas posibilitan la visibilización o invisibilización de los libros.
Ayudó en esta tarea el menguado Plan de Lectura.
Pero para el lector común interesando.., ¡cuántos problemas a la hora de encontrar un trabajo de un escritor local! Casi tanto como el de algunos autores para encontrar lectores.
Y el estado con repositorios ausentes.
Mucho ayudó en la difusión de las obras de autores locales el rincón abierto en panadería La Unión, en Tolhuin.. Otra iniciativa particular.
Pensar que con el sueldo de un funcionario jerárquico, que seguramente se colocaría al frente de un área de esta naturaleza –digamos unos 26 mil pesos- se podrían ir adquiriendo muchos y variados ejemplares.
Pero la cosa sigue así, y en estas instancias vacías de futuro no aparece el libro como una prioridad.
Traigo a colación una anécdota: Un día vi que en el cesto de la basura de una imprenta había una importante cantidad de bolsas, y de una de las cuales aparecían libros. Me acerqué y vi que se trataba de un escrito de Baldassarre del cual habían faltado tapas. Pasé y pregunté sobre que pensaban hacer, estaban en la basura--- Habían esperado la orden por más tapas pero esta nunca había llegado. Los cargué en el baúl del auto y al día siguiente los visité a Carlos. Se acercó los miró y dijo que ya estaban  húmedos. Le pregunté si se los dejaba. Me dijo que tenía otro tanto en casa que no había conseguido vender.
Me puse a pensar que Baldassarre había caído ya sobre el magnetismo pleno del filatelista, que sabe que cuantas menos estampillas existan, estas más valen. Pero la función del libro es multiplicar, democratizar.
En casa, se fueron secando, no estaban todos húmedos, y así sin tapas los fui regalando al conjunto de curiosos e interesados que suelen visitarme.




EVOCACIONES*****Abril 8, de 1896. La memoria del gobernador Señoret, gobernador chileno en Punta Arenas, contienen algunas apreciaciones sobre el tema del indio, en Río Grande.



La misión de Río Grande, en la parte arjentina de la Tierra del Fuego, fundada últimamente por los salesianos, no responde a propósito alguno civilizador. Es simplemente una estancia de ganadería; pero, aun en el caso que tuviera por objeto propender a la civilización de los naturales, ella no podría satisfacer, desde el punto de vista nacional, puesto que se encuentra en territorio estranjero.
Por otra parte, los misioneros salesianos que se cambian de Dawson, territorio chileno, a Río Grande, territorio arjentíno, tienen que predicar a los neófitos indíjenas allí el amor a la patria chilena i acá a la patria arjentina. Esto es inaceptable i se halla en pugna con los sentimientos que despierta la palabra patria.
No hai ejemplo en la historia del mundo de que haya podido civilizarse un pueblo salvaje sin que el pueblo civilizador se mezcle a él para trasmitirle los hábitos de cultura, dominando su resistencia i desconfianza i despertando en él nuevos sentimientos i nuevas ideas.
El pueblo araucano, el mas indómito quizás de la tierra, resistió a la dominación de los incas ántes del descubrimiento de Chile. Llegados los españoles resistió todavía durante tres siglos i medio. Fué necesario que el Gobierno de Chile, en época demasiado reciente para recordarla, fundara numerosos pueblos; cruzara su territorio con telégrafos i ferrocarriles; mezclara el pueblo chileno con él para conseguir dominarlo i civilizarlo.
Igual procedimiento debemos seguir con los onas si no queremos que esta vigorosa sangre se estinga.
Necesitamos hombres de buena voluntad i bastante abnegados que se resuelvan a vivir entre los indíjenas en su propio territorio, para inducirlos poco a poco a abandonar esa vida errante i azarosa que llevan i enseñarlos a construir vivienda que los resguarde de las crueles inclemencias del tiempo de estas rejiones; hombres que con su ejemplo les demuestren cómo con el trabajo i la prevision no se carece de alimento durante todo el año, i que abran a sus intelijencias los horizontes para ellos desconocidos de la civilizacion i de la patria.
De esa manera se llegaría pronto al fin perseguido sin violentar los sentimientos humanitarios, i armonizándolos, por el contrario, con los intereses industriales i de colonizacion que queremos radicar en la grande isla de Tierra del Fuego.
Si se crearan pequeños puestos militares en el territorio indíjena, es indudable, dado el carácter de los indios i los ningunos medios de movilidad de que disponen, que bastarian para mantenerlos tranquilos i se evitarian los robos i matanzas de ganado que canto perjudican a los hacendados i que son el oríjen de la lucha iniciada ya entre bárbaros i civilizados.
Los hacendados no tendrian reparo en imponerse ellos mismos una lijera contribucion de carne en beneficio de los indios, i éstos no tendrian necesidad de acudir al robo de las ovejas para atender a su subsistencia.
El personal da aquellos puestos, al mismo tiempo que estaría encargado de la vijilancia de los naturales i del territorio, serviria de amparo i garantía a las industrias; propenderia a la civilizacion de los onas atrayéndolos e inducíendolos a radicarse en las vecindades con los ausilios de alimento que les ofreceria i que, como se ha visto ántes, proporcionarian los mismos hacendados.
Poco a poco el indio iria comprendiendo las ventajas del trabajo i del cultivo de la tierra, la utilidad de los animales domésticos i la necesidad de establecerse fijamente en un punto.
La ubicacion de estos puestos militares debe ser cuidadosamente estudiada para satisfacer al triple propósito que se persigue: civilizacion de los indios, colonizacion de la isla i proteccion eficaz para el tranquilo desarrollo de sus industrias.
Por lo que se refiere al personal de cada puesto no hai necesidad de que fuera numeroso. Quedaria bien guardado i podria atender a toda emerjencia con solo tres guardianes. No son mas numerosos los individuos que actualmente mantienen los estancieros en los puestos para el cuidado de las ovejas i todavía se hallan separados unos de otros por distancias de 15 o mas kilómetros, habiendo en algunos un solo hombre.
Los guardianes deberian ser casados i residir con sus familias para enseñar con su ejemplo a los indios.
A la cabeza de cada puesto debe colocarse un misionero franciscano, por considerar a los de esta filantrópica órden relijiosa como los mas a propósito para estas tareas de catequizar a los indios i de enseñar a los niños. Por lo demás, 1os franciscanos han demostrado en Arauco su abnegacion i dado pruebas del éxito de sus trabajos.

Escojiendo para la ubicacion de cada puesto una comarca que se preste para trabajos agrícolas, industria de madera u otras, no seria difícil obtener que algunos colonos nacionales se establecieran allí, lo que contribuiria poderosamente a la civilizacion de los indíjenas i a que éstos adquieran prontamente el idioma i los hábitos nacionales. Al cabo de pocos años cada puesto estaría ya trasformado en un pueblo i así insensiblemente la poblacion indíjena se habría mezclado con la blanca.