Las puertas del 2015.1





El juego que mes a mes nos damos en Cordón Cuneta tiene un principio de resolución al presentar primero los que fuera el Centro de Rehabilitación de Adicciónes sobre lo que fuera la casa del médico del Frigorífico.+




El Albergue Municipal, nacido como Albergue de la Juventud.


Casino STATUS.


Gimnasio Miguel Bounicelli.


Canal 13.



Ex bar Carioca.


Casa de los hermanos, misión salesiana.


Casa Kiko Kóvacic.


Casa Gerente de Aerolíneas.


Casa de Sara Sutherland de Menéndez.


La escuela 2 y sus puertas -grandes y chicas- hoy Intendencia.



Familia Cuesta.


Casa Bishop.


Casa de Chinchorro, Ravidavia casi Bilbao.


Familia Sist.


Cooperativa eléctrica.


Antigua oficina Trejo.


Club QRU.


Delegación del Ministerio de Gobierno.


Don Peppone.

39 años en mi historia radial.


Era el día de los inocentes cuando yo caminando hacia la imprenta de El Austral, periódico que venía dirigiendo, fui llamado por Jorge De Amuchategui que pasaba con su auto de la altura de Autosur.
Me ofrecía trabajar por un contrato en LRA 24 a partir del 2 de enero.
No pregunté cuanto, sino como. Y me dijo que debía presentarme a las 10 de la mañana donde Mabel Traberg me orientaría. Serían cuatro horas de lunes a viernes.
Después supe que cobraría sueldo de violinista en la Orquesta Juvenil.
Ese lunes me presenté.
Me había pasado escuchando la radio y trataba de imaginar que haría de igual al resto del plantel de voces, y que haría diferente. Además de Mabel estaba Enrique Bischof, Juan Humberto Juárez, Guillermo Eizaguirre, Guillermo Boucho…
Mabel me estaba esperando cuando me acerqué a la emisora. El operador era Daniel Pisano, un petiso al que había tratado poco y que parecía que se las sabía todas. A las 13 cambiaría por Juan Francisco Marin, el “Ofic”.
El programa era Buen Día Gente, Buen Día Música; a las trece había una hora de melodías: Sobremesa musical: grandes orquestas: Lafayette, Ray Coniff, Percy Faith, Werner Muller, Alain Debray…
El espacio matutino, esencialmente musical, se interrumpía con algunos micros de servicios –Mensajes al poblador, Boletín de licitaciones, Bolsa de trabajo..- y programas envasados de diversas embajadas.
Yo llevé para leer criticas de las películas que estábamos viendo en el Cine Roca, tomada de La Opinión y La Nación, cuando meses atrás se estrenaron en el país. Y un recorte que hablaba del Almirante Storni y los intereses argentinos en el mar.
De la revista Cruz del Sur, publicación salesiana, toda una serie de misceláneas que tardé en utilizar.
Había muchos comunicados por leer, en la escurridiza “carpeta negra”.
Con Mabel habíamos participado en una experiencia de teatro escolar bajo la dirección de Diana Cotorruelo, “Los árboles mueren de pie”; y me parecía que todo esto de la radio era otra forma de actuación.
Y ya pasaron 39 años.


DOS CON EL TONY.




UNO
Finalizaba el 78 y estaba por comenzar una guerra. Parte de la población se había marchado y la presencia de efectivos militares invadía de verde Río Grande.
En vuelo de Austral un grupo de figuras notables llegaron para alentar a las tropas: Fangio, Fillol, Palito, Monzón, y otros.
En la radio nos enteramos que iban a recorrer en caravana la ciudad, pero para abordarlos se tendría que ir a los cuarteles.
Se hicieron gestiones para que pasaran a la emisora a dar un saludo a la población , pero la iniciativa no prosperó; el control o había la Prefectura y solo se ingresaba con una credencial especial.
Cómo sabíamos que pasarían por Rosales y Fagnano estiramos un cable y desde ese micrófono transmitiríamos el paso de los visitantes.
Cuando andábamos en eso, luego supimos que nos escuchaba en la radio del vehjículo, uno de ellos se detuvo y descendió con su larga figura Antonio Carrizo. Subió la escalinata de Rosales a grandes zancadas, le dimos el micrófono, dijo algunas palabras y ató una cinta celeste y blanca al micrófono.
Es la que llevo colgada en el espejo retrovisor de mi auto.

DOS
Corrían los años 90 y me enviaron a dar una conferencia a la Biblioteca Nacional, el tema El ovejero fueguino: poblador de soledades.
Tony trabajaba entonces en Nacional y por teléfono estando en una oficina de la Secretaria de Cultura de la Nación me hizo una entrevista.
En algún momento hice referencia a cuanto de Tierra del Fuego hay en Buenos Aires, entre ello.., documentación histórica, libros.
Y le conté que en una librería de Suipacha al salir del hotel había visto una publicación original sobre el viaje de Giacomo Bove, en 1882. Que tenía un alto precio y que si me sobraban algunos mangos de esa incursión por Buenos Aires pasaría a comprarlo.
A la noche la concurrencia de la conferencia se vio mermada por intensa lluvia.
Pero hubo una sorpresa. Al terminar la misma me llamaron a las oficinas para pagarme en efectivo 500 pesos por la disertación, cosa que no estaba en mis planes.
Con ese dinero partí temprano al otro día, antes de tomar el avión, a comprar el libro de Bove que salía 300.
Pero el libro no estaba donde lo había dejadoi.
Le pregunté a Casares sobre la publicación, y consultando a uno de los empleados me informó que la había comprado a Antonio Carrizo.
Al llegar a Río Grande busqué comunicarme con él, y un colaborador me dijo que en el bolsín de la radio tendría novedades.

Y las hubo: una versión fotocopiada y anillada del libro que esperaba comprar, más una inscripción que decía: “No avivés giles que te hacen contra”.

El tiempo pasa, los zapatos quedan.



Algunas cosas habrán cambiado entre ayer y hoy en el mundo, pero no en mis zapatos.
Ellos me estaban esperando al despertar para llevarme a tomar el desayuno.
Mis zapatos Cavatini negros, de tipo mocasín, son los que más he usado durante el año que pasó. En algún momento intenté sustituirlos por unos botines con cierre al costado, por unos mocasines marrones para hacer juego con cierta indumentaria, pero ellos se impusieron.., me fueron llevando tres veces a la semana a la práctica de taichí donde he pasado a usar las mismas zapatillas descoloridas que compré hace tres años.
Soy lo que se dice una persona conservadora en materia zapateril, y los Cavatini me devuelven las atenciones.
Uno de ellos lleva internamente una pieza acrílica con elevador que permite un mejor caminar a alguien como yo que tiene dificultades en una pierna, el otro se mantiene con su plantilla original incólume.
De hacer cuentas no se hace cuanto los he comprado en Avepi, junto con otro par de modelo parecido, pero distinto color, que espera postergado en el mueble zapatero.
Con el tiempo hemos armonizado, mis zapatos y yo.
Eso  los ha vuelto insustituibles.
No recuerdo cual fue el alto precio pagado entonces, respondiendo a una entrega para indumentaria que se hace dos veces al año en el trabajo, ni cuándo puede salir hoy una compra equivalente. Se que tiene un precio para mí que admite ningún valor de reventa.
En otras palabras: sin ser una persona elegante ni opulenta son muchos los zapatos que esperan el momento en que nos distanciemos entre estos que más uso, casi monopólicamente, cosa que tal vez imponga el tiempo.
Patricia, por arreglo de carteras en estas época de grandes esmeros –como es cada fin de años-, me contó que las dos zapaterías cercanas han cerrado. ¡Qué problema sería tratar de repararlos! Por suerte la capellada responde, peso a lo poco que la lustro, y la suela de goma no se ha deformado y mantiene sus estrías originales.
Entre los deseos para el año nuevo no figura tener zapatos nuevos,  aparece si el deseo que me acompañen al menos un año más.
Ellos que solo alternan con las pantuflas algunos momentos de mi andar saben cómo estoy con sólo sentir mi peso. 
El 2015 no ha sido tan malo, nunca necesité que alguien me los colocara, pude hacerlo por mi propia cuenta.
Nadie me pisó, pero también es cierto que no he bailado.
Vivo con ellos, y siento que estos están vivos en mí.