Si alguien medianamente informado sobre la historia regional
hizo un abordaje de esta novela pensando que todo se circunscribiría a la
lamentable experiencia de los nativos que fueron llevados a la Exposición de
París de 1889, bien pronto se habrá sorprendido como los acontecimientos se
desbordan y pasan a describir un universo más complejo. En de una sociedad en
transformación que buscan subordinar a asimilar a los pueblos de la periferia,
y al mismo tiempo experimenta cambios en sus modelos productivos que prometen
revoluciones por doquier.
Ese encuentro y desencuentro en lo cultural es el relato
dominante.
En medio de todo hay variados personajes, pero el que toma
fuerza y nos lleva a los largo de la mayor parte del libro es Kalapakte, un
fueguino que tarda en volver a nuestra isla, y que de la mano del cuadro
ficcional ideado por Gamerro, no aporta una mirada totalmente creíble sobre los
aconteceres en los que se verá inmerso.
El autor genera una descripción amena, comprensible, sobre
procesos que llegan a nuestros días.
El ona aquel, del que perduran algunas pocas referencias, en
lo testimonial, en lo fotográfico, cercando a la figura de Beauvoir, el
misionero, ex presentado como un referente épico que se mueve en la tragedia
colectiva que envuelve a los desposeídos en de este sur, y de otras parte del
universo.
Si la sola presencia de una voluminosa novela puede hacernos
pensar en que deberemos envalentonarlos para leerla con celeridad, el hilo
narrativo potencia nuestra curiosidad y tal vez –como nos pasó en lo personal-
se terminé terminando de leer antes de lo esperado.
Como atrás de toda la novela hay un clima de aventura, subyace
un viaje, o numerosos viajes..
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