El 28 de junio de 1990, como parte de las actividades del Ateneo Generación Fueguina, se realizó en el Café de los Angelitos una reunión literaria en torno a mi libro La Candelaria que ahora puede leerse en este blog. En el transcurso de la velada Leonor María Piñero, hizo ponderaciones que desde siempre agradezco, y que sumo a las interrelaciones que se vienen dando a partir de la publicación de todos aquellos relatos.
Hace varios años atrás, los oídos de los riograndenses estaban llenos de la advocación de la Virgen “Nuestra Señora de la Candelaria”. No sólo así se había llamado la misión fundada por los salesianos sino la avenida Belgrano, igualmente este nombre con la mencionada advocación. Pero esto, un buen día, se revirtió: la parroquia comenzó a denominarse “Don Bosco” y el hospital pasó a ser “Hospital Regional Río Grande”. Ahora, ha venido muy bien que Mingo Gutiérrez titulara a su obra “La Candelaria”, ofreciéndonos narraciones que detienen nuestro pulso en diversos sucesos acaecidos a lo largo de los años dentro del ejido de la misión salesiana, cuya presencia tanto nos ha significado. Esta tarea que se han impuesto los escritores e historiadores de Tierra del Fuego, de rescatar hechos que de otra manera, quizás se perderían, tiene una importancia capital, tanto para nosotros mismos como para el futuro generacional de nuestro archipiélago, ya que constituyen, de por sí, verdaderos documentos surgidos de una auténtica vocación de servicio. Se dirá de nosotros, sin duda, que hemos soñado y vivido en esta Tierra del Fuego de fines del siglo XX, que con escasos elementos, alejados de los más importantes archivos y bibliotecas y de los principales diarios del país, hemos tratado, como Mingo Gutiérrez, llevar a cabo una tarea meritoria por estar realizada con el noble propósito de asir retazos de historia plasmándolos con unción, cariño y, sobre todo, respeto. Respeto hacia el hecho histórico en sí, respeto hacia las figuras protagónicas, respeto hacia la propia tarea y respeto por el futuro.
Seis relatos componen “La Candelaria” que se inician con la fecha de 1966 para ir, en forma retrospectiva hasta 1894, pasando por 1952, 1946, 1921 y 1910. Y merced al flujo que siempre emana de la palabra, podemos evocar a aquella Radio Misión Salesiana que, durante dos horas al mediodía, llegaba a los hogares riograndenses, cumpliendo la primera etapa radiofónica de nuestra villa de entonces. Hasta que cesó, cuando ya Radio Nacional Río Grande, con su potencia, ganó no sólo la audiencia de nuestros hogares, sino del hogar rural surcando sus ondas sonoras espacios patagónicos que supieron de nuestras inquietudes y de nuestro activo palpitar. Y allí surge la figura de un sacerdote preclaro como fue el P. Muñoz, cuya palabra clara y precisa, de graves tonos, supo dejarnos homilías que constituyeron auténticas piezas oratorias. Y surge esa otra, la del P. Forgacz, cuya tarea en pro del deporte por y para la niñez y la juventud se apreció cabalmente después de su tránsito y que aquí nos la devuelve Mingo envuelta en ese halo tan particular en el cual se hallaba inmersa. Asimismo, la evocación del “Piedra Buena”, hundido frente a las costas de La Misión, nos detiene un instante en ese trágico episodio que puso a prueba la solidaridad que alentó a muchos pobladores de la época.
La Misión Salesiana sigue existiendo entre nosotros como Escuela Aerotécnica Salesiana, cuyos méritos se han reconocido en el país, acudiendo a sus claustros alumnos de toda la Patagonia. Si tuvo que dejar de misionar entre indígenas no hay duda que ha encontrado una manera monderna de continuar con la propagación evangélica mediante la enseñanza.
“La Candelaria” de Mingo Gutiérrez, que vio la luz hacia fines de 1988, ostenta el privilegio de quedar como un hito en la literatura histórico fueguina parangonándose, de esta manera, con el hito que representó La Misión, cuando fue fundada por inspiración de Monseñor Fagnano.
Hace varios años atrás, los oídos de los riograndenses estaban llenos de la advocación de la Virgen “Nuestra Señora de la Candelaria”. No sólo así se había llamado la misión fundada por los salesianos sino la avenida Belgrano, igualmente este nombre con la mencionada advocación. Pero esto, un buen día, se revirtió: la parroquia comenzó a denominarse “Don Bosco” y el hospital pasó a ser “Hospital Regional Río Grande”. Ahora, ha venido muy bien que Mingo Gutiérrez titulara a su obra “La Candelaria”, ofreciéndonos narraciones que detienen nuestro pulso en diversos sucesos acaecidos a lo largo de los años dentro del ejido de la misión salesiana, cuya presencia tanto nos ha significado. Esta tarea que se han impuesto los escritores e historiadores de Tierra del Fuego, de rescatar hechos que de otra manera, quizás se perderían, tiene una importancia capital, tanto para nosotros mismos como para el futuro generacional de nuestro archipiélago, ya que constituyen, de por sí, verdaderos documentos surgidos de una auténtica vocación de servicio. Se dirá de nosotros, sin duda, que hemos soñado y vivido en esta Tierra del Fuego de fines del siglo XX, que con escasos elementos, alejados de los más importantes archivos y bibliotecas y de los principales diarios del país, hemos tratado, como Mingo Gutiérrez, llevar a cabo una tarea meritoria por estar realizada con el noble propósito de asir retazos de historia plasmándolos con unción, cariño y, sobre todo, respeto. Respeto hacia el hecho histórico en sí, respeto hacia las figuras protagónicas, respeto hacia la propia tarea y respeto por el futuro.
Seis relatos componen “La Candelaria” que se inician con la fecha de 1966 para ir, en forma retrospectiva hasta 1894, pasando por 1952, 1946, 1921 y 1910. Y merced al flujo que siempre emana de la palabra, podemos evocar a aquella Radio Misión Salesiana que, durante dos horas al mediodía, llegaba a los hogares riograndenses, cumpliendo la primera etapa radiofónica de nuestra villa de entonces. Hasta que cesó, cuando ya Radio Nacional Río Grande, con su potencia, ganó no sólo la audiencia de nuestros hogares, sino del hogar rural surcando sus ondas sonoras espacios patagónicos que supieron de nuestras inquietudes y de nuestro activo palpitar. Y allí surge la figura de un sacerdote preclaro como fue el P. Muñoz, cuya palabra clara y precisa, de graves tonos, supo dejarnos homilías que constituyeron auténticas piezas oratorias. Y surge esa otra, la del P. Forgacz, cuya tarea en pro del deporte por y para la niñez y la juventud se apreció cabalmente después de su tránsito y que aquí nos la devuelve Mingo envuelta en ese halo tan particular en el cual se hallaba inmersa. Asimismo, la evocación del “Piedra Buena”, hundido frente a las costas de La Misión, nos detiene un instante en ese trágico episodio que puso a prueba la solidaridad que alentó a muchos pobladores de la época.
La Misión Salesiana sigue existiendo entre nosotros como Escuela Aerotécnica Salesiana, cuyos méritos se han reconocido en el país, acudiendo a sus claustros alumnos de toda la Patagonia. Si tuvo que dejar de misionar entre indígenas no hay duda que ha encontrado una manera monderna de continuar con la propagación evangélica mediante la enseñanza.
“La Candelaria” de Mingo Gutiérrez, que vio la luz hacia fines de 1988, ostenta el privilegio de quedar como un hito en la literatura histórico fueguina parangonándose, de esta manera, con el hito que representó La Misión, cuando fue fundada por inspiración de Monseñor Fagnano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario