En casa de Sofía


Fue al cumplirse una semana de la desaparición de Sofía que fuimos recibidos en su casa. Lo escrito en ese momento fue leído y difundido radialmente, pero no llegó a cargar tintas. Ahora que han pasado dos meses y que el tema comienza a enfriarse más allá de la familia, vuelvo a leer que que ahora publico... y no dejo de estremecerme.


* * *


Resulta fácil llegar a la casa de Sofía. Ni bien te vas acercando por la vereda hay un grupo de muchachos que saben que no sos del barrio, ni que te parás en la esquina y son los primeros en orientarte: -“Siga por el pasaje, derechito, la casa está a la mano derecha”. Uno lleva el número para no perderse en la maraña del Barrio Textil, en Chacra 2, y entonces otro te agrega: -“Es donde tienen unos bloques a la entrada”.

Los bloques, que no son mucho, representan la señal de un proyecto que se ha venido postergando. No hay cerco y tras los vidrios de la mampara que en todo este sector hace de exclusa a los fríos y los vientos de toda estación, una perra vieja se incomoda. Tal vez en otro tiempo ladró y gruñó para advertir la llegada de un extraño, pero ahora los extraños dominan las presencia en esa casa… la casa de Sofía.

La visita estaba condicionada por una llamada telefónica, era para presentarme y decirles que lo único que se hacer es escribir, y tal vez mi intento podría multiplicar los mensajes de todo tipo que salen de Río Grande tratando de dar con el paradero de la niña de 3 años que se extravió un domingo nefasto en el camping John Goodall.

¡Con que ansiedad me contestó la madre! Debía estar esperando una mejor noticia, no se si a tenido una medianamente buena desde que dio a conocer su celular para recibir algún dato orientador. Y ahora llegaba yo, para descubrir en ella la importancia de sus silencios, y ese celo con que se dispuso atrás de una de las dos mesas del largo recinto que ocupa toda la planta baja del departamento, en el sitio preciso desde donde se puede controla la entrada de la vivienda.

La perra vieja por una parte, animalito que por su edad debe de haber sido o de la madre o del padre de Sofía por que evidencia una edad que es mucho mayor que la del matrimonio que se conformó en 1999.

María Elena Delgado nació en Colonia Sarmiento, en Chubut, el 12 de julio de 1970, pero fue en Caleta Olivia, norte santacruceño, donde vivió la mayor parte de su vida antes de llegar a Tierra del Fuego hace unos 14 años. Confiesa un embarazo adolescente y el fruto de un hijo que esta bien, del cual no tiene nada que decir por que ahora lo apremiante es la situación de Sofía, tal vez por eso pasamos por alto el hecho que espera un nuevo hijo, par dentro de cuatro meses, lo que tendría que ser una nueva alegría para Edgar Fabián Herrera, el hombre de la casa.

Fabián es obrero textil, se desempeña en la firma Cordonsed y vino buscando trabajo hace 16 años de su Córdoba natal donde vino al mundo el 11 de abril de 1966. Se desdibujado la tonada provinciana característica y sus ojos están cansados por el vértigo de tanta espera.

Nos estrechamos la mano, el ya sabe para que hemos venido, y da cuenta de inmediato de una reunión con vecinos que quieren entrar casa por casa –en toda la ciudad- para ver donde puede estar la niña. Fabián se tiene que mantener aplomado, ante circunstancias que no siempre ayudan, sino que a veces exaltan, o desesperan.

De pronto me ha llamado la atención que los televisores estén apagados, no es común en Tierra del Fuego donde el desarraigo ha hecho de ellos la quinta ventana esencial de cada casa, y a la vista y muy cerca de donde conversamos con mamá Elena hay dos: uno plano visible desde la mesa comedor, y otro de un modelo algo más antiguo donde Sofía tiene su escenario para sus entretenimientos de puertas adentra. Allí vibra con las vicisitudes de Patito Feo, y como corresponde tiene como ella dos pares de botas: uno amarillo y otro negro.

La botas no son de uso continuo, Sofía arrastra un problema de metatarso vencido, con una corrección de plantillas al menos por un tiempo, y tal vez esa molestia fue la que frustró su asistencia a los cursos de danza que dicta Laura Taborda, donde teniendo gran entusiasmo no se enganchó, aunque también hizo lo propio con el pre jardín Dominó donde no llegó a quedarse dos meses. -¡Quiero quedarme con mamá! –fue su voz imperativa. ¡Y es que es tan chiquita! Y casi no hay necesidad de que salga de la casa, puesto que la mamá no trabaja, lo hizo en otro tiempo en cuidados domésticos, y se instala en esto también llegada de un hermanito.

El mundo de Sofía es un mundo pequeño pero suficiente. A él llegó por una cesárea programada el 30 de diciembre de 2004, cuando el matrimonio Herrera Delgado eligió a la clínica Cemep como el escenario del esperado alumbramiento. Un par de días después y podría haber sido el primer nacimiento del año, con una lucimiento que en un pequeño pueblo -como sigue siendo Río Grande- tiene la alegría de todo recomenzar.

Sofía Yasmín Herrera.

Me imagino la emoción de aquellos padres. La imagino como tantos padres y madres que pasaron por tan feliz trance, que esperaron de la vida nada más que felicidad.

Sofía Yasmín Herrera, quien habrá sido el primero que escribió su nombre. El que lo pronunció, el que trató de desdibujarlo con un apodo cariñoso…

Como habrán recibido la noticia entonces las abuelas distantes: Alicia y Silvia, esas que entran y salen de la casa, para cubrir en tantos ámbitos la representativitas de unos padres que no quieren ser ganados por la desesperación.

Se que hay una gatita –Luna- que es privilegiada por sobre la perra vieja que suele incomodar a la niña, es el animalito que se ha multiplicado en una de las fotos donde Sofía se muestra sonriente. Con Luna en más de un momento ha salido a jugar al patio, con la mirada vigilante de la madre que no comprende que les puede haber pasado a todos ese domingo en que la perdieron de vista.

Era la primer salida de la temporada, esa del John Goodall, lugar donde habían estado una vez.. el año pasado.

Allí se trasladaba el asado dominical del papá del que la nena tiene tanto gusto, pero no se si sería un asado lo que la esperaría a su retorno, le gustan también las pastas caseras que hace con mamá, donde siempre hay un pedazo de masa en el que puede mostrar su lucimiento, y por que le escapa a las verduras Elena se hace hamburguesas caseras con un alto componente de zanahoria rallada.

La niña se agranda y se empequeñece en boca de la madre: es por momento la competidora que dice ser sólo ella el amor de papá, o se conduele al recordarla con un dientito golpeado –“¡Ha crecido tanto, mide un metro cinco. Es mi jiraga!”-, y por las noches cuando le molesta su problema en los pies debe conciliar el sueño con un ibupirac.

Sofía no ha dormido sola, comparte el cuarto de los padres y lo hace por temor con la luz prendida. A veces, entre sueños, y al saber que el papá va a salir que pide para el regreso caramelos de Barbie, para ella.. o también para mamá.

El papá vuelve poco después que el Padre Fabián, el párroco más cercano llega para dar su consuelo espiritual, me dirá después el dueño de casa que no han sido de ir a la iglesia, pero que no dudan en la existencia de Dios.

Me llevan a conocer el montón de juguetes que esperan el retorno de Sofía, no hay entre ellos ninguna Barbie. Al pasar se mueve uno de los chiches, y otros hacen lo mismo, hasta suena un teléfono de juguete que -como todos los otros teléfonos- espera ser la antesala de un final feliz que no dejamos de desear.

Créditos: la foto: la casa de Sofía, fue tomada de http://www.fotosdetdf.blogspot.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

profundo pero tierno