ENCUENTROS Y DESENCUENTROS EN LA NOCHEBUENA FUEGUINA




Un cuento de Navidad ambientado en el escenario fueguino, fechado para el 24 de diciembre de 2010.


Uno de ellos transitó con su trineo por el camino que más bien era una huella. El otro venía de cortar campo y cada tanto debía sobre elevarse por la presencia de los alambrados.

Ninguno de los dos conseguía dar con el camino que desde siempre –o casi siempre- venían recorriendo una vez al año, cumpliendo esa tarea dentro del país, e iniciándose es ese sur.

Un rezongo ahogado desdibujaba el rostro barbado de ambos, y los animales de tiro comenzaban a fatigarse.

Entonces se encontraron.

Lo primero que llegaron a preguntarse al unísono fue:

-¿No sabe en qué lugar estamos?

Y después vino un silencio. No había respuestas.

-Yo creo que por aquí se llega a Sombrero –dijo uno de ellos; a lo que el otro contestó: -Yo necesito llegar a San Sebastián.

Pero hablaban de mundos diferentes. Ni uno sabía que lo que buscaba el otro era un poblado petrolero, ni el otro imaginaba que junto a una gran bahía había un paso fronterizo.

-¡Tendremos que encontrar a otro que sepa!

Pero ambos sabían, por la experiencia de cada uno, que no sería fácil encontrar a alguien en ruta. Todos estarían, cada uno en su casa, compartiendo la noche con sus afectos, y esperando la visita del viejo del trineo.

Por eso finalmente decidieron que lo mejor no era cortar campo, sino tomar cualquier huella y esperar la ayuda de la providencia.

Y la providencia se manifestó en una camioneta que tenía a su conductor atareado en cambiar un neumático pinchado, a la vez de tratar de sacar de la cuneta al vehículo en un espacio cenagoso, masacote amarillo.

A un grito simultáneo detuvieron ambos a sus animales y fueron acercándose al conductor que peleaba por encontrar el gato y la rueda debajo de un montón de paquetes con regalos, lo que les hizo pensar a ambos que esa noche parecía que tenían a todo el mundo en contra, o al menos compitiendo con ellos.

El hombre los sintió, se dio vuelta e impactó con su aliento etílico:

-¡Gordos! ¿Qué hacen parados ahí? –lo que se sintió como un imperativo a pedir ayuda. Y así los dos aurigas se ocuparon en bajar los paquetes con lo que el conductor dio con el gato, y reclamo:

-¡La llave cruz!

Los gordos no sabían a que se refería, pero no tardaron en dar con algo que se parecía a una cruz griega.

La rueda de auxilio estaba allí, y los tres se ensuciaron por bajarla, como así también –los gordos- se embarraron de pies a cabeza cuando debieron hacer fuerza para sacar al vehículo de la banquina y un lodazal se descargó inclemente sobre sus coloridas indumentarias.

El hombre comenzó por aflojar la rueda averiada, pero se mostraba débil, sin fuerzas. Entonces requirió la ayuda de los perdidos viajeros, a los que en medio de insultos que perdían significado ante los castos oídos de estos ayudantes fue instruyéndolos sobre la tarea que –si bien en forma demorada- terminó por realizarse.

Finalmente el borracho consideró que llegaba el tiempo de la despedida, y extendió a ambos una botella que los viejos rechazaron argumentando que no bebían cuando conducían.

Las miradas se detuvieron, en el fondo de la memoria del conductor apareció como una definición de reconocimiento sobre sus interlocutores y luego les dijo:

-¡Feliz Navidad, y Próspero Año Nuevo! Bahamonde. Evidentemente Bahamonde era su nombre, por lo que los viejos contestaron cada uno por su lado:

-Papá Noel.

-Viejo Pascuero.

Y este último le contó a Bahamonde que estaban perdidos y que uno debía llegar a Cerro Sombrero y el otro tendría que haber estado una hora atrás en San Sebastián.

El borracho, bajando el vidrio de su camioneta les dijo: -¡Sigan por esta huella hacia allá! Es una vieja ruta petrolera. Llegarán a la ruta internacional, y distinguiendo las diferencias entre ambos agregó: -Tu a la derecha, y vos a la izquierda y ¡meta y ponga! Y al mismo tiempo aceleró terminando de ensuciarlos en los pocos espacios de sus trajes que se mantenían impolutos. .

Así quedaron los dos solos, escuchando en el silencio alcanzado cuando la camioneta se perdió a la vuelta del camino, tan solo el resoplido de los renos.

Entonces uno dijo al otro:

-¡Creo que no me van a hacer salir más con esto del GPS!

1 comentario:

Pali dijo...

¡jajajjaj! está bien Mingo...